Luz de julio
Pedro Mairal
Algo pasa con la luz de la ciudad en julio. No es esa resolana atómica de enero que enceguece, tampoco es la luz nítida de septiembre. En julio hay una luz amarilla, un sol oblicuo, que cae en ángulo de 45 grados y rebota en la vereda. Un contraluz constante, sin vertical de sol, sin cenit. Los rayos vienen hacia uno atravesando a los demás peatones, las mujeres tienen un aura rojiza y largan humo de frío, no se ven bien las caras cuando pasan. No hay mediodía, el sol está trepando o cayendo. Amanece de golpe y no deja de amanecer hasta que se hizo tarde y uno sale del trabajo y es de noche. El día se hace breve pero vale la pena la luz dorada de julio.
La vi por Reconquista, fui atravesando un río de gente inundada de luz, y atrás se veía la Torre de los Ingleses, al fondo, en Retiro. Esa torre aparece en las películas de Gardel, en Cuesta abajo, por ejemplo, cuando quieren mostrar que el personaje está de vuelta en Buenos Aires. Porque el Obelisco no existía en esa época. Gardel nunca vio el Obelisco.
Ahí estaba la torre y yo tenía que ir a grabar, para un programa, la celebración de la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas que el Regimiento de Patricios hace cada 5 de julio en el Convento de Santa Catalina. Aparecieron los soldados con uniformes antiguos. Tocó la banda. Dentro de la iglesia se narraron los hechos: las tropas avanzando, los ingleses que tomaron el convento, la reconquista.
Durante el café en el patio, ya fuera del ceremonial, saqué un par de fotos: un patricio hablando por celular, la luz atravesando las plumas de las galeras. Esa luz que atraviesa la historia, los períodos, los monumentos, las jefaturas. Nada la eclipsa. La luz de julio va a seguir estando.
(Perfil, 9 de julio de 2011)
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