jueves, 4 de noviembre de 2010

Del hambre tranquila de tenerte

Maneras de ausencia


De lo que me faltas crezco,
tu falta me alarga hasta mañana,
del aire de tu ausencia respiro,
del tiempo que me faltas
rejuvenezco,
del hambre tranquila de tenerte
me alimento,
tu no estar me acompaña
en la noche y el día
como el anillo de largos años
cuyo extravío ciñe el dedo
de desnudez y desconcierto.

De lo que me faltas crezco,
como las ramas hacia la luz,
imposible y nutricia.
Tu falta me alarga hasta mañana,
mañana es tu mejor nombre,
la luz futura te arregla los cabellos
y es para encontrarte al día siguiente
que consigo anochecer cada día.
Yo enriquezco de tu falta,
qué incontable esperanza
acumulas faltando,
a cada instante
es más preciosa tu ausencia
y yo el único que tiene en la mano
el monto entero de tu falta.
Porque ensayé el derroche
por festejarte presente y ausente,
desperté mis subsuelos,
encendí minas,
multipliqué cristales,
puse al oro en celo,
ayunté las gemas,
me supe inagotable.
Tender a ti, abarcar tu escándalo,
bloquearte las jugadas,
las travesuras y las coreografías,
me hizo espacial, curvo y abierto.
Me faltas como el gramo de menos
que pone en marcha el mecanismo,
como la repentina falta
del leve pájaro
pone en marcha el duraznero y cimbra
y toda la luz de la mañana parpadea.
Me faltas ahora benignamente
como la lluvia al campo
cuando las primeras gotas comienzan.
Me faltas como el regalo prometido
en el gozoso noviciado de la espera.
Me faltas como en la víspera de la fiesta
falta la música a todo el pueblo
y todos viven de la música que les falta,
y los cuchillos y herraduras del herrero
ese día se templan con la música de mañana
y tañen, cantan, cortan y galopan felizmente.
Me faltas como la posesión más querida,
como un campo en otra provincia
en la época en que la mies madura,
me faltas como una plantación de limones
al otro lado del río,
que amarilla y aroma por detrás del sueño.
Pequeña, clavo de olor, especia del alma,
me faltas necesaria simple y segura
como le falta el azafrán al guiso pálido.

Por favor, tú, mi falta,
acentúame el tiempo, oriéntame el espacio,
hazme dinámico y esdrújulo,
lánzame faltándome
por sobre el largo día,
ayúdame a vivir desazonándome,
accióname como un dulce desnivel,
como el declive que echa a rodar
el siglo inerte de la piedra,
como la diferencia de sensación
entre el tobillo izquierdo y el derecho,
de donde nace la marcha,
y como el otoño adonde fluye
toda la savia del año
hasta agolparse en los racimos.

Me gusta que me faltes,
es extraño,
estoy cómodo con mi carencia,
siento que la vida me debe,
que la luz siempre paga,
y benévolamente contemplo la calle
con sensatez y tolerancia,
como un acreedor agrario de buen pasar
y corazón sin agriura
dejo que transite en paz el día,
que el tiempo trabaje por mi cuenta,
que las horas se afanen,
que los pájaros vuelen en mis dominios,
que las palomas ilustren mi calma,
sin reclamar los dominios de mi calma.

Por favor, no dejes de faltarme,
fáltame así de suave,
fáltame suavemente,
yo saboreo tu falta como una mata dulce
nacida al borde del agua,
con sabor a transcurso y a promesa
de un gusto a mata dulce,
cumpliéndose sabrosa, interminablemente.



César Mermet
1963

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Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...