sábado, 5 de abril de 2014

Como una medicina o un veneno

Dos poemas de “La Vuelta”, de Paula Jiménez España

Del nuevo libro de poesías de Paula Jiménez España, publicado por Editorial Simulcop, con ilustraciones de Ana Barbieri. 


Foto de la autora: Verónica Stainoh

paula gimenez


12

Me invitaste a comer ni bien volví.

Yo estaba muy nerviosa

¿qué contarte después de tanto andar? ¿dónde

empezar ese relato tan extenso

y hacer que eso te importe?

Me entusiasmaba conocer tu nueva casa

y ver la cara de tus hijos.

Era un día de lluvia

y cenamos un plato japonés que me llevó a pensar

en los desplazamientos, que son tan relativos.

Japón, esa isla lejana, estaba más cerca para mí

que vos y sin embargo

esa extrañeza me terminó gustando. Entonces te narré

una anécdota antigua: una vez

me había perdido en la montaña cuando ya anochecía.

Sentí un miedo tremendo como si la montaña

fuera un animal que al caer el sol

abriría su boca y me devoraría. Pero de pronto,

encontré la salida y descendí

por un camino simple. Tus hijos me miraron

como se mira a un tío que trae las noticias de otro mundo,

aunque no era otro mundo, y aquel terror

no tenía punto de comparación

con el que sentí alguna vez, hace mucho, al creer que te perdía.


16

En la selva, esa noche

había tomado el jugo de una planta

más amargo que el vino y concentrado

como una medicina o un veneno

y al rato de beber, supe

que era yo la que trepaba ante mis ojos

mientras otros cantaban

que era yo

la que subía como una enredadera

por el tronco de un árbol

y era yo la que después bajaba

y más tarde subía

todas las veces necesarias, o sea

durante el tiempo total de mi vida.

Es difícil contarles

el empeño con que abrazaba esa corteza

clavándole las uñas que la descascaraban.

Mis garras eran fuertes como las de los gatos

pero al caer me hice liviana, y repté

sedosa, por la tierra.

Era la madrugada

cuando cedió su efecto esa bebida

y me dormí.

Por muchos días

las imágenes de aquella noche

quedaron en mi corazón

lo hicieron dulce como los duraznos

que brotan en la rama y se deshacen

en la boca sagrada de la vida

después de cada invierno.



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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...