miércoles, 22 de junio de 2011

Constelaciones de Sagasti

:: Entrevistas ::
Constelaciones
22-06-2011 | Luis Sagasti

Luis Sagasti habla de Bellas Artes (Eterna Cadencia Editora).

Por Patricio Zunini.



Hay ciertos libros que se resisten a nuestro deseo clasificar, al intento de ubicarlos en un estante de la biblioteca. Son pocos: muchos menos de los que habitualmente reciben el adjetivo de “inclasificable”, ese adjetivo que a fuerza de repetición va perdiendo significado. Pero si debiéramos hablar de uno de ellos, sin dudas, ese sería Bellas artes de Luis Sagasti.

Sagasti concibe universos en un puñado de páginas. Recoge hechos aparentemente independientes y, acorde con los tiempos de internet –“vivo en una suerte de estado de zapping”, dirá Sagasti– encuentra correlaciones impensadas pero completamente lógicas. De esta manera, el cura brasileño que buscó romper el récord de permanencia en el aire por medio de globos de helio se vincula por una fuerza oscura con Host Rippert, el alemán que derribó a Saint-Expuréry, y luego con artista Mariana Abramovich cuyas performances tienen resonancias con El grito, el famoso cuadro de Munch. Así como “hay un ilegible haiku gigante inalterable arriba de nuestras cabezas cada noche”, cada cuento (¿cuento? ¿capítulo? ¿ensayo?) de Bellas artes hilvana una constelación que nos exige interpretarla.

De paso por Buenos Aires (vive en Bahía Blanca), hablamos con Luis Sagasti de Bellas artes:

—¿Estás loco o sos un genio?

—[Se ríe y hace un largo silencio] Si termino la respuesta ahí, con la carcajada, suena muy zen. Voy a responder lo obvio: ni una cosa ni la otra; al margen de que están muy desvirtuadas esas dos palabras. Sé a dónde apuntás: yo vivo en una suerte de estado de zapping o de ventanas de windows que se abren cuando escribo —y cuando doy clase: me voy por las ramas, mis alumnos me lo hacen ver, se divierten—, pero uno se va por las ramas porque el árbol es frondoso. A veces cuesta ver dónde está el tronco, me ocurre que muchas veces no sé muy bien qué quiero decir y termino expresándolo de la forma que me sale en el libro, siguiendo una intuición. Como en este texto no hay un pensamiento lineal, uno piensa que “este tipo está un poco chiflado”. Me interesa mucho establecer relaciones entre cosas que no las tienen inmediatamente. Puedo encontrar cosas que vibran en la misma frecuencia y aunque no tenga en claro cuáles son las frecuencias.

—Hablemos del título del libro: ¿por qué Bellas artes?

—En primer lugar porque tiene que ver con los procesos creativos o con aquellas situaciones que permiten que haya procesos creativos, como los estados de caídas, como la obra de Vonnegut. En el libro aparece un montón de artistas que no son muy conocidos —al menos para el gran público— y, más que analizar la obra, me interesaba ver bajo qué circunstancia la producían arte. No tanto qué los inspira, porque en verdad no se habla de eso, sino qué es lo que permite el proceso creativo.

—Se me ocurre que la mejor reseña del libro es su portada: hechos o situaciones conectados de una manera impensada aparentemente azarosa pero sumamente lógicos.

—Hay una lógica interna, puntos de contacto. Quedan formadas constelaciones. Si sabés leer las constelaciones (yo no sé) se supone que te guían a buen puerto. A mí me salieron las constelaciones: pero no sé a qué puerto llevan. Cuando me preguntan “¿de qué trata tu libro?” parezco un imbécil: gente que se pierde, que se cae, que escribe haikus… Muchas veces me acontece el tener intuiciones, tener alguna clase de pensamiento borroso, y en la literatura —o al menos en esta forma de la literatura— encuentro la manera de expresar esas cosas que me conmueve aún sin tener la forma precisa. Es algo como me ocurre con la poesía del Indio Solari: muchas veces no sé qué mierda quiere decir, pero funciona. Y tal vez él tampoco lo sepa, pero hay un todo que es muy verosímil.

—En la primera respuesta dijiste que vivías en una especie de estado de zapping. Siento que Bellas artes es un “libro hecho en tiempos de internet”. Con el avance dado a partir de digresiones (pero no como una historia interrumpida por digresiones, sino que se avanza desde esas digresiones).

—De hecho, muchas de estas cosas surgen de navegar en internet. A veces tengo media hora, una suerte de espacio lúdico, y empiezo a pavear. Es interesante cómo una cosa te lleva a otra, se te ocurre otra, después otra que te olvidás… Así fui encontrando cositas. Algunas me habían llamado la atención que no fueran trabajadas. El verano pasado leí un artículo en Página/12 de Saccomanno sobre la poesía de Ungaretti que me encantó. Inmediatamente vi la obra de Wittgestein y pensé que tenía que haberse trabajado, es algo muy cercano. Y no: por lo menos hasta dónde yo miré, no. Pareciera que hay ideas que tuvieran una suerte de fuerza gravitatoria y atraen a otras hacia la misma zona. Estás viendo algo y pensás: a ver si hay alguna relación con Yuri Gagarin… ¡y sí la hay! Hay veces que no se arma nada, pero hay una suerte de intuición, de corriente —no sé cómo llamarlo— donde hay unos conceptos dando vuelta.

—Decís intuitivo, pero ¿hay un norte en las digresiones? Pienso en por ejemplo el ensayo sobre arte que comienza con el cura brasileño que se pierde en la silla de globos y llega a la artista Mariana Abramovich.

—Todo empieza así: tengo unos amigos que son muy buenos poetas, Sergio Raimondi, Mario Ortiz, el Negro Díaz. El Negro Díaz tiene un blog y cuando se había perdido el cura con los globos empecé a escribir algo para mandársela porque me alucinó la historia. Pero entonces encontré que también se había volado el chancho de Pink Floyd y ahí se disparó todo. No sé cómo surgió Mariana Abramovich: una idea te lleva a otra. Además había un concepto que quería desarrollar que es lo de haikus y la percepción inmediata, algo que tenía en la cabeza hace un tiempo. Tenía algunas ideas que encontraron ahora el lugar justo.

—Hay un momento en que los datos comienzan a tener como una respiración propia y uno empieza a tratar de entablar nuevos nexos.

—Cuando estaba releyendo las pruebas de imprenta vi que había cosas que tendría que haber relacionado por otros lados. En verdad son estrellas, uno puede armar diferentes constelaciones, se puede armar una suerte de Rorschach. Me interesaba esbozarlo, no ser explícito. Por ejemplo: lo que le pasa al protagonista de Matadero 5 y lo que le pasa a Beuys, ¡caramba!, es muy parecido. Poné uno al lado del otro, no digas nada, y que el nexo corra por cuenta del lector. Esto es lo que aprendo de mis amigos poetas. Su poesía consiste en colocar cosas, ideas, objetos, en cercanía para que vos hagas la relación. Acerca de la respiración, siempre me han interesado muchísimo los aspectos musicales de los textos, tiene que haber música, es vital. El riesgo es caer en un cantito, es muy fácil caer. Trataba de trabajar de diferentes formas, sincoparlo, sencillamente porque encuentro mucho goce cuando leo algo así en castellano. Me interesa cuidar el lenguaje, encontrar la palabra justa; es como un trabajo de orfebre. Incluso cuando busco el orden de los bloques. Esas escenas de montaje eran muy interesantes de hacer. Me sentía como una suerte de director de cine. A mí me divierte escribir, no concibo la escena del escritor sufrido. Sí, creo que hay un poco de sufrimiento, pero la onda de que no sea lúdico, que escribir sea una cosa tortuosa tipo Sábato, no.

—En cuanto a los hechos que se mencionan conviven los de la alta cultura con otros más populares: ¿se debería leer como una toma de posición estética o académica?

—Si bien puede haber material como para una postura académica, como lo de Wittgestein y Ungaretti, yo lo veía por el lado de emparentar cosas que tienen la misma resonancia. Que sea heterogéneo, que haya cosas de la alta cultura con cosas más populares —o “con menos espesor intelectual”—. Es parte de uno: yo puedo ver tanto Bergman como a Indiana Jones, o ver Doctor House y leer a Bolaño. Hay productos de la alta cultura que me embolan —o que “no fueron escritos para mí”— y al revés. Mi límite para abajo es la cumbia, y para arriba, nunca pude con Rayuela. No sé si es lícito llamar alta cultura y baja cultura; uno se nutre de sus propios gustos que no tienen ninguna regla. Hay cosas que tienen que ver con mi crecimiento, con la banda de sonido de ciertas emociones. Creo que la gente que aparece en el libro depende básicamente por el gusto.

—¿Los datos que aparecen en el libro son ciertos o en algún momento permitís la ficción?

—El 95% es todo verdad.

—En el libro muchas veces aparecen los haikus. ¿Cómo relacionás el libro con los haikus?

—De un golpe de vista comprendés todo el sentido del haiku. Me parece que en los procesos creativos ocurre algo semejante: tenés la intuición de la cosa que luego se desglosa, se desparrama y termina siendo lo que es. El mundo siempre está partido en dos: el mundo celeste y espiritual y el mundo terrestre se unen por el rito que los amalgama; la base empírica y la zona teórica y la ciencia se unen por el método; el mundo de las ideas y el mundo sensible se unen por la teoría filosófica. En el arte ocurre lo mismo: tenés la intuición, algo que no sabés cómo se expresa y tenés el producto terminado. El proceso, que está en el medio termina, de construir esa totalidad. El mundo siempre está dividido, nosotros tenemos estrategias discursivas para volver a construir una amalgama: la religión, la ciencia, la filosofía y el arte. Quizás haya más. Con respecto al haiku, está por un lado esa idea, ese golpe de vista, ese momento poético, esa densidad que se capta en un instante y luego está la obra terminada que apenas es un reflejo de aquello. Tiene que ver con aquello que te construye como un ente singular, que te hace una luciérnaga. Creo que Bellas artes es una indagación sobre eso. En verdad es una nostalgia de cuando uno era chico y percibía el mundo como un todo amalgamado y el tiempo quedaba afuera. Cuando el mundo brillaba. Las luciérnagas se ven de chico, de grande ya no.


Tomado del blog de Eterna Cadencia

3 comentarios:

Laura Ponce dijo...

Muy buena la entrevista y ¡esa frase final!
Comparto el post en facebook :-)

mundocolito dijo...

Que grande Sagasti. Les comento que Luis tenía un programa de radio en una FM local ( soy Bahiense), que se llamaba " Maldición llego el verano" y era una especie de " La venganza sera terrible" de Dolina, pero local, de exelente calidad que nos hacía mear de la risa todas las noches. El tipo, ademas de culto, es un muy buen humorista

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

Yo no lo conozco, me llamó la atención y voy a buscar el libro

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...