jueves, 18 de marzo de 2010
Libros marcados
Mairal dijo que había cotejado las ediciones originales de los poemas de Borges con su obras completas, que había marcado cada corrección del viejo, como espiando sus pequeñas trampas a sí mismo en la supresión o el mejoramiento del sí mismo joven.
Ríos contó que leyó un cuento de Elvio Gandolfo en el que se hablaba de un libro inédito del padre de Elvio y que él, Ríos, el lector, se tranformó en editor de ese inédito y cambió a feliz el final del cuento que había admirado.
Mairal dijo que tenía subrayadas todas las metáforas crudas, raras, bizarras de Arlt en Los siete locos.
Ríos dijo que casi no publica una novela de Aira porque el personaje había algo demasiado violentamente inaceptable que le impedía completar la lectura. Y cómo decirle a Aira que no se quiere seguir leyèndolo (No nos contó la vuelta de tuerca que evitó el conflicto y hará que Yo fui una mujer casada salga pronto en su nuevo sello editorial).
Mairal dijo que sabía que había en él varios niveles de subrayador: el estudioso, el fantasmagórico (¿era esa la palabra? ¿O era poseído? ¿o delirado?), el indignado (con galicismos en las traducciones).
Ríos nos leyó un poema que aparece en uan novela que editará pronto cuya autora no recuerdo. El poema estaba dirigido al service malo, de nombre ¿Roberto?, que no reparaba adecuadamente la heladera de la protagonista.
Y fue un placer ver el placer de estos dos tipos al contarnos sus placeres. Un placer verlos "venderse" uno al otro, contar el proceso de edición de El año del desierto, un placer saber que todos esos placeres están permitidos, aceptados, hasta festejados.
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Lunes por la madrugada...
Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...
que sonríe cómplice de amor...
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