Dubravka Ugrešić, Baba Yagá puso un huevo
Traducción de Luisa Fernanda Garrido Ramos y Tihomir Pištelek
Madrid, Impedimenta
376 páginas
22,80 euros
“Porque en la vida todos tenemos nuestros embrollos y la tarea del cuento es eliminar los escollos”. Baba Yagá puso un huevo, de Dubravka Ugrešić (Kutina, 1949), fue publicada por primera vez en el año 2008, bajo el título Baba Jaga je snijela jaje, en la editorial croata Vuković & Runjić y ahora ve la luz en español gracias a la traducción de Fernanda Garrido Ramos y Tihomir Pištelek en Impedimenta.
Baba Yagá puso un huevo ha de ser leída con el objetivo con el que la concibió la autora: contribuir al proyecto Canongate Myth Series de la editorial escocesa Canongate Books, en el que autores de prestigio escriben obras en prosa basadas en mitos. Ugrešić se decantó por la figura de Baba Yagá, no sin ciertas reticencias, pues temía que dicha elección pudiera encorsetar el proceso creativo. Tras investigar sobre esta figura, dio con la clave para elaborar la novela.
Baba Yagá puso un huevo es un tríptico narrativo cuyas partes no están estrictamente conectadas entre sí porque no siempre comparten narrador, personajes o estilos. Cada una de las tres historias de esta obra, asentada en el folclore eslavo, viene precedida por una frase pronunciada por Baba Yagá. La primera, “Vete donde no te digo, tráete lo que no te pido”, es una autoficción centrada en las relaciones materno-filiales. Ugrešić reparte la historia entre dos escenarios: el piso de Zagreb de la madre y Bulgaria. En el primero, la narradora pasa a un segundo plano para focalizar su atención en su madre, quien empieza a acusar los síntomas de la vejez. En el segundo, la narradora se desplaza a Bulgaria para asistir a un congreso y allí se encuentra con una estudiante de doctorado llamada Aba, quien la acompaña en un viaje por el país. La presencia de esta joven asfixia a nuestra escritora, quien viaja no solo movida por fines académicos, sino empujada por su madre para que sea sus ojos en una Bulgaria que ya no existe, una Bulgaria comunista que ha sido reemplazada por otra capitalista.
“Pregunta, pero recuerda que la curiosidad no siempre es buena” da inicio a la segunda parte del tríptico. En esta, un narrador omnisciente cuenta la historia de tres mujeres mayores, Beba, Kukla y Pupa, que se marchan de Zagreb para pasar unos días en un balneario de la República Checa especializado en tratamientos para la tercera edad. Durante las seis jornadas que estas ancianas pasan en el spa ocurren varios acontecimientos que están más próximos a los cuentos de hadas. Además, no solo cada capítulo se cierra con rimas ingeniosas del narrador, en su mayoría de carácter poético y que recuerdan a la tradición oral, sino que la narración de cuentos así como esta misma palabra pueblan este segundo relato.
“El que sabe mucho envejece pronto”, tercera y última parte de la novela, se compone de dos textos: una carta de la folclorista búlgara Aba Bagay –quien aparece en la primera parte de la novela y cuyo nombre conforma el anagrama de Baba Yagá– y un ensayo elaborado por ella. En la carta, Aba atiende a la petición de un editor, quien le ha enviado una novela –la cual se corresponde con las dos primeras partes que el lector ha leído anteriormente– para que le explique la relación que existe entre el manuscrito y el mito de Baba Yagá. El ensayo responde a esta solicitud del editor y Aba crea un extenso glosario de temas, motivos y mitos relacionados con la mitología eslava y Baba Yagá. Asimismo, este tratado de “babayagalogía” está acompañado de las “observaciones” de la folclorista, a quien emplea Ugrešić para explicar al lector cómo interpretar y analizar su novela.
A través del mito de Baba Yagá, Ugrešić crea una novela en la que juega con distintas modalidades textuales (autoficción, cuento y ensayo) y técnicas, como las matrioskas, por la cual algunos personajes, como Pupa y Aba, saltan de unas partes a otras. Sobre el trasfondo de estos malabares literarios, aparecen algunos de los temas recurrentes en sus obras, como sus críticas a la cultura del consumo occidental en países del antiguo bloque comunista, en este caso Croacia, Bulgaria, República Checa y Eslovaquia. Igualmente, carga contra algunos aspectos de los primeros años de la extinta Yugoslavia socialista –“Los yugoslavos combatían a Stalin con métodos estalinistas”, como muestran los campos de Goli Otok o Sveti Grgur– y de la recién surgida Croacia –el oportunismo de algunos en el nuevo sistema, los acontecimientos que tuvieron lugar a raíz de la Operación Tormenta y los Acuerdos de Dayton e, indirectamente, la caza de brujas que padeció Ugrešić en la Croacia de Franjo Tuđman, que la llevó al exilio–.
No obstante, el tema principal es la crítica a la sociedad contemporánea, en la que reina el culto a la juventud y a la belleza y en la que la vejez no tiene cabida. Además de poner de manifiesto la supremacía masculina a lo largo de la historia, la cual ha evitado la emancipación completa de la mujer: “pertenezco a las «proletarias», a la Internacional de las Babas, ¡yo soy esa de ahí! ¿Qué ocurre?, ¿acaso está sorprendido? Podía haberlo supuesto, ya sabe que las mujeres son maestras del disimulo, tantos siglos de vida en la clandestinidad les enseñaron a serlo, han conseguido dominar todas las técnicas de supervivencia, por lo demás ¿no les dijeron desde el principio que habían surgido de una costilla de Adán y que solo estaban en este mundo para parir a los hijos de Adán?…”
En definitiva, Baba Yagá puso un huevo es un tríptico narrativo ideado por la escritora croata Dubravka Ugrešić, quien “se identifica con Baba Yagá”. En su caldero Ugrešić mezcla distintos recursos formales con temas constantes en sus textos, así como otros nuevos, para responder al proyecto de la editorial escocesa Canongate Books. La idea es que “los mitos mutan, se descomponen, se amplían, se transforman, se adaptan y readaptan. Los mitos viajan y, al viajar, se transmiten y «traducen». Nunca llegan a su destino, se encuentran en permanente estado de transición y traducción”.
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