martes, 21 de noviembre de 2023

No ha llegado el momento de los himnos

 Poesía

Poesía mexicana

Soñando con veneno para ratas

Miércoles 27 de abril de 2016

Óscar de Pablo en la tercera entrega de la curaduría de la autora de Carneada. Lo define como a uno "de esos escritores que parecen haber vivido y leído mucho más de lo que podría caber en menos de cuarenta años".

Óscar de Pablo

Notas y selección de Soledad Castresana.

Nació en la ciudad donde murió Manuel Puig, Cuernavaca. Según los registros, en el 79, pero a mí me cuesta creerlo. Óscar de Pablo es de esos escritores que parecen haber vivido y leído mucho más de lo que podría caber en menos de cuarenta años. Su poesía es prima de la de Alejandro Crotto, intuí cuando empecé a leerlo. Y no me equivoqué: el último libro de De Pablo se abre con dos versos de Abejas.

Es autor de la novela El hábito de la noche (2011), del relato histórico El capitán Sangrefría–Conversación con el fantasma de Rosendo Gómez Lorenzo (2015) y de varios libros de poemas, entre ellos: El baile de las condiciones (2011) y De la materia en forma de sonido (2015). Recibió los premios de poesía Elías Nandino (2004), Jaime Reyes (2005) y Francisco Cervantes (2006), así como el de guión cinematográfico Alejandro Galindo (2010). Estudió Ciencia Política en la UNAM, pero no obtuvo la licenciatura. Dice que su formación política, que tiene mucho peso en su poesía, viene de la militancia en un grupo trotskista. 

Dejos dos poemas de El baile de las condiciones, que acaba de ser editado en Argentina por Audisea (contratapa de Crotto, otra vez) y que les recomiendo con entusiasmo. Al final, un video de yapa.

 

ÉRAMOS RATONES,

 

temblando en un rincón de casa de mi madre, allá en

      la casa enorme de mi madre. Mi madre, una

      princesa

sin príncipe y sin rey, ya entonces era frágil

como una veladora; su casa era un rincón adentro de

su casa. Dentro, llena de miedo, repartía a sus

dos hijos

vestigios ínfimos de azúcar y de queso. Siempre fuimos

    ratones

allá en la casa enorme de mi madre. Los tres nos 

ocultábamos en los resquicios, soñando con

veneno para ratas, pues éramos pequeños

e indeseables ratones, allá en la casa enorme de mi

   madre.

 

No sé quiénes serían los verdaderos dueños, de aquella

   casa enorme de mi madre. Los verdaderos

dueños de los que había que huir,

no sé quiénes serían, allá en la enorme casa

enorme de mi madre.

 

Acaso los ratones.

 

 

PANFLETO

(fragmento)

 

Ya llegará el momento de los himnos: memoria

mientras tanto. Mientras tanto salir, interrogar

la senda circular de las voces, los ruiditos

profundos y marinos

de la lengua tezontle; sacarle a la piedrita del lenguaje

   ecos inusitados, contener en sus centros el crujir de

   las letras, contener la memoria, pero nunca los

   pálpitos de sangre, pero nunca el aliento, pero

   nunca. Como rezar, hablar, recordar con la

   lengua y así llegar a ser

como la almeja toda, toda lengua. Hablar en el papel

y en el sonido, para no quedar fuera de esta

cábala abierta, de este hervidero popular del

habla, este guiso de pobre —olla de sobras—,

canto latente así, pegado al suelo, memoria

rumorosa y subterránea

de los antiguos árboles de canto.

 

No cantemos aún, pero nunca dejemos

que se apaguen del todo las brasas de la lengua, pero

nunca olvidemos el humano camino

de la voz hacia fuera. No cantemos aún, todavía no:

no ha llegado el momento de los himnos.

 

En su voz, acá: 

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...