5 COSAS QUE NO SABÍAS SOBRE LENGUAJE INCLUSIVO
Panelistas en medios de comunicación indignados, foros feministas en lucha por la democratización del lenguaje y la RAE que se manifiesta en contra. Así se planteó el escenario en el que estalló el debate social: «¿Para qué usar lenguaje inclusivo? ¿Por qué no hacen algo más importante por la igualdad en lugar de ponerse a pelear por esas boludeces?». Porque para nosotres lo que se dice y cómo se dice importa.

Si bien diversas fuentes en Internet aseguran que el lenguaje inclusivo es utilizado hace más de una década dentro de comunidades LGTBI+ y se reconoce que, antes de elegir la terminación -e como vocal adecuada para neutralizar el lenguaje, circulaban otros caracteres que tenían un significado similar (x, @, =, *), lo cierto es que la información en relación al tema en la mayoría de lo sitios resulta escasa, poco clara o se limita a explicitar cómo utilizar el lenguaje inclusivo.
Le seguimos la huella al uso del pronombre nosotres y al uso de los caracteres antes mencionados a través de una investigación digital*, y conseguimos algunos datos que queremos compartir:

1) Durante los siglos a. I. (Antes de Internet)

«Cuando une se dirija a un grupo en una conferencia, en una carta circular, etc., podrá comenzar diciendo “querides amigues”. Les trabajadores podrán escribir en sus pancartas reivindicativas “estamos hartes de ser explotades”. Les polítiques podrán llamar compañeres a sus partidaries. Les progenitores podrán educar a sus hijes más fácilmente en forma no sexista. En los periódicos, los anuncios por palabras solicitarán une cocinere, une abogade o une secretarie».
Álvaro García Meseguer (1976)
Se volvió un tema candente en el debate social, pero ¿es posible que el lenguaje inclusivo lleve más de 40 años vigente? Según un texto que dio a conocer la investigadora cordobesa Rocío Piñero en su trabajo El género gramatical en el español: Variaciones morfo-semánticas del masculino genérico desde una perspectiva socio-etimológica, parece ser que hacia la década del setenta el escritor García Meseguer ya había comenzado a poner sobre la mesa cierta incomodidad en relación a la raíz social del discurso: ¿era la lengua profundamente sexista o, en verdad, lo eran sus hablantes?
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2) Judith Butler: un puntapié teórico para poner el lenguaje patas para arriba

Hacia 1990, la filósofa posestructuralista Judith Butler, oriunda de Estados Unidos, publica su polémica obra El género en disputa. En dicho texto, la autora plantea lo que años más tarde se conocerá como las bases de la teoría queer: la idea de que el género es una construcción social en tanto se trata de un conjunto de comportamientos aprendidos culturalmente, negando la noción que reconoce a la identidad como una creación determinada biológicamente. En este sentido, su aporte de vanguardia permite poner de relieve las implicancias del discurso sobre la constitución del ser, brindándole legitimidad a las identidades que se definen por fuera del patrón binario que la sociedad establece como válido.
«La apariencia o el efecto del ser siempre se produce mediante las estructuras de significación».
Judith Butler (1990)
En relación directa con este aporte fundamental a la comprensión del género desde un marco que encuadra al concepto dentro de los intereses de las ciencias sociales por su condición cultural, encontramos una publicación de 2002 en la revista Athenea Digital donde se divulga la propuesta de la autora haciendo énfasis en las implicancias discursivas de dicho planteo político. Y, lo que resulta aún más interesante, para aquella fecha, quien redacta elige utilizar el símbolo @ como método de comunicación para explicar la teoría de Butler a sus lectores:
«Y es que tod@s cuando nacemos somos bautizad@s con un nombre, y este nombre nos inaugura como sujetos sociales, aún cuando el efecto de este espacio interior todavía no ha llegado a producirse. Después, cuando nos iniciamos en el habla, el pronombre que en un principio utilizamos para referirnos a nosotros mismos es el de la tercera persona, puesto que aún no somos capaces de distinguirnos a “nosotros” de “los otros”. El uso del pronombre “yo” inaugura más tarde la posibilidad del espacio interior, a la vez que será entonces cuando quedarán inaugurados también todos aquellos procesos clásicamente pensados como exclusivamente psicológicos, cuando no son sino productos eminentemente sociales y lingüísticos (por poner un ejemplo, la misma memoria, o ¿algun@ de vosotr@s tiene algún recuerdo pre-lingüístico?)».
Eva Patricia Gil Rodríguez (2002)

3) Punks y anarquistas, pioneros en cuestionar el género

«¿Y de quién depende qué se oprime?
De nosotres.
¿Y de quién depende que esto acabe?
De nosotres también».
Loa a la dialéctica, Puagh (2001)
En 1993, surge la banda punk con planteos anarquistas PuaghHacia 1997, dan a conocer sulongplay titulado «Bienvenid@s a las delicias del capitalismo», en el cual implementan el símbolo @ como método inclusivo. Un tiempo después, en su canción Loa a la dialéctica, el grupo decidirá utilizar la terminación -e para dar cuenta de la batalla cultural que sostenían.
Asimismo, en la Argentina de 2005 surge la agrupación punk Axion Protesta, oriunda de Rosario (Santa Fe), la cual publica sus letras escritas con arrobas en los pronombres, como ocurre en el caso del sencillo Muerte al Estado.
Siguiendo esta línea ideológica, son destacables varios blogs ácratas que algunos años más tarde cuestionan el carácter político de la lengua manifestándose por escrito con el uso de arrobas: Cruz Negra Anarquista (España, 2003), alasbarricadas.org (España, 2004), antimilitaristas.org (2005).
En Mundo Libertario encontramos una suerte de manifiesto que se propone dejar en claro las diferentes variables que hay para combatir el lenguaje sexista.
«Toda esa concepción se refleja por fuerza en el lenguaje hablado y escrito; por ejemplo, está aceptado por consenso como género gramatical neutro el género masculino. Cuando nos dirigimos a una multitud formada por mujeres y hombres, hablamos en masculino: “vosotros, que estáis aquí, lo sabéis perfectamente”; a pesar de que estemos ante un grupo de 50 mujeres y 2 hombres, sólo se usa el género femenino para referirnos a un grupo cuando ese grupo está sólo compuesto por mujeres. También encontramos casos en los cuales se refleja claramente un dominio cultural de le hombre frente a le mujer: “El Hombre está poniendo en serio peligro al Planeta”, aquí se ve claramente como, para referirse a toda la Humanidad, al Ser Humano, se habla de “El Hombre”».

4) La comunidad LGBTI y la columna Soy

Por primera vez en Latinoamérica, el diario Página 12 inaugura en 2008 una sección dedicada a la comunidad LGBTI+, titulada Soy, la cual sigue funcionando en la actualidad.
En ese mismo año nos encontramos con un escrito publicado por Mauro Cabral, un activista transgénero por los derechos de las personas intersexuales y trans de Argentina, quien manifestaba entonces:
«Arrobas, equis, asteriscos. La escritura de la diversidad —y, más aún, de la disidencia sexual— tiene hoy en día un repertorio diverso y disidente de rupturas con el binario en la lengua. Y es que la lengua, ya se sabe, vuelve reales a quienes nombra, y otorga una realidad espectral a quienes, por imposibles, calla. Realmente imposibles».
Entre otros aportes destacables en materia de lenguaje y representación, en 2013 la reconocida activista travesti Lohana Berkins publica:
«Nosotras hicimos nuestro aporte y al nosotros y nosotras le sumamos el nosotres. Yo también tengo mis recaudos con el nosotres y el todes. No estoy de acuerdo con ese orden que en general aparece en el “todos, todas y todes”. Me parecería mejor decir simplemente “todes”. Porque, si no, se está relegando a todo lo que queda fuera de la “o” y de la “a” a lo periférico. Se reproduce la jerarquía: hay un “él”, un “ella”, y todas las sobras, todos los restos, terminan en el “todes”. El lenguaje es un monolito que no admite fisuras».
Manga de travestis, último número de Soy
De esta manera, una práctica cultural que comenzó hace más de cuarenta años en voz de unos pocos, quienes se animaban a ponerle palabra y cuerpo a la lucha por una representación más equitativa en la lengua, tomó forma hasta llegar a los diferentes debates que se dan hoy en día en medios de comunicación masiva y redes sociales.

5) No es una obligación, es una responsabilidad

Una acotación para cerrar: no existe obligación alguna que nos imponga el deber de hablar y/o escribir usando lenguaje inclusivo. Pero sí hace falta dejar en claro la responsabilidad que supone tener conciencia de que el discurso inscribe a los, las, les sujetxs que lo habitan y que, por tanto, reconocer la existencia de personas que no se identifican dentro de los géneros binarios e intentar crear una manera de nombrar luchando contra la invisibilización supone un planteo político legítimo.
Todo hecho social es, a su vez, un acto político en la medida en que esté implicada una toma de decisiones. La comunicación, el lenguaje y las relaciones que tenemos con las otras personas son, entonces, procesos políticos que toman forma según los contextos culturales dentro de los que tengan lugar: entender el lenguaje inclusivo es, antes que un capricho, una demanda de la sociedad que nos toca habitar.


*La información planteada en el artículo deviene de un conjunto de datos recolectados desde varias navegaciones en Internet, generadas con Google como motor de búsqueda, a partir de los cuales se organizaron las informaciones obtenidas de forma cronológica, a fin de dar un hilo de sentido al material obtenido. De ningún modo pretende revestir un carácter científico sino, más bien, se intenta arrojar luz sobre las prácticas culturales que hacen a la legitimidad del uso del lenguaje inclusivo.
Fuentes