Cuando entro al baño me deslumbra la luz de la ventana o la de los cuatro o seis foquitos que puedo encender de uno o dos manotazos, nunca tuve un baño tan blanco y luminoso.
Ya no prendo cada atardecer las dos luces de la galería de adelante. Se ve que ya no tengo miedo de que alguien crea que la casa está deshabitada.
Ya no siento como una traición el ir olvidándome de los gestos con los que me movía en mi querida casa anterior. Sentipienso que ella, la anterior, vive acá con nosotras.
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