domingo, 26 de agosto de 2012

Mezcla indecente entre la verdad histórica y el verosímil caprichoso de nuestros oídos

Mariano Saba: “El desafío más interesante fue construir el lenguaje de la obra, respetando una mezcla indecente entre la verdad histórica y el verosímil caprichoso de nuestros oídos” //”Después del aire. Sainete oral” de Andrés Binetti y Mariano Saba

DESPUES DEL AIRE // NOTAS sobre el PROCESO de ESCRITURA



Después del aire (sainete oral)” es la segunda pieza de la Trilogía Argentina Amateur (48/33/10) que hemos venido escribiendo en conjunto con Andrés Binetti durante los últimos años. Su primera parte, “La patria fría (grotesco itinerante)” significa para mí una experiencia doblemente feliz: en primer lugar, por haber podido constituir con Binetti un espacio de reflexión, de juego y de escritura felizmente compartido; y en segundo lugar, por haberme puesto una vez más, junto con mis compañeros, al servicio de su dirección siempre generosa y lúcida.

“Después del aire” en cambio me encontró solamente en el lugar de outsider, de partícipe extemporáneo: una vez escrita la obra, me tocódespedirla con cariño, hasta más ver. El dramaturgo que no tiene demasiada incidencia en el proceso suele ponerse inquieto, como un padre que espera a su hija quinceañera en la trasnoche larga de su ausencia. Y sin embargo, una vez configurado este querido equipo, tuvieron la amabilidad de dejarme chusmear cómo bailaban con la nena. Ver trabajar a Binetti siempre es un gusto, por su escucha y su mirada sincera. Y ver a estos actores concretar en el querido Teatro del Pueblo lo que hace un año fuera tan sólo el sueño difuso de un mundo lejano y extraño es imposible de agradecer como se debe. Porque sentarse en la platea cada tanto, para ver como la carne se alza del papel, es algo que no deja de bombardear mi sorpresa y de darme ganas de prodigar abrazos entre aquellos que lo hacen posible. Y más con este mundo: la obra gira en torno al universo radial de los años ’30 y a la decadencia del género gauchesco frente al auge del melodrama. Este momento coincide con el inicio de la década infame argentina, que irrumpe con el golpe militar al presidente Hipólito Yrigoyen. Los fantasmas enfrentados del radicalismo y del autoritarismo se filtran entre los discursos radiales de los actores y locutores. La obra focaliza además en la tensión entre la idea de progreso –esgrimido por un nacionalismo autoritario que se vanagloria de los adelantos técnicos– y la defensa de la tradición democrática que aspira a otros horizontes. Llevar adelante, con humor y pericia, tremenda jugada formal y temática es, simplemente, cosa de magos. Para los que seguimos creyendo en que el teatro es milagrero, en que se trata de una galera sin fondo que no deja de lanzar conejos de colores inéditos, esta obra es una fiesta: Julieta Alfonso, Ignacio Bartolone, Malala González, Teresa Murias, Roberto Romano y Pablo Sciolini saltan del verso campero que compone el libreto gauchesco de “El renegao Ferrás” a la difícil realidad que les toca vivir en medio de un mundo en crisis y con una compañía radioteatral que se cae pedazos. Como en toda la Trilogía, la música potencia la acción (aquí gracias a la imponente voz de Malala en las canciones, y al trabajo de Martín González y de Guillermina Etkin). La situación exuda un aire grotesco que irradia lo cómico hasta minarlo por dentro con la exhibición tristísima de una tragedia argentina siempre reconocible, nunca asimilable. Creo que “Después del aire” es una obra cuyo fondo habla de la democracia, y de la sombra que históricamente, y de forma repetida, suele amenazarla. Por eso cada noche de viernes siento la necesidad imperiosa de ayudar aunque sea en el armado de la escenografía, de colaborar con ese ritual que, entre grito y disparate, va a murmurar algo del orden de lo importante. Por último, fue para nosotros el desafío más interesante construir el lenguaje correspondiente a esta obra, respetando una mezcla indecente entre la verdad histórica y el verosímil caprichoso de nuestros oídos. Un ritmo organiza la materia sonora, le da identidad, y en ese sentido es compositivo; pero a la vez, ese ritmo siempre está orientado hacia la sustentación de una emocionalidad, hacia la arquitectura de una obra regida por sus propias tensiones internas. De ahí que esta pieza, en todo caso, y más allá de su compromiso temático, resulta intensa e hilarante por su propio ritmo: un ritmo sincopado, entre el radioteatro y la vida, entre el campo y la ciudad, entre la angustia nerviosa y el desparpajo cómico. El humor tajeando la cara de la tristeza es, sin duda, el emblema agónico de la comicidad argentina. Una comicidad rítmica. Porque el ritmo, ese condenado y fantasmático ritmo, meloso, compulsivo, brillante, ese ritmo argentino de radio a todo volumen, ese ritmo teatroso es en definitiva lo que terminará quizá por salvarnos. O quizá no.

Mariano Saba
Dramaturgo

Co-autor de Después del Aire

Tomado de http://saquenunapluma.wordpress.com

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