martes, 28 de diciembre de 2010

Recomendado por Walter Lezcano

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami



Tomado de http://flenning.blogspot.com/2010/01/cronica-del-pajaro-que-da-cuerda-al.html




La vida de Tooru Okada, el héroe triste de esta historia, el señor pájaro-que-da-cuerda, es sencilla, discreta, doméstica y curiosamente rutinaria; sin embargo, la rutina que envuelve la vida del señor Okada quizás solo sea la bajamar de una playa en calma.
«… Igual que el flujo y reflujo de las mareas. Nadie puede cambiarlo. Cuando hay que esperar, hay que esperar […]».

De pronto, algo cambia. El pájaro que da cuerda al mundo gira la llave de su mecanismo, ric-ric, y entonces es difícil ya saber si lo que es, es, o si solo se parece a algo.

Hubo cambios. ¿Qué cambió? Desapareció el gato. ¿Solo cambió eso? ¿Dónde van los gatos cuando salen por la noche? ¿Se habrá ido por el callejón? ¿Dónde acaban los callejones sin salida? Estas parecen ser preguntas decepcionantemente sencillas, pero las respuestas a esas preguntas, sin embargo, resultan complejas y paradójicas, tan paradójicas como el hecho de que la verdad vive en el mundo de lo apenas cierto.

¿No le parece raro a usted que muchas respuestas se oculten en ese lugar-no lugar de donde no se puede extraer nada cierto y nada falso? Hay un lugar en el que la verdad se parece a la realidad y la realidad se parece a un sueño. Precisamente en ese lugar es donde se esconden los cabos sueltos de las historias sin fin. Ese lugar sin significante es el punto ciego en el que los asesinos arrojan sus armas homicidas, es donde los magos escriben los pases secretos de sus juegos, es donde la realidad se convierte en sueño y donde el sueño parece real y es, también, el punto de reunión de todo lo inexplicable.
«... En la realidad, a diferencia de Adiós a las armas, mientras esperaba paciente a que algo sucediera, encerrado en aquella casa silenciosa mirando las agujas del reloj, yo apenas sentí apetito. Y entonces, de repente, se me ocurrió preguntarme si esta falta de apetito no sería fruto de mi carencia de realismo literario. Tuve la impresión de formar parte de una novela mal escrita. Y de que alguien me acusaba diciendo: «No eres verosímil». Quizá fuera verdad […]».

Cuando lo que se busca está perdido en ese mundo indescriptible y confuso, estrecho, pero infinito, es necesario ir en su búsqueda ataviado con armas y elementos que no son de este plano ni de aquel. Tooru Okada hará ese viaje hasta la frontera de la realidad, debe hallar sus respuestas. Parece un eufemismo o un mito, pero no es nada de ello. El viaje de Tooru Okada no se parece a ningún otro viaje, de hecho no sé si yo haría un viaje tan largo para encontrar a un gato vagabundo.
«… —Oye, señor pájaro-que-da-cuerda —dijo May Kasahara—, quizá solo sean cuestiones mías, pero creo que cada uno de nosotros nace con una cosa diferente en el centro de su existencia. Y esta cosa, cada una de estas cosas distintas, se convierte en una especie de fuente de calor que mueve desde el interior a cada uno de los seres humanos. Yo también la tengo, claro, pero de vez en cuando se me escapa de las manos […]».

Y si además de querer conocer el destino de la mascota perdida quisiese hallar las respuestas a preguntas como: ¿Dónde está la mujer que amo? ¿Cuándo acabará este infierno? ¿Quién escucha nuestros ahogados pedidos de auxilio? ¿Dónde vive el pájaro que le da cuerda al mundo y dónde está la llave de su mecanismo? Entonces, digo, ¿haría el viaje?

En la vida de Tooru Okada los sucesos no se relacionan de manera trivial y consecutiva. Como si cumpliese la ley de causa efecto, o de sincronicidad. Nada en su espacio de conciencia es del todo obvio, nada es del todo cierto y nada es del todo real. El mundo del señor Okada es un mundo de símbolos. Todo es símbolo y todo es parte del mecanismo del pájaro que da cuerda al mundo: Una mancha de nacimiento en la mejilla derecha, la letra de una canción que pasan por la radio, un atajo, el homicidio o un pozo seco, una caja vacía, el nombre de una isla mediterránea, el suicidio, un sueño….

Claro, no podía ser de otro modo. El mundo de Okada es un mundo que parece real y cierto, pero, sin embargo, puede ser reinterpretado, lo mismo que el mundo en el que viven las respuestas a sus dudas. ¿Qué mundo es más verdadero? Si ambos mundos se parecen, ¿cómo saber cuál es roca sólida? Si para viajar al mundo de la incertidumbre es necesario dejar a un lado la conciencia de uno mismo, ¿cómo se podrá volver?
«… Dentro del pozo tenía hambre y sed. No era un sufrimiento común. Pese a ello, carecía de importancia. Lo que más me hizo sufrir fue no poder distinguir claramente ese algo que vivía en la luz […]».

Vuelvo a preguntar, ¿haría el viaje?



Tomado de http://flenning.blogspot.com/2010/01/cronica-del-pajaro-que-da-cuerda-al.html

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...