CRÍTICA:POESÍA
Partido poético
En plena hecatombe de la era del sujeto, el poeta Francis Ponge (Montpellier, 1899-Bar-sur-Loup, 1988) decidió apartarse de la verborrea del surrealismo -a cuyo segundo manifiesto, sin embargo, se había adherido- para tomar partido por las cosas. El libro así titulado -Le partí pris des choses-, aparecido en el París ocupado de 1942 es, por la novedad de su estética y por el impacto de su potencia expresiva, uno de los episodios imprescindibles de la poesía del siglo XX. Publicada en la caraqueña Monte Ávila en 1968 como De parte de las cosas, este libro llevaba demasiados años sin poder leerse en castellano. El poeta Miguel Casado presenta una nueva versión bilingüe, muy cuidada y acompañada por dos textos de no menor interés: La rabia de la expresión (1952) -que contiene esa maravilla de inteligencia y belleza, el 'Cuaderno del pinar', del que existía una traducción anterior, de Enrique Carrión, como Cuaderno del bosque de pinos, en los "marginales" de Tusquets, 1976- y La fábrica del prado (1971), vertida al castellano por primera vez de forma completa.
SOÑADORA MATERIA
Francis Ponge
Edición de Miguel Casado
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007
612 páginas. 29 euros
Tomar partido... fascinó a sus más atentos contemporáneos: Sartre, Blanchot, Camus, Jaccottet y André Pieyre de Mandiargues le dedicaron páginas ya clásicas; Borges fue, con toda probabilidad, su primer traductor al castellano: en 1947 publicó dos poemas de Ponge en la revista Sur. Años más tarde, el grupo Tel Quel lo proclamó el gran poeta francés de la segunda mitad del siglo. Ponge había vuelto la mirada de la poesía de adentro hacia fuera: la lluvia, las moras, un cigarrillo, una ostra, el fuego, el pan, el ciclo de las estaciones, una mariposa o sencillamente el agua eran los temas de sus composiciones, casi siempre en prosa. Como si las palabras fueran más antiguas que las cosas y hubiera que tallar su petrificada dureza o investigar en la grieta entre el mundo y ellas: una vela vacilante "se inclina sobre el plato y se ahoga en su alimento"; la naranja "obliga a la laringe a abrirse ampliamente, tanto para la pronunciación de la palabra como para la ingestión del líquido"; al caracol "su pudor le obliga a moverse en cuanto muestra su desnudez y libera su forma vulnerable".
Los grandes poetas moder
nos encuentran una forma propia de expresar la sorpresa casi infantil que provoca el mundo. Esta difícil combustión de ingenuidad y conciencia se exhibe en Ponge con una nitidez extraordinaria. Por eso resulta de gran interés, también, La rabia de la expresión, que no es sólo una derivación de Tomar partido... sino además su poética. En 'Riberas del Loira' escribe: "Volver siempre al objeto mismo, a lo que es en bruto, lo que es diferente (...) que mi trabajo sea una rectificación continua de mi expresión (...) El objeto es siempre más importante, más interesante, más capaz: no tiene ningún deber conmigo, soy yo quien tiene todos los deberes respecto a él". El objeto es, entonces, el fiscal del mundo material en la querella por la falsificación subjetiva del poema; es el apoyo a partir del cual el poema puede lavarse de su suciedad verbal.
Pero Ponge es, al mismo tiempo, un heredero del simbolismo en el carácter obsesivo de su relación con las palabras -con el diccionario de Littre, siempre presente-, con el rendimiento de cada palabra escogida, en la que todo es significativo: desde la etimología -su carga histórica- al sonido y la grafía -su materialidad, su presencia no abstracta entre las cosas-. Ponge muestra que toda objetividad, incluso bajo la apariencia de un hiperrealismo, no puede ser sino un sistema de correspondencias, cuya sede es una conciencia con todos los sentidos despiertos, un sujeto compuesto de comparaciones: la avispa es "una especie de jeringa para ingurgitar el néctar"; el pájaro es "como un hombre que no se separara de su edredón y sus almohadones de plumas".
La fábrica del prado presenta los distintos estados de escritura del poema, expone el poema no como invención súbita sino como producción. Como en buena parte del arte contemporáneo, en Ponge no hay diferencia entre el proceso y la obra: una es la postulación de la otra. En su prólogo, Miguel Casado -uno de los mejores pensadores de la poesía que hay en la España de hoy- señala, acerca de Tomar partido..., "el sorprendente hecho de que esta obra se fuera convirtiendo en emblema sucesivo del existencialismo, la fenomenología, el estructuralismo, el pensamiento rupturista vinculado al 68 o el nacionalismo gaullista". Leída ahora, es además la reverberación de uno de los últimos poetas que hicieron en verdad algo nuevo, cuya originalidad sigue todavía flamante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario