CARLOS DRUMMOND de ANDRADE dixit :
DON Quijote
(Fragm.)
I
Soneto de la locura
Es rica, mi pobre casa, en quimeras
y voy sin destino lidiando espantos,
mi nombre ha de romper obscuras eras,
tal cual Pentapolín, rey Garamanta.
Ronda mi mente un tropel de batallas
jamás vistas en tierra, mar o infierno.
Si de la cocina escapa olor de ajo
me huele a aroma de la gloria eterna.
Doncellas a salvar, mil en la Tierra
y yo parto y mi rocín, chispa, grito,
fin a entuertos, héroe de seda y fierro,
y no duermo, angustiado, y ceno nubes
con la obsesión de que al fin la bendita
Edad de Oro de las alturas baje.
II
Consagración
Rocinante
pasta la hierba del sosiego.
La Mancha entera está en calma.
La llama oculta arde
en esta vehemente España interior.
De rodillas y ojos visionarios
me consagro caballero, andante, amante
de amor cortés para mi dama,
cristal perfecto de la perfección.
De aquí en adelante
he de girar, circunvagar, combatir
los errores, la falsedad
y cosechar, del pecho ensangrentado,
la palma esquiva y rara
que ha de ceñirme la frente
con las manos del Amor-Amante.
La fama
en la hierba rala
que Rocinante come
se guarda para mí,
la siento en todo,
en la sed que bebo
y en el viento que me arrastra.
III
El fino propósito
Caña de pescar
pescando en el aire,
saltamontes montado
en magro corcel,
espectro de grillo
ciñendo loriga,
hilo de coser
que tuerce la brisa,
relámpago
ingenuo
furor
de solitarias horas en vela
cuando el designio invade
la noche obscura.
Espolea
al caballo,
espolea
al sin fin.
IV
Convite a la gloria
Juntos en la polvareda de las encrucijadas
conquistaremos la gloria.
- ¿Y de qué me sirve?
-Nuestros nombres resonarán
en las campanas de bronce de la Historia
- ¿Y de qué me sirve?
- Nadie jamás, en ninguno de los puntos cardinales
será tan grande.
- ¿Y de qué me sirve?
- Las más inaccesibles princesas se curvarán
a nuestro paso
- ¿Y de qué me sirve?
- Por tu valor y por tu fervor
tendrás una isla de oro y esmeralda
- ¡Eso me sirve!
V
Uno en cuatro
A Z
b y
A&B Z&Y
Ab yZ
AByZ
cuatrigerminados
cuatrimiembra jornada
cuatripartida anhelo
cuatrivaliente búsqueda
ansia unificada
uncaballerouncaballounjumentounescudero
VI
El derrotado invencible
- ¡Gigantes!
(Molinos
de viento...)
- ¡Maldita
hechicería
signo
del ardid!
(Molinos y molinos
de viento...)
- ¡Gigantes!
Sus brazos
de acero
¿me quiebran
la espina,
me vuelven
harina?
Pero brilla
San Telmo
que rige
e ilumina
mi valor.
Adolorido
molido
caído
perdido
curtido
muerto
yo sigo
persigo
lo celene
intento:
por la justicia en el mundo
lucho, iracundo
VIII
Lana y piedra
- ¡Mira a Alifanfarón y a sus guerreros!
¡Mira a Brandabarbarán y a Miulina!
¡Ve a Micocolembo y a Timonel!
- Señor, yo sólo veo unos carneros.
La lanza en ristre avanza y hiere a la lana,
traspasa ovejas como si atravesase
el corazón de fieros enemigos
- Basta, señor, esta pelea es vana.
(No basta, no, hasta que la boca sangre
y salten los dientes,
se quiebren las costillas
y el cuerpo ruede
colchón de dolores
del héroe vencido,
no por Alí
sino a pedradas
de los pastores
enfurecidos.)
IX
Esdrujulerías de amor penitente
En esta tierra, páramo de mi soledad
a donde no llega la música
de la voz de Dulcinea
que por mí no suspira,
y que mal sabe que existo,
voy a hacer penitencia
de amor.
Voy a lamentar mis penas,
y a conmover a las piedras
lavándolas con lágrimas,
rompiéndolas a gritos,
voy a enloquecer a las águilas,
a cautivar hipogrifos
y a acariciar serpientes,
me arrancaré la vestimenta
de fierro y de grandeza
y sin calzones, ya desnudo
con los documentos del sexo
cínicamente expuestos,
para que aves y plantas
disfruten del espectáculo,
haré mil muecas,
la cabeza en el piso y los pies al aire
dando piruetas
saltos mortales vitales
de amor
de amor
de amor.
X
Petición genuflexa
¡Oh! terribel
azote del demonio.
¡Oh! benigno
defensor de humillados
parapeto y amparo de la honra
espejo de galantería
dueño de olorosas y machas virtudes
roca de la voluntad en movimiento
constante,
satisface, mi amo, este requerimiento.
La ínsula
la ínsula
la ínsula prometida
esa maldita ínsula
dámela con urgentísima presteza.
Cubro de besos vuestras manos
por mí y por Teresa
futura prima dama
Panza.
XII
Pleito y contentamiento
- La fatigada fiesta de correr
peligros sin moneda
ya me pesa en los huesos.
Exijo mi salario de locura
y la suma del tiempo de servicio.
- Amigo Sancho, vete a la mierda,
que no aprecio favores mercenarios
y puedo tener doscientos escuderos
sólo ambiciosos del renombre eterno.
- Señor, ¿dejaros? Nunca.
Ya me derrito en lloro arrepentido.
Sigo con vosotros, sigo
hasta el ultísimo peligro
sin otra paga que vuestro afecto.
Abracémonos pues, de almas lavadas,
que mi destino es ser
a vuestro lado
el caldo grueso junto al vino fino.
XIX
Soliloquio de la renuncia
Vuelvo por los caminos
en mi búsqueda;
que de mí yo me perdí
cuando me sentí gobierno.
Gobernar, qué tontería;
blanda prisión
de insomnios y cuidados.
¿De qué sirve vigilar
el interés de los hombres,
castigarlos o premiarlos,
si a Sancho el libre
labrador de otros tiempos
lo esclavizó el poder?
¿Si con su buey y su perro
su comarca niña
y todo lo que cupiera
en sus campos,
en ese imperio,
se gobernaría a sí mismo?
Por los caminos vuelvo
buscando a Sancho
para de nuevo Sancho
saberme y constatarme
con redoblado placer.
XX
En el camino de Zaragoza
Eran pastoras de sol
ninfas doradas
brotando de la corteza de los árboles
para cercarme
entre murmullos de plata líquida
y mariposas cintilantes.
Ahora, toros
furiobufantes
me envuelven, derrumban y pisan,
entre lanzas y arreos enemigos
y el tropel de un combate que no me hará callar:
En estos bosques proclamo la belleza
de ninfas y pastoras
y la belleza mayor, que el eco prolonga
de Dulcineaneaneanea.
XV
El recado
Caballero que cae del caballo
parado
y ¡plas! lastima el cuerpo en el suelo
raspado...
¿Fue por artes, tal vez, del escudero
culpado?
No. Su destino está para siempre
trazado:
Cae de espaldas o dando cabriolas
mareado.
De ese modo nos deja su triste
recado,
de saber, cada día, su juego
frustrado
y, otra vez, en el barro, inventarlo
mayor.
XXI
Nocturno antefinal
Duerme, Alonso Quijano.
Peleaste más de lo que ninguna pelea
(y perdiste).
Amaste más de lo que el amor se deja amar.
El ímpetu
el sereno
la desmesura,
fábulas que daban rumbo al sin rumbo
de tu vida llevada a golpes
y a culatazos,
¿de qué sirvió el todo de esa nada?
Villanos discuten y luchan a brazo partido
mientras duermes.
Neutras estatuas de alimañas velan
la arena obscura de tu sueño
desnudo de todo encantamiento.
Duerme, Alonso, andante
petrificado
caballero-desengaño.
Del libro:
DON Quijote
l DRUMMOND
l PORTINARI
Traducción de Edmundo Font
© Editora José Aguilar Ltda., Río de Janeiro, Brasil, 1960
D.R. © CONAFE, 1985. - México -
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