"Si bien una práctica queer propone deshacer la (no tan) breve cárcel de los términos identitarios (o de la identidad terminante), vale la pena investigar su función. La exploración del laberinto de las identidades sexuales transgresivas, sean de personas o de textos o de prácticas, consciente de que la identidad sexual de un texto es una metáfora y la de una persona bien puede ser una ficción (es decir una narrativa formulada bajo unas pautas culturales preestablecidas y naturalizadas), es una empresa profundamente queer. Requiere una visión irónica, un sentido lúdico y un compromiso con la provisionalidad. Su proyecto es desestabilizador; parecido al de la fi gura del estafador (trickster) de muchas culturas tradicionales, que mezcla lo serio con lo cómico, lo masculino con lo femenino, el placer con la destrucción, la vida con la muerte."
Amy Kamisnky, en "Hacia un verbo queer".
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