Viviendo sola por primera vez luego de 31 años de maternaje. Me sorprende la tranquilidad, la sensación de tarea cumplida (bien y sobresalientemente cumplida), las posibilidades de ser libre en mínimas decisiones cotidianas cómo cuánto tardar en la ducha, cuándo abrirle a los perros o qué tan fuerte cantar.
Pobre mijito último estaba siendo un poco denso con mamita últimamente: mucha crítica que él llamaba constructiva pero mansplaining, mucha observación y juzgamiento, mucha opinión sobre casa y convivencia mientras poca responsabilidad y aguante.
Ahora me sacudo los últimos resabios de mandatos patriarcales (¿últimos? ¿quién dijo que no tendré más agazapados?) como perra mojada o como despegándome de brea candente. Todavía me requiere demasiada energía justificarme la libertad, el merecerme todo lo que tengo y hago, el derecho a cagarme en todo y ser yo yo yo y yo lo más importante para mí mí mí mí y mí.
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