domingo, 20 de mayo de 2012

17 cuentos de Valeria Tentoni


:: Lecturas ::

Poética del silencio
15-05-2012 | Valeria Tentoni


Una lectura de El sistema del silencio de Valeria Tentoni (Ed. 17Grises)

Por Patricio Zunini.

Dice Abelardo Castillo en Ser escritor que desconfía de los escritores «que no empezaron haciendo versos». Dice también que «todo escritor verdadero es esencialmente un poeta» y que la poesía «es un modo de percibir el mundo». Antes que narradora, periodista, editora, Valeria Tentoni es esencialmente poeta. Y por lo tanto.

Autora de los poemarios Batalla sonora (2010) y Ajuar (2011), este año ha publicado su primer libro de relatos. El sistema del silencio reúne 17 cuentos breves —la mayoría de 3 o 4 páginas— que abordan el ahogo que se genera en las relaciones más cercanas y profundas, como la pareja y la familia. Si en el poema “Cartografía” (Ajuar), Tentoni proponía el nacimiento como un acto de rebeldía «contra la patria que es / su propia madre», en los cuentos de El sistema del silencio las batallas de la independencia se pelean en el cuerpo propio. Es que, como dice en el cuento “Federico”, «el asunto con la libertad es ese: un día empieza y no para».

Las relaciones son amenazas porque «cuando dos personas conviven (…) las cosas se vuelven telas de araña, hostigamientos infinitesimales, ganas de clavarle un cuchillo de aire en el centro de la garganta al otro». No hay mamás felices: «No, nunca, eso nunca, traer hijos al mundo», dice la narradora de “La culebrilla; en “La decidera”, un grupo de embarazadas que esperan ser atendidas por el obstetra odian «la cintura exacta de la secretaria» a quien los hombres «en vez de querer cederle el asiento se la quieren cojer una y otra vez». Tampoco abuelos idílicos: en el cuento que da título al libro —uno de los mejores cuentos si no el mejor—, Julián se queda inmóvil sobre una patineta para no despertar al abuelo que, cuando se enciende, se emborracha y lo golpea. Incluso la sociedad ocasional entre dos compañeras de departamento termina en intento de homicidio.

Todos los cuentos están cosidos por el miedo. Un miedo que crece difuso pero tangible, un miedo que no resuelve la historia sino que la motoriza. «Me da miedo que se me rompa tu hijo», «Le daba miedo Francisca, pero no la quería lejos», «Me pica el miedo», «Creo que me tenía un poco de miedo», «Hay alguien en la puerta, que baila. No tiene sombra. Es una mujer, y le tengo miedo», «Salió de la despensa como de una cuna y tuvo tanto miedo que se hizo pis encima». Y mientras las personas parecen volverse cosas (el abuelo-máquina de “El sistema del silencio”, la mujer desparramada en “Clases de canto”), las cosas, como en Felisberto Hernández, parecen cobrar voluntad propia, pero sólo para ser otro factor más del terror: «El cuidador hizo un gesto de saludo tocándose la boina. Después se lo tragó la garita», dice el narrador de “El cuarto de derrota”. ¿De dónde surge tanto temor? Una primera repuesta puede encontrarse en la máxima sartreana “El infierno son los otros”.

Tentoni abre el libro con una pregunta de Clarice Lispector: «¿O todo eso es aún yo queriendo el goce de las palabras de las cosas?» En ese acápite late la poeta que es, al tiempo que se confirma una de las claves de lectura. La influencia de Lispector se hace presente desde el título (recordemos el libro Silencio de la brasileña), en lo tortuoso de los personajes, en la mirada íntima antes que local, en la morosidad de las dudas que se aceleran con los hechos, en las frases quebradas. Para todo lo demás —para todo lo bueno y para todo lo malo— está el silencio. Respondiendo a un cuestionario de Alejandro Schmidt, Tentoni dijo que “el silencio es una música necesaria”. El silencio es penitencia, es introspección. El silencio es un mecanismo de defensa. También es, como dice en el cuento “Rojo sobre Blanco”, el encargado de decir «las cosas difíciles».

El sistema del silencio no es un libro perfecto —y es una suerte que no lo sea: cuántas veces hemos conocido autores que no pudieron sobreponerse a la perfección del primer libro—, pero los 17 cuentos que contiene —17 como la cantidad de grises de la editorial que lo publica; 17 como la cantidad de tracks de un disco de grandes éxitos— están llamados a sobrevivir. Como los personajes que narran.


Tomado del blog de Eterna Cadencia

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