"La ramera, que había estado sentada en silencio, con la cara contraída por
el frío, rió alegremente en cuanto Ryuji pasó a su embarcación. El marino se vio
a sí mismo creyendo sin entusiasmo en la felicidad que su llegada parecía
depararle. Ella echó sobre la entrada la cortina floreada.
Lo hicieron en silencio. Él tuvo un pequeño estremecimiento de vanidad,
como cuando trepó por primera vez al mástil. De la cintura para abajo, la mujer,
como un animal en hibernación medio dormido, se movía letárgicamente bajo
las colchas. Él sintió que las estrellas de la noche se abalanzaban
amenazadoramente contra el vértice del mástil. Las estrellas sesgaban hacia el
sur, oscilaban hacia el norte, giraban, formaban remolinos en dirección este y
finalmente parecían empalarse en la punta del mástil. Para cuando se dio
cuenta de que aquello era una mujer, todo había terminado."
Yukio Mishima. El marino que perdió la gracia del mar.
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