sábado, 23 de julio de 2011

Una manera de vivir un desajuste


:: Martes de Eterna Cadencia ::
La ciudad y el deseo: un debate entre la convivencia de crónica y ficción
21-07-2011 | Gabriela Cabezón Cámara, Javier Sinay, Julián Gorodischer

A partir de la publicación de La ciudad y el deseo, de Julián Gorodischer, Gabriela Cabezón Cámara, Javier Sinay y el propio Gorodischer debatieron sobre la transferencia entre crónica y ficción.

Desgrabación: FP.

El martes pasado, debido a la publicación de La ciudad y el deseo. Guía gay de Buenos Aires, el nuevo libro de Julián Gorodischer que consigue llevar en un mismo registro la convivencia entre crónica y ficción, un panel con la participación Gabriela Cabezón Cámara (La Virgen Cabeza), Javier Sinay (Sangre Joven) y el propio Gorodischer avanzó sobre estos cruces. Lo que sigue son los momentos más destacados de la charla.

Gabriela Cabezón Cámara: El libro de Julián tensa los géneros, se propone como guía del mundo porteño de hoy, se propone como investigación y crónica, como periodismo, y en algún sentido es todo eso, pero en un sentido débil y lateral. Sí: se puede decir que es una guía porque efectivamente se desarrolla en escenarios que existen en la ciudad. También puede decirse que habla del mundo gay, porque efectivamente su narrador y la mayor parte de sus personajes son gays, pero recrea un mundo gay lateral porque es un mundo que está completamente despegado de los relatos homosexuales hegemónicos de los últimos tiempos: no se pasea de boda en boda, no está con parejas compartiendo hijos y perros, que es el modelo de los últimos dos años, ni tampoco por la fiesta orgiástica, que es modelo de los últimos ¿treinta, cuarenta?

Es una crónica de una investigación. O sea: es el relato de una investigación, pero de una manera creo yo muy débil, porque lo que hace Julián en este libro es una crónica de la subjetividad, de una manera de vivir un desajuste. Es gay, pero ya no es joven o sea que no entra en la orgía, busca el amor pero no encuentra ni un polvo como la gente, se sueña Shakespeare pero se siente un loser. Es una crónica del desasosiego, que creo que es el desasosiego de la mitad de la vida, que tiene antecedentes tan ilustres como los que todos ustedes recordarán, no sólo Petrarca sino Dante, cuando cuenta que la mitad de la selva oscura y se metió en un purgatorio. Daniel Molina hizo una lectura muy interesante de tu novela respecto del purgatorio. Yo creo que es un purgatorio que habla de la soledad, de la imposibilidad del encuentro, de la sordidez que el narrador le imprime a todo lo que mira, empezando por él mismo, y que a este purgatorio lo subyace un infierno que por lo que dice el libro parece tener que ver con la expectativa del padre y mi hipótesis de lectura es que el paraíso del libro es el libro mismo, el libro terminado, porque La ciudad y el deseo es sobre todo la crónica de un proceso de escritura.

Es un libro que usa los mojones de la guía, las técnicas de investigación de la crónica y algunos yeites del periodismo, como el andamiaje necesario para poder hacerse, pero ahí se acabó la crónica, se acabó el periodismo y todo lo demás es novela. De hecho, una cosa que me llamó la atención del libro es que ningún elemento paratextual dice lo que en verdad es, que es una muy buena novela. Un poco me daba para hacerle el chiste de la muerte no se atreve a decir su nombre. Acá, el amor lo dice todo el tiempo pero el autor no dice esto es una novela, y es una muy buena novela: felicitaciones. Y acá el compañero Sinay también tendrá lo suyo para decir.

Javier Sinay: La ciudad y el deseo tiene un doble juego con la crónica y la ficción, que empieza porque el narrador está en primera persona y porque el autor es un periodista. Creo que si Julián no fuera periodista, veríamos al narrador en primera persona pero no lo tomaríamos como si fuera un trabajo fiel a la realidad. Por ahí pasa una de las proposiciones de este doble juego. La otra es que cada itinerario, tomado por separado, no es una propuesta periodística, no busca –y acá disiento con las primeras líneas de Gabriela– investigar nada ni retratar gente interesante, sino más bien una rutina urbana. Pero viendo estos itinerarios todos juntos y bajo la forma de una guía, creo que ahí sí está la propuesta periodística, o que se acerca más a la realidad. Entonces todo el tiempo la crónica y la realidad están buscándose, atrayéndose y repeliéndose. Por otro lado, nosotros conocemos la crónica como un género híbrido que toma mucho de otros géneros y llegamos a un momento (ahora o desde hace un tiempo) de híper consagración de la crónica, en el que hay colecciones de crónicas y cronistas estrellas… y la crónica, que tomó tanto de otros géneros, devuelve. Este libro es un ejemplo en el que la crónica está devolviendo: está ofreciendo su forma para la ficción.

El cruce entre la crónica y la ficción me recuerda a las experiencias que se dan en una sección de la revista en la que trabajo. La sección se llama “En primera persona”, en la que el periodista hace un trabajo y después lo cuenta. Algunos de mis compañeros lo hacen de verdad, trabajan todo el día de eso. Yo no: lo hice dos veces, le hice entrevistas a algunos de los referentes de ese trabajo y después inventé un cuento en primera persona y bajo todos los parámetros de un relato sobre la realidad. En un punto es cercano al libro de Gorodischer, en eso de usar la estructura del periodismo para contar algo que no respeta siempre a la realidad.

Julián Gorodischer: Muchas gracias a los dos. Me gustó eso de lo que devuelve la crónica, porque mi intento en este libro es reventar géneros. Uno se podría preguntar por qué una guía: bueno, hay un innegable componente industrial, que es un compromiso con la editorial. Ahora bien: ¿cómo reventás el género guía para que la guía siga siendo verosímil? Fue uno de los desafíos que me planteó este libro porque realmente si los capítulos de este libro no tuvieran nombre de lugares, si las escenas narrativas no transcurrieran en esos lugares, si no hubiera fotos –que son fotos transgredidas, porque no ilustran los lugares, pero hay fotos–, si no hubiera un direccionario donde la gente se puede enterar cómo ir a esos lugares que aparecen no reseñados sino narrados, ahí ya estaríamos ante una estafa. Pero este libro no es una estafa porque ofrece una posibilidad de servicio.

Ahí es donde los géneros se vuelven a cruzar porque en vez de ofrecer una reseña descriptiva, ofrece una narración, y esa narración construye un efecto autobiográfico muy fuerte, que es donde podría introducirse el género crónica –de hecho Javier mencionó una experiencia de crónica biográfica, una especie de primera persona participativa–, pero que no tiene una coma de experiencia. En la génesis del libro hay procesadas vivencias, sensaciones, experiencias, anécdotas de escritores de la generación beatnik, como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs y los primos hermanos, como Henry Miller y Bukowski. Todas ellas rastreables a partir de diarios, cartas, entrevistas. Entonces la que aparece es una ciudad mitificada por la experiencia de gente que no tiene nada que ver con Buenos Aires. De esa cruza nace este engendro, este monstruo.

Ya me vinieron a decir algo que me dijeron con todos los libros: ¿por qué está en el estante de guías? Así como Orden de compra está en el estante de marketing y La ruta del beso en el de sexualidad. Nunca pude pegarla en la literatura. Siempre anduve por las zonas paralelas, por las zonas devaluadas o desprestigiadas, porque en las librerías no son las zonas centrales. Salvo la crónica, pero entonces me gusta lo que decía Javier porque me molesta el tema del apogeo de la crónica como corporación, con sus reglas unánimes y con su voluntad de homologar más que de diversificar. Una de las zonas que la crónica repele es la ficción. Hay un tabú y una zona en donde la crónica no diversifica que es la introducción de elementos ficcionales. Sí introduce, desde el nuevo periodismo a esta parte, técnicas y recursos de la ficción para narrar: el uso del diálogo, de la escena por escena, la rotación del punto de vista o el monólogo interior, peor no hay lugar para la invención, para la fantasía. Me pregunto por qué.

Javier Sinay: Yo creo que es porque está hecha por periodistas. Tenemos ese prurito. Nos educamos escribiendo sobre la realidad y cuando queremos hacer otra cosa tenemos que dejarlo claro, entonces no vamos a usar las mismas herramientas que usamos para contar la realidad. Entonces para diferenciarlo escribimos una novela contada con un personaje.

Gabriela Cabezón Cámara: Yo no sé por qué habría que decirle crónica a algo que es ficción, si total tienen tantos otros nombres, que no veo necesidad.

Javier Sinay: Lo que pasa es que la crónica es un híbrido. La base de la crónica periodística es contar la realidad, pero como ahora llegó a este momento al que nos referimos con “la corporación cronista”, se petrificó, es una caja. Por ahí esa caja ahora se puede rellenar con ficción, como hace Julián no sé si en todo el libro, o tal vez haya capítulos que son cien por ciento realidad. Para mí es interesante, hace un tiempo pensaba qué pasaría si se escribiera una crónica apócrifa, como los documentales apócrifos, creo que nadie hizo todavía una. Eso es interesante. Y esto también, aunque lo veo más personal que periodístico porque acá lo que hay, en diferentes escenarios, es una búsqueda personal y sensible.

Julián Gorodischer: La crónica de una subjetividad. Es una crónica hacia adentro, más en la línea de lo que uno puede encontrar en las crónicas de María Moreno. Por ejemplo en esa que se llama “Venecia sin mí”, que es un relato de Venecia desde el interior de un cuarto, en el cual lo que aparece son los miedos, las fobias. También los textos de no ficción de Daniel Link tienen algo de eso, o los textos de no ficción de Edgardo Cozarinsky. ¿Cuándo hay crónica? Cuando lo que es mayoritario es un texto es la experiencia, alguien que vive o ve cosas y las cuenta, que estuvo ahí.

Javier Sinay: También deberíamos preguntarnos qué lugar ocupa el periodismo en la crónica porque si partimos de lo real, se puede hacer crónica a-periodística, digamos, que le da lo mismo ser periodística o no. También es válido eso e incluso supongo que interesante.

Julián Gorodischer: La crónica es un género del periodismo.

Javier Sinay: Pero lo puede exceder también, se puede ir del periodismo.

Gabriela Cabezón Cámara: La crónica precede al periodismo. De alguna manera el viaje de Pigafetta en el barco de Magallanes es una crónica, las de Marco Polo son crónicas, la Crónica de indias de Garcilaso es una crónica y el periodismo no existía. De hecho se llamaban crónicas.

*

Javier Sinay: La crónica impersonal también es rica, hay buenas crónicas sin una primera persona, pero creo que hay que saber usar la primera persona.

Julián Gorodischer: Con este libro que es tan expuesto en relación al narrador personaje, que se desnuda, desnuda su alma –un alma pura, inadaptada, deshabituada– me preguntan si yo no me sentía muy expuesto en lo personal al utilizar una primera persona. La clave es justamente que no haya experiencia. Si bien me gusta pensar que este libro puede ser leído como una crónica, que de hecho puede porque transcurre en escenarios reales y hay mucha mirada, pero me parece que no tiene nada de crónica.

Javier Sinay: Yo lo leí todo como si fuera real.

Julián Gorodischer: Pero si te revelo la trama autoral, no tiene una coma de experiencia. De hecho el capítulo de Megatlon Núñez originalmente correspondía a una escapada a Río de Janeiro y el capítulo de San Isidro, a una escapada a Gualeguaychú, que después como rompían con el verosímil de la guía. ¿Por qué una guía de Buenos Aires va a tener dos escapadas tan arbitrarias como esas, si bien son dos ciudades gay bastante reputadas? No tenían sentido. Entonces esa mera trasgresión de cambiar los lugares ya habla de la posición que toma este libro con respecto a lo real y a la experiencia. Ese permiso de narrar ese falso yo, esa falsa biografía, es lo que protege al autor en algún sentido. Con respecto a la pregunta, coincido con Javier en que no necesariamente una crónica tiene que corresponder a una primera persona, pero la realidad es que solemos verla más frecuentemente que otras, quizás porque la mirada requiere un yo muy marcado, un punto de vista muy asumido.

Gabriela Cabezón Cámara: Porque para hacer periodismo de autor los medios te obligan a la tercera omnisciente. Una manera de distinguirse es hablar en primera. Si la columna de política de apertura de un diario empezara con: “cuando entré al bar y lo vi a Aníbal Fernández, dije qué raro este chabón” sería muy…

Julián Gorodischer: Sí, o una primera de personaje también, justamente una rotación de punto de vista en la cual, aunque no haya una primera persona de personaje, sea el personaje el que mira y cuenta. Ese ejercicio me parece incluso más desafiante que una primera persona de un autor.

Gabriela Cabezón Cámara: Una primera persona de un personaje en la literatura se llama narrador.

Julián Gorodischer: Un narrador personaje.

Gabriela Cabezón Cámara: Claro, un narrador, un narrador es un personaje.

Julián Gorodischer: Puede ser un narrador omnisciente.

Gabriela Cabezón Cámara: Es un personaje también.

Julián Gorodischer: No necesariamente.

Gabriela Cabezón Cámara: A mi juicio sí.

Julián Gorodischer: Puede ser un narrador que sobrevuele a los personajes, por ahí se va acercando a uno, salta a otro…, se pone a préstamo.

Javier Sinay: Creo que la gran diferencia de este relato con una crónica entendida como periodística es que no hay una intencionalidad periodística. Vuelvo sobre ese punto porque creo que ahí está la trampa. Si hubiera sido algo totalmente real, lo habrías hecho en tu rol de periodista, con más datos…

Julián Gorodischer: Sí, pero por qué tiene que haber campos de injerencia del periodismo. ¿Por qué el periodismo no se puede ocupar de una subjetividad, de una conciencia, de un mundo interior que básicamente son los temas de este libro? Más que ocuparse por el entorno y por los escenarios, el libro está preocupado por cómo miran esos dos personajes, o ese personaje bicéfalo, esos ámbitos. Quizás es lo que más puede interesar de una guía de este tipo: ofrece un acercamiento a determinados ámbitos no con el tono neutro de la guía tradicional, sino desde un punto de vista muy marcado, pero también es la pelea por ablandar, erosionar eso que supuestamente es de interés periodístico y hacer de esas zonas más marginales para el periodismo o esa zona de descarte, lo más importante.

Javier Sinay: Sí, pero no sé si es periodismo. Tampoco quiero sacralizar el periodismo…

Gabriela Cabezón Cámara: Pero a ver, una crónica de una subjetividad con referencias geográficas claras puede ser el Ulises de Joyce. ¿Periodismo? A mí me parece que no. [Al público] ¿Ustedes qué opinan?

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