El jueves pasado fue mi último día en el merca. Me emociona y no. Me dan ganas de que me festejen y reconozcan y me quiero ir a la mierda calladita pero no me sale.
Pedí hablar en el acto atrasado del 25 de mayo. Cuando agarro el micrófono una de los 5 alumnes infumables que tengo en mi segundito de 12 y en el que no puedo dar clases, se pone a chiflar (como cada día en el aula), a decir groserías mientras me tiraba besos en medio de la formación en el patio. No pude evitar el desafío porque no puedo (ni quiero) cerrar la geta ni hacerme la sorda: "Quiere venir a despedirme usted, A...?" Creí que arrugaría pero cruzó hasta mí, agarró el micrófono y dijo la frase que titula esta entrada. Las profes que estaban conduciendo la apuraron para que pida disculpas. La pobre piba, desubicada y funcional a estas comunicaciones escolares manipuladas, me dijo perdon. Le exigieron que fuera "públicamente", es decir, en el micrófono. Dijo perdón en el micrófono, le dije "Está perdonada" y no sentí más que tristeza por esa decadencia y ridiculez en la que estaba atrapada.
Yo no tenía nada escrito y me hubiera gustado improvisar sobre mi adolescencia y mi permanencia de 40 años en ese patio, pero solamente dije algunas frases de orgullo y reivindicación de mi tarea y mi "pelearme con todo el mundo" porque ese es mi trabajo, porque nunca voy a aceptar lo inaceptable.
Después hubo fotos y flores y regalos y en las redes no hace falta reflexionar sino aplaudir. Trato de tomar lo que me dan y de irme hacia donde, además, alguien quiera recibir lo que a mí me interesa entregar.
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