Fragmento de entrevista a Olga Orozco realizada por Myriam Moscona
"Mi abuela fue de una gran influencia en mi vida. Fue la persona mágica de mi infancia. Hasta mis veintiocho años solía decirme un cuento todos los días, siempre, sin repetirse nunca. Cuentos que nunca he hallado en los libros, a excepción de Un ojo, dos ojos, tres ojos, de los hermanos Grimm. No sé si los demás eran fusiones de varios cuentos, inventos o inspiraciones. Era un ser excepcional. Me preparaba distintas tisanas para cada descompostura. De niña yo solía treparme a los árboles a comer fruta verde que frecuentemente me enfermaba. Entonces ella elegía un número determinado de yerbas que me ayudaban a sanar zonas específicas del cuerpo. Sólo me daban resultado si ella las preparaba. Recuerdo, y eso ya es otra historia, que en los años veinte, cuando yo era muy pequeña, se había puesto de moda Tutankamón por el descubrimiento de su tumba. Chanel imprimía esa imagen en sus telas y pañuelos. El pueblo donde nací solía estar bastante desolado a la una de la mañana. Se apagaban las luces y había que recurrir a las velas. A mí me encantaba mirar el pañuelo a trasluz cerca de la flama. Una noche el pañuelo se me quemó y la abuela vino a mi rescate sabiendo que mi madre se iba a enfurecer conmigo. ``No se aflija, mi niña, esto tiene remedio: lo vamos a plegar en todas sus partes y todos los días a las siete de la tarde vamos a rezar una plegaria que yo le voy a enseñar y en veinte días el pañuelo va a estar reconstruido.'' No le dijimos nada a mi mamá. Rezamos fervorosamente y a los veinte días, al abrir el cofre, el pañuelo estaba intacto. Claro que yo nunca quise pensar que ella había encargado otro igual... "
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