Vengo hace meses diciendo que en enero me pongo en modo escritora. A retomar, reescribir, ordenar, mandar a concurso, repensar. Y recién hoy pongo acá mi culo. O casi, porque todavía blogueando y no abrí el drive. Ni pienso ya en fechas de concursos que pasaron o están muy cercanos. Me odio y me justifico a partes iguales. No, mentira, nunca me odio, siempre me entiendo pero me pateo el culo. A veces no da resultado: necesito tiempo no apurado como Osías el osito en el bazar. Y este enero, con el kilombo de la mudanzanomudanza, me tiene más pior de lo que normalmente.
Bueno, paciencia. Aquí vamos.
Me levanté con ganas de mi novela del diccionario. La prehistórica. También ayer se me ocurrió una idea para novela nueva y voy a abrir archivo. Por cábala no más. Mentira, por convencerme de que, lentamente, dejo atrás mi piel de profe, de investigadora, de madre, de ama de casa, de jardinera, de lectora... No, no las dejo atrás: hago con ellas mi piel de escritora pura (no dura).
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