Scholastique Mukasonga
África: el continente peor entendido, con ojos de mujer
Un libro intenso y confesional de una escritora de Ruanda, sobre su familia y su gente: el pueblo tutsi.
Mukasonga. Exiliada en Burundi, completó allí sus estudios. Se instaló en Francia en 1992, dos años antes de la masacre de los tutsis en manos de los hutus, en la que perderían la vida 27 miembros de su familia, incluida su madre.
La mujer descalza de Mukasonga no es una novela. Tal vez, en una crítica, eso es lo primero que debe decirse para evitar confusiones. En algún momento, el libro se define a sí mismo como una mortaja de palabras para la madre de la autora, víctima de las matanzas de Ruanda, a la que su hija no pudo honrar como exige la tradición tutsi en el momento de su muerte.
El núcleo de esa mortaja literaria no es la historia de la muerte de la madre sino la reconstrucción cuidadosa del mundo perdido que murió con ella en el genocidio de fines de siglo XX. Así, la palabra “Ruanda” tiene aquí muchos sentidos: es el “hogar” añorado, el modo de vida que arrancaron a los que sobrevivieron, entre otros la autora. El libro convoca lo que desapareció y no desapareció, porque sigue respirando en estas páginas.
Dentro de ese mundo pasado, no perfecto pero sí muy sólido, se desarrolla una guerra cultural entre esta cultura africana y la cultura invasora, la europea. La voz límpida, transparente y poética de la narradora describe esa guerra con cuidado, por ejemplo, en la comparación larga y bella entre las casas redondas de los tutsis y las casas cuadradas de los europeos; o la que efectúa entre la medicina europea y la tutsi. Y el libro toma partido: se describe a sí mismo como “un camino de vuelta” a lo africano.
Estas son algunas características de la cultura reconstruida en La mujer descalza: hay una relación constante con la naturaleza; se aprovecha todo, siempre; se defienden las viejas costumbres ancestrales, sí, pero también se ve cómo esas costumbres cambian y se adaptan a la nueva realidad; las historias contadas a los niños son parte de esa lucha cultural; las ceremonias son esenciales; el centro de la maternidad es el deseo de proteger a los hijos en medio de la muerte.
La traducción y edición del libro son argentinas y eso importa: los detalles de la vida tutsi son exóticos y fascinantes para los lectores, y esa fascinación aumenta por el hecho de que Scholastique Mukasonga los presenta desde un punto de vista claramente femenino. Desde ese ángulo, cuenta nada menos que una lectura diferente del universo, desplegada alrededor de puntos tan variados como la búsqueda de agua, el sexo, el casamiento, la maternidad, la transmisión del conocimiento y las reacciones frente al desprecio y el odio de los blancos.
Ese panorama se mantiene unido a través de ciertos conductores: la presencia de la madre, por supuesto, pero además la oposición entre la solidaridad comunal de la vida africana y el individualismo impuesto por la “civilización blanca”; la constante anticipación de la tragedia que se acerca; y muchas veces, la sorpresa de los africanos frente a la cultura invasora. Esto último provoca inmediatamente una inversión de poder: en lugar de ver a África desde Europa, como pasa en los libros de la expansión europea (Robinson Crusoe, por ejemplo), aquí los lectores ven a Europa desde África.
Esa inversión sorprende y enseña. Es un reflejo inteligente de la forma en que los europeos “nos obligaban a mirarnos en sus espejos deformantes y en nombre de su ciencia y de su religión debíamos reconocernos” en un ser maléfico que ellos habían inventado. Mukasonga repite como descripción lo que afirma Edward Said en Orientalismo, su famoso ensayo: que Europa ve al resto del mundo desde sus propias ideas y trata de imponer esa mirada a los que conquista. Al contrario, en un acto de resistencia, aquí son los africanos los que juzgan las casas cuadradas de los europeos, sus formas de curar, sus conceptos y valores morales y también religiosos.
No, La mujer descalza no es una novela; no “cuenta” una historia. Es una descripción cuidadosa que defiende a Ruanda, a los tutsis, de ese intento de imponer una definición europea, es decir, de la colonización cultural. A nivel del lenguaje, la prosa tiene un tono poético bellísimo, que la traducción de Sofía Traballi conserva con habilidad.
La mujer descalza, Scholastique Mukasonga. Trad. Sofía Traballi. Empatía, 146 págs.
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