:: Entrevistas ::
“Convertí a mi cuerpo en un campo de batalla”
15-05-2012 | Irene Vilar
La escritora puertorriqueña Irene Vilar habla de Maternidad imposible (Lengua de trapo), un libro de memorias en el que narra su “adicción al aborto”: quince abortos en diecisiete años.
Por Patricio Zunini. Foto: Gary Isaacs.
irene vilar
La escritora puertorriqueña Irene Vilar es autora del testimonio Maternidad imposible (Lengua de trapo), un libro de memorias en el que narra su “adicción al aborto”: quince abortos en quince años. Vilar es nieta de Lolita Lebrón, una activista que en 1954 ingresó con un revólver y una bandera puertorriqueña al Congreso de los Estados Unidos como forma de llamar la atención sobre la colonización de su país, por lo que fue juzgada por intento de golpe de Estado y condenada a 27 años de prisión. La madre de Vilar murió en un episodio confuso (o que la, familia trató de enmascarar de tal manera que la confusión ocultara el suicidio) cuando tenía ocho años. La escritora narró las historias de su madre y su abuela en The Ladies’ Gallery: A Memoir of Family Secrets, pero no fue sino hasta que escribió Maternidad imposible que consiguió vincular sus pesadillas particulares con las de su país natal.
—En el período en que escribí —cuenta— mataron a tres doctores de abortos en Estados Unidos. Tuve que pensar muy en serio las razones de porqué iba a escribir. Lo hice porque encontré que mi historia es realmente un drama político, una metáfora privilegiada de algo que tenía que ser documentado. Al principio sentía que había algo gratuito, vulgar, obsceno, que no llegaba a significar más allá de mi tragedia personal, pero cuando empecé a encontrar los vasos comunicantes entre mi historia y la de mi país asumí la escritura de manera consciente, política y militante. Escribí no sólo por mí sino también por mis hijas, las hijas de mis hijas, las hijas de mí país. Lo hice para documentar uno de los capítulos más oscuros de la historia de las Américas.
Vilar se refiere al proyecto de esterilización de masas que Estados Unidos llevó a cabo en Puerto Rico entre el ’58 y el ’76 y que dejó al 44% de las mujeres puertorriqueñas esterilizadas. “Lo más increíble —dice— es que no se sepa. Hay documentales, estudios monográficos, pero, con todo, no se conoce”. Ese plan terrible tiene un eco en su vida: el primer marido, un profesor argentino amigo de Borges, con quien ella mantuvo una relación de diez años, le decía que para ser una mujer libre, intelectual y del futuro debía no tener hijos. “Por medio de la escritura de este testimonio descubrí por qué escogí una estrategia de liberación falsa a través una perversión con mi fecundidad: yo desafiaba no solo a este hombre si no también a esta política criminal que atentó y abusó contra mi país. Convertí a mi cuerpo en un campo de batalla.”
Hoy Irene Vilar tiene dos hijas y Maternidad imposible está escrito pensando en ellas. En especial a Loretta, la mayor, a quien vemos nacer en las últimas páginas.
—Comencemos por una cita del final, cuando transcribís una frase de tu diario dirigida a tu hija: “En alguna medida tu destino depende de mí, de modo que escribir estas páginas responde, en parte, a la fantasía de defenderte de mi propia historia”. ¿Qué implica esa defensa?
—Mi historia personal está signada por modelos muy desviados e inauténticos. Por más que piense que me haya liberado, tengo el temor de que, de alguna manera, se filtre a través de un gesto, de una manera incorrecta de decir un no o un sí. Escribir un testimonio de este tipo forma parte de la fantasía de darle a mis hijas un espejo limpio en el que puedan mirarse. Donde no estén esos modelos míos, donde sean ellas mismas.
—¿Cuánto te costó entender tu propia historia?
—El entendimiento es paradigmático. Creo que empezó cuando tenía 9 años y era pupila en una escuela en New Hampshire, cuando por primera vez viví un paréntesis, una paz. Hasta entonces mi vida era una angustia ligada a los altibajos de mi madre. Pero en aquella utopía, en ese kibutz que viví en Estados Unidos, yo, de alguna manera, fui feliz. Ahí comenzó el entendimiento. Incluso la elección del profesor argentino con quien viví era parte de ese proceso. Pero cuándo se me reveló la metáfora final: cuento en el libro el momento en que mi hermano tiene un ataque por la falta de heroína, yo lo acompaño para que se drogue y luego se queda dormido en mi falda. Ahí me di cuenta de que esta no era una historia de Pigmalión sino una de adicción, porque no había gran diferencia entre la manera en que mi hermano y yo nos estábamos borrando. Ese fue un momento clave, de epifanía literaria y emocional.
—¿Te arrepentís de los quince abortos?
—Por supuesto que desearía no haber cometido ese atropello contra la chica que fui y contra toda esa potencialidad de vida. El arrepentimiento viene de la culpa y la culpa es romper una regla. La pregunta es, entonces, cuál es la regla que rompí. Es importante que la mujer asuma la responsabilidad sobre el poder que tiene con su fecundidad, un poder que tiene por encima del hombre y que muchas veces lo usa como arma. Yo me arrepiento de haber sido tan inconsciente, de haber tenido una pobreza emocional tan grande que abusé de mi derecho reproductivo. Hay un derecho que generaciones de mujeres lucharon para otorgarme y yo abusé de él. Me siento muy responsable.
—En el libro decís que abusaste de un marco legal. ¿La singularidad del caso se da en la cantidad?
—Mi caso es exagerado, sí, pero mi agente recibió cerca de 1300 cartas, todas de mujeres que habían tenido entre 4 y 7 abortos. El aborto repetitivo es mucho más común de lo que uno se imagina. Tres es la norma; ocho o diez no es raro. Mi mejor amiga de la infancia, que me cuenta toda sus intimidades, recién cuando leyó mi libro me dijo que había tenido siete. ¡Yo soy su mejor amiga y sólo sabía de uno! Un cliché es decir que esto es repetitivo en la mujer pobre: pues no, esto se da en mujeres de clase media. Un argumento es que estamos en una etapa de liberación sexual donde es difícil reconciliar la frialdad del método anticonceptivo con la espontaneidad del sexo libre. Pero hay otras causas, que es parte de lo que exploro, que viene de la ambivalencia de sentirse partida entre la mujer liberada, la mujer libre, la mujer profesional y la fantasía de la maternidad. Muchas mujeres quedan embarazadas (y yo propongo, de una manera semiconsciente) para explorar eso o para estar ante esa experiencia límite, y luego entran en pánico y abortan. Es algo a discutir porque la píldora controla la natalidad, pero no la psique, pero como nadie quiere hablar de esto, lo que no se nombra queda como un fantasma.
—Cuando dijiste “cliché” casi decís “tabú”. El tabú del aborto es una manera de ocultar otras experiencias: cada mujer que aborta está sola.
—Sola, sola, sola. La soledad crea más soledad. Al no tener un lenguaje para articular estas ambivalencias y estas maneras desviadas de relacionarse con el poder, con los sueños y las fantasías de familia, abortas la primera vez, te quedas callada, y repites y repites. Como el tema de la fecundidad ha sido secuestrado por el lenguaje moralista, religioso y político de derechas, la mujer continua estando sola.
—En el prólogo hablás de la importancia de la salud reproductiva.
—El aborto es muy penoso. Nadie lo quiere. Las tasas de aborto más altas están en los países donde es ilegal. ¿Por qué? Porque en esos países la ilegalidad del aborto va acompañada de falta de educación sexual y la falta de acceso. Las tres cosas van juntas. En los países nórdicos hay casi cero abortos y las tasas de enfermedades venéreas son 80 veces menores que en Estados Unidos donde sí hay salud reproductiva pero no hay educación sexual obligatoria. En Noruega la educación sexual es obligatoria como si fuera matemática o historia. Pero mientras haya injusticia social a nivel de educación, lo que se hace al no ser pro-elección es, básicamente, apoyar un holocausto de mujeres por abortos inseguros. Con Maternidad imposible yo traté de no entrar en el tema pro-elección o pro-vida, porque quería quedarme en el testimonio existencial pro-voz y otorgar mi libro como una contribución. Los discursos pro-vida y pro-elección están saturados, pero el discurso pro-voz ofrece un lenguaje que le permite a la mujer y al hombre ver el problema con toda su ambigüedad y ambivalencia.
—También en el prólogo escribís: “el feto humano no se parece a nada ni a nadie, la relación entre el feto y la mujer embarazada es tan única, tan diferente a cualquier otra relación”. ¿Es una postura pro-elección?
—Parece que es así, pero la frase también abre las puertas a la relación especial. Uno no tiene una relación especial con algo que no es nada. Esa frase tiene doble filo. Toma parte por la pro-elección, pero también señala la relación es especial. Y al final del libro, cuando hablo de la foto de Loretta en la que se ve todo su cuerpito, esa imagen se ata a aquella frase. Es el drama para cualquier mujer: hay una relación. No importa lo que diga la pro-elección.
—¿Considerás a Maternidad imposible como una novela?
—Es una novela en tanto intenta crear un mundo y creo que lo logra. Tiene todos los elementos de la construcción de un mundo secundario, artístico. Pero una de las cuestiones más importantes al escribir este libro fue asumir la responsabilidad de los sucedido y eso se pierde si lo novelizo.
—¿Por qué lo escribiste en inglés?
—Me salió así. Creo que refleja mi devenir viviendo en Estados Unidos por tanto tiempo, mi identificación con un movimiento latino de cuatro millones de puertorriqueños que están en el continente. Además, como era un material tan visceralmente íntimo, donde había tanta culpa en los orígenes, la elección inconsciente del inglés quizás se deba a que me daba la distancia necesaria para escribir.
—¿Cómo esperás que lo lean tus hijas?
—Espero que lo lean y entiendan a su madre de una manera tan íntima que de otra forma jamás podrían haberla conocido. Espero que cuando lo lean se sientan más libres. Que yo les dé permiso a que sean más libres.
Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2012/22767#more-22767
2 comentarios:
Impresionante la materia pantanosa que esta mujer se anima a transitar, una realidad apremiante y sensurada. Excelente lectura, Paula.
Muy bueno, gracias por compartirlo, Paula
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