La cosa fue así: hace dos meses el vecino me dijo que transplantara mis plantitas porque iba a empezar a levantar el muro medianero. Era un lunes. Las moví, feliz del aviso y el cuidado. Tres días después (nótese las demoras mínimas y torturantes) los albañiles sacaron con esas máquinas que agujerean calles el cerco viejo que estaba agarrado al encadenado de cemento en la base pero también a dos tocos de ligustro hecho árbol y a un portoncito tipo gallinero de abuela todo oxidado. Todo eso quedó tirado en mi patio y mi jardín. Un mes tardaron en levantar los muros (de Gericó que mucha gente aquí presente ya ha visto). Otro mes hace que me están prometiendo venir con la amoladora a cortar y llevarse todo el cachiquengue. Bueno, la vecina paciente se hartó: ayer me compré una tenaza y hoy le dí (en dos etapas) tuqui tuqui al corte de alambre oxidado. Mis manos son la aspereza en persona. También saqué los bodoques de cementos al volquete de la vereda, solita mi alma, en quinchicientos pedazos y viajes ida y vuelta. Hice un faso gigante con alambre, palos y ligustro enredado. No me lo pude fumar así que lo dejé en el patio porque arrastrarlo hasta la calle ya era tumach para esta viejita.
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