Me gusta mucho cuando Javier Calvo se pone asqueroso.
Por Luna Miguel
Quien haya leído a Javier Calvo sabrá que es un tipo asqueroso, y no como persona -no, no, que como persona es un amor- sino como creador de historias, escenarios y sobre todo de personajes. Yo no he leído toda su obra pero quizá sí la cantidad de libros suficiente (Risas enlatadas, Mundo maravilloso, Corona de flores y El jardín colgante) como para poder hacer esta afirmación... porque sus personajes son repulsivos, de ahí que nos resulten entrañables, de ahí que los amemos y los odiemos, o que queramos saberlo todo sobre ellos. Quien haya leído El jardín colgante (Seix Barral, 2012) de Javier Calvo sabrá que este sea posiblemente su mejor libro por bastantes motivos, pero, sobre todo, por uno en especial: aquí el autor explota ese lado más asqueroso y terrible de su literatura. Ese que tanto nos gusta. Ese que le identifica. Ese que es capaz de crear personajes inolvidables: Sara Arta (mi nueva musa), Teo Barbosa (ídolo para las nenas con vísceras punk) y Arístides Lao (patético, astuto y abrazable)... entre otros.
La historia de El jardín colgante comienza lentamente, como si Calvo tantease el terreno. Al principio uno no no sabe con qué va a encontrarse y sin embargo sabe que le va a esperar una buena. ¿Qué es esto? ¿Una simple novela policíaca? ¿Un rollo extraño sobre la Transición en donde de pronto aparece un meteorito sin sentido? ¿Una radiografía de la Barcelona de finales de los 70 -tan parecida y oscura como la que ya nos retrató en Corona de flores-? ¿Un retrato sobre el nacimiento del punk? ¿Qué es esto? Pero conforme avanza la tensión es cada vez mayor y una tremenda violencia aflora inundándolo todo. Pero no es esta la violencia que se nos prometía. Aquí el terrorismo es sólo una excusa que se utiliza para esconder el verdadera crueldad: aquella que implican las relaciones y reacciones humanas (el miedo, la lealtad, el silencio, la mentira, los celos, la incomprensión). Y es en este momento en donde uno se da cuenta que los personajes de Javier Calvo no son tan asquerosos ni tan repulsivos como parecían. Los pobres son sólo marionetas de un sistema que les empuja a la locura. Los pobres personajes de Javier Calvo son tan humanos como cualquiera de nosotros: sus heridas superficiales les duelen tanto como las mentales. Su mayor temor: que nadie se apiade de ellos.
En El jardín colgante no hay buenos ni malos. No es una novela histórica, no es una novela política, no es una novela policíaca ni mucho menos fantástica. En El jardín colgante lo que importa es La Identidad, y el autor no deja de preguntarse por ella sin desvelar o descubrir en ningún momento a dónde pertenecemos. Calvo destruye España. Calvo destruye la violencia. Calvo destruye las relaciones. Calvo destruye el amor. De este modo la tarea del lector es elegir cuál es su bando, quién es su amigo, o de quién ha de sentir piedad.
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Misticismo, empalamientos, drogas, alcohol, punk, vísceras, huevos fritos, puzles, una isla vacía, unos ojos pintados de negro, una mañana blanca y nevada, una vagina desgarrada, un bar Texas (demasiado parecido a nuestro Manchester), una cárcel femenina, un cuchillo de queso y un pezón... esos son algunos de los tags o conceptos que tras la lectura se me amontonan en el estómago. Esas son las imágenes que recreo y las que el autor me regala. Por eso recomiendo su lectura, porque os hará pasar un mal rato como sólo las buenas novelas los hacen pasar.
Javier Calvo es un tipo asqueroso y por eso lo amo. Dejaos llevar por sus babas. Por sus piel blanca y blanda. Por la oscurísima poesía de su jardín.
Tomado de http://lunamiguel.blogspot.com/2012/02/me-gusta-mucho-cuando-javier-calvo-se.html
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