Microficción boliviana o (las) Paradojas del infinito
Las antologías suelen ser producto de una subjetividad lectora, también una muestra actualizada de lo que se escribe y de quienes escriben en un espacio cultural determinado. Es el caso de Paradojas del infinito, primera antología de microficción boliviana.
Hasta la fecha, mi aproximación al mundo de la microficción de espacio geocultural fue fragmentaria; a través de antologías digitales, posteos en perfiles particulares, selecciones de revistas digitales, algún libro generosamente enviado o encontrado en alguna reunión literaria y/o académica. Por ello, cuando me encontré con Paradojas me sorprendí gratamente; primero por la cantidad de escritores y escritoras que cultivan o están empezando a cultivar la microficción, treinta y tres en total. Segundo, porque en esa cantidad había casi de manera equilibrada hombres y mujeres. Y eso siempre es un motivo de celebración, pues muchas de las veces hay una dominancia masculina a pesar de que la escritura de mujeres acontece, ocurre o se mueve por andariveles paralelos. Otro aspecto que llamó mi atención fue la variedad etaria de los escritores y las escritoras. Conviven en el mismo volumen autores consagrados o con una variedad de publicaciones en otros géneros como la poesía, el cuento o novela, con escritores emergentes que muestran por primera vez sus microficciones. Esta variación generacional se percibe en las operaciones discursivas y en las elecciones temáticas. Sin embargo, esto no fractura la unidad de la antología, unidad lograda por la mirada experta del antólogo, Homero Carvalho Oliva, que parece haber guiado su (s)elección atendiendo a la pretensión de recuperar o poner en evidencia el “poder de las palabras de escandalizarnos” como bien anticipa uno de los epígrafes de la antología. De igual manera, el antólogo deposita en el lector la responsabilidad de completar los sentidos, de escudriñar en cada uno de los textos.
Como lectores nos vamos encontrar con una variedad de temas; los que tematizan la cotidianidad suburbana con especial interés en mostrar la pobreza, el abandono y la indiferencia social, como así también los que muestran los mecanismos de supervivencia que diseñan los sujetos que habitan los márgenes sociales. Un par de textos indagan en la memoria colectiva a partir de la recuperación de ciertos hechos históricos. Otras minificciones, no muchas, exploran en la condición humana, puntualmente en las acciones dañinas, monstruosas del ser humano en contra de otros seres vivientes. Unos pocos textos, problematizan la identidad y la diversidad, la heterogeneidad latinoamericana, o más precisamente, boliviana. Y en esa línea, lo andino aparece para desnudar el conflicto identitario personal y colectivo.
Algunas escritoras, por otro lado, apuestan a la subversión del orden patriarcal a partir de la deconstrucción de la maternidad. Nos encontramos con madres que desromantizan su rol exhibiendo la frustración, la contradicción, el dolor, el miedo o la furia.
En otros textos, aparece tematizado el viaje y/o el desarraigo. Pero el tema que se impone o atraviesa a todas las microficciones es la muerte en todas sus posibilidades y variantes. Acontece como consecuencia de la violencia social y de género, de la enfermedad que corrompe los cuerpos, de la acción de seres sobrenaturales. La muerte sobrevuela cada uno de los textos de la antología, perturba, molesta y duele. Y esta tematización probablemente tenga que ver con el contexto de emergencia de estas escrituras, el de la pandemia que inicia a fines de 2019, donde la muerte propia, la de un familiar, la de un amigo era realmente próxima; donde la enfermedad conducía casi inevitablemente a la muerte. Ante la amenaza, la escritura se ejerce como herramienta catártica, como una forma de exorcizar y exteriorizar los miedos individuales que son, de cierta forma, miedos colectivos. La muerte se dice. En algunos textos aparece de manera explícita, en otros se lee a partir del tono apocalíptico y hasta distópico, o solo a partir de ciertos semas como canibalismo, asesinato, violencia, silencio.
Por otro lado, y como en gran parte de las microficciones, una de las estrategias más utilizadas es la intertextualidad en una de sus formas, la reescritura. Así los escritores y las escritoras, reescriben algún clásico de Shakeaspeare, relatos bíblicos y maravillosos, relatos míticos de la tradición grecolatina y de la tradición oral boliviana, refranes e incluso establecen relaciones intertextuales con determinado dibujo animado. Pocas microficciones exploran la metadiscursividad, es decir, el proceso de reflexión sobre el ejercicio de escribir, sobre el lenguaje y su uso.
En Paradojas del infinito nos encontramos con microrrelatos, con una estructura narrativa explícita o apenas insinuada pero también con microficciones, con microtextos que se alimentan del lirismo poético, de los textos instruccionales e incluso del teatro. Nos encontramos, podríamos decir, con distintas formas de entender y practicar la escritura breve. La antología es, por un lado, una carta de presentación de la microficción boliviana y es, también, una invitación a desandar las escrituras de cada uno y una de los/las antologados/as para descubrirlos en su individualidad literaria. Respondamos, entonces, a esa invitación.
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