viernes, 19 de marzo de 2010

Grandeza boliviana


Eterna Cadencia Editora en la prensa ::

Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=7095#more-7095

¿Ha vuelto Bruno Morales?
18-03-2010 | Bruno Morales, Washington Cucurto

Washington Cucurto opina con convicción sobre el caso de Bolivia construcciones y la nueva Grandeza boliviana. Una columna para leer hasta el final.

Por Washington Cucurto (para Revista C).

grandeza bolivianaTodavía recuerdo con mucho humor, queridos lectores, aquellos días en que Bruno Morales ingresó en la literatura argentina en medio de un escándalo. Recuerdo que corrí a comprar Bolivia Construcciones para ver de qué se trataba. El libro había sido recientemente premiado en un importante concurso literario de esos que las editoriales inventan para publicitarse. Fue premiado y de inmediato acusado de plagio. Yo pensé: esta es una idea genial para vender un libro y crear un pequeño escándalo en el mundillo literario. Sonreí por la travesura. Por supuesto, al conocerse el simpático percance, salieron con los tapones de punta los falsos detractores que, en el fondo, son envidiosos y lo defenestraron. Acusaron a los jurados burlados y le revocaron el premio. También hubo voces que lo defendieron e interpretaron su accionar como la búsqueda de alguna forma de intervención social de la literatura.

Bolivia Construcciones, entonces, se convirtió en un libro incómodo y famoso. Un libro que interpelaba no sólo los valores morales de una falsa literatura, sino también de toda una sociedad. ¿Estaba bien copiar las letras de un libro y ponerlas en otra historia y darles otra forma, otra función, otra vida? ¿Le deben algo aquellos pasajes copiados de la novela de Carmen Laforet a Bolivia construcciones? ¿Existieron esas copias? ¿Y qué entonces? ¿No volvía, al fin de cuentas, a encontrarse con los lectores después de permanecer olvidada en los anaqueles de la cultura universal, gracias a este gesto literario?

Confieso que es muy lindo y divertido afanarles a los grandes autores. Frases, ideas, párrafos, versos, tonos, sonidos, imágenes. Yo una vez, le robé un verso a Osvaldo Lamborghini. Me gustó cómo quedaba en mi poema y fui y le robé otro verso a mi amigo Daniel, pero le cambié una palabrita que pensé, quedaba mejor. Daniel al leerlo en mi poema se dio cuenta y se enojó mucho y me dijo: “No me robes más, negro”. Me enojó su egoísmo. Fue como si no me hubiera querido prestar un objeto o una campera cuando hace frío. Me di cuenta de que los escritores son celosos de sus ideas y de sus procedimientos. No los comparten, sino que los esconden. Los utilizan sólo para confrontar de la misma forma que lo hacen los políticos. Creen que son serios y no lo son. No los entiendo. Muchas veces me dijeron: “Esto es Lamborghini”, “esto es Duran”, “esto se lo afanaste a Perlongher”, “esto es Copi”. Me parecía re divertido copiarle a un tipo que se llamaba Copi. Copi te copio, por gil. Entendí que la única forma posible de que las ideas y la literatura fueran para todos, era afanándolas, tergiversándolas, dándolas vuelta, parodiándolas o burlándonos de ellas. Una idea no es nada si no existe alguien que haga algo con ellas. Una idea por sí misma, no tiene ningún sentido. Gracias al robo, la copia, el plagio indiscriminado, la intertextualidad que le dicen, el diálogo, la parodia, la sátira y el humor, lo que mantenía viva la tradición, lo que hacía que las ideas fueran disfrutadas por todos. Una transposición del curro, digamos. Ya que no podemos comprarnos una casa, ni conseguir un buen empleo, ni tener una vida medianamente digna, por lo menos afanemos ideas en el gran mundillo de la propiedad privada: el mundo cultural.

Me encantó Bolivia Construcciones. Gracias a Bruno Morales o Sergio Di Nucci entendí que la literatura es mucho más que un libro. Que un libro también puede ser atrevimiento, riesgo y movilización. Que los libros están hechos de ideas y que una idea no termina en un libro, sino que nace a partir de él. Que la literatura buena no tiene nada que ver con el mundo; que el mundo es ideal para una literatura sucia, mala y desprejuiciada. Que, por suerte, también existe una literatura que no es burguesa.

Ahora volvió a mi vida Bruno Morales, con su nuevo libro Grandeza Boliviana —que acaba de editar en una preciosa y cuidada edición la editorial Eterna Cadencia—. Los temas son más o menos los mismos, los ambientes parecidos y los climas y tonos iguales. Lo que no es igual es la extraña maquinaria de narrar que Bruno Morales o Sergio Di Nucci ponen al alcance de quien lo lea. Con una lograda economía de palabras y con un clima alejado de la grandilocuencia y las pretensiones estilísticas, nos muestra una impecable manera de contar. Es como si nos dijera: “Se puede escribir una novela simple sobre un mundo desconocido”. Y es precisamente de eso, del extraño y lejano mundo de la inmigración boliviana que nos habla el autor.

Leí unas páginas y ya me gusta, al igual que la novela anterior la leeré en una sola tarde y ya sé que me volveré a encontrar con ese mundo que aprendí a reconocer en estas historias de Morales.

Me alegra que Morales o Di Nucci, repito (me parece importante separar, un autor nunca es igual a su seudónimo), haya vuelto a editar algo; que haya dejado atrás el escándalo del premio y la etiqueta de joven promesa. Me alegra que siga escribiendo. A aquellos que detestan la diferencia, les molestará. Pero es necesario.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gran nota, un grande Cucurto, también.

Anónimo dijo...

Una nota a lo Cucurto, muy buena, real, fría, objetiva en fin. Me lo compré y mañana comienzo tengo una cosa previa un nose que con ese libro...no me queda mas que comenzar.

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...