“Dios también es una perra”, el poemario como arma política de la colombiana María Paz Guerrero
La escritora colombiana María Paz Guerrero publica en España su poemario “Dios también es una perra”, un libro en el que utiliza la poesía para dar vida a un dios tercermundista, que también es una perra, y con el que sugiere una profunda reflexión sobre la marginalidad social y cultural.
“Yo creo que la poesía es profundamente política, sin ser referencial, directa y clara en su mensaje y eso es lo que me parece interesante (…) La poesía tiene un potencial crítico muy fecundo porque te permite estallar en sentidos, en multiplicación de sentidos, y sobre todo en la complejidad de la realidad”, dice la autora en una entrevista con Efeminista durante la Feria del Libro de Madrid.
Guerrero (Bogotá, 1982) cree que es precisamente ese abordaje que hace de Dios y su mezcla con temas contemporáneos como la migración o la violencia patriarcal lo que ha provocado mucho interés en lectoras y lectores, pues estos poemas, que ahora publica de la mano de Torremozas, han sido traducidos al inglés, al francés y al alemán.
Además, afirma sentirse “deslumbrada” por ser parte del catálogo de Torremozas, en el que también están varias de sus referentes. “Para mí es estremecedor que este libro esté al lado de esas autoras que son fundamentales en mi formación”.
“Dios también es una perra”, de María Paz Guerrero
Pregunta: Dios también es una perra, una perra latinoamericana… ¿Cómo nace la idea de este libro?
Respuesta: Dios también es una perra es el primer poemario que publico, en 2018, y es una apuesta que hago por construir un dios que baila salsa, que se pasea por una ciudad cosmopolita, que quiere ir a Nueva York pero es muy difícil, que quiere ser poeta y que también es una perra. Es decir, además de todas las cosas que es, es perra en el sentido de que tiene un cuerpo, que es un cuerpo de hembra y ese cuerpo deviene en esa ciudad al son de la velocidad, porque es una ciudad que se multiplica. También unos poemas dedicados a unos animales que son hembras en la segunda parte del libro en donde podemos ver esos cuerpos en acción.
P: ¿Y por qué en femenino?
R: A mí me interesa mucho trabajar con el material que conozco y yo conozco un cuerpo femenino, porque tengo un cuerpo femenino y me interesa trabajar con esas materias que están cercanas a mí. También, por ejemplo, la ciudad. Vivo en Bogotá, que es una ciudad inmensa, también viví en París, entonces conozco la dinámica de una ciudad grande.
Y en ese sentido, me interesan mucho los cuerpos. Me parece que se encuentran y me interesa mucho esa relación entre el cuerpo humano y el animal y en este caso el hecho de que sea una hembra, una perra, tiene que ver con esa cercanía de la comprensión que puedo tener del mundo a partir de este cuerpo femenino que tengo.
P: La palabra ‘perra’, al menos en América Latina, tiene una connotación peyorativa, ¿ha abordado algún poema en ese sentido?
R: En el libro no hay un desarrollo de la perra en el sentido del insulto que se le da a la mujer. En Colombia decirle a una mujer que es una perra es un insulto para decir que tiene una vida promiscua, pero sí me interesaba que en el título quedara toda esa riqueza de sentidos. Yo trabajé a este dios y a estos cuerpos animales desde lo animal puramente, es decir, hay aquí una serie de hembras que se restriegan, que se encuentran con otros cuerpos. No trabajé en el sentido de la supuesta promiscuidad cuando se le etiqueta de esa manera en un sentido no sé si moral, pero sí hay ese guiño con ese dicho coloquial de la mujer-perra. Sí, me interesaba que hubiera esa esa polisemia en el título.
Los cuerpos de las mujeres en sociedades patriarcales
P: Hay una crítica al patriarcado por medio de la historia de estas perras…
R: Dios en este poemario tiene la regla, pero también le da la menopausia, tiene 53 años y está en ese proceso de menopausia, se le ensancha su cuerpo y cuando va a bailar salsa, porque va todavía a bares de salsa, no de reguetón, no sacan a bailar a dios porque se le ven las arrugas. Esto es la pura experiencia del devenir de los cuerpos de las mujeres en sociedades patriarcales, entonces es básicamente una descripción que en este caso le está sucediendo a Dios y Dios es una figura simbólica cargadísima de contenido y me interesa mucho esa transmutación de ese dios en una mujer que está viviendo una transformación de su cuerpo y que lo vive como una violencia.
El poema que está en la segunda parte sobre las hembras que muestran sus colmillos es un poema en donde sí me interesa decir un poco esa realidad que hay de competencia. A mí me interesa el tema de la competencia en general, fíjate, que este dios quisiera saber inglés y vivir en Nueva York porque me parece que es como uno de los mandatos de la sociedad neoliberal en la que vivimos y es un mandato por el que estamos atravesados todos, pero entre mujeres también tenemos unas formas particulares en que se nos ha construido hacia esa especie de competencia.
P: Es también un mandato que está cargado de estereotipos…
R: Yo creo que la poesía es profundamente política, sin ser referencial, directa y clara en su mensaje y eso es lo que me parece interesante.
Es que un poema tan corto que pone esa imagen, que es muy violenta, de dos hembras que se muestran los colmillos, pero que no pretende redondear la imagen, no pretende concluirla, terminarla, sino que genera en el lector el sentido que el lector quiere elaborar a partir de esa especie de bomba, de provocación que está haciendo el poema.
El poema acá no concluye, no combate, presenta elementos y el lector construye, entonces si construye, claro que me interesa que construya todo lo que tú estás preguntando y que vea que eso está, pero eso lleva a preguntarse: ¿de dónde viene? ¿por qué? ¿qué hacer? ¿cómo posicionarse? Creo que en ese sentido la poesía tiene un potencial crítico muy fecundo porque te permite estallar en sentidos, en multiplicación de sentidos y sobre todo en la complejidad de la realidad.
La realidad es profundamente difícil de aprender y creo que la imagen poética puede, por su misma definición, contener muchos sentidos a la vez.
El ritmo del poemario
P: Los poemas no tienen puntuación. ¿A qué se debe?
R: En este poemario no hay signos de puntuación porque así como te acabo de decir lo que pienso de la imagen poética lo mismo pienso de la sintaxis y de la idea que hay de las reglas gramaticales. En ese sentido, creo que el lector puede ordenar el ritmo.
Me interesa cómo la poesía tiene esa capacidad de deconstruir esa gramática que tomamos como natural. Entonces, yo tomo la apuesta de no poner puntuación y por además construir en la primera parte del poemario fragmentos narrativos largos que no tienen punto, que no que no terminan. Frases desbordadas que también le permiten al lector entrar en un mundo delirante que no termina porque este dios está atravesando una ciudad absolutamente acelerada, que va con un ritmo frenético que también casi que no alcanza puntuar, como si la puntuación fuera el lugar de la pausa y acá no hay pausa.
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