Las escritoras argentinas están (casi) siempre a la cabeza de los premios más importantes del mundo. Gabriela Cabezón Cámara, la más barroca de las narradoras locales, con una lengua que desafía las convenciones y cuestiona las perspectivas que intentan destruir las diversidades, ganó por unanimidad el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2024, dotado de 10.000 dólares, con Las niñas del naranjel. Allí,  por medio de la reescritura de la vida de Catalina de Erauso, una monja que también fue alférez, “consigue dotar de una nueva fuerza imaginativa y simbólica a la novela histórica que relata los discursos y las violencias que gestaron el Nuevo Mundo”, según planteó el jurado de esta edición. La novena autora argentina en obtener este galardón, que reconoce el trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano, recibirá el premio el miércoles 4 de diciembre en la 38° Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

Las niñas del naranjel es una trama volcánica y de una belleza perturbadora que sobrevuela la violencia en tiempos de la conquista de América. Antonio -que nació como Catalina de Erauso, la legendaria Monja Alférez que escapó del convento en el que permanecía recluida para enrolarse en una misión a América vestida con traje de soldado- huye en la selva con dos niñas guaraníes, Michi y Mitãkuña, indómitas en su curiosidad y cuyas preguntas incisivas lo obligan a reconocer las cicatrices profundas de una tierra devastada por la avaricia colonial. En esta fuga los acompañan dos monos que las niñas bautizan con el nombre de Tekara y Kauru ("caca" y "pis" en guaraní), una perrita llamada Roja, la yegua Orquídea y su potrillo Leche. La novela premiada alterna una voz en primera persona, la de Antonio, que le escribe una carta a su tía, priora del convento del que se fue siendo novicia, en la que le cuenta las peripecias de su travesía en una lengua que remeda lo que podría haber sido la lengua del Siglo de Oro Español, con una tercera persona que registra la convivencia de Antonio con las niñas y los animales.

El jurado integrado por Ana García Bergua, Diana Sánchez y Emiliano Monge ponderó que “la novela dinamita el relato conocido que se escribe desde la experiencia de lo viril al incorporar una voz que atiende a la sensualidad y hostilidad del paisaje, las ambiciones y temores de los personajes, así como a la corrupción de los cuerpos que, sin prejuicios, describe Cabezón Cámara de manera directa y con maestría”. También hizo especial hincapié en que la narración “explora una cadencia fabulosa en la combinación del español con el guaraní y los barroquismos teológicos del siglo XVII, para gestar con un ritmo particular un lenguaje único”. El jurado destacó que la autora de Le viste la cara a Dios  abraza el bastardismo que da lugar a América, arrasa el antropocentrismo y devuelve a la naturaleza su erotismo sin el exotismo colonizador”. Y además consideró que la obra ganadora “es un ser vivo que respira, se derrama y se pudre para dar nueva vida, devolviéndonos la certeza de que también somos eso: algo vivo que pertenece a algo más grande”.

Cabezón Cámara (Buenos Aires, 1968), activista feminista y socioambientalista, está muy emocionada. “El premio es mexicano, de un país que amo por su fuertísima cultura amerindia, entre otras cosas, y lo voy a recibir en la Feria del Libro de Guadalajara, una feria muy hermosa y muy grande, de gran peso en toda la región de lengua castellana”, dice la escritoraEs autora de La virgen cabeza (2009), Le viste la cara a Dio(2011) , Romance de la Negra Rubia (2014) -novela que integra la colección Biblioteca Soy de Página/12- y Las aventuras de la China Iron (2017), reescritura del Martín Fierro en clave feminista, poscolonial y LGTBQ+ (con la que llegó a ser finalista del premio Booker Prize en 2020, un reconocimiento que la puso en el radar internacional). La escritora recuerda que el premio que acaba de ganar lleva el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, “una escritora que tuvo que travestirse de monja para poder ser quien era: una escritora y pensadora inmensa”. Sylvia Iparraguirre, Ana Gloria Moya, Tununa Mercado, Claudia Piñeiro, Inés Fernández Moreno, Perla Suez, María Gainza y Camila Sosa Villada son, además de Cabezón Cámara, las escritoras argentinas que han recibido el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz.

Este año ganó también el Premio Ciutat de Barcelona en Literatura en lengua castellana por Las niñas del naranjel, una novela que forja una nueva gramática amorosa, donde el cine de Miyazaki, los rezos en latín, el euskera y el guaraní reconfiguran la métrica del Siglo de Oro, un homenaje singular a las voces históricamente silenciadas. “Me parece urgente arrasar con el antropocentrismo y gozar del erotismo de la naturaleza de la que somos apenas una partecita: somos carne de la carne de la Tierra”, afirma Cabezón Cámara a Página/12. En cuanto a abrazar el bastardismo, la escritora no duda en señalar que “ni siquiera le daría lugar a la idea de la legitimidad como cosa otorgada por un padre”.

“La legitimidad es nuestra; de los pueblos amerindios es la legitimidad. De toda la hermosa humanidad que resiste la colonización -subraya la escritora-. Y ahora estoy hablando del presente, del extractivismo feroz que nos transformó en territorio, y gente, de sacrificio. La derecha asume como bandera que somos sacrificables; quieren arrasar con todo, el agua, la tierra, lo que es más necesario para la vida, incluidas todas las manifestaciones de la cultura”. Cabezón Cámara advierte que “nuestra cultura es fuerte” y que no es producida por una élite burguesa únicamente. “Este libro argentino que está recibiendo un premio internacional, por ejemplo, existe porque existe la educación pública; fue escrito por la hija de un empleado de comercio y una obrera textil. Esto es la cultura argentina: un fenómeno interclases. Vamos a pelear para que siga así. ¡Peleemos, camaradas!”.