Sarlo//lasarta
En 1993 viajé por primera vez a reunirme con Beatriz en Buenos Aires, en la oficina de Punto de vista. Unos meses antes yo, desde un teléfono público de una estación de servicio (uno de esos con cospeles) la había llamado (el querido Leandro Gutiérrez nos había conectado) y le había pedido que me dirija la tesis doctoral. Ella aceptó casi inmediatamente. Nos habíamos conocido algunos años atrás, cuando ella vino a dar una charla a la Villa Victoria Ocampo o en una oficina que compartía con Leandro que me la presentó porque ella había interpuesto una carta cundo las comisiones regionales no aceptaron mi proyecto de beca de CONICET (eso lo hizo sin saber quién era yo). Pero habían sido contactos puntuales. Quiero decir que su generosidad era inmensa, que fue mi maestra, realmente. Ella leía todo lo que yo escribía, a veces tiraba por la borda capítulos enteros; otras se montaba en el hallazgo y me ayudaba a seguir pensando. Lúcida, comprometida hasta el tuétano; un lujo. Fuimos amigas, nos escribíamos mailes casi diariamente. Detestaba la nostalgia. Una vez me dijo que ella no quería hijos dulces sino samuráis que le partan la columna con un palo (y decía que yo, en cambio, era un samurái pop). Luego me invitó a formar parte de Punto de vista, un espacio en el que siempre me sentí un poco extranjera (aunque no por ella) y más tarde se armó BazarAmericano, un espacio en el que siempre me sentí como en casa. Y luego, una vez que cerró PdeV nos cedió, a Osvaldo Aguirre y a mi, Bazar y nos entregó las regalías de las últimas ventas de la revista. Nos decíamos Keridán, Anny la pistolera, Beatrice, Annezka, bitriense, Annette, Aniuska, sarlitrova, bitrika, beatrix, queridanita. Leo ahora uno de los últimos mailes que me mandó, de 2020, después de años de silencio, en el que escribía: “De qué vale la vida si uno se priva de experiencias que tienen que ver con la persistencia, la vitalidad y el futuro”. Y en el cierre: “Creo en vos, desde el mismo día en que te conocí”. Gracias por todo, Beatriz/ bitrika.
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Nora Domínguez
Beatrix de era poco inclinada a las demostraciones de afecto pero era es toda una declaración de amor, Ana.
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