miércoles, 19 de enero de 2011

"Epistemología del armario”

Tomado de

http://palabradeloca.blogspot.com/2008/08/epistemologa-del-armario-1990-de-eve.html



"Epistemología del armario” (1990) de Eve Kosofsky Sedgwick

Este libro es uno inaugural, permite la reflexión en terrenos antes inexplorados. Y su año de publicación coincide con el de “El género en disputa” de Judith Butler. Ambos libros posibilitan la aparición de lo que conocemos hoy como la “teoría queer”, y ambos son hoy clásicos indispensables. Ambos libros también se alimentan de marcos teóricos postmodernos y post-estructuralistas, así como de una militancia feminista y lésbica.

Epistemología alude no solo al conocimiento, a lo que conocemos, sino a cómo conocemos lo que conocemos, cómo se produce el conocimiento, y a qué conocimientos califican como tales y cuáles no.

Entonces la primera forma de entender la epistemología del armario es cómo un esfuerzo por comprender el closet de nuevas formas. En segundo lugar, alude a las epistemologías que están dentro del closet, y que la autora intenta sacar a la luz.

El argumento/premisa principal de Sedgwick es que en el centro del pensamiento y la cultural occidental del siglo XX hay una crisis crónica de definición homo/heterosexual, sobre todo masculina, y que data del siglo 19. En pocas palabras en el centro de la modernidad occidental está la ansiedad por la definición homo/heterosexual que hace inteligible la realidad.

La dicotomía hetero/homosexual se superpone e implica a otras como: secreto/revelación, conocimiento/ignorancia, público/privado, masculino/femenino, mayoría/minoría, natural/artificial, disciplina/terrorismo plenitud/decadencia, salud/enfermedad, igual/diferente, activo/pasivo, dentro/fuera. Estas dicotomías como sus relaciones siempre son inestables.

Y este no es un tema que solo debiere interesar a gays porque sino se estudia esto siempre se tendrá una comprensión muy incompleta de la cultura.


¿Es la heterosexualidad el origen y la homosexualidad la desviación?

Así como en un momento de la historia se hizo imperativo definir y asignar a las personas un sexo (hombre o mujer), ahora estamos en una época en que se hace imperativo definir a la gente como heterosexual u homosexual. ¿Por qué el género y no otra categoría se hizo central para la definición de la categoría orientación sexual?

Cuando el homosexual aparece como especie (Foucault) emerge la figura del heterosexual. Y ambas estaban y están asimétricamente valoradas. Con esto ya se puede cuestionar la calidad de origen de la heterosexualidad al depender conceptual y materialmente de la homosexualidad para existir.

Desde posturas heteronormativas u homofóbicas se suele calificar a la homosexualidad de “desviación”, y esto supone que el punto de origen es la heterosexualidad de la que algunos se descarrilan. Pero en verdad la supuesta “desviación” resulta siendo el origen ¿entonces cuál es la desviación?


¿La heterosexualidad es opuesta a la homosexualidad?

La creencia de que ya sabemos qué es la homosexualidad y la heterosexualidad es un mecanismo de dominación. La autora intenta alumbrar y rescatar las ignorancias de la cultura occidental que suponen ignorancias de un conocimiento. Su apuesta es entonces por desnaturalizar en el presente lo que entendemos por homosexualidad y heterosexualidad.

En “Between Men” Sedgwick trató de demostrar que la homofobia moderna de la heterosexualidad masculina depende conceptualmente de la distinción entre la identificación de los hombres (con los hombres) y su deseo (hacia las mujeres), cuya artificialidad está siempre latente cuando no patente.

Así por ejemplo recurre al estructuralismo de Levi Strauss que postulaba el principio de exogamia entre comunidades que mediante la circulación de mujeres genera un sistema de intercambios. Sedgwick reinterpreta el mito de la antropología estructural y visibiliza que el intercambio de mujeres no es entre parejas heterosexuales, sino que se trata de un intercambio homosocial entre hombres, siendo las mujeres vehículos de deseo intermasculino.

En términos más simples la heterosexualidad no se opone a la homosexualidad, sino que la primera implica grandes dosis de homoerotismo que se invisibilizan por la existencia de la categoría “homosexual”.

Además, Sedgwick cuestiona que creamos que los “hombres” sea una categoría unitaria y coherente. Es falso que los hombres nos parezcamos más entre nosotros en oposición a las mujeres. Como tampoco es cierto que los gays, las lesbianas y las personas transgénero seamos radicalmente diferentes. ¿El amor entre hombres es amor por lo mismo? Para Sedgwick es un rotundo no.


¿Qué es el “pánico homosexual”?

El “pánico homosexual” es la angustia producida por la necesidad de ocupar una posición en la dicotomía hetero/homosexual. Todo esto bajo una premisa cultural heteronormativa, que abyectiza lo homosexual. Este es solo un problema para los hombres que no se definen a sí mismos como homosexuales.

Para Sedgwick el acceso de los hombres a la heterosexualidad supone una negación forzada del desconocimiento, la arbitrariedad y la contradicción de la definición de la homo/heterosexualidad. El “sabemos qué significa la homo/heterosexualidad” es una mentira, y es el mecanismo de autoignorancia que da fuerza y legitima la violencia homofóbica de los hombres

Desde el siglo 18 en Inglaterra y América el continuo de los vínculos homoeróticos entre los hombres ha sido brutalmente estructurado por la homofobia secularizada. Y es precisamente la manera cambiante en que la homosexualidad ha sido definida frente a este continuo homoerótico lo que ha constituido un foco de poder sobre todo entre los sectores contra la homosexualidad. Entonces el pánico homosexual masculino se convirtió en una condición normal de la prerrogativa heterosexual. En el corazón de la heterosexualidad masculina está siempre la duda por la propia homosexualidad.

Sedgwick se detiene a reflexionar sobre el “pánico homosexual”, que por ejemplo ha servido y sirve para justificar la violencia contra las personas gays cuando un hombre heterosexual se ve amenazado por el deseo de otro hombre, y lo violenta según el con “un motivo razonable”. En esta figura entrarían los crímenes de odio, asesinatos en que un causal de la muerte es la percepción de una identidad u orientación no heterosexual. Los criminales de estos casos suelen ser patologizados individualmente (tratados como enfermos), y se les postula como homosexuales que no se aceptan y proyectan su odio contra otro cuerpo individual. Y este argumento es aceptado por gran parte de la sociedad. Y es aceptado porque la gente se logra identificar con el agresor y se dice “Dios mío, quizá yo hubiere hecho lo mismo”.

Un efecto del “pánico homosexual” se expresa en que desde la historia bíblica de Sodoma y Gomorra, los escenarios de deseo entre personas del mismo sexo en la cultura occidental han tenido una relación privilegiada con genocidios. Tanto el marxismo, el nazismo como el capitalismo entienden a la homosexualidad como decadencia de la especie, y un aviso de su anunciada extinción. Así el genocidio gay ha sido central para la cultura occidental. Y este genocidio es particular y diferente a otros tipos, porque solo se eliminaría a todos los gays eliminando a todos los seres humanos.


¿Cómo se crea el closet?

El closet está vinculado a la díada revelación/secreto. El secreto de la homosexualidad tiene como antecedente a San Pablo y su pecado nefando, tan terrible que su nombre nunca debía ser proferido, y culmina en la declaración pública de Lord Alfred Douglas en 1894 “soy el amor que no osa decir su nombre”.

Luego, las disciplinas médicas, la criminalística y el derecho se encargarán de producir un enorme closet, para esconder y exhibir a sus bestias.
Es importante resaltar la ambigüedad entre esconder y exhibir porque el armario es de cristal. Así, permite el insulto porque entabla relaciones complicadas de secreto y revelación que pueden incentivar largamente ataques a los homosexuales, que se suponen una minoría.

Salir del closet es una revelación obligatoria y prohibida a la vez. El armario es la estructura que define la opresión gay desde el siglo XX hasta hoy. Y esto es bastante claro, por las vivencias de temor asociadas al closet, temor de que alguien homofóbico que conozca revele “mi secreto”, y también de angustia ya que cualquier desconocido (que yo ni siquiera sospeche) puede conocerme mejor que yo mismo y revelar mi secreto sin que caiga en cuenta.

Con el closet aparecen dos figuras literarias importantes asociadas a la homosexualidad:
En el siglo 19 las figuras del homosexual y el adicto se van a hacer casi indiferenciables. Y para corregirlas aparecen el cuerpo económico nacional y el cuerpo médico.
En el siglo 19 la figura del soltero tiene un lugar especial entre la homosexualidad y la heterosexualidad porque le permite accesos especiales y privilegiados al mundo de las mujeres como el de los hombres. Así la bohemia se convierte en un espacio de sublimación del pánico homosexual del sujeto burgués.


¿Cómo ver las grietas de la heterosexualidad?

El cristianismo tiene un gran impacto en el deseo de los hombres por el cuerpo masculino. En primer lugar lo prohíbe, pero al mismo lo concita e incita. Las imágenes de Jesús ocupan un lugar único y central en la cultura moderna como imágenes del cuerpo masculino desnudo o desnudable y en éxtasis, que debe ser adorado, contemplado y deseado. Incluso los esfuerzos por hacer incorpóreo este cuerpo mediante su europeización y feminización lo implica más en las imágenes contemporáneas de la homosexualidad.

Desde la década de los 80 del siglo 19 hasta la primera guerra mundial hay un importante cambio: el cuerpo sentimental deja de ser el de la mujer y se convierte en el del hombre. El siglo que inaugura Oscar Wilde (El retrato de Dorian Gray) pone en el centro la tensa autoconstitución de los hombres.[1]


¿Cuánto dolor hay dentro del closet? ¿Quiénes sufren?

Los hombres gays como las mujeres son victimas de la vergonzosa proyección de la angustia del hombre heterosexual. La peor violencia de la heterosexualidad es la obligación que impone a los hombres para desear a las mujeres, y los daños que ello conlleva en el yo y en el otro.
Ejemplo: La muerte de Matthew Sheppard. En la película “Brokeback Mountain”, “Lejos del Cielo”.

Con una reflexión sobre “Brokeback Mountain” trato de hacer más claro el dolor dentro del closet (y los planteamientos de Sedwick). “Brokeback Mountain” se nos presenta un gran drama romántico, tal vez el más grande. El amor entre Ennis Del Mar y Jack Twist que nace y solo puede nacer abrigada por la majestuosidad paradisíaca de la montaña Brokeback, alejados de todos los seres humanos. Estos dos hombres son víctimas claras de la existencia del closet, ellos pagan el precio de dicha existencia. Durante veinte años solo pueden amarse unos días al año, y Ennis se conforma con las migajas del “amo heterosexual”. Jack Twist muere, como le reconstruye fantasiosamente Ennis, asesinado por tres hombres homofóbicos; y Ennis vive en el dolor sin pensar que una relación con Jack era posible, y que podían construir una vida o un tránsito juntos. Ellos son las víctimas más claras, pero ahora pensemos en el drama de Alma (la esposa de Ennis). Recordemos la escena en que descubre besando con mucha intensidad a Jack, con una intensidad con la que nunca ella ha sido besada por él. Evidentemente ella es otra víctima de la existencia del closet. Pero problematicemos los deseos de Alma: el sentido común dice que Alma intentaba hacer de Ennis un hombre heterosexual, y que su desgracia se debe a que nunca vio correspondido su deseo y no logró su cometido. Pero ¿en verdad Alma quería volver heterosexual a Ennis? ¿Por qué no lo dejó o lo confrontó y ella se metió en closet? ¿Qué quería? Alma es la compañía siempre fiel de Ennis, ella tal vez intentaba reconciliar a Ennis con su homoerotismo, porque sino vencía su pánico homosexual ninguna clase de vinculo afectivo con él sería posible. El Ennis victima del pánico homosexual era uno que estaba impedido de amar realmente. Entonces Alma no deja a Ennis porque no se convierte en heterosexual, sino precisamente porque se materializa en su cuerpo la ley heteronormativa, y descarta al homoerotismo. Es allí que su amor ya no tiene sentido. Alma no fue simplemente el sacrificio de Ennis para retornarlo a la autoignorancia y coacción heterosexual, sino que ella siempre supo mucho más de lo que él mismo sabía sobre sí. Lo que hay que resaltar es que las mujeres siempre pueden saber algo que es mucho más peligroso que lo sepa cualquier hombre no identificado como homosexual. [2]

La autora resalta los enormes aparatos institucionales que existen para impedir la formación de niños gays (nuevas generaciones queer): La mayoría de los órganos del estado, el ejército, la educación, el derecho, las instituciones penales, la iglesia, la medicina, la psiquiatría. Sedgwick se pegunta ¿y qué pasa con los niños gays?


¿Cómo es que el león/a que rugía tras el armario se ha convertido en un gatito domesticado?

¿Los closets no se vuelven cómodos también? ¿Las discotecas, saunas, cuartos oscuros no nos permiten divertirnos y amar nuestros armarios, para volver a vidas heterosexuales y heteronormativas? ¿Los saunas y cuartos oscuros no son vividos por muchos como goces masturbatorios que retornan a la norma heterosexual con más fuerza?, ¿finalmente no revitalizan al imperio? ¿Muchos hombres que van a los cuartos oscuros así como muchos hombres “infieles” no vuelven a su casa con sus esposas e hijos más seguros que nunca de que sus vidas no son una mierda, y que no necesitan cambiarlas?

Por otro lado hay un presupuesto fascista en la lógica del “verdadero homosexual”, que niega las posibles implicancias subversivas de múltiples identidades no asimilables a la dicotomía masculino/femenino, hetero/homosexual.


¿Quién es la bestia dentro del closet?

Salir del armario tiene un doble filo porque afecta a quién revela, y también a quién se lo revela ya que dada la fragilidad de la heterosexualidad, su identidad siempre se va a ver comprometida.

Sedgwick postula la existencia de dos armarios: el armario observado (el espectáculo del armario) y su artífice y consumidor oculto (el armario habitado o el punto de vista del armario). O sea no es solo el personaje el del closet, sino también el narrador y también la audiencia. Esto últimos a sacar del clóset al personaje, se meten en el clóset. El imperio heterosexual muestra su verdadero poder al postular que solo los homosexuales que no se asumen como tales están en el closet, y niegan el hecho de que es el imperio el que está dentro.
Cuando salimos/nos sacan del closet el hombre heterosexual se mete en el closet, cómodo sin que nadie caiga en cuenta de ello.
El discurso contemporáneo del mundo se construye en un eje entre un armario observado y un armario habitado.
El médico así como cualquiera que observe al “invertido” está seguro de saber más acerca de él de lo que sabe acerca de sí mismo. Si alguien está en el armario, está persona posee un secreto, pero lo poseen aún más las demás personas de su entorno en cuya trama se introducen para ocultarle el secreto.

No hay que malinterpretar y que se trata de que hay que sacar a la luz a los hombres homosexuales homofóbicos. Hacer esto solo le causa un extremo placer al sujeto heterosexual hegemónico.

[1] El retrato de Dorian Gray lo que permite es una comunidad de mutuo reconocimiento y autoconstitución gay. Sedgwick rescata que parte de la belleza de Dorian Gray además de su percepción racial (esbelto y rubio) radica en su descripción nacional (inglés).
[2] Sedgwick resalta la importancia de las mujeres en la vida de los hombres gays. Ellas saben; y en algunos casos asumen figuras maternas más comprensivas.

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