Yo podría asumir mi papel de jubilada, de abuela, de vecina nueva y dedicarme a cuidar todo esto y lo otro, o atender, o hasta disfrutarlo simplemente. Charlar amistosamente con parientes de sangre y políticos, amigues viejes y nueves, gente de la vereda, de la magia cotidiana. Creo que sería muy feliz y exitosa. ¿A qué obligarme al arte? Las "putas inquietudes", les decían mis viejes. ¿A qué agregar a la vida un plus de deseo y entusiasmo que causa angustia y preguntas existenciales? ¿A qué acusarme de que tendría que estar escribiendo mi novela, mi ponencia o mis poemas si no es imprescindible? ¿O sí?
No hay comentarios:
Publicar un comentario