Eugenia sale embolada de Didáctica Especial. No es la única: sus compañeros hablan de "didactonta" y cuentan anécdotas trágicas. Lo mismo me pasaba en el profesorado y en las malditas prácticas.
Me quedo pensando que es un bajón pero que, en realidad, está muy bien que "joda" ser docente, que una no encuentre del todo su lugar, la función exacta de su vocación ni de su trabajo, su función social ni su relación con la materia adorada y poco trasmisible.
Creo que lo malo es que los docentes llegan a un punto de sus vidas en que se creen completamente conformados como docentes, cuando ya no tienen dudas, cuando ya no se enojan ni con los colegas ni con los alupnos ni con el sistema. Llega un punto en que su esencia de docente parece completada, redonda, sin conflictos y es ahí cuando todo empieza a decaer, cuando creemos que estamos sobre un pedestal que merece ser admirado, cuando usamos demasiadas oraciones en modo imperativo y un tono de voz permanentemente exclamativo.
Es que la docencia es un lugar de poder tan fácilmente conseguible y conservable que tienta, que logra que todo aquel que no ha percibido en sí mismo la necesidad de terapia psicológica, se crea dueño de un "puesto" que repara sus falencias más primitivas.
Qué feíto. Por eso es bueno que Euge sufra, porque mientras sufra y busque estará en marcha y no subida al pedestal de cemento que clava los pies y no deja buscar nada más interesante que demostrarle a los demás lo irremplazable que es nuestra "didáctica" palabra.
2 comentarios:
Qué hermoso consejo :-)
Yo ya me quiero salir y me tranquiliza dejar buenos continuadores...
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