El Palacio de Nacional en la Ciudad de México se encuentra bellamente adornado con murales del pintor Diego Rivera que plasman de manera maravillosa parte de nuestra historia. En el mural "La gran ciudad de Tenochtitlán" se encuentra la figura de una bella mujer de cabello largo que levanta sutilmente el huipil mostrando su pierna bellamente tatuada. Muy pocos de los visitantes que admiran esas pinturas saben que ella representa a una ahuianime y que Rivera quiso rendir un tributo a esas mujeres olvidadas por la historia.
Pero, ¿qué es una ahuianime?
En la sociedad mexica, cuando de un matrimonio nacía un hijo varón, era celebrado con júbilo ya que nacía un guerrero que defendería su ciudad. Después de cortarle el cordón umbilical lo metían en un pequeño bulto y un guerrero se encargaba de ir a enterrarlo en el campo de batalla. Al nacer una mujer, se hacía la misma operación pero esta vez el cordón era enterrado dentro de la casa para que la niña fuera una mujer dedicada al hogar. Aunque si la mujer nacía bajo el signo de Xochiquetzal (diosa del amor y la sexualidad) tenían dos opciones: hacer ayunos y ser devota para poder llegar a ser jefa de familia o podía ser ahuianime que significa "alegradora".
Las alegradoras lucían su largo cabello negro suelto, en ocasiones trenzaban sólo la mitad mientras la otra la dejaban suelta y con frecuencia lo adornaban con flores aromáticas de colores vistosos. Pintaban su rostro con una pasta elaborada a partir de un pigmento natural de color amarillo llamado axin que obtenían de un insecto que habita en los árboles de ciruelo, también utilizaban el jobo y el palo mulato al cual machacaban en un molcajete al igual que la grana de cochinilla que empleaban para obtener el color rojo con el que pintaban los dientes para lucirlos al reír. Algunas veces también pintaban los labios de ese color para verse más atractivas. En las piernas lucían hermosos tatuajes, acostumbraban bañarse con hierbas aromáticas además de sahumarse para que su piel desprendiera una excitante y perturbadora fragancia.
Desde pequeñas eran educadas en las artes del amor con la finalidad de participar en distintos rituales, algunas sólo con bailes y otras otorgando alegría a los hombres que serían sacrificados.
Según menciona Cristóbal del Castillo, ellas debían complacer sexualmente al esclavo que representaba al dios Tezcatlipoca, el señor del cielo y la tierra. Se escogían 4 mujeres ahuianime para que cumplieran sus deseos durante un año y 20 días antes de su sacrificio las desposaba. Esto representaba un gran honor tanto para el que iba a ser sacrificado como para sus esposas. Después de la celebración ellas obtenían las pertenencias de su marido.
Otra de las funciones de estas mujeres era acompañar a los guerreros a conquistar e invadir otras tierras. Su obligación era atenderlos, servirles de comer, pero sobretodo darles placer, evitando así que estos abusaran sexualmente de las mujeres de los pueblos sometidos, ya que dichas violaciones eran un delito grave que se castigaba con la ejecución.
Algunas veces también las ahuianime participaban en la contienda, aplaudiendo y lanzando gritos a sus guerreros dándoles así ánimo durante la batalla. En ocasiones se burlaban de los contrincantes levantando sus vestidos para mostrar sus nalgas, lo cual representaba un símbolo humillante para los contrarios. La paga por los servicios prestados en batallas eran dobles ya que recibían por parte de las autoridades y también el guerrero les daba ropa, joyas o algún otro regalo.
Algunos cronistas de la época señalan que existían dos categorías de ahuianime: las toleradas por su participación en la sociedad como ya hemos mencionado y las que ejercían su oficio en los caminos alejados de la población, engañando a los jóvenes para que bebieran extractos de "mazacoatl" (caracoles que provocan la lujuria) para poder tener relaciones carnales con ellos. El hombre que caía en la trampa moría seco y chupado.
Las sociedades mexicas eran estrictas por lo que a los jóvenes varones se les aconsejaba que se mantuvieran castos hasta llegar al matrimonio para poder satisfacer a su futura esposa y procrear hijos sanos. Así mismo se les persuadía para que dentro del matrimonio guardaran la "templanza", es decir, no se dieran demasiado al placer carnal pues aunque fuera con su esposa existía el riesgo de quedar seco y chupado también.
Lamentablemente las pocas crónicas que tenemos sobre la vida y la historia de estas mujeres fueron escritas después de la conquista por frailes españoles como Fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego de Landa, Fray Diego Durante entre otros, por lo que son testimonios escritos por hombres que no conocían la cosmovisión mexica y que llevan el sesgo de un punto de vista y de una religión completamente distinta.
He aquí mi reconocimiento a estas bellas mujeres olvidadas por la historia, incomprendidas y difamadas hasta nuestros días.
Fuente: Historias de tierra sagrada, mi México.
Ilustración: Daniel Parada
No hay comentarios:
Publicar un comentario