Erick J. Mota: La Habana underguater
- POR ANDRÉS ARROYAVE
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Año: 2010
Editorial: @tom Press
Género: Colección de relatos y novela (ciencia ficción)
En el 2010 se publicó La Habana Underguater del cubano Erick Mota y, desde entonces, se convirtió en una especie de libro referencial en las nuevas discusiones y conversaciones sobre la ciencia ficción que se escribe desde Latinoamérica y el Caribe. A dicha primera edición del 2010 se fueron sumando con los años ediciones que iban expandiendo el universo de aquella Habana medio sumergida por culpa del paso de un ciclón en el 2016 y de las malas soluciones que el gobierno soviético, potencia victoriosa de la guerra fría, le dio. Y si bien este libro de Mota no inaugura el subgénero del cyberpunk latinoamericano (si es que puede existir algo con tal nombre), de su escritura y lectura se deriva la propuesta del autor de buscar un subgénero distinto o un ciberpunk con i latina, que involucra trasfondos políticos, económicos, históricos o religiosos más autorreferenciales, producto de una región en la que el desarrollo occidental llega a medias en su versión reciclada desde lo que se llamó alguna vez «primer mundo».
Dioses africanos en la red
La Habana Underguater es, entre otras cosas, un policiaco con influencias del cyberpunk anglo, aunque también se separa del género mientras busca una narración más autorreferencial y cubana, por decirlo de alguna manera. Allí, a un mercenario prieto entrenado por los soviéticos y con experiencia en las guerras civiles norteamericanas de principios del siglo XXI—que han destruido a los Estados Unidos como potencia mundial— se le encarga atrapar al hacker que ha robado de la red global una de las ofrendas que han sido dadas a los orishas que habitan la red. El giro de tuerca político que tiene como trasfondo la narración nos presenta un futuro ucrónico en el que los soviéticos han sido la potencia victoriosa de la guerra fría. Trasfondo que no podría ser de otra manera, ya que la distopía capitalista clásica del cyberpunk es una proyección de los terrores que puede traer una realidad dominada por corporaciones neoliberales. Cuba, es bien sabido por todos, ha ejercido un modelo económico diferente, aunque haya sufrido a su manera los castigos de las potencias capitalistas occidentales.
En esta Habana, que semeja mucho a las ciudades abiertas en tiempos de guerra y que suelen ser los escenarios de varias narraciones cyberpunk, el poder es ejercido por una serie de organizaciones políticas y religiosas, reemplazando estas últimas a las corporaciones capitalistas que dominan las narraciones anglo del género. Por lo que no puede concebirse la historia sin conocer, o acercarse por lo menos, a la relación que la isla ha tenido y tiene con las religiones sincréticas producto de la mezcla entre religiones africanas y el cristianismo. Se propone una ficción futurista y ucrónica que transcurre después del 2016, pero en la que el futurismo no excluye la religión como rectora de la vida de las personas. Las creencias sobreviven, pero se han mudado a la red; allí han nacido también los orishas del panteón yoruba por la fe de los primeros hackers:
—Los Orishas no están vivos —dijo Marta—, son una especie de IA o algo así. ¿No?
—Ellos son reales, están vivos, nacieron en la red neural y crecieron con ella. No son parientes de las Inteligencias Artificiales, tampoco tienen mucho que ver con nosotros. Son dioses del pasado que la fe de los primeros hackers hizo real.
—Y la curiosidad es su guía —dijo otro—. Exploran las redes, acceden a todos los cubos-web, hacen preguntas. Ellos pueden entrar y salir de las BFI, colarse en los servidores de los rusos. Eran fantasmas que hacían preguntas y montaban cuerpos para poder ver más allá del mundo neural. Como a las sirenas y los güijes, muchos les tienen miedo. Nos superan y conceden deseos. Nos permiten entrar en las corporaciones y robarles unos cuantos euros. A cambio sólo piden conocimientos. Rutas de accesos a sitios a los que nadie va, puertas traseras que los programadores del sistema operativo olvidaron sellar.
Estas deidades son protegidas por la hermandad de babalawos, sacerdotes que median el contacto entre el creyente y los orishas, pero que se comportan como mafias organizadas con la capacidad de contratar matones a sueldo y cazarrecompensas que asesinan, por ejemplo, con trajes de invisibilidad. Sin embargo, estos son solo un grupo entre los varios que controlan el poder de La Habana y que entran como actores de la persecución que sufre Rama, el jovencito adicto a los vídeo juegos que ha robado la ofrenda no por interés, sino como reto a sus habilidades de hackeo en la red global. Los soviéticos y la policía de La Habana autónoma entran también en el juego. La ofrenda que Rama ha robado a la Regla de Ocha encubre un mapa que da acceso al secreto mejor guardado de los rusos: su caja fuerte de máxima seguridad.
La experiencia soviética
Los soviéticos no solo ganaron la guerra fría, sino que mudaron a toda su gente al espacio. En el universo ficcional de La Habana Underguater; los rusos vigilan el planeta desde lo alto y desde allí amenazan con un caos atómico a quien les lleve la contraria. Estados Unidos se vino abajo por cuenta propia y conflictos internos que le destruyeron y le condenaron a que México recuperara parte del territorio que alguna vez fue suyo. Contrario a todas aquellas imágenes que los medios de comunicación bienintencionados (esos que ven quienes se llaman a sí mismos gente de bien) nos acostumbraron a ver, miles de cubanos retornan a la isla en balsas clandestinas que zarpan desde Miami. A esto se le suma el caos que vive Europa debido a guerras religiosas, lideradas desde España por un Vaticano que se ha convertido en corporación privada.
Sin embargo, sería irresponsable decir que La Habana Underguater propone una especie de venganza histórica en contra del capitalismo. Mota solo escribe de la distopía posible en la isla, que no puede desligarse de la histórica relación que hubo entre los gobiernos cubano y soviético. No puede proponerse una distopía del capitalismo en un país que no lo experimentó más allá de las restricciones y el aislamiento al que se le condenó desde el norte. Y la cubana, al no ser una sociedad acostumbrada al estilo de vida de consumo, deuda y confort del capitalismo, no puede experimentar de la misma forma que un ciudadano de un país cercano al modelo neoliberal ese temor por un futuro controlado por las mega corporaciones, el cual según Mota está en el trasfondo de los miedos que emanan los relatos cyberpunk anglo. La apuesta del autor es la distopía heredada del modelo soviético y del estado de orfandad que la isla experimenta ante la marcha de los rusos.
Si en la historia oficial los soviéticos se marcharon en 1991 y en la ficción de Mota una vez colonizaron parte del espacio, ambos abandonos coinciden con un periodo de carencias materiales y un estado de pobreza que se percibe en las calles. En este sentido y tal como lo señala el autor, la misma Cuba e incluso Latinoamérica, se observan como lugares en donde la distopía ha sido real y una constante de gobierno.
Nosotros tenemos La Habana Vieja, tenemos apagones, tuvimos período especial, pagamos caro el sueño de querer ir a Miami en una balsa y cuando pasa un ciclón por cualquier ciudad de Cuba parece como si el apocalipsis ya hubiera ocurrido. Los cubanos no precisamos de una III guerra mundial o de un desastre ecológico para hablar de apocalipsis. Nosotros vimos caer la Unión Soviética y sufrimos sus consecuencias. (Mota, 2011, p. 10).
El futuro ficcional se levanta desde la autorreferencia, la experiencia paternal soviética y su posterior ida. No podía ser de otra forma, ya que incluso dentro de la misma Latinoamérica, Cuba se observa como un caso especial; como un caso de precariedad normalizada que suele ser visto como todo aquello que las sociedades occidentales o influenciadas por estas evitan y temen que ocurra. En La Habana sumergida los soviéticos se fueron, dejando tras su marcha un dique mal construido que permitió la inundación; en la Cuba real se marcharon en los noventa dejando un periodo especial de carencias y hambrunas, irónicamente, en tiempos de paz.
Afrofuturismos y ciberpunk con i latina
Rama es un adicto a los vídeo juegos y hasta podría decirse que es el típico héroe cyberpunk; un yonki con habilidades extraordinarias en la tecnología y en el hackeo de páginas y sitios prohibidos. Terminará siendo perdonado por su cazarrecompensas, quien se une a su causa y lo oculta de aquellas fuerzas que lo persiguen debido al robo de la ofrenda. En su huida y buscando una sala con los equipos necesarios para ingresar como avatar en la red, conocerá con sus aliados al mago, antiguo policía que ofrece conexiones clandestinas de cubos-web. Sin embargo, Rama teme conectarse para devolver la ofrenda, puesto que si los orishas controlan la red, es seguro que cuando ingrese le quemarán el cerebro. Lo realmente curioso de todo esto es algo que se mencionó más o menos antes y es que en el universo de Underguater, las deidades existen y no son producto de la programación de un hacker u organización.
Mota, sin embargo, no es el primero que introduce deidades afrocaribeñas en una narración de ciencia ficción o cyberpunk. El mismo William Gibson lo había hecho en el segundo libro de la trilogía que ya había iniciado con Neuromante, es decir, con Conde Cero, por medio de inteligencias artificiales fragmentadas que han sido programadas como dioses del Vudú haitiano a las que las personas buscan como protección, generando así un nuevo culto. Pero en Underguater pasa algo diferente, las deidades están allí por la fe y aunque esto no se expanda o se explique en detalle en la narración, sí dice mucho de lo que propone Mota y es que en Cuba, como en otros lugares del Caribe, estas religiones sincréticas son algo más que un culto y no deben sacarse de la ciencia ficción nada más que por la relación opuesta entre religión y ciencia.
En La Habana y en Latinoamérica en general no encontraremos esos escenarios o imaginarios visuales que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en cyberpunk y que el cine y el cómic nos han terminado de forjar. La Habana no se muestra como una ciudad en la que abundan las edificaciones y las luces de neón de imaginarios visuales como los de Blade Runner, Akira o Ghost in the Shell y el ingreso a la matrix se hace desde una taberna ubicada en una de esas sobrepobladas y calurosas casas coloniales del centro de La Habana. Toda aquella ciencia ficción que se escribe desde Latinoamérica y el Caribe y que trata de construir futuros posibles o distopías a la manera de la ciencia ficción anglo o europea solo puede ser tildada como un ejercicio pobre a los ojos de Mota.
Si bien la invención del género se dio en la lengua inglesa y cobró fuerza en la misma Europa, en la Asia del lejano oriente y en Rusia, el presente se propone como un buen momento para hacer del género algo más autorreferencial. Y esto, en el caso de La Habana Underguater, se da desde la integración del rasgo místico-religioso, con un trato que va más allá de la mera exotización, como ocurre en Conde Cero. Recordemos en este aspecto que, por ejemplo, en más de sesenta años de revolución cubana atea, la religión nunca dejó de ocupar su lugar como principio rector de muchos cubanos y cubanas y que ni el mismo comunismo pudo obviar. La religión en Latinoamérica y el Caribe debe ser abordada más allá de la mirada escéptica del progresismo y el cientificismo occidental, es decir, en sus aspectos sociales. El autor no concibe el futuro sin la presencia de la religión.
[…] pero no como la religión ordenada y ortodoxa que todos quieren que sea sino como el conjunto bizarro de religiones pragmáticas mezcladas con cada elemento de la sociedad.
El oficio de ficcionar lleva a Mota a magnificar la influencia de la religión, la vida y la política de Underguater, pero su inclusión también puede observarse como el ejercicio de integrar todas aquellas características históricas que hacen de su isla y del Caribe en general una región distópica más allá de la ficción: colonialismo, dependencia económica de potencias extranjeras, guerrillas, ciudades divididas por clanes, carencia y una extraña relación entre la pobreza y el acceso a la tecnología, subyacen en su interior, como en cualquier otro país latinoamericano.
En este universo las deidades existen y esa misericordia divina es la que lleva al orisha a perdonar a Rama una vez lo tiene en frente, devolviendo la ofrenda robada.
Para ti todo es fácil. Hablas de bien y de mal porque no fuiste escrito por nadie, no estás en ningún servidor. Naciste espontáneamente en la Red por la fe y los rezos de un montón de hackers que creían en milagros africanos. Vivirás mientras haya Red, mientras exista la información.
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