lunes, 26 de noviembre de 2012
Kiko Amat: El mejor, Cienfuegos
20 noviembre 2012
ERES EL MEJOR, KIKO
Eres el mejor, Cienfuegos.
Tal vez la forma más precisa y la más elogiosa de describir Eres el mejor, Cienfuegos, la cuarta novela de Kiko Amat, es asegurar que es una novela 100% Kiko Amat. Esto bastará para satisfacer la curiosidad apriorística de cualquiera que haya seguido su carrera, y es que posiblemente ningún otro escritor de esta ciudad y esta generación haya inventado un lenguaje y un mundo literarios tan personales como Amat. Para quienes no lo conozcan, baste decir que Kiko Amat viene a ser lo contrario de un escritor sin personalidad; en todo caso, se podría argumentar que tiene demasiada. Sus libros son excéntricos (como él, pero esto ya es otra cuestión), rebotados contra el mundo, neuróticos, acelerados, divertidos, repletos de música y de nostalgia, extrañamente tiernos y enfermizamente anglófilos [Nota: Kiko Amat es el único escritor en español que conozco cuya anglofilia supera a la mía. De hecho, su anglofilia supera a la mía por varios pueblos, y eso que yo llevo toda la vida convencido de que la cigüeña iba bebida la noche que me trajo al mundo y en vez de cruzar el Canal de la Mancha como debía, se fue hacia el sur por equivocación].
Por todo lo dicho en el párrafo anterior, me parece bastante ocioso describir qué clase de libro es Cienfuegos. En muchos sentidos, parece una síntesis de todo lo que había hecho el autor con anterioridad, aunque también una evolución. Su humor está muy emparentado con el de L’home intranquil y Mil violines, sus dos libros de no ficción anteriores, que casi parece que sirvieron de refinería para éste. Tiene mucho de sátira, aunque dudo que Kiko Amat sea capaz de escribir algo que no tenga elementos de este género, que borbotea en todas sus líneas; sátira de costumbres, a la inglesa, con esos detalles a lo Kingsley Amis o Jonathan Coe que de vez en cuando se marca Amat; sátira de la masculinidad contemporánea, con pasajes que pueden recordar a Kureishi o Hornby; sátira generacional, si uno quiere, dependiendo de lo poco o mucho que uno odie a su generación; tragicomedia, en esa acepción que le da Amat, y que parecer consistir en alternar la risa con esos momentos extrañamente tiernos que mencionaba antes; y hasta yo le veo algo de comedia romántica, aunque ciertamente disfuncional. Para entendernos, Eres el mejor, Cienfuegos sería un tipo de comedia romántica que Hugh Grant se negaría a rodar. Sería más bien la historia del rival chungo y pringao de Hugh Grant en una comedia romántica de Hugh Grant.
Compuesto como de costumbre a base de escenas gratamente cinemáticas, Cienfuegos tiene estructura de novela de iniciación, o por lo menos de lo que sería una novela de iniciación si la gente se iniciara en la vida con cuarenta años, lo cual, de hecho, es parte del “problema” que la novela retrata de forma burlona. Cienfuegos (a secas) es un periodista cuasi-cuarentón, que trabaja para el suplemento de tendencias de La nación (que se parece a El país pero tiene su sede en la Plaça Catalunya de Barcelona). Es acomodaticio, dócil y cobarde, una auténtica babosa humana y un perdedor. Su vida privada es el equivalente de su repulsiva vida profesional. Resulta que hubo un tiempo, menos de una década atrás, en que Cienfuegos iba para ganador: su primera (y única) novela, Mambo para gatos, lo convirtió en escritor revelación de su momento, que coincidió con el momento de conocer a Eloísa, una atractiva y lista diseñadora gráfica con quien inició una relación. Todo se torció, sin embargo, al cabo de unos años: la inspiración literaria se acabó y llegaron la amargura, el alcohol y las infidelidades (o, en los propios términos de la novela, a Cienfuegos lo poseyó un ser repulsivo llamado “el Podrido”). Eloísa tuvo un hijo, pero no lo pudo perdonar y se separaron, hundiendo a Cienfuegos en una miseria de la que ya no saldría, más que para volverse todavía más patético y deprimido, que es como lo encontramos al principio de la historia.
Ahora es 2011 y la Plaça Catalunya está ocupada por los manifestantes del 15-M, que en la novela se llama la Rabia. Cienfuegos ya ha descendido al escalafón más bajo del periodismo en La Nación, escribiendo loas acomodaticias a la porquería musical y artística que le mandan. Su jefe es Sasha, un niñato imbécil que se burla de él por ser viejo y estar gordo. Sus dos compañeros molones son el Remember, un viejo crítico musical, y Juana Bayo, una jovencita concienciada con piercings que le hace de Pepito Grillo (sin éxito, porque Cienfuegos solamente tiene ojos para su propia miseria). En sus ratos libres Cienfuegos cuida a su hijo y se dedica a rondar borracho el portal de la casa de su ex mujer. Cómo salir de ese purgatorio en que vive Cienfuegos y recomponer su vida es la epopeya cómica que se despliega en las 300 páginas de la novela. Por sus páginas circulan toda clase de agentes radicales, vasallos abyectos y jerifaltes malignos. Hay una hubris de tragedia griega en forma de lanzamiento beodo de zapato. Hay un dúo de ruidismo industrial sumido en la miseria okupa y asentado en el corazón de la contracultura de Gràcia (¿me lo estoy imaginando yo o son una especie de homenaje lumpen a Macromassa y los libros de Nubla/Jovani?). Hay apariciones estelares de héroes de antiguas novelas de Kiko Amat, hay robos genuinamente épicos de mobiliario urbano, hay atentados terroristas unipersonales a lo Christy Malry y hay una escena de entrada motorizada en una fiesta literaria que realmente me ha robado el corazón, tal vez porque, nuevamente, quizás me lo esté imaginando, pero yo la visualicé en cierto local del Carrer Iradier donde se celebra un popular evento literario anual de la editorial de Kiko Amat.
La epifanía de Cienfuegos –vital, profesional, política, emocional, etc– y su salida del purgatorio en la conclusión del libro no dejan de ser una manifestación de utopismo gamberro, si es que estas dos palabras pueden ir juntas. Son una manera de insultar al sistema con las herramientas de las que dispone el novelista: el humor, el cabreo, una dosis de provocación y eso que los ingleses llaman wit. Cualidades que Kiko Amat ha tenido siempre. Se trata de un final feliz en la medida en que la comedia termina siempre con una sonrisa, pero también es una patada en el culo a los Cienfuegos de este planeta, una divertida llamada a la resistencia y una soflama contra la podredumbre vital. Y aquí me gustaría recuperar lo que dije hace unos párrafos: dije que Cienfuegos era en gran medida una síntesis de la obra de Amat, pero también una evolución. Una evolución vital, más allá del mundo juvenil de sus primeros libros; también una evolución en su capacidad literaria para comentar la sociedad, que es siempre el material del satirista. A Kiko Amat, en suma, le pasa un poco lo contrario que al protagonista de su última novela: sumido en su purgatorio de abyección, Cienfuegos representa lo peor de nuestra generación; Amat, por lo menos en literatura, es seguramente lo mejor.
Publicado por Javier Calvo en 12:56 S
Tomado de http://elblogdejaviercalvo.blogspot.com.ar/
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