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Jueves, 11 de noviembre de 2010
LITERATURA › COMIENZA EL FESTIVAL DE POESIA EN LA LETRA, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
Encuentro para celebrar el lenguaje
Hoy y mañana leerán sus trabajos Diana Bellessi, Hugo Mujica, Susana Villalba y Daniel Freidemberg, entre otros.
Por Silvina Friera
Los poetas están vacunados contra el desaliento. Más allá de alguna que otra racha de pesimismo y ramalazos de amargura –de los que ningún mortal, por cierto, está exento–, de un tiempo a esta parte están tejiendo una sólida y contagiosa trama de encuentros. En La Letra, el Festival de Poesía en el Bicentenario de la Biblioteca Nacional, que comienza hoy, se suma a esta saludable costumbre de juntarse, de poner el cuerpo. Y la voz, claro. Porque durante dos días, en la sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca (Agüero 2502), entre las 19 y las 21, leerán sus poemas Diana Bellessi, Hugo Mujica, Tamara Kamenszain, Daniel Freidemberg, Susana Villalba, Vicente Muleiro, Jorge Aulicino, Delia Pasini, Daniel Samoilovich, Jorge Fondebrider, Susana Cella, Vicente Zito Lema y Santiago Sylvester, entre otros. “Estamos en un momento histórico decidiendo, como sucedió en 1810, si por fin vamos a afianzar algo nuevo o a dejar que algunos nos hagan terminar como siempre”, subraya Villalba a Página/12. “Como persona digo: el humano no es mucho mejor que el animal y hay que protegernos de la ley del más fuerte. Como poeta considero que el lenguaje es la gran herramienta y diferencia para no ser sólo dominación o sometimiento animales, así es que mi poesía es una celebración del lenguaje; tiene algo político que nunca sé si se llega a leer porque no está clarito y explícito”, plantea la autora de Clínica de muñecas y Plegarias, entre otros títulos.
La periodista y poeta Silvia Puente, coordinadora de En La Letra, cuenta que junto con Horacio González les pareció “que había lugar para otro festival en Buenos Aires y que era bueno que la Biblioteca tuviera uno en su Bicentenario”. “Todavía hay gente dedicada a un hacer que tiene algo de místico y de inútil, si lo vemos desde la medida de un mundo pragmático y sin tiempo, un hacer que nos conecta con la espiritualidad”, recuerda Puente. “Aunque nunca hubo tanta ‘vida poética’, ya la poesía no le interesa a casi nadie más que a los que escriben poemas, y si uno lee lo que se escribe, se entiende por qué”, advierte Freidemberg. “Esa enorme libertad que da tener tantos espacios accesibles y no depender de las imposiciones del mercado se vive como falta de exigencia: todo está permitido, cualquier cosa vale. Más que como producción o lectura de textos con cierta capacidad significativa, la poesía se considera hoy una actividad, como hacer deportes o salir a bailar. Esa es la tendencia, aunque siempre habrá –incluidos, creo, los que participan en este ciclo– quienes la ven como una búsqueda en las posibilidades de la lengua, o una pregunta sobre las relaciones entre la subjetividad y el mundo.”
Festivales y ciclos de lectura se multiplican a lo ancho y a lo largo del país. ¿Qué pasa con la voz del poeta, con la palabra misma, con el poema, cuando circula “de oreja en oreja” entre el público? “La poesía es muy ‘peligrosa’ cuando del otro lado hay una oreja sensible”, opina Puente. “Es un temporal que alienta conversiones múltiples. Impresiona la cantidad de poetas jóvenes que ensayan caminos diversos, irreverentemente, y tienen su propio público. También en la poesía hay fans y círculos áulicos, lectores que son de uno y no de otro, hinchas como en el fútbol. Hay ciclos para todos los gustos.”
Aunque se machaca con el eterno latiguillo de que “la poesía no vende”, Samoilovich prefiere relativizar este lugar común entre editores, lectores y escritores. “Las tiradas de un libro de poesía –de 700 a mil ejemplares– son perfectamente compatibles con las de un libro de relatos o una novela, excepto los best sellers; en todo caso, podríamos decir que la que vende difícilmente es la literatura, con las librerías transformadas en quioscos de reposición diaria, donde un libro está ocho días en mesa y tres meses en las estanterías, y si no vendió lo suficiente se devuelve.” La poesía, precisa Samoilovich, tiene su propio circuito: los recitales, la red, las revistas. “Se está escribiendo muy buena poesía hoy en Argentina, y hay muy buenas traducciones, a veces visitas importantes como en el Festival de Poesía de Rosario, y esto es coherente con la existencia de muy buenos lectores, que son los que asoman ‘públicamente’ en los festivales y lecturas”, asegura el autor de El carrito de Eneas y El libro de los seres alados. “Además, si bien hay pocas cosas más irritantes que un mal recital, en contrapartida hay pocas más gratificantes que un recital bueno; uno toma sus riesgos, y muchas veces se gana.”
Villalba señala que el hecho de repetir hasta el hartazgo que “la poesía no vende” es “igual al fenómeno que se discute hoy acerca del mundo virtual que los medios hacen creer real”. “Las editoriales son cada vez más grandes y apuestan a lo que se vende en grande. En números importantes, tampoco la novela vende. La cuestión es qué se decide promocionar. No sólo se promociona poco la poesía, para cumplir con el cupo algo se difunde, pero un solo tipo de poesía que es la más coloquial y costumbrista. No se la difunde porque lo que sucede con el público –y antes en el poeta– es que lo pone en un ejercicio de libertad de lenguaje, libertad de asociación de ideas, pensamientos y palabras; es memoria colectiva liberada y a la vez palabra personal liberada, una libertad que nunca se consideró conveniente. Por eso se trató siempre de que la mayoría se ría de los poetas y los vea como esos colgados alejados de la realidad. Para imponer que la realidad es la no poética”, analiza Villalba.
Las orejas picadas por la curiosidad tendrán dos días para dejarse permear por el asombro o la emoción. “La relación de la poesía con el presente del país, al menos la de la mejor poesía, se da a través de hilos capilares, canales subterráneos, reverberaciones, encuentros fortuitos, ambiguas iluminaciones mutuas”, enumera Freidemberg, autor de En la resaca y Cantos en la mañana vil, entre otros poemarios. “No es directa ni evidente, ni tiene por qué serlo.”
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