Santidades
Bandas sonoras
Por Pedro Mairal
04.09.2010
Entre Mozart, Tribalistas, Paco de Lucía, Atahualpa Yupanqui y Rubén Juárez, están los Grandes éxitos de Gilda en mi mp3. En general no me gusta escuchar música por la calle porque me aliena, me adormece mi alerta porteña, me vuelve un loquito de ritmo secreto, carne de peatón atropellado, relleno de ambulancia. Pero de vez en cuando pruebo ponerle banda sonora al día y se dan combinaciones extrañas. Una vez pasé junto a una manifestación de empleados portuarios mientras escuchaba el Concertante de Mozart y la mezcla parecía un falso documental de Herzog. Atahualpa, por otro lado, le da gravedad a la imagen, o más bien, horizontalidad; su guitarra lo ampampa todo, y bajo su música las personas, hasta las más urbanas y modernas, se vuelven medio provincianas, telúricas, como extrañando el pago. El flamenco de Paco de Lucía le da un dinamismo virtuoso y laboral a la mañana, la música brasilera a veces no pega con Buenos Aires y hay que sacarla, y el bandoneón de Juárez pega tanto que la mezcla puede ser redundante y te obliga a cerrar los ojos, o quizá te agarra en un día medio descendente y te terminan dando ganas de que el colectivo entero se caiga en el Riachuelo.
Pero el jueves pasado en plena lluvia puse Gilda y algo se empastó perfecto con las calles mojadas; es dífícil de explicar. A veces uno quiere encontrarle la causa a un subidón emocional y quizá no eran más que unas enzimas en el cerebro, la endorfina multivalente, algo así. No importa, el asunto es que la ternura de Gilda transfiguró la mañana, el tráfico, el día supuestamente horrible. La imagen empañada desde el 118 daba para un tango suicida (hay distintas categorías en las bateas de las casas de música: tango canción, tango edipo, tango cornudo, tango suicida, tango suicida/cornudo, etc.). Pero la cumbia levanta muertos y melancólicos. O en todo caso la melancolía insoportable del día de lluvia me hacía ver lo melancólico que tiene a veces la cumbia ahí escondido tras el ritmo tropical. Digo que algo se hermanaba entre Gilda y el temporal, se volvía dulce la lluvia ácida. Cada vez creo más en la santidad de Gilda. El martes que viene se cumplen catorce años de su muerte.
Tomado de http://64.76.120.78/contenidos/2010/09/04/noticia_0010.html
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