En mi patio, en mi jardín, en la vereda, en la calle, la vida cotidiana sigue moviéndose. Mi gente querida y la otra también, hacen y deshacen para seguir y para crecer. Escucho sus sonidos y siento orgullo cuando logro esquivar el miedo (hoy estoy pudiendo).
Nadie me necesita allá afuera. Salgo cuando quiero a recibir amor y a reforzar mi cuota de alegría.
Acá adentro tengo mucho que hacer, mucha acumulación de ideas y palabras, mucho tiempo que le pedí al universo desde que nací y que ahora me da y no nos vamos a cagar en las patas, ¿no?
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