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Lo frecuente al hablar de ciencia ficción es relacionar sus producciones textuales con mundos especulativos y poblados de seres extraterrenales y paralelos, viajes a través del tiempo, androides, robótica, mutaciones de seres humanos por medios artificiales, ciudades ficticias, el futuro de las sociedades humanas, formas de vida en otros planetas, viajes al espacio infinito, guerras intergalácticas, exploraciones a zonas geográficas desconocidas, monstruos, utopías sociales, ucronías, adelantos científicos y tecnológicos futurísticos y sistemas políticos totalitarios que controlan hasta el más mínimo meneo de sus ciudadanos, entre otros tópicos.
Distinto a otros países latinoamericanos, en la literatura dominicana no hubo indicios de vincular nuestra producción narrativa de manera programática con una tradición de los momentos más notorios con el movimiento mundial de la ciencia ficción a partir de 1926. Si lo hubo lo desconozco y me declaro ignorante, porque como muy acertadamente ha escrito J. Ignacio Ferreras: “Ningún crítico lo ha leído todo, ningún crítico puede leerlo todo, ningún crítico podrá nunca leerlo todo”. Vista desde ese plano todos los que hablamos de libros o los que hacemos de críticos o comentaristas –ya sea ocasional o frecuentemente– andamos sino cojos, al menos medio cojos.
En nuestra narrativa ha imperado el efecto del reflejo condicionado al equivalente del referente empírico externo. Parecería que lo que más nos ha gustado es la fotografía cruda y sin efectos especiales. Ello se explica porque en nosotros la literatura ha tenido una función más instrumental que ninguna otra cosa, supeditada a la formación, el moralismo, la denuncia, la militancia política, el memorialismo, las luchas y las reproducciones ideológicas, las recreaciones históricas y las tensiones sociales-personales. La narrativa dominicana ha sido obsesivamente realista y social hasta lo melancólico.
Por ello en nuestra narrativa si nos vamos en fuga es a una isla o a un continente cercano, pero jamás nos marchamos a otro planeta en una nave inventada por un científico dominicano formado en la UASD o en la UNPHU. Si nos invaden son los haitianos o los americanos, jamás los de otras galaxias y mucho menos los chinos o los chiitas. Se prefiere que los pobres ilegales naufraguen en el Canal de la Mona rumbo a Puerto Rico y que sean crudamente devorados por los tiburones a que un ingeniero de minas dominicano –excomunista y graduado en Rusia– diseñe un túnel por debajo del Canal de la Mona para llegar a Puerto Rico y mucho menos encontrar a otro ingeniero oriundo de Nagua o de Miches que levante un puente portátil, con la ayuda de los militares, para cruzar ese mismo mar hambriento de desheredados.
Aunque no estoy recriminándole nada a nuestra narrativa, porque de hecho más allá de que escriban bien, no hay que exigirles nada a los escritores, reitero que el grueso de nuestra narrativa ha sido tímida en tomarse grandes riesgos espaciales, temporales y ucrónicos. Me sospecho que la mayoría de nuestros narradores han sido realistas por urgencias sociales, más muchas veces por requerimientos de una crítica autoritaria demasiado aduanera y funcionaria, aunque muchos de sus aduaneros no siempre funjan como funcionarios estatales de nada. Pero no nos confundamos: el realismo positivista y naturalista no cancelan la imaginación, necesaria para cualquier modalidad literaria que se asuma.
En cuanto a lo fantástico, lo maravilloso y el llamado realismo mágico, sí son presencias incuestionables en nuestra narrativa, como lo documenta Bruno Rosario Candelier en La imaginación insular (1983). En la línea de las ciencia ficción habría que mencionar a Enrique Tarazona, hijo (“La gloriosa fecha en que Marx fue convertido en Ganímedes”) y a Pedro Peix, específicamente con su monumental novela “El clan de los bólidos pesados” (2010) desafortunadamente poco comentada y leída como novela realista, cuando en justicia se trata de una imponente, transgresora y novedosa experimentación narrativa que muy bien se puede leer coherentemente como texto especulativo o de ciencia ficción. Ello, porque además de lo lingüístico y lo gráfico que la organizan-desorganizan morfológica y sintácticamente crean un mundo alterno de posibilidades interpretativas y significativas inmensas.
Ahora bien, en cuanto a un programa de escritura orgánico orientado a la ciencia ficción se refiere lo más representativo en lo que va de siglo XXI es el proyecto de Juan Julio Ovando Pujols (Azua, 1976) quien publica bajo el seudónimo de Odilius Vlak. Si no menciono al escritor puertorriqueño residente en Santo Domingo Pedro Cabiya es porque todavía nosotros, los cubanos, dominicanos, puertorriqueños, etc., seguimos aferrados a las identidades isleñas, cuya seña determinante sigue siendo el lugar de nacimiento. Quizás algún día esquizofrénicamente hablando seamos reconocidos como dobles, triples y otras multiplicidades y nos reconozcamos simplemente como “leños” de isleños y sin “anos” de cubanos, dominicanos y haitianos y sin “queños” de puertorriqueños.
Odilius Vlak ha asumido programáticamente una poética que se apoya en la ciencia ficción o literatura especulativa como norte y sus textos, especialmente “Descarga de meteoritos en la batalla del Diecinueve de Marzo” y “Juegoedrox platónicos”, entre otros, son el mejor ejemplo. La erudición suya, el manejo de tiempos y espacios superpuestos y la revisión de algunos mitos fundacionales del archivo de la identidad dominicana en sus conexiones con una cosmogonía-antropológica e histórica, entre otras instancias significativas, trastocan puntos claves del imaginario nacional y plantean una redefinición y actualización radical de la narrativa dominicana y de ese símbolo difuso que todavía seguimos llamando dominicanidad.
Pero muy a pesar de sus aspiraciones receptivas extraterritoriales me parece que Vlak, si muy bien por un lado cumple lo primero; la ciencia ficción que escribe no escapa paradójicamente a los matices de su dominicanidad, algo que es normal. Esto que indico fulgura en el manejo del español dominicano y el juego, a veces irónicos, con personajes y acontecimientos históricos considerados sagrados en el archivo de la identidad y la historia dominicana.“Descarga de meteóricos de la batalla del 19 de Marzo” me parece subversivo y demasiado realizado. Como lector ha sido uno de los relatos mejor logrados y provocadores a los que he tenido acceso en los últimos tiempos.
Palabras, expresiones, nombres de lugares y personajes históricos tales como “ofrézcome”, “mangulina”, “galipote”, “sancocho”, “mangú”, “a pedrá limpia”,“capicúa”, “trúcamelo”, “macuto”, “turpenes”, “chivo”, “chichigua”, “chata”, “la porra”, “gato entre macuto” “Azua de Compostela”,“Papá Liborio”, “Héctor Díaz Polanco”, “Los trinitarios”, “Antonio Sánchez Valverde”,“Eduardo Brito”, “Fradique Lizardo”, “Flérida de Nolasco”, “Antonio Duvergé”, “Pedro Santana”, “Vicente Noble”, “Junta Central Gubernativa”, “río Ozama”, “Fray Antón de Montesinos”, “Rafael Leónidas Trujillo”, “Edna Garrido de Bogg”, “Manuel Arturo Peña Batlle”, “Invasión de Cayo Confites”, “Vela Zanetti”, “Prats Ventós”, “mar Caribe”, “Av. George Washington”, “Macorís”, “cacicazgo de Maguá”, “Villa de Azua”, “cacique Caonabo”, “Batey”, “Pueblo Viejo”, “Batalla del 19 de Marzo”, entre otras referencias históricas, corroboran no solo una gustosa y amena intextualidad sino también una coherente narrativa especulativa con marcas y aroma dominicano.
Vlak quebranta y desobedece conscientemente la línea tradicional de la narrativa dominicana y se lanza a construir otro mundo posible basado únicamente en la ficción. Sus ingredientes y piezas para lograr cocinar sus narraciones evidencian que tuvo que apropiarse, a través del estudio y de muchas lecturas, de las poéticas de la ciencia ficción. En sus textos nada es casual, se trata de un diseño bien pensado y digerido sistemáticamente. Su trabajo no tiene nada de fortuito, en su praxis de escritura hay un programa y una agenda puntual.
En cuanto a la divulgación y circulación de sus textos, Vlak tuvo que recurrir en principio a la publicación digital y apostar a un lector virtual-mundial. Su primera publicación en soporte de papel (Crónicas de Ouboros) acaba de ser lanzada en Puerto Rico por la editorial La Secta de los Perros que dirige el escritor Rafael Acevedo. Es difícil saber qué recepción, si alguna, pueda tener al interior del campo crítico dominicano una obra narrativa como la que oferta Vlak.
Me temo, sin embargo, que las obras de ciencia ficción que se escriban y se publiquen en República Dominicana corran el riesgo de ser leídas por el sector de la crítica más intransigente con lo nuevo como textos alegóricos, hijos de un realismo mal asimilado, pasmado, ignorante e indigno. Ojalá me equivoque porque en contraste con la primera, al interior del campo crítico literario dominicano también hay un sector minoritario abierto a lo novedoso e innovador a tono con las manifestaciones artistas y literarias más impuras-contaminadas, diversas, retadoras y provocadoras que cada vez más demanda un mundo de mayores aperturas receptivas.
Más allá de la incipiente e ingeniosa praxis narrativa de Odilius Vlak, que es la que conozco, debemos dejar claro que el hecho de que nuestro país no tenga una tradición o un corpus narrativo de ciencia ficción eso no se traduce en que nuestra literatura sea inferior a otras literaturas. De hecho no lo es. En términos literarios lo único que esa ausencia revela es que tal vez, salvo los casos aislados, la ciencia ficción no le hizo falta hasta hace poco a la literatura dominicana. Yo no lo sé. Pero ya la tenemos y lo que nos corresponde como lectores es recibirla, consumirla y determinar su calidad. Creo que con esta experimentación programática, sistemática y metódica por parte de este talentoso joven que se ha autonombrado como Odilius Vlak y otros que se nuclean a su alrededor la narrativa dominicana entra y se expande conscientemente hacia una zona que en vez de debilitarla lo que logra más bien es diversificarla y fortalecerla.
(Compendio de la conferencia ofrecida en el Congreso de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica en el Caribe Hispano, llevada a cabo los días 3, 4, 5 de octubre de 2014, UPR, Puerto Rico)
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