lunes, 14 de mayo de 2012

Meruane por Falco

:: Lecturas ::
Una novela poderosa
14-05-2012 | Federico Falco, Lina Meruane

Federico Falco acompañó a Lina Meruane en la presentación de Sangre en el ojo, segundo libro de la escritora chilena publicado por Eterna Cadencia Editora.

Por Federico Falco.

El primer adjetivo que viene a mi mente si pienso en esta novela es “poderoso”. Sangre en el ojo es una novela poderosa, una de esas novelas que se meten en la mente del lector y terminan por habitarla completamente, incluso muchos días, semanas enteras después de llegar a la última frase.

La pregunta es, entonces, de dónde proviene ese poder, qué es lo que la hace poderosa. Creo que parte de la respuesta está en el título y en las dos posibilidades de lectura que propone. Por un lado, esta es la novela de un personaje a quien la sangre literalmente le inunda los ojos hasta dejarla ciega. Es decir, esta es una novela poderosa encabalgada al grito de alguien que se ha vuelto frágil. Ahí, en esa contradicción, en esa negación del personaje a reconocer su fragilidad, reside parte de su poder.

Por otro lado, Sangre en el ojo también alude al refrán que todos conocemos: quedarse con sangre en el ojo, quedarse con bronca, con una furia que no tiene salida, que no fluye, que se tabica sobre uno mismo y que, sin objeto a qué aplicarse, se intensifica y acrecienta. En esta novela, esa furia sin drenaje es el motor de la voz que cuenta. Una voz que, gracias a un uso exquisito y arrollador del lenguaje, se desboca, se vuelve torbellino, crece desde la calma hasta el paroxismo máximo y comienza a engullirse lo que la rodea, a contagiar su negrura, la oscuridad a la que la sangre la ha condenado.

La lectura se vuelve entonces contemplación del deslizarse hacia la furia y la sinrazón, pero también peligro de contagio. Y esa es otra de las razones por la cual esta novela es una novela poderosa: porque la voz que la cuenta puede arrastrarnos con ella.

Sangre en el ojo es la historia de alguien que no acepta su enfermedad, que no se resigna a la condena que el cuerpo le impone y que, desde ese estado de indefensión, grita y susurra y cuenta, vuelve a contar todo lo que no ve, pero bajo la pátina gris que su furia le impone. El personaje, o mejor, la voz del personaje, teje una tela de araña que envuelve al lector y envuelve a quien la rodean – su familia, su compañero, aquellos que deberían quererla- hasta convencerlos y capturarlos y arrastrarlos a la madriguera de su locura, porque en su locura esa voz necesita reconstruirse cueste lo que cueste. Sus observaciones son tan lacerantes y tan lúcidas que poco a poco comienza a socavar nuestras propias creencias, nuestros códigos. Es la novela de una voz desaforada, porque la furia la desafuera, la saca de sus límites y le permite pedir lo imposible. El amor que ella necesita debe admitirlo todo y debe soportarlo todo y ella, para conseguirlo, no demanda desde la lástima, sino desde la lucidez y la seducción. Son tan buenos sus argumentos, tan inapelables, que es ahí donde la convicción del lector comienza a tambalear: ¿hasta dónde estamos dispuestos a ceder por amor? ¿cuánto de nosotros es del otro?

Porque plantea esa pregunta incómoda, porque deja vislumbrar cómo el amor de pareja también puede ser un Doctor Frankenstein que disuelva los límites entre los cuerpos, Sangre en el ojo es una novela poderosa.


La sangre apozada.

La sangre se apoza en los ojos de la protagonista y no la deja ver. Esa sangre es esencial, el rojo que la mantiene viva, pero también la sangre de su linaje: el lugar de ella donde reside la familia, la herencia, el tronco del cual desciende.

Esa sangre es también su pasado, que se hace presente de la peor manera: como herida y como agente de impotencia.

El ojo del personaje es un ojo arruinado por un pasado que no se puede extirpar ni cauterizar, un pasado que siempre vuelve, que enceguece. Y el personaje, en lugar de aceptar su pasado, toma la dirección contraria, se rebela contra él.

En algún punto, la novela es también la búsqueda y la seducción de un cuerpo ajeno que la emparche y la restañe, sobre todo porque junto a ese injerto viene atada la posibilidad de otro pasado, otra sangre, otro linaje y otra historia. Así, lo que tal vez ella busca es una nueva forma de ver.

Mientras tanto, mientras esté ciega, está condena a recordar lo que ha visto con sus ojos viejos, teñidos de pasado.

En esa lucha con el pasado, en esa vuelta a casa tan particular que es el grueso de la novela, es donde Sangre en el ojo también se vuelve poderosa.


¿Quién habla?

Finalmente, Sangre en el ojo es una novela poderosa porque quien cuenta es Lucina, una escritora chilena que “empezó escribiendo periodismo pero a quien echaron por falsear la verdad objetiva de los hechos”. Por esa razón, Lucina “se pasó a la ficción cien por ciento pura” y comenzó a escribir libros que publica baja un seudónimo: Lina Meruane.

Ante ese nombre la ficción palpita de nerviosismo y los indicios de verosimilitud que se introducen en el texto vuelven al texto más peligroso, más tembloroso también. Porque la Lina Meruane a quien conocemos comparte mucho, tal vez demasiado, con esa Lucina de escritura desaforada. Comparte su país de origen, pedazos de su historia, trozos de su enfermedad. Porque ese nombre que firma el libro carga de una potencia última la voz de Lucina: porque Lina instaura el juego y al mismo tiempo borra los límites. Su escritura puede ser confesión o puede ser construcción. Su furia y su dolor pueden ser dolor y furia verdaderos o inventados. La fragilidad y la dureza pueden ser propios o apropiados. Porque Lucina tal vez mienta y Lina dice la verdad, o viceversa. En ese hiato, en esa zona de indefinición, crece el morbo del lector, pero también crece el poder de la novela.

Cada lector decidirá por su cuenta qué lee, cómo lee Sangre en el ojo, pero es indudable que ese gesto de prestar el nombre, de construirse como autor desde el mundo de la ficción, carga al texto de resonancias, expande el libro más allá de la letra, equipara el cuerpo del personaje con el cuerpo real que se dejó atravesar para escribirlo y termina de sellar a fuego el sino de la novela. La vuelve, en suma, una novela poderosa.



Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2012/22743#more-22743

No hay comentarios:

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...