diciembre 31, 2019 Colección Pippa Passes, Editorial Buenos Aires Poetry, Literatura Mexicana, Pippa Passes, poesía mexicana, Uncategorized
Araceli TOLEDO OLIVAR | Murmullos de Salamandras | Colección Pippa Passes
Araceli Toledo Olivar (7 de febrero de 1976) nació en Cuautla Morelos, México; pero nunca ha vivido ahí. Desde pequeña, ella y su familia se trasladaron a Juchitán, Oaxaca, México. El primer respiro de vida de Araceli matizó sus pulmones con las historias, sabores y afectos relacionados con el vínculo materno. Su abuela Félix fue una gigante cubierta de luna y barro. Cómplice del tiempo. Tejedora de flores. Ella y Ara se quisieron desde antes de la llegada del invierno del 76. Del linaje juchiteco, Araceli tomó el fuego. Una pizca de alumbre iluminó las salamandras de su familia paterna y, desde entonces, las llamas se avivan y se aquietan según el antojo del basto inquebrantable de la abuela Florentina. Además de escribir poesía, Araceli posee estudios de Literatura Mexicana e Hispanoamericana (Maestría y Doctorado, respectivamente); escribe ensayo y tiene una gran pasión por temas relacionados con el tarot, la hechicería y la fuerza de las mujeres, entre otras cosas.
Entre sus publicaciones se destaca el libro En el ensueño del caleidoscopio: Teresa Wilms Montt y Nahui Olin (BUAP, 2018), producto de la investigación que Araceli ha realizado sobre las poetas Nahui Olin (mexicana) y Teresa Wilms Montt (chilena), a lo largo de varios años. En ese sentido, figuran las publicaciones: Teresa Wilms Montt y la ambivalencia del ser en el mundo (BUAP, 2016); Carmen Mondragón: mujer, poesía y vanguardia, en colaboración con Alicia V. Ramírez Olivares (Universidad de Ucrania, 2013) y Las inquietudes espirituales: cuerpo y poesía de Nahui Olin, en colaboración con Alejandro Palma Castro (BUAP, 2017). En la actualidad, Araceli Toledo Olivar se desempeña como profesora investigadora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
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_
LAS SALAMANDRAS
tienen una mirada
…………………..de flor de fuego
hundida
en encrucijadas de remota
………………………………….memoria.
Poseen
…………..la frialdad del mármol.
Se alimentan de
…………………..gritos
………………………apagados.
De esos
que no alcanzaron a nacer.
Son dueñas
…………………del clamor
del segundo
…………………perpetuo
que entre filos
…………..de barniz púrpura
se deshace
capa
…………..por
capa.
Con las brasas
del ave en llamas
acrisolan
…………las sombras
…………………..desahuciadas
de los días.
Sus llagas
supuran
bálsamos de sal.
Desenroscan
………………agresivas
su cola láctea
y desenmascaran
……………con su veneno
la voz acuosa
que petrificó
el brebaje del cosmos.
Hay en sus pupilas
reverberaciones ópalo
…………………………de soledad.
Contrariadas
transitan
por el camino
——————–pantanoso.
Atraviesan por los fósiles
————————————-Yermos.
Sus espíritus
penetran
la fortaleza
————del aura en escarcha
que impregna la madrugada
————————————en vigilia
de la aspereza de enero
y su cresta
———se incendia
de oro en polvo
agonía
——–encarnada
—————-en la cera magnolia.
La tierra granillo
acuna a
————-las
——————salamandras.
Recubre
de eternidad
————-sus resuellos
el azufre de sus venas
————-que ensanchadas
se desfiguran
se confunden
————-con el eco vagabundo
con la súplica
de la melodía
————-caracol.
Avanzan.
La hojarasca se estremece.
Algunas llamas
acunan su piel
Se confunden en el anonimato
del vapor de la noche.
Los perros las presienten.
Perciben su filtro mercurio
y entre ladridos
se unen a las hijas de Creta.
Se regocijan
todos
en las espigas
de trigo
———que reflejan
el poder encubierto
de la luna y su pasión
———————–efervescente.
Los gatos
se esponjan.
Trepan
———–la cúspide
de la aurora
——–por la madreselva
—————irrumpen en su misterio.
Sus garras
custodian
la linfa sagrada
de las salamandras
————————-sin memoria.
De las que esta noche
solo hallan consuelo
en el roce
———–convulso
de la salvia.
¿Fue la rabia
de mi ombligo
el ojo centinela
que las regresó
a la tierra?
–
–
LAS ESCAMAS DE PESCADO SECO
–
siempre
alumbraron tus faldas
Abuela Salamandra.
Aun te siento
caminar por la casa
de tejas
hoy destruida.
Todas las tardes
dormitabas
en tu hamaca.
Te mecías lentamente
mientras templabas tu fuego
con el verdor de las almendras.
Todo reposaba en silencio
hasta que una bandada
de pericos
cruzaba
escandalosa
el cielo despejado.
Cuando niña
observaba
tu ritual
de vestimenta.
Salías del baño
con los cabellos escurridos
como pasionaria ennegrecida.
Abrías tu baúl
tomabas una enagua
la sacudías de frente al sol
y en cascada luminosa
caían escamas aguaviva.
Enroscabas
alrededor de tu cabeza
el cabello húmedo entrecano.
Luego
caminabas
descalza
hacia la calle
sin decir adiós.
Por las noches
peinabas
tu cabello con
polvos de mamey
sándalo de mar
raíces desangradas.
Con el cabello
entre los dedos
pensabas en tu madre.
En los años complicados
que pasaron juntas.
Añorabas
constantemente
su presencia
sabia
enmohecida
mientras un olor
a nostalgia
no llorada
impregnaba
todo el cuarto.
Tu mirada severa
nunca
me obsequió jazmines.
Crecí
entumecida
con la cercanía de tu imagen
distante.
Tu sombra
se proyectaba inmensa
ante el sobresalto
de mis ojos
crédulos de niña.
En las madrugadas
de noviembre
los perros aullaban
en el patio.
Sus lamentos se confundían
con el bramido
del viento índigo.
Enfurecida
te levantabas de la hamaca
y pisando las piedras adormecidas
te detenías frente al árbol de algodón.
Discutías con quien se escondía
entre los repliegues del tronco.
Con acicaladas injurias
exigías
que abandonaran
tus tierras.
De inmediato
los perros
se tranquilizaban
y tú regresabas satisfecha
a este mundo
Abuela Salamandra.
_
–
EN EL PUEBLO
_
la conocían como
la Tía Mode.
A su puerta
llamaban
las mujeres y los hombres
que querían curarse
de la pesadez de la vida.
Mira
tienes el cuerpo vencido
te voy a amarrar la cabeza
con un paliacate rojo
para que se te pase el desguance
Mientras se esperaba turno
uno se entretenía viendo
a los caracoles
trepando
las campanillas
de las paredes
de su casa.
Ella
se encerraba
con los dolientes
en silencio.
A veces
se abrían las anchas puertas
de madera
con brusquedad.
Sorprendía la silueta delgada
de Mode
que había salido
a buscar
hierbas al jardín.
No permitía la entrada
de persona alguna
a su cuarto.
Decía la gente del pueblo
que en botellas bien guardadas
tenía sellados los secretos
de la gente que iba a verla.
Frota esta piedra
junto a tu pecho
recomendaba
a las mujeres
que sufrían mal de amor.
Cuando esté bien caliente
la tiras al río
y te alejas corriendo
para que del fondo de la cueva
salgan las sirenas
y con su canto
curen
las violetas sagradas
de tu corazón.
Si no puedes dormir
si no te sienta la comida
ven a mi casa.
Te pondré “la sombra”
con granos de maíz
y buganvilia recién cortada
de colorete magenta.
Con el espíritu
del aguardiente
yo te llamaré
yo te invocaré.
Te traeré de regreso.
Dormirás como bendito
Y benditos serán tus miedos.
Tía Mode
atendía
a la gente
durante toda
la semana
menos los domingos.
Ese día estaba destinado
Para su visita al panteón.
Iba temprano al mercado
Compraba
lilas y begonias
las amarraba
con un listón dorado
y las ponía en un jarrón
rojo de feria.
Se sentaba a tejer
cerquita de la tumba de sus padres
bajo la sombra
de una jacaranda.
Regresaba a su casa
con el calor del medio día.
Se encerraba
y no volvía a salir
el resto del día
Algunas vecinas
dicen
que
algunas veces
por las noches
se le escuchaba
llorar y reír
al mismo tiempo.
Al final
de sus días
se le comenzó
a ver poco
por las calles.
Su casa
estaba siempre cerrada.
Un día
llegó un sobrino
desconocido
a buscarla.
Tuvieron que tirar la puerta.
Entre la penumbra
apenas iluminada
por candelabros
de desnutrida flama
encontraron a la tía
rodeada
de frascos
de varios tamaños
verdosos
agitados en su interior.
Hablaba
para sí misma.
Se le veía tranquila.
El rostro iluminado
como madreperla
iridiscente
inalcanzable su mirada.
Parecía
custodiada
por un cerco
de confidencias
embalsamadas.
Desde la ventana
se observaba
alada
la complacencia
de la luna.
¿ERES TÚ
quien me acecha
en esta luna
fiel
a los designios
de la arena
serpenteada
por las manos
que temerosas
trazan
constelaciones infinitas
en el aire
humedecido
de lavanda?
¿Es tu sombra
quien domina
mis recelos
más
profundos
e insensible
se aleja
cuando los hilos tornasol
de la noche desaparecen?
¿Qué deseos
obedeciendo
tu voluntad
permanecerán ocultos
entre las raíces
de la salvia
que alguna vez
ambicionó
tu presencia esquiva?
¿Acaso intentarás huir
después de haber liberado
al minotauro
de las fauces de mi propia
inconsciencia?
Ante tu indolencia
despertaré
en silencio
sin desenfundar la espada.
Abriré los brazos.
Terminaré el conjuro
y reposaré
de
frente al sol.
_
–
EL LLANTO DEL ÉTER
_
gotea
boreal
en su piel
traslucida.
Sus venas azules
parecen flecha de mercurio
diluido.
Arde
inacabable
su mirada destructora.
Con sus garras
despoja
de anhelos
a quienes hurtaron
el ámbar sosegado
de su mirada.
Sigilosa
irrumpe
en sus sueños.
Les arrebata
la calidez de
la brisa sureña.
El vaivén de
los susurros
añil estrella.
La paz
incomparable
del dolor.
Cuando se opaca
la luna roja
regresa
satisfecha
a los infiernos.
Desde su trono
resguarda
ausente
la divinidad
de su estirpe
tritón.
_
–
EN TRES LUNAS
_
el fuego
ultramar
se balanceará
acompasado
por el susurro
de los sauces
que recitarán
complacidos
los nombres prohibidos.
Las sombras guía
despertarán
el brillo vehemente
de la turmalina oscura.
Tres serán las piedras
proclives a hundirse
en la profecía ópalo
de vacilante reflejo.
Quimeras enardecidas
brotarán de los ojos
de Medusa.
Pasearán por los mausoleos
y
tres
veces
harán temblar
las llamas afligidas
de seda navegante.
Musitarán en voz queda
la lengua de los muertos
cuando deambulen por
los
callejones
a medio iluminar.
No habrá voluntad que se resista
a su reclamo.
Tres lienzos urdirán
para las almas peregrinas
que tres veces soñarán
bajo la sombra
del embriagado sauco
del cual descendieron
los pájaros nocturnos
de muertes perpetuas.
_
©Araceli Toledo Olivar, Murmullos de salamandras | Buenos Aires Poetry, 2020 | Colección Pippa Passes | 64p.; 20×13 cm. | Poesía Mexicana.
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