Dice en feis Luis García
Murió Sarlo. No importa que ya lo hubiera dado todo, el vacío que deja, como se dice, es enorme. Tan grande como la historia que se puede contar a través de su figura, o mejor: como la historia que no podría contarse sin su figura. Se sigue yendo una generación que hizo de la pasión teórica una forma de la pasión política, y que vivía la política como una aventura del pensamiento. La generación del libro, la conversación y la polémica. La generación de la idea de “generación” como tarea histórica donde un colectivo encontraba su kairós, que lo conectaba con la historia y convertía al pasado en su pasado. La generación para la que la dignidad era un estado de la palabra, y en la que el pensamiento era un feliz encuentro de deseo y rigor. La que situaba el orgullo en la capacidad de sacrificar al yo bajo la relojería de aquello que, a través de la imaginación, nos vincula con la intransigencia de las ideas. Equivocadas o acertadas, la vida valía en cuanto portadora de la idea. Con su muerte muere un poco más ese siglo XX con cuyos retazos aún imaginamos nuestras propias aventuras intelectuales, y desde donde intentamos comprender este extraño siglo XXI que sigue dándonos más dolores de parto que orientaciones nuevas. Casi diría: se sigue yendo esa larga generación del ’37 que, de Echeverría a Sarlo, imaginó el destino de la nación atado al destino del libro, la historia del pueblo anudada al porvenir de la narración. La vida colectiva fraguada en modos de comprensión colectiva. Ese nudo gordiano, moderno, de política y comprensión, está siendo cortado por la espada algorítmica que traduce, aceleradamente, la vida colectiva del sentido a la vida segmentada del dato. Y nosotrxs, formadxs en aquella escuela, vivimos este presente como el exilio de la traducción. Nuestras preguntas se escriben en la sintaxis que ellxs nos legaron: ¿qué formas de comprensión colectiva serán imaginables más allá de las que concibió la modernidad letrada? ¿Qué vida colectiva sobrevendrá a esta masiva crisis de la comprensión literaria de lo real, es decir, a esta crisis de lo político como trama de sentido? Sus espectros son nuestro bastón blanco en medio de la confusión.
Dice en feis Carlos Gamerro
Beatriz Sarlo (1942 - 2024)
Cursar Literatura argentina II en los comienzos de la democracia fue mucho más que una experiencia inolvidable, fue una experiencia fundante: soy, hoy, en buena medida, lo que esos textos, esas ideas, esas palabras, es tono de voz inconfundible hicieron de mí: otro libro sería mi Facundo o Martín Fierro, seguramente peor, si mientras lo escribía no hubiera seguido coincidiendo, discrepando, conversando con esa voz. También entendí, en aquel momento, con la fuerza de una revelación, todo lo que la dictadura nos había hurtado hasta ese momento, todo lo que habían logrado matar y, mucho más importante, todo lo que no. Para la misma época, con poco más de veinte años me encontré, siendo representante estudiantil junto a Raúl Aranovich, discutiendo con Josefina Ludmer, Enrique Pezzoni, Jorge Panesi y con vos, Beatriz, la reforma del plan de estudios, cuando Borges escribió que poníamos “la cultura en peligro” (y vos nunca nos perdonaste, ni te perdonaste, siempre tan severa con vos misma como con los demás, que ‘hayamos sacado los latines y los griegos’). La primera nota extensa, aguda, generosa sobre Las Islas, de Martín Kohan, salió en Punto de vista – yo no cabía en mí de orgullo. En los treinta años que pensé y escribí en este país nunca dejé de preguntarme qué pensará sobre esto Beatriz, que habrá escrito al respecto Beatriz – y una y otra vez iba a tus libros para averiguarlo. La semana pasada compré uno de los pocos que me faltaban, La audacia y el cálculo: llegó hoy. Y cuando esperábamos uno nuevo sobre esto que nos está pasando te vas, y nos dejás a merced de nuestra incomprensión. Así que vamos a tener que escribirlo nosotros - siempre conversando y discutiendo con vos. Gracias por todo, Beatriz.
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