jueves, 31 de marzo de 2011

42

Cumplí 42 años. ¿Por qué a alguna gente le parece tan raro que yo lo diga así no más y a mucha honra? ¿Por qué les cuesta creerme que estoy mejor que hace 10 años, que no quiero volver a los 17 ni tener 25?

sábado, 26 de marzo de 2011

Son trasparentes. Están por donde se mire. De a cientos

Diario de un naturalista (fragmento)


Valeria Meiller



8 de Junio

Días soleados sobrevinieron a la nevada. Días serenos y sin viento.
Antes hubo que abandonar la casa, el tambo, el paridero.

Las madres están por todas partes. Hechas una lágrima
parecidas a sus hijos.

Compruebo el aumento
de estos últimos día tras día. Se han convertido
en una de las especies más comunes.

9 de Junio

Tierras incultas. Lugares de procreación.
Son trasparentes. Están por donde se mire. De a cientos
prendidos a la teta como un insecto chupador.

10 de Junio

Hoy nacieron dos. Un niño y una niña.
Lloraron como un barril de pólvora.
La calma llegó cuando los acostaron juntos.

Ya saben voltearse sobre la hoja que oficia de cuna.
Sus hábitos
me recuerdan a los de ciertos insectos.

11 de Junio

El padre de la niña menciona venados y toros.
Me ha asaltado una pregunta:
¿Puede una escala inferior estar dotada de ira?

12 de Junio

Esta mañana el padre escaló un árbol con la niña al cuello.

He recordado algo del libro de los profetas. Mi herencia es para mí
como un pájaro jaspeado; los pájaros en derredor están contra él.

13 de junio

Esta madrugada, el suelo parecía una laguna de sal.
Una lámina fría del espesor de un vidrio.

En el trascurso de la mañana
se erizó una escarcha picada y blanca. Los caballos
sacudieron las patas toda la noche y tres niños
intentaron patinar sobre las suelas.

14 de junio

Toda la tarde sobrevuelan libélulas.
Los niños se acodan en las ventanas para ver.


La última vez que lo vimos dormía repiten
los hermanos a la pregunta de la madre.

Un niño dormido sobre el pasto
cuando despierta dibuja
los colores que flotan en el bebedero.

Otro niño dormido sobre el pasto
cuando despierta recuerda
haber soñado que llovía.

El Último niño dormido sobre el pasto
cuando regresan los demás niños no aparece.



Tomado de http://laseleccionesafectivas.blogspot.com/2008/06/valeria-meiller.html

Como Sylvia Plath

Delfina Muschietti




Como Sylvia Plath
recién casada
a quien Sue Weller visitó en Londres
y encontró "deambulando por la casa
con la cara llena de lágrimas";
como Mariela, la chica de 15 años que vino de
Entre Ríos a trabajar con la familia
y yo encontré a las nueve de la mañana
la mano en la esponja llena de
CIF y lavandina,
lavando el baño
con la cara arrasada en lágrimas;
como yo misma cuando bajaba
los escalones del hall
del edificio de la calle
Maipú y encontré a mi hermana
que venía a visitarme y
ella me vio, herida, saliendo de la casa
apurada
con la cara arrasada en lágrimas:
y hablándome
con cierto temblor compasivo
comprendió enseguida todo el cuadro.

La tragedia de no haber
nacido para eso.

viernes, 25 de marzo de 2011

Ocupados

"El que no está ocupado naciendo está ocupado muriendo."


Bob Dylan

Lo mejor y los perros

"Lo mejor siempre está por venir, es lo que me explicaron. Ocúpate de tus cosas, serás un rey si los perros corren libres."


Bob Dylan

Él a mí

"Acepto el caos. Pero no estoy seguro de que el caos me acepte a mi.”


Bob Dylan

Él es una mujer


Cate Blanchett impacta en Venecia con su interpretación de Bob Dylan


Cate Blanchett impacta en Venecia con su interpretación de Bob DylanLa actriz Cate Blanchett se ha ganado a toda la crítica por su veracísima interpretación de Bob Dylan en la película I'm not there. En la cinta, presentada hoy en el Festival de Venecia, varios actores ofrecen diferentes visiones del legendario artista norteamericano, bajo la batuta del realizador Todd Haynes (responsable de películas como Velvet Goldmine o Lejos del cielo).

La película ha gustado por su valentía narrativa, por la sorpresa de su apuesta y su planteamiento y ha sido aplaudida casi unánimemente por los medios desplazados a la Mostra. Varios de los actores han gustado especialmente, como es el caso de Christian Bale y Heath Ledger, pero ha sido Blanchett con sus gestos -miméticos a los de Dylan- y su matizadísima voz la que ha dejado a los críticos con la boca abierta. Más de uno ha pedido ya el premio a la Mejor Actriz para ella.

Pesquisa de una identidad abstracta, elusiva y camaleónica

"I'm Not There". Bob Dylan nunca estuvo ahí





Por Carlos Reviriego


Desde los primeros instantes de I’m Not There, cuando la cámara reemplaza a Bob Dylan caminando hacia el escenario, el magnífico film de Todd Haynes toma por propósito inmiscuirnos en el caos y la genialidad que palpitan bajo la piel de Robert Zimmerman. Más allá del excelente empleo de la música para puntuar los significados sumergidos de cada tema (algunos como Positively 4th Street, Ballad of a Thin Man, Moonshiner y Blind Willie McTell recuperan su sentido preciso en yuxtaposición con las imágenes), I’m Not There en realidad no trata en ningún momento de ahondar en el proceso creativo del artista, sino en su pesquisa de una identidad abstracta, elusiva y camaleónica. Es decir, en las máscaras que Dylan ha ido colocándose a lo largo de su carrera para que no viéramos a Zimmerman. Bien como el impostor de Woody Guthrie (Marcus Carl Franklin) o el espíritu reencarnado de Arthur Rimbaud (Ben Whishaw), bien como profeta, trovador y predicador del alma (Christian Bale), como outlaw solitario (Richard Gere), marido imposible o estrella mediática (Heath Ledger), la identidad inaprensible del artista es el gran tema dylaniano y por tanto el núcleo del film de Haynes, un versado dylanófilo. Con buen criterio, el objetivo que se propone Haynes no pasa por simplificar esa complejidad y retratar la vida y milagros del “hombre detrás de su música”, sino por ponerla en evidencia tomando la forma de un criptograma audiovisual con imágenes que recrean, reescriben, reinventan, comentan o remiten a otras imágenes firmemente ancladas en el imaginario visual dylaniano.



Pionero ejemplar de la cultura moderna y el universo pop, Dylan ha forjado su leyenda tanto con su obra como con su imagen. “El cine debe detener el tiempo”, dijo en una ocasión, hermanando así su vertiente cinematográfica con su gran aspiración como artista, que no es otra que la promesa de la eternidad. Una de las primeras imágenes en movimiento que se conoce de Dylan nos traslada a sus días de bohemia en el Greenwich Village neoyorquino. Como un gato callejero o un ángel caído, un imberbe de mirada hambrienta desciende desde la parte superior del plano a una calle donde descansa una guitarra en su funda. Martin Scorsese “sacraliza” ese momento en su canónico documental Bob Dylan: No Direction Home (2005). El magnetismo que ha ejercido su aspecto fue, de hecho, antes que su música, el motivo por el cual D. A. Pennebaker aceptó la propuesta de seguir a Dylan durante su gira británica en 1965. De aquella primavera saldría una de las piezas fundacionales del Direct Cinema, Dont Look Back, retrato del joven artista que ha ejercido una enorme influencia desde entonces, y en cuyo arranque musical con Subterranean Homesick Blues quedó determinado el nacimiento del video-clip bajo la bendición de Allen Ginsberg. Dylan se lanzó poco después a su primera tentativa tras la cámara. Filmada con el mismo “equipo Pennebaker” de Dont Look Back, al que Dylan bautizó como ‘The Eye’ –“fuera donde fuera, hiciera lo que hiciera, siempre los tenía en mis talones”–, Eat The Document es la respuesta de Dylan a la cadena ABC cuando le dio carta blanca para grabar su gira europea de 1966. “Si quieren la verdad, la tendrán”, pensó Dylan, y el film arranca presentando sus credenciales: un plano bastante obvio de que Bob Dylan y Richard Manuel acaban de esnifar cocaína encima de un piano. Como si fuera el positivado en color de Dont Look Back, el film es un arrebato de cortes y de imágenes de la gira en un montaje tan convulso como el período que retrata, cuya estructura aparentemente anárquica y su molde abstracto merecen un lugar nada desdeñable en la tradición del underground experimental norteamericano. Además de abrirnos la puerta al asiento trasero de un coche que pasea por las calles del swinging London con John Lennon manteniendo la compostura frente a un Bob Dylan desfallecido.



Pero la traducción en imágenes de su visión musical, única para ensamblar sin fricción lo narrativo y lo conceptual, quedará perfectamente ilustrada en su monumental experiencia cinematográfica Renaldo y Clara (1978). Película semiimprovisada a lo largo de la multitudinaria gira Rolling Thunder Review, en ella Dylan da rienda suelta a su lado más bohemio en un recorrido por Estados Unidos con una troupe de amigos entre los que se cuentan Allen Ginsberg, Joan Baez y Sam Shepard, a quien invitó a la fiesta para escribir el guión del film. Tomando como único punto de partida las dos películas preferidas de Dylan (Les Enfants du Paradis, de Marcel Carné y Tirad sobre el pianista, de François Truffaut), Renaldo y Clara avanza debatiéndose entre la ficción y el documental, con un Dylan interpretado por el sosias Ronnie Hawkins mientras él se oculta bajo la máscara de Renaldo y se confronta a sí mismo con su mujer Sara Lownds y su amante Joan Baez, encarnadas en I’m Not There por Charlotte Gainsbourgh y Julianne Moore respectivamente. “Esto se está convirtiendo o bien en el peor melodrama del mundo o en la mejor confesión cara a cara que se ha filmado nunca”, escribió Shepard en su diario de aquella gira y aquella película. Entre la comedia dell’arte y el western musical, excesiva, abstrusa, circense, fascinante, engorrosa, pero absolutamente honesta, el montaje inicial de cuatro horas de Renaldo y Clara, un absoluto fracaso comercial, ha adquirido tintes de culto cinematográfico que, junto a Eat the Document, se cuenta entre las rarezas fílmicas más deseadas del universo rock.



En su papel de Alias para el western de Sam Peckinpah Pat Garret & Billy the Kid (1973), Bob Dylan ya había configurado algo de la estética Renaldo. “¿Cómo te llamas?”, le pregunta Garret/Coburn en un momento de esta insuperable elegía al viejo Oeste americano. “Esa es una buena pregunta”, contesta Alias/Dylan. Y es que la identidad dylaniana ha sido la gran pesquisa de todo aquel que se ha enfrentado al estudio de su poliédrica obra. Sobre esa identidad múltiple y fragmentada, que apuesta “por la refracción más que por la condensación”, como escribió Todd Haynes a Dylan en su carta de presentación, se estructura I’m Not There. Y es que cuesta pensar que el mismo Dylan que puso música y rostro a la obra maestra de Peckinpah también lo hiciera quince años después en Hearts of Fire (1987), un producto sonrojantemente ochentero dirigido por Richard Marquand en el compartió plano con Fionna y Ruppert Everett. Su interés a día de hoy (si es que alguien puede encontrar la película) puede hallarse en el juego de espejos que propone, con Dylan colocándose en la curtida piel de una estrella del rock retirada que se ve a sí mismo en el famoso concierto de Bangladesh, la película auspiciada por George Harrison cuya intepretación de Dylan (su regreso a los escenarios tras el accidente de moto con el que abre Todd Haynes su film) compite en intensidad y magnetismo con la registrada por Scorsese en el imprescindible El último Vals (1978), donde según Robert Robertson aparecía sobre el escenario como “un Jesucristo con sombrero blanco”. Así es.



Dylan también interpretaría a una vieja gloria musical, sarcástica y enmudecida, en la inclasificable Masked and Anonymous (2003), una excentricidad escrita por el propio Bob Dylan y por Larry Charles, director de la cinta. Dylan se parapeta bajo el seudónimo Sergei Petrov (un actor del cine mudo), mientras Charles, viejo guionista de Seinfield, lo hace bajo el falso nombre de Rene Fontaine. El guiño al bizarro destino que Dylan introduce en el film queda inscrito en el nombre de su personaje, Jack Fate, quien al arrancar la historia es liberado de una mugrienta cárcel de un simbólica república bananera para encabezar el cartel de un concierto benéfico organizado por una viperina promotora (Jessica Lange) y un conspicuo y sudoroso manager (Johnnie Goodman). Aparte de varias interpretaciones intensas y radiantes (de Dixie, de Cold Irons Bond), esta fábula sobre la mística de Dylan le permite organizar el enésimo enmascaramiento de su leyenda, especialmente en una estrafalaria escena en la que el músico se retrata a sí mismo como una estatua silente ante las preguntas del agresivo periodista Jeff Bridges. A pesar de su cultivado misticismo, de la disparatada relación con la prensa que ha mantenido a lo largo de su carrera (véanse la entrevista con el periodista de Time incluida en el Dont Look Back o la memorable rueda de prensa en San Francisco, 3.12.1965, que Cate Blanchett estudió a fondo para componer su avatar de Dylan en I’m Not There) por entonces Martin Scorsese sí logró arrancarle cuatro palabras para Bob Dylan: No Direction Home (2003), película que viene a legitimar la condición de Dylan como héroe popular americano. Dylan concedió una entrevista de diez horas para el cineasta (aunque en realidad se la dio a Jef Rosen, su manager y productor de la película) en la que se prestó a rememorar los explosivos inicios de su carrera, entre ellos el mítico grito de ¡Judas! en el concierto de Manchester, un hasta entonces inédito documento videográfico que, para sorpresa de todos, se saca Scorsese de la chistera. Sin embargo, las respuestas y relatos de Dylan en la sesión de entrevistas, no iban desde luego encaminadas a destruir el mito, sino a imprimir una vez más la leyenda.


Tomado de http://rayuela-digital.blogspot.com/2010/03/im-not-there-dylan-nunca-estuvo-ahi.html

I m not there


Yo no estoy ahí, el título de la peli. Yo es otro, la frase de Rimbaud.
Maravillosa peli, maravillosa música, maravillosa poesía. Todo el tiempo me dolió no saber inglés, alejarme por la lengua, no poder enamorarme de las palabras ni de las historias porque yo sí estoy en castellano.
Me voy a buscar traducciones.

Se busca

Empezada y en cable. Pero impactante. Mucha violencia para mi gusto pero justificada, pero eficaz. Buena historia, buena resolución del títpicamente heroico "Yo soy tu padre"

En busca de la felicidad

Ta bien: es Will Smith, tan bonito, pero la peli ná. Que no vamos a hacer un héroe de lo que hacemos todas las minas cada día de nuestras vidas. Que criar al hijo sola, que laburar, que no tener un mango, que alcanzar los sueños e ir a abrazar al nene. Uf.
Y me deben la escena de m´suculos al desnudo, aunque puedo aceotar el canje por la de lágrimas en los ojos y ese gesto en la boca que es todo un pucherito. Bombón.

El desierto de los tártaros

Me la regalaron para mi cumple pasado, hace un año menos cuatro días. Tuvo que esperar, como el prota. Esa espera alucinada, ese juego de masculinidades al pedo.
Por suerte no soy varoncito ni militar y mi espera fue productiva: la peli me gustó mucho y no como al prota que cuando le llegó el momento esperado fue demasiado tarde.

Amputación del deseo








Miércoles, 26 de agosto de 2009




Entrevista al escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez

“En nuestras sociedades hay una gran amputación del deseo”
Sus libros le valieron el respeto de las mujeres y la desconfianza de compatriotas apegados al lugar común del macho mexicano. Discípulo de Barthes y Deleuze, Ruy Sánchez habla de cómo surgió su obsesión literaria con el erotismo.

Por Silvina Friera


El cuerpo de Alberto Ruy Sánchez dialoga con las personas y los objetos que lo rodean. Cuando saluda desde su altura imponente y habla modulando el sonido y el sentido de cada una de las palabras, cuando evoca ese viaje iniciático a Marruecos en 1975, se sumerge en la coreografía de una danza pautada hace muchos años por el deseo de aprender y de convertirse en escritor; una coreografía que está en constante movimiento. Los dedos del mexicano bailan cuando acarician sus libros, que espera que sean editados en la Argentina ahora que las puertas se abrieron con la llegada de Los jardines secretos de Mogador (Alfaguara), una pequeña indagación poética sobre el erotismo de las mujeres embarazadas, una estación más de ese camino que comenzó, como una puerta mágica hacia lo inesperado, desde el momento en que se propuso saborear el mundo y ser devorado por él, en ese preciso instante en que inició una exploración obsesiva y espiralada de la naturaleza del deseo, del erotismo no como descripción del acto sexual, sino del mundo convertido en metáfora.

“Nadie puede estar seguro de que su cuerpo no sea una planta que la tierra ha creado para dar un nombre a sus deseos”, se lee en uno de los epígrafes mogadorianos en el que se cita a Lucien Becker. Si su cuerpo es su escritura, como ha dicho más de una vez, Ruy Sánchez es también ese contador ritual de historias que aparece en las primeras páginas de su novela –un texto que pasado por el bisturí de la poesía escapa a las clasificaciones genéricas–, el halaiquí que desteje su voz y atrapa a los lectores, como si todos estuvieran sentados en ronda, imantados por la historia de un hombre “que se convirtió en una voz para habitar el cuerpo de su amada”. La búsqueda sonámbula de su voz empezó cuando el escritor mexicano se fue a Francia, tras los pasos de su novia y actual esposa Margarita de Orellana. “Todas las historias de amor son historias de fantasmas. Estar enamorado es estar poseído por alguien. Cuando uno desea se vuelve como una casa llena de fantasmas”, señala el narrador de Los jardines secretos de Mogador, refiriéndose a Jassiba, cuyo nombre mismo era la fórmula sonoro de un embrujo.

Ruy Sánchez paladea el placer que le genera, a la distancia, el hecho de recordarse como un joven inexperto y asustado, el veinteañero que experimentaba la vida en pareja. “Descubrí que tenía muchas limitaciones, que no entendía lo que sucedía, que me comportaba como un típico macho mexicano”, dice con una risa que estalla contra el cliché de la virilidad made in México. “Yo trataba de comprender en qué consistía el deseo masculino, el deseo femenino, el deseo en general. Esto se fue convirtiendo no sólo en una necesidad de comprender, sino de salvar esa relación, pero al mismo tiempo de convertir en historia todo aquello que iba sucediendo. Pero eso fue después; al principio, sólo quería sobrevivir en París”.

–¿Qué pasó cuando estudió con Barthes, Deleuze, Rancière? ¿De qué modo incidieron esas clases y las lecturas de estos pensadores en su exploración del deseo?

–Comencé a anotar todo lo que observaba bajo la influencia de las “figuras del deseo” de Barthes. Estaba viviendo como alumno la creación de ese libro que después se llamó Fragmentos de un discurso amoroso. Esos profesores te daban ideas para pensar la vida. Y en este ciclo de Mogador, que empezó cuando publiqué Los nombres del aire, están, de una manera completamente distinta, las influencias del discurso amoroso de Barthes. En uno de mis libros, Con la literatura en el cuerpo, describo ese momento en que Barthes, mientras estaba escribiendo los Fragmentos..., a mitad del curso, se enamora. Lo que iba a ser un curso técnico, como el libro S/Z, se convierte en un libro en el cual las experiencias son parte de la vida. Todo ese momento de enseñanza me hizo absorber muchísimas cosas; algunos profesores fueron más influyentes que otros. Deleuze fue muy influyente en mi trabajo, pero siempre tuve conciencia de que lo que escribiera tenía que ser muy personal. No quería ser un epígono de los profesores, pero tampoco quería ser un imitador de los autores que eran modelos del momento, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo o José Agustín. Yo quería ser completamente distinto, no por ser original, sino porque quería ser yo mismo.

–¿Cómo fue el camino que lo llevó a encontrar su voz?

–El viaje a Marruecos en 1975 fue determinante. Fueron treinta y ocho horas muy agitadas en ese barco. Ninguna de las medicinas que nos daban permanecía en el cuerpo. Era terrible. Nosotros viajábamos en la cuarta clase, donde viajaban los marroquíes; de pronto me di cuenta de que todos estaban escuchando lo que pensaba que eran las instrucciones para el desembarco. En realidad había un narrador de historias que nos estaba contando la historia que estábamos viviendo y utilizaba un clásico de la literatura, La nave de los locos, de Sebastián Brandt. Nos estaba contando lo que cada uno de los pasajeros de ese barco estábamos viviendo; las madres que ataban a su cintura a sus hijos, alrededor de una especie de chal. Por supuesto que me hice amigo de él y lo visité en Marrakesh. Usaba la literatura no por pedantería, sino integrándola a un relato oral estructurado por una composición impecable. Esta experiencia me hizo comprender por qué quería ser escritor. Comprendí que mi voz tenía que estar vinculada al placer de escuchar historias.

–¿Cuando escribe tiene en cuenta la oralidad?

–Sí, la parte vital es fundamental. Es la lección de Proust de En busca del tiempo perdido, que no consiste en cómo aprovechar el tiempo, sino en la necesidad de perder para tener de qué escribir. Yo tenía esa necesidad de encontrar una voz narrativa en paralelo con la necesidad de comprender el deseo femenino.

De pronto el piso catorce de la editorial Alfaguara deviene en una réplica en miniatura de Marruecos por obra y gracia de la potencia de los recuerdos de Ruy Sánchez, hilvanados amorosamente en el rosario de su relato. El escritor mexicano crea un espacio sensible a su alrededor, como si trajera los olores, las texturas y los paisajes de su periplo iniciático. “Cuando bajamos del barco, las mujeres marroquíes observaban las partes del cuerpo de los hombres; después se fueron detrás de algunos hombres y les metían mano”, recuerda con una sonrisa. “Esas mujeres sojuzgadas de pronto encontraban espacios de libertad. En esa sociedad donde la segregación femenina es extrema, me pareció importante observar qué espacios tenían las mujeres, cómo funcionaba la clandestinidad. Averigüé que el lugar de las mujeres era el Hammam, el baño público, que por la mañana lo usaban las mujeres y por las tardes los hombres. Ese edificio era una máquina de sensibilización del cuerpo. Entrabas a una recámara y estaban todos los vitrales que lograban que cuando estuvieras desvestido siguieras vestido por el efecto del color y la luz. Ahí pensé que cuando escribiera un libro no me dejaría guiar por el suspenso, sino que intentaría que el lector experimentara las sensaciones que se tienen al entrar a un ámbito nuevo, que quisiera estar ahí y que el espacio también lo recorriera. Una línea dramática completamente distinta, pensando mucho más en una espiral donde se puede sentir la espacialidad infinita del cuerpo y de sus posibilidades eróticas, que en el clásico clímax o el suspenso. Para el erotismo clásico el orgasmo es un clímax, pero qué tal pensar en un erotismo en espiral, que se crucen las miradas, toques una piel y puedas estar haciendo el amor con alguien. Y lo contrario: estar físicamente metido uno dentro del otro y no estar haciendo el amor.”

–Sus ideas deben haber generado incomodidad en la sociedad mexicana, sobre todo entre los hombres, ¿no?

–La reacción de los hombres fue malísima cuando salió mi primer libro, sobre todo de los escritores de mi generación. Pero la reacción de las mujeres fue muy buena; empecé a tener muchas lectoras y algunos hombres me dijeron que gracias a mi libro encontraron las palabras para nombrar lo que sentían por una mujer. De alguna manera estaba siendo correspondido ese cuidado que había tenido para escuchar el deseo femenino. Pero todos los escritores de mi generación me han rechazado o han manifestado indiferencia, como Daniel Sada, que somos como el agua y el aceite, o Juan Villoro. Volpi fue el primero que leyó mis libros con cierta comprensión...

“Poco a poco iba aprendiendo a distinguir en cada detalle diminuto de la ciudad de Mogador el universo que concentra”, dice el narrador, alter ego de Ruy Sánchez. “Porque ahí cada cosa, cada gesto, cada sonido es puerta y detonador de otros ámbitos. Y muy pronto iba a descubrir que, así como los inmensos mercados de frutas y flores pueden estar en una diminuta caja de madera perfumada, uno de los jardines más seductores de Mogador se abriría para mí en los pétalos de colores resplandecientes sobre las manos tatuadas de aquella vendedora de flores que ya comenzaba a poseerme.” La ciudad de Marruecos se desplegaba ante los ojos del escritor con una coquetería pasiva que se volvió desafío. “Estaba en una playa con mi mujer cuando llegaron unas veinte mujeres marroquíes. Comenzaron a sacarse sus kaftanes y se quedaron completamente desnudas. Me sorprendió que tuvieran unos tatuajes en el pubis, estaba fascinado, obviamente excitado, y ellas se burlaban de mí en complicidad con mi esposa”, subraya el escritor.

–¿Cree que nos manejamos con muchos clichés “occidentales” cuando se piensa a la mujer árabe?

–Esa fue la lección que aprendí gracias a esas mujeres: que no se puede anular el deseo. Cuando visité por primera vez el pequeño puerto de Essaouira (antes llamado Mogador), un hombre que manejaba el bote en el que estábamos con otras personas, un transporte público, apagó el motor. Yo temeroso y muy a la mexicana le pregunté. “Disculpe, ¿se descompuso?”. Entonces me contestó: “No, lo apagué”. Me explicó que Mogador está rodeado de arrecifes y que había que apagar el motor con el que vivimos y a partir de ese lugar entrar en el tiempo de la ciudad. Además me dijo: “Vea, la ciudad es tan bella que sus ojos tienen que acostumbrarse al brillo, sino se va a quedar ciego”. Eso me pareció un mensaje contra el macho mexicano. ¿Qué es lo que uno tiene que hacer cuando ve una mujer deslumbrante que le atrae? Lo primera que tiene que hacer es apagar el motor y ver si hay corrientes que invitan a acercarte (risas). A partir de ese momento, la ciudad de Mogador se convirtió para mí en una mujer, o en metáfora de una mujer. Aunque tú tengas el mapa de la ciudad, cuando estás dentro de Mogador, te pierdes. Cuando tú estás dentro de una mujer, no la posees. Entonces me planteé escribir un relato erótico sin mencionar explícitamente a la mujer; que fuera el relato de un hombre que desembarca en Mogador y la descripción de lo que siente entrando en el cuerpo de una mujer. Ahí surgió esta erotización de todo.

–¿Las palabras limitan mucho esa exploración de las sensaciones en sociedades un tanto anestesiadas o amputadas de deseo?

–Estamos mal acostumbrados al creer que la palabra sólo significa. La palabra canta, te toca; tienes que estar disponible para la sinestesia, para tocar con los ojos, escuchar con las manos. Cuando toco a una persona, casi sé si baila o no baila. Y también hueles a las personas, tienes conciencia de su perfume. Pero sí, es cierto, hay una gran amputación del deseo en nuestras sociedades.

En el mundo maya, comenta Ruy Sánchez, el que escribe participa del universo secreto y la fuerza invisible del jaguar, una cualidad involuntaria que los escritores contemporáneos “difícilmente alcanzamos”. En ese viaje a Marruecos estaría la cifra del destino del escritor mexicano, esa mezcla intricada de azar y deseo “que se nos vuelve cauce de la vida”. Una imagen final que atesora el escritor revela ese largo recorrido que aún se prolonga en el itinerario de su escritura. “Salimos del desierto y nos encontramos con un bosque de árboles. Entonces le dije a mi esposa: ‘Mira, está lleno de buitres, seguramente hay una vaca muerta’. Ella, que siempre tiene las respuestas adecuadas, me dijo: ‘¡Qué ciego estás, no son aves, son patas’. Nos acercamos más y pude ver cómo los árboles estaban llenos de cabras con sus pastores cuidándolas. Las cabras siempre están en los árboles; lo que para ellos no valía la pena ser mencionado para mí era fantástico. Entonces me dije que parte de mi trabajo como escritor sería encontrar las cabras en los árboles, encontrar la sensibilidad que otros no ven.”

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jueves, 24 de marzo de 2011

Papusza: “Muñeca”



Domingo, 11 de octubre de 2009

Investigaciones > La odisea de los gitanos


Papusza:oí


Perseguidos, discriminados, sospechados, obligados primero al nomadismo y después al asentamiento forzoso, empujados a la pobreza y a vivir durante décadas fuera de la historia, el pueblo gitano es sobre todo tremendamente mal entendido. Por eso, entre 1991 y 1995, la cronista Isabel Fonseca realizó un prodigioso trabajo de campo en Europa del Este, vivió con ellos, conoció sus costumbres, su idioma y su historia y publicó Enterradme de pie, un libro descarnado y revelador sobre esos a quienes llama “los negros de Europa”. En este fragmento, recupera la vida de quien fuera la gran cantante y poeta del pueblo roma: Papusza.



Por Isabel Fonseca


Aunque su verdadero nombre era Bronislawa Wajs, se la conoce por su nombre gitano, Papusza: “Muñeca”. Fue una de las cantantes y poetas gitanas más grandes que ha habido y, durante un tiempo, una de las más famosas. Vivió toda su vida en Polonia y cuando murió, en 1987, no se enteró nadie.

La familia Papusza, como la mayoría de los gitanos polacos, era nómada, parte de un tabor o grupo de familias que viajaban a caballo y en carromatos, con los hombres delante y las mujeres y los niños detrás en carros abiertos. Podía haber hasta veinte carromatos en el tabor. Hombres, mujeres, niños, caballos, carros, perros: hasta mediados de la década de 1960 se mantuvieron en marcha, bajaban de Wilno, a través de los bosques orientales de Volhynia (donde esperaron que se acabara la guerra miles de gitanos polacos), hasta las montañas de Tatra, en el sur. En esa ruta a las siluetas de los roma polacos se unían a veces las de los osos, que eran su medio viviente y danzante de ganarse la vida. Pero la gente de Papusza eran arpistas y transportaban sus grandes instrumentos de cuerda derechos sobre los carros como velas desde las poblaciones lituanas del norte hasta las Tatras orientales.

El tabor estaba en contacto durante el viaje con otras caravanas del mismo clan que viajaban siguiendo otras rutas. Dejaban señales en las encrucijadas, un manojo de palitos con un trapo rojo, una rama rota en un sitio determinado, un hueso con una muesca. A estas señales los gitanos polacos las llaman shpera (y en todos los demás sitios patrin u “hoja”, desde Kosovo hasta Peterborough). Los aldeanos no tocan estas señales por miedo a que sean cosas del diablo.

Así es como aprendió Papusza a leer y escribir. Cuando el tabor paraba por más de un día o dos (y hasta las familias nómadas tenían alojamientos de invierno en alguna parte) le daba a un aldeano adecuado un pollo robado a cambio de lecciones. Por más pollos adquirió libros, tenía una biblioteca oculta debajo de las arpas. Hoy en día incluso tres cuartas partes de las gitanas de la Europa central y oriental son analfabetas. Cuando Papusza era una adolescente, allá por la década de 1920, el que un gitano supiera leer era algo insólito, y cuando la sorprendían leyendo le pegaban y destruían sus libros y revistas. A la familia de Papusza le pareció también inadmisible que ésta quisiera, cuando le llegó la edad de hacerlo, andar con el muchacho que tenía los ojos más negros de todo el tabor. La casaron a los quince años. Fue un matrimonio arreglado, con un arpista viejo y respetable, Dionizy Wajs. Era una buena boda pero ella se sentía muy desgraciada. No tuvo hijos. Empezó a cantar.

Pese a todo lo que pudiese echar de menos Papusza en cuanto a compañía o lo que perdiese de amor, lo cierto es que con Dionizy Wajs dispuso al menos de acompañamiento musical. Basándose en la gran tradición gitana de narraciones improvisadas y de canciones populares sencillas y breves, compuso largas baladas, en parte canción, en parte poema, instintivamente “representadas”. Las canciones de Papusza, como la mayoría de las canciones gitanas, eran angustiosos lamentos de pobreza, amor imposible y, más tarde, anhelo de una libertad perdida. Eran como la mayoría de las canciones gitanas, igual de plañideras en el tono y en el tema: hablaban de arraigo y del lungo drom, o largo camino, de ningún sitio en concreto adonde ir y de ningún regreso.

Papusza perdió más de un centenar de miembros de su familia durante la guerra. Pero ni siquiera fue ésta la tragedia que la condicionaría. Papusza escribió en un momento crítico de la historia de su pueblo, en Polonia y (ella no lo sabía) en todos los demás sitios; se estaba acabando un tipo de vida (vivir en el lungo drom, vivir en el camino) y no parecía estar sustituyéndola nada identificable o soportable.

Oh, Señor, ¿adónde debo ir?
¿Qué puedo hacer?
¿Dónde puedo hallar
leyendas y canciones?
No voy hacia el bosque,
ya no encuentro ríos.
¡Oh bosque, padre mío,
mi negro padre!

El tiempo de los gitanos errantes
pasó ya hace mucho. Pero yo les veo,
son alegres,
fuertes y claros como el agua.
La oyes
correr cuando quiere hablar.

Pero la pobre no tiene palabras...

... el agua no mira atrás.
Huye, corre, lejos, allá
donde ya nadie la verá
agua que se va.

La nostalgia es la esencia de la canción gitana, y parece haberlo sido siempre. ¿Pero nostalgia de qué? Nóstos significa en griego “volver a la patria”; los gitanos no tienen patria y, quizá como excepción entre todos los pueblos, no tienen ningún sueño de hogar patrio. Utopía (ou tópos) significa “ningún lugar”. Nostalgia de utopía: regreso a ningún sitio. O lungo drom. El largo camino.

Muchos de los poemas-canciones de Papusza se ajustan a esa tradición: son más que nada destilaciones sin rostros y sumamente estilizadas de la experiencia colectiva, que han pasado por cientos de perfeccionamientos y reformulaciones. Hay unas cuantas Antígonas gitanas (muchachas que lloran a sus hermanos muertos) e hijos que, lejos de casa o en la cárcel, echan de menos a sus madres. Todo el mundo tiene un hermano. Todo el mundo tiene una madre. Todo el mundo tiene una tragedia. Es imposible saber el origen o la época de la mayoría de las canciones por sus letras, porque hablan de la cacimos (verdad) universal e invariable de un pueblo que vive como mejor puede, fuera de la historia.

La auvre colectiva del puñado de poetas romaníes que están hoy en activo presta testimonio de una tensión no superada entre la fidelidad a la tradición popular y la tentativa individual, acompañada de un leve sentimiento de culpa, de cartografiar la propia experiencia. Papusza recorrió ya, cuarenta años atrás, ese camino que lleva de lo colectivo a lo abstracto a un mundo privado, detalladamente considerado.

Sus grandes canciones, que ella a veces titulaba sólo Canción salida de la cabeza de Papusza, son, en su propia voz singular, un estilo que es en su mayor parte algo todavía inaudito en la cultura gitana. Papusza escribió y cantó sobre lugares e incidentes específicos. Dio testimonio. Una larga balada autobiográfica de cuando se escondían en los bosques durante la guerra se titula simplemente Lágrimas de sangre: lo que pasamos bajo los alemanes en Wolhynia en los años 43 y 44. No escribió sólo sobre su propia gente y la vaga amenaza del mundo gadjikane (no gitano), escribió también sobre los judíos con los que su gente compartió bosques y destino; escribió sobre “ashfitz”.

El poeta polaco Jerzy Ficowski vio cantar a Papusza, por casualidad, en el verano de 1949, y apreció inmediatamente su talento. Empezó a recoger y transcribir los relatos que ella había copiado con gran esfuerzo en romaní, escribiendo fonéticamente en el alfabeto polaco. En octubre de 1950 aparecieron varios de los poemas de Papusza en una revista llamada Problemy, junto con una entrevista a Ficowski del distinguido poeta polaco Julian Tuwim. Se habla en ella de los males del “vagabundeo” y la pieza termina con una traducción al romaní de la Internacional comunista. Ficowski, autor de lo que sigue siendo el libro más importante sobre los judíos polacos, se convirtió en asesor sobre “la cuestión gitana”. La primera edición de su libro incluye un capítulo titulado “El buen camino”, que (aunque omitido en ediciones posteriores y quizá incluido sólo como una condición para su publicación) respaldaba la política gubernamental de asentamiento de los menos de quince mil gitanos polacos que habían sobrevivido a la guerra. Ficowski cita a la propia Papusza como un ideal e indica que sus poemas podrían utilizarse con fines de propaganda entre los gitanos. “Su mejor período de creación poética fue hacia 1950 –indicaba Ficowski–, poco después de abandonar la forma de vida nómada.” Pese al hecho de que sus poemas constituyen una elegía de esa vida (confiscada más que abandonada), Ficowski, en su papel de apologista de la política oficial de sedentarización forzosa, aseguraba que ella era “partícipe y portavoz” en pro de aquellos cambios.

El nuevo gobierno socialista de la Polonia de posguerra aspiraba a edificar un Estado nacional y étnicamente homogéneo. Aunque los gitanos constituían el 0,005 por ciento de la población, “el problema gitano” se consideró una “importante tarea de Estado”, y se creó una Oficina de Asuntos Gitanos bajo la jurisdicción del Ministerio de Asuntos Interiores... es decir, de la policía. Estuvo funcionando hasta 1989.

En 1952 se puso en práctica también un amplio programa para hacer efectivo el asentamiento de los gitanos: recibió el nombre del Gran Alto (aunque ese objetivo no se alcanzó en Polonia hasta finales de los años ‘70, cuando cesaron definitivamente los viajes, al menos en carromatos). El plan formaba parte de la moda febril de “productivización”, que, con sus disposiciones bien intencionadas de asistencia social, impuso en realidad una nueva cultura de dependencia a los gitanos, que siempre se habían opuesto a ella. Acabaría adoptándose una normativa similar en Checoslovaquia (1958), en Bulgaria (1958) y en Rumania (1962), al tomar impulso la moda de la asimilación forzosa. Mientras tanto en Occidente empezó a imponerse la tendencia legislativa contraria, un nomadismo forzoso, pero con objetivos idénticos. En Inglaterra, por ejemplo, una ley en 1960 convertía “hacer un alto” en una infracción punible para los “viajeros”: el propósito era hacerles asentarse.

Los reformadores, Ficowski incluido, estaban convencidos, sin duda, de que medidas de ese género mejorarían notablemente la vida difícil de los gitanos: la educación era la única esperanza para una gente que vivía “fuera de la historia”; y el asentamiento traería consigo la posibilidad de una educación.

Pero nadie ha pensado nunca en preguntarles a los propios gitanos. Y ésa es la causa de que hayan fracasado todas las tentativas de asimilación. Ficowski, a diferencia de los elaboradores de planes menos próximos a la fuente, “se remitió” a los gitanos que había llegado a conocer, sobre todo a Papusza. Y dos meses después de la aparición de los poemas de ésta en Problemy, un grupo de “enviados” gitanos le hicieron una visita y la amenazaron.

Los gitanos no tardaron en incluir a Papusza entre los culpables de la campaña para acabar con su modo de vida tradicional. De nada le valieron su talla como poeta y como cantante ni el amor hacia su pueblo, expresado en décadas de trabajo. Papusza había hecho algo imperdonable: había colaborado con un gadjo.

Nadie me comprende,
sólo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya, todo,
y todas las cosas se han ido con ello...
Y aquellos años de juventud.

En realidad a Papusza la habrían interpretado mal (y utilizado) las dos partes. Intentó desesperadamente recuperar la autoría de sus propias ideas, de sus canciones. Abandonó precipitadamente su hogar de la Silesia meridional y acudió al Sindicato de escritores polacos a pedir que interviniera alguien. La rechazaron. Fue a Ossolineum, la editorial que estaba preparando para su publicación inminente el libro de Ficowski, que incluía poemas de ella. Nadie conseguía entenderla. ¿No estaba contenta con las traducciones? ¿Había que hacer revisiones finales? Papusza regresó a casa y quemó toda su obra (unos trescientos poemas) que había empezado a consignar por escrito con el estímulo entusiasta de Ficowski. Luego escribió una carta a éste rogándole que paralizara la publicación, aunque hasta en ella daba muestras de su resignación, de ese fatalismo básico de la canción gitana. Si publicas esas canciones me desollarán viva –le decía–, mi gente quedará desnuda frente a los elementos. Pero quién sabe, quizá me crezca otra piel, quizá una más bella.

Después de la publicación de los poemas Papusza fue sometida a juicio. La citaron ante la máxima autoridad de los roma polacos, el Baro Shero, Gran Jefe o anciano. Después de una breve deliberación se la declaró mahrime (o magherdo entre los roma polacos), impura: el castigo era la exclusión irreversible del grupo. Papusza pasó ocho meses en un hospital psiquiátrico de Silesia; durante los treinta y cuatro años siguientes, hasta su muerte (en 1987), vivió sola y aislada (hasta Ficowski cortó la relación con ella, quizá con el propósito de no perjudicarla más). Su propia generación la rehuyó y la siguiente no la conoció. Se convirtió en su nombre: una muñeca muda y desechada. Salvo un breve período a finales de los años ’60, en que salió a la luz con algunos de sus mejores poemas, Papusza nunca volvió a cantar.

Enterradme de pie
Isabel Fonseca
Anagrama
388 páginas

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Vampiros contra la anemia



Domingo, 11 de octubre de 2009

Cine > Se estrena la exquisita película de vampiros sueca Let The Right One In
Lejos del sol


Por Mariano Kairuz


La naturaleza del vampiro estuvo desde siempre ligada a un poderoso impulso sexual, pero en el cine esto no fue explícito hasta que la Casa Hammer del Horror les puso rojo a la sangre y un escote pronunciado a sus chicas. Cuarenta, cincuenta años después de los relatos con colmillos de Christopher Lee y Peter Cushing, el cine de los hijos de la noche sufrió un retroceso tal que el género quedó desangrado, y la prueba más contundente es la anémica e inexplicablemente multimillonaria saga de Crepúsculo. En este panorama, Let the Right One in, la película del sueco Tomas Alfredsson con guión de John Ajvide Lindqvist basada en su propia novela (editada en Argentina con el título Déjame entrar) viene a funcionar como una transfusión: mantiene el sexo en el centro de su trama vampírica pero se mueve entre extremos poco explorados en el cine; en lo que va de la ternura y la calidez de un amor preadolescente, a un horror de cuño no fantástico, sino bien real.

A un lado, la historia de iniciación de un chico y una chica en el pueblo suburbano de Blackeberg, un lugar estéril, límpido, frío, deprimente; un paisaje apenas salvado del espanto por ese marco hipnótico que provee la nieve. Allí vive Oskar, un chico rubio, pálido como si no viera nunca la luz del sol; tímido, sin amigos, desatendido por sus padres separados, y blanco de los abusos de los tres bravucones del colegio. Hasta su vecindario llega Eli, morocha, también pálida, ojerosa (una nena de origen sueco e iraní llamada Lina Leandersson, uno de los hallazgos de la película). “Tengo 12 años, o por ahí”, le dice a Oskar cuando apenas se conocen, pero parece mayor que él, algo en su semblante indica un pasado infinitamente más largo. Se gustan, se caen bien, encuentran refugio el uno en el otro, pero el sexo queda sublimado: se expresa en la tensión hormonal de la edad, con un “¿Querés ser mi novia?” que él le lanza con total candor en un momento en que ambos están acostados en la misma cama, sin mirarse a las caras. La abstinencia de sangre de ella –que se hace sentir con especial intensidad cuando él le propone un pacto de fidelidad, extendiendo su mano recién tajeada con un cuchillo, goteando sobre el piso–, y las pulsiones reprimidas de él, las frustraciones y humillaciones contenidas, acaso sean como dos caras de una misma fuerza, de un mismo sufrimiento. Un plano genital pasa por nuestros ojos por apenas un par de segundos, lo suficiente como para poner en duda aquello que hemos visto, y que en su ambigüedad aporta un plano nuevo al vampiro cinematográfico.

A la par, se despliega el monstruoso mundo de los adultos, donde lo sexual se vuelve sórdido. Esto es mucho más explícito en el libro que en la película, y el propio Lindqvist parece haber asumido con sensatez cuál era el límite de lo filmable. Eli llega al pueblo con un hombre mayor que muchos asumirán que es su padre. En la novela no queda lugar a dudas de que se trata de un pedófilo, y el sexo de los niños deja de ser ese impulso latente y la fuente de emociones nuevas de la historia de Eli y Oskar, para convertirse de manera dura y cruda en sometimiento, abuso, vejación. El sexo que viene aparejado de la violencia, y parece haber mucha violencia –cotidiana, semioculta, o simplemente pasada por alto cuando se trata de violencia entre chicos– en este pueblo helado como el infierno.

Let the Right One in (título que quiere decir “deja pasar al correcto”, y fue tomado de un verso de Morrissey pero que para su estreno en dos semanas en Buenos Aires fue cambiado por el mucho menos significativo Criatura de la noche) restituye el sexo al cine de vampiros pero sin escotes ni la sangre de colores plenos de la Hammer. Los chorros de glóbulos rojos están administrados con mucho cuidado en esta película y, lejos de despreciar aquellas maravillas tan generosas en gore, puede decirse que al film sueco esta discreción le sienta bien. Por su parte, en una entrevista en la que cuenta el proceso de adaptación de la novela, Alfredsson dice que decidió concentrarse en “la historia de amor”, sabiendo que sería una historia de amor “sin sexo”. Sic, ésas son sus palabras; pero a lo que se refiere el director es a que no hay relaciones sexuales entre los chicos, lo que por supuesto no quiere decir que sea una película sin sexo, sino, por el contrario, que el sexo es una fuerza poderosa, temida, reprimida, impuesta, incontrolable, que no está presente en ninguna imagen en particular, pero va impregnando toda la película a medida que nuestras peores intuiciones van tomando cuerpo.

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miércoles, 23 de marzo de 2011

Sobrevida

"Preferid la vida y afirmar sin descanso la sobrevida... Os amo y os sonrío desde donde quiera que esté".


Jacques Derridá

El molino

Vincent van Gogh, en una carta a su hermano Theo: "El molino ya no está, pero el viento sigue todavía".

Pequeñas delicias de la vida docente

Hoy:
7.30: Pocos alumnos en Media 2. Juntamos cursos para ver "Ser digno de ser". Muy emotiva. Me perdí el final que seguro me cuentan los chicos la semana que viene.
9.30: Corro, vuelo (en escoba, en auto) hasta Media 5.
9.40: Inicio mesa de examen de 3eros años para completar carrera: de 10 alumnos, 8 presentes, todos aprobados, muchos de ellos se recibieron con el 4 (cuatro) maravilloso de esta materia.
11.20: Acto por el 24 de marzo: Extraordinaria participación de los chicos y chicas de Media 5 (Ver post anterior)
12.30: En casa: Tarta de choclo y banana con dulce de leche.
13.15: Clase normal en Técnica 1: Consignas generales, momento de hacerse la buena y de hacerles creer que mi materia es mágica. Se presentan 4 fans de manga y animé (en todos los cursos tengo uno al menos)
15.00: Fin de la jornada laboral.

Acto, identidad y estudiantes maravillosos







Me encargaron que me ocupara de la participación de los "alupnos" en el acto de hoy en conmemoración del 24 de marzo, día del Golpe Militar del 76. Lo clàsico: busqué algo con onda para leer: el texto "El golpe" de Graciela Montes y "Pájaros prohibidos" y "Las madres de Plaza de Mayo" de Eduardo Galeano. Sólo faltaba encontrar un par de ninios o ninias que quisieran leer en público a cambio de un 10 (diez). Los encontré enseguida, pero alguno me dijo que leer era muy aburrido y yo le dije que entonces cantemos alguna canción de León Gieco y de María Elena Walsh. Me dijeron que cantar era patético, que mejor actuáramos. Cuac. ¿Actuar? ¿Buscar, elegir, ensayar, todo en una semana?
Y sí, cuando ellos dicen que sí, es sí. Yo lo único que hice fue decirles que hagan como quieran, que se organicen ellos, que busquen chicos de mis otros cursos o de otros y que me avisaran. Pensé que no arriesgaba nada porque no pasaría nada.
Le mandé a Flor Pellizo, una pibita que se encaprichó en repetir de curso y en no leer mis libros y en tener mi materia previa durante muchas temporadas, pero que siempre me cayó bien, a pesar de que ella diga que tengo algo en su contra, digo: le mandé por feis el enlace a la página de Teatro por la identidad.
Eligieron, hablaron con la regente, armaron el escenario y cuando yo volví al cole tres días después ya estaban en pleno ensayo.
Uno de otro curso me agarró en un pasillo y me dijo que estaba enojado conmigo porque no le dije que se podía actuar. Le dije que hable con las chicas que ellas organizaban todo. Resultó ser un actor excelente y asumió de un día para el otro el papel protagónico: Ignacio Trejo.
Fabián Monjes Velazquez hizo del abuelo, Araceli Pereyra, de la abuela, Joaquín Rodriguez Klammer, del padre, Jésica Perez, de la madre y tambièn estuvieron Luz Dalesandro,Fede Espíndola, Gisel Paniagua y las chicas Brizio, Soledad y Alejandra.
Divinos.
La obra elegida fue "Sin nombre", de Sol Levinton. Y quedó demostrado que cuando una deja que los chicos "hagan lo que quieran" salen cosas muy interesantes.



lunes, 21 de marzo de 2011

Pero estaba el otoño haciendo señas

PRESENCIA DEL OTOÑO


Juan Gelman



Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.

Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.

Vete por él, amada.
No soy yo él que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.

Yo me quedo a esperar el verano

POEMA DEL OTOÑO

DEDICATORIA

A Mariano Miguel de Val

Tú, que estás la barba en la mano
meditabundo,
¿has dejado pasar, hermano,
la flor del mundo?

Te lamentas de los ayeres
con quejas vanas:
¡aún hay promesas de placeres
en los mañanas!

Aún puedes casar la olorosa
rosa y el lis,
y hay mirtos para tu orgullosa
cabeza gris.

El alma ahíta cruel inmola
lo que la alegra,
como Zingua, reina de Angola,
lúbrica negra.

Tú has gozado de la hora amable,
y oyes después
la imprecación del formidable
Eclesiastés.

El domingo de amor te hechiza;
mas mira cómo
llega el miércoles de ceniza;
Memento, homo...

Por eso hacia el florido monte
las almas van,
y se explican Anacreonte
y Omar Kayam.

Huyendo del mal, de improviso
se entra en el mal,
por la puerta del paraíso
artificial.

Y no obstante la vida es bella,
por poseer
la perla, la rosa, la estrella
y la mujer.

Lucifer brilla. Canta el ronco
mar. Y se pierde
Silvano, oculto tras el tronco
del haya verde.

Y sentimos la vida pura,
clara, real,
cuando la envuelve la dulzura
primaveral.

¿Para qué las envidias viles
y las injurias,
cuando retuercen sus reptiles
pálidas furias?

¿Para qué los odios funestos
de los ingratos?
¿Para qué los lívidos gestos
de los Pilatos?

¡Si lo terreno acaba, en suma,
cielo e infierno,
y nuestras vidas son la espuma
de un mar eterno!

Lavemos bien de nuestra veste
la amarga prosa;
soñemos en una celeste
mística rosa.

Cojamos la flor del instante;
¡la melodía
de la mágica alondra cante
la miel del día!

Amor a su fiesta convida
y nos corona.
Todos tenemos en la vida
nuestra Verona.

Aun en la hora crepuscular
canta una voz:
«Ruth, risueña, viene a espigar
para Booz!»

Mas coged la flor del instante,
cuando en Oriente
nace el alba para el fragante
adolescente.

¡Oh! Niño que con Eros juegas,
niños lozanos,
danzad como las ninfas griegas
y los silvanos.

El viejo tiempo todo roe
y va de prisa;
sabed vencerle, Cintia, Cloe
y Cidalisa.

Trocad por rosas azahares,
que suena el son
de aquel Cantar de los Cantares
de Salomón.

Príapo vela en los jardines
que Cipris huella;
Hécate hace aullar a los mastines;
mas Diana es bella;

y apenas envuelta en los velos
de la ilusión,
baja a los bosques de los cielos
por Endimión.

¡Adolescencia! Amor te dora
con su virtud;
goza del beso de la aurora,
¡oh juventud!

¡Desventurado el que ha cogido
tarde la flor!
Y ¡ay de aquel que nunca ha sabido
lo que es amor!

Yo he visto en tierra tropical
la sangre arder,
como en un cáliz de cristal,
en la mujer

Y en todas partes la que ama
y se consume
como una flor hecha de llama
y de perfume.

Abrasaos en esa llama
y respirad
ese perfume que embalsama
la Humanidad.

Gozad de la carne, ese bien
que hoy nos hechiza,
y después se tornará en
polvo y ceniza.

Gozad del sol, de la pagana
luz de sus fuegos;
gozad del sol, porque mañana
estaréis ciegos.

Gozad de la dulce armonía
que a Apolo invoca;
gozad del canto, porque un día
no tendréis boca.

Gozad de la tierra que un
bien cierto encierra;
gozad, porque no estáis aún
bajo la tierra.

Apartad el temor que os hiela
y que os restringe;
la paloma de Venus vuela
sobre la Esfinge.

Aún vencen muerte, tiempo y hado
las amorosas;
en las tumbas se han encontrado
mirtos y rosas.

Aún Anadiódema en sus lidias
nos da su ayuda;
aún resurge en la obra de Fidias
Friné desnuda.

Vive el bíblico Adán robusto,
de sangre humana,
y aún siente nuestra lengua el gusto
de la manzana.

Y hace de este globo viviente
fuerza y acción
la universal y omnipotente
fecundación.

El corazón del cielo late
por la victoria
de este vivir, que es un combate
y es una gloria.

Pues aunque hay pena y nos agravia
el sino adverso,
en nosotros corre la savia
del universo.

Nuestro cráneo guarda el vibrar
de tierra y sol,
como el ruido de la mar
el caracol.

La sal del mar en nuestras venas
va a borbotones;
tenemos sangre de sirenas
y de tritones.

A nosotros encinas, lauros,
frondas espesas;
tenemos carne de centauros
y satiresas.

En nosotros la vida vierte
fuerza y calor.
¡Vamos al reino de la Muerte
por el camino del Amor!

Rubén Darío, 1908

Si Hamlet duda le daremos muerte


Los jóvenes poetas
y la duda de Hamlet


Por Sebastián Lalaurette


Hace unos meses les decía que iba a haber novedades, pero que todavía no podía hablar de ellas. ¿Recuerdan? Sé que sí. Bueno, no, no sé; supongo simplemente. En realidad supongo que no. Pero lo dije. O sea, lo escribí.

Bueno, lo esperaran o no, ya puedo contarles.

Se trata de esto:
Si Hamlet duda le daremos muerte

Si Hamlet duda le daremos muerte es la más reciente antología de jóvenes poetas argentinos. Fue publicada por Libros de la Talita Dorada, en su colección Los Detectives Salvajes (de la que ya hablamos en más de una oportunidad), y ya está en librerías. Incluye varios poemas de quien esto escribe pero, para compensar, también hay material muy bueno. En realidad diría que excelente. Julián Axat, director de la colección, hizo una selección de autores y de poemas realmente concienzuda, y créanme que no quieren perderse el volumen resultante.

Para mí es un orgullo, no sólo la temporal obnubilación del ánimo que llevó a Axat a incluirme a mí, sino también su acierto al incorporar a la antología a otros dos miembros del estaf de Sismo Trapisonda: Carolina Mettini y Dulce Pallero (en ambos casos, con sobresaliente material). Pero además de nosotros tres hay, en las 264 páginas del libro, nombres que vale muchísimo la pena tener en cuenta. Como el de Eliana Drajer, cuyo libro premiado muñequitavoladora tuve la suerte de poder adquirir de sus propias manos hace un par de meses; o el de Camilo Blajaquis, famoso por los poemas que publicó desde la cárcel; el de Eric Schierloh, un orgullo de la literatura platense, o el de Ramón Tarruella, a quien ya hemos nombrado varias veces en este blog.

Ah, ¿quieren más? Les tiro más: Emiliano Bustos, Alejandra Szir, Nicolás Prividera, Eduardo Rezzano, Leandro Barret, Fernando Alfón, Daniela Andújar, Inés Aprea (ésta no es trapisonda pero le pega en el palo, ya que Carlos Aprea sí fue de la partida en tres de los cinco los números de la revista), Andrés Szychowski, Emmanuel Taub, Dafne Pidemunt, Vilma Watkins, Juan Martín González Moras, Diego Roel, Mauro Cesari, Enrique Schmukler, Fernando Manzini, Rodrigo Malmsten, Gabriela Milone, Jonás Gómez, Leticia Hernando, Lucio Greco, Lorena Fernández Soto, Marcos Bauzá, María Eugenia López, Mariano Schuster, María Romina Pérez, Nicolás Castro, Marilina Cuesta, Pablo Ohde, Jorge Areta, Rosario González Sánchez, Alberto Elías, Leandro Andrini, Joaquín Piechocki, Emiliano Cruz Luna, Sebastián González, Juan Pablo Bertazza, Verónica Sánchez Viamonte, Tomás Fernández, Tomás Watkins, Demetrio Iramain, María Virginia Fuente, Carlos Juárez Aldazábal, Rodrigo Zubiría.
El libro, en la vidriera de Capítulo II, en 6 entre 47 y 48.

Cincuenta y dos autores. Cincuenta y dos promesas que, en algunos casos, ya se están cumpliendo. Y lo mejor: no hay “un poema de cada uno", sino una selección que, doy fe, se hizo con tiempo y cuidado. En mi caso hay (si no cuento mal) cinco textos, que es más o menos el promedio.

Pero no tiene sentido hablar de números, ¿no? Tantos autores, tantos poemas, tantas páginas, tantos versos… No importa. Lo que importa es la concepción que guía a esta antología que, creo, se convertirá en la referencia de un momento en la poesía argentina. Una referencia parcial, sesgada al ritmo de las facetas de un proyecto determinado, de una visión de la poesía y del arte (pero ¿quién espera otra cosa?); un momento, o mejor dicho parte de un momento, la foto tras la foto: la de lo que hay debajo del tronco, detrás de las hojas, más allá del azul. Lo dice Axat mucho mejor que yo:

Esta antología fue hecha a partir de estas indagaciones como ensayo para repensar y mejorar la resistencia desde la poesía, como así, el recambio generacional sin censuras. Pensar el registro poético como potencia descanonizada, inmanente, invisibilizada por el canon. Reunión de poetas con diferentes estéticas, pero cercanos sobre un mismo plano a la hora de asumir inquietudes o trama de sospechas. Escrituras que no dejan de hibridar, reproducir o acumular influencias, pero al compartir la misma emergencia, son portadoras de duda y deseo de ruptura ante el laberinto hamletiano: la muerte (asesinato) del padre subyugador político-poético-canónico-editorial.

(…) Lo “salvaje” es visceral, expresión de deseo, proclama (o duda) que recopila escrituras de la generación nacida a la vera de los ‘70. Mosaico de voces paridas (malparidas) al margen, entre los sueños de nuestros padres (también poetas, hombres, miserables) y lo que hoy quedó de ellos.

(…) Encontraremos a los éditos, inéditos, los perdidos y escondidos, los silenciados en otras antologías, los que no, los que escribieron un único poema y eso basta para pertenecer a esta antología. Poetas presos por el sistema. Poetas HIJOS, o —simplemente— hij@s ya sin puntos, mayúsculas. Los que van y vienen con el ayer, los olvidados, literales, huérfanos, menores, tan decadentes como el lugar contra el que escupen.

Pedazo de cosa, en fin.

Lo querés, lo tenés: en Buenos Aires el libro se consigue en Eterna Cadencia, en la librería de las Madres, en la CCC, Guadalquivir, De la Mancha y otras; en La Plata, en Capítulo II, Vonnegut, La Campana, Lenzi, Tiroloco y, ya en las afueras, City Bell Libros.

Ya que estamos: el libro se presenta el jueves 4 en el Islas Malvinas, con la presencia de algunos de los autores leyendo sus textos (seré, espero, de la partida). Agenden ahora o esperen que avise de nuevo más sobre la fecha: 4/11, 19.30, 19 y 51.

Pueden perderse la presentación si quieren, pueden no comprar el libro, pero no se quejen si dentro de veinte años se dan cuenta de que el cambio en la poesía argentina les pasó por el costado.

(Jejeje.)

Buenas y santas.



Tomado de http://www.lalaurette.com.ar/blog/index.php/emporio/2010/10/21/los-j-venes-poetas-y

"Las buenas novelas tienen siempre una capacidad radioactiva"



Domingo, 20 de marzo de 2011

Una estrella roja volando sobre Argentina

Por Ricardo Piglia


Vamos a conversar sobre la novela de Ernesto Semán; ustedes saben que las presentaciones tienen el inconveniente de que uno habla de un libro conjetural, porque la gente todavía no ha tenido posibilidad de leerlo, entonces siempre es bueno no dar interpretaciones del libro, sencillamente algunas líneas. En mi caso, algunas líneas que la lectura del libro me promovieron a pensar. El libro me gustó mucho y me parece que las buenas novelas tienen siempre una capacidad radioactiva, para usar una palabra peligrosa. Ramifican los sentidos y permiten asociar siempre lo que se está narrando con historias paralelas y con historias posibles. Yo creo que esa podría ser una primera definición de una buena novela. Una buena novela siempre cuenta algo más de lo que está contando, y eso otro que está contando tiene mucho que ver con el lector para quien resuenan esas historias o esas posibilidades o esas alternativas que los textos insinúan, en la medida que, desde luego, la clave para escribir una novela es que no todo se puede contar, y entonces el primer problema que tiene el narrador es cómo selecciona aquello que va a entrar en la historia y aquello a lo cual la historia efectivamente alude.

Entonces, pensándolo desde esa perspectiva, me pareció que el libro de Ernesto Semán podía incluirse en una especie de marco que podríamos llamar un poco en broma “La carta al padre”, como gran tradición. Esas especies de relaciones relativamente genealógicas, a veces políticas, a veces freudianas, a veces económicas, de herencias que se establecen entre los hijos y los padres como un elemento que recorre desde luego la historia de la literatura, de la ficción. En este caso, como sucede a veces, esa relación con el padre, esa carta implícita al padre, está cruzada por la historia de la madre, que me parece lo más poderoso de la novela, que se va entrelazando, que es la historia de la mujer del padre y es una historia muy conmovedora que está contada con mucha energía. Inmediata-mente recién ahí empecé a pensar cuáles eran las madres que estaban en la literatura argentina y que uno podía recordar; como se puede llegar a recordar seguramente a Rosa, esa madre joven que se está muriendo, que está presente con mucha emoción en la novela de Ernesto.

Rosa es una mujer con principios y al mismo tiempo también con mucho coraje, con mucha energía, que ha pasado una serie de avatares argentinos de su vida sentimental, muy argentinos, y por lo tanto acceder al padre es también escuchar el relato de la madre sobre esa figura un poco elusiva, elíptica, que ya no está. Recordaba entonces, por ejemplo, la madre de Silvio Astier en El juguete rabioso, que es una figura fortísima porque siempre que quiere escribir, la madre le dice que hay que trabajar, cada vez que Silvio Astier está leyendo, le dice “no sigas leyendo tenés que buscar un trabajo”, y entonces la novela es la fuga de la madre, cómo se escapa de esa especie de orden materna de que hay que salir a ganarse la vida. Después está la madre que aparece en La traición de Rita Hayworth, la novela de Manuel Puig. Toto, el chico que anda por ahí en el colegio y está siempre escapando porque todos le quieren pegar, lo maltratan, tiene a su madre que lo lleva al cine. La madre lo lleva al cine y entonces es la madre la que instala esa mitología que va a acompañar a Puig durante toda su obra, y está muy bien contada esa intimidad con la madre, esas tardes en que van al cine del pueblo a ver películas de Hollywood.

Después está la madre de Tomatis, el personaje de Juan José Saer, que es una especie de madre negativa porque está siempre mirando televisión (que en el mundo de Saer es lo peor que puede pasar). La madre está siempre mirando televisión y lo único que le pasa a la madre es que Tomatis –que es el poeta que anda por ahí– le tapa la pantalla, la única relación que tienen es que Tomatis le tapa a la madre el televisor, y entonces la madre le pide que pase rápido.

En este caso, la madre es el acceso a una historia compleja, es la historia de un desaparecido, y por lo tanto, el chico está tratando, cuando ya es grande, de comprender esa historia atroz, de la cual en un sentido él es el heredero, pero en realidad es aquel que debe hacerse cargo de esa cuestión. En ese sentido, por un lado está esa tradición de las historias de los padres que están en el centro de los relatos y por otro lado tenemos esas relaciones que son siempre muy intensas de los hombres y las madres, digamos, como sabemos desde el tango, son las relaciones más intensas que se pueden imaginar. Pero también está este mundo político de la Argentina y me parece que Ernesto lo cuenta trayendo a la discusión y al imaginario de esta cuestión una perspectiva que la Argentina ha comenzado a revisar; se ha comenzado a contar esa historia a partir de lo que podríamos llamar “la historia de los hijos de los desaparecidos”.

Yo leía la novela de Semán conectada con Los rubios, la película de Albertina Carri, y también una obra de teatro que me gustó mucho que se llama Mi vida después, dirigida por Lola Arias, que tienen en común con la novela de Semán la manera en que los chicos miran esa situación política. Y tienen en común asimismo el hecho de que los chicos no entienden lo que está pasando ahí, entonces hay algo absurdo en la experiencia que se narra en la novela y que se narra habitualmente en esta situación que ha traído al vaivén que tienen las novelas políticas que han trabajado en esta cuestión una perspectiva nueva. Sé que hay muchos otros textos e incluso otro tipo de producción cultural que se ha ocupado de esta cuestión y ha traído esta mirada, que es una mirada kafkiana diría yo; este chico no entiende lo que está pasando y las explicaciones que le dan los padres son siempre completamente disparatadas. ¿Por qué no están? ¿Por qué se van? ¿Por qué hay que cambiar de casa? ¿Qué es lo que está pasando? ¿Cuál es el peligro? Entonces creo que ese universo, que es el universo emocional básico que se cuenta en el texto está al mismo tiempo completado por el hecho de que el narrador está contando esa historia ya cuando es un hombre, pero lo importante es que se pueda seguir ligado a ese sentimiento de estupefacción. Me parece que es parte de una mirada nueva. En general, las ficciones que se escriben en la Argentina sobre la política y sobre todo la política de los ‘70 tienden, o bien a ver lo sucedido como una especie de mamarracho grotesco, de personajes más o menos ridículos que con motivos que nadie termina de entender entraron en una cuestión que llevó a todo el mundo al desastre, o se cuenta desde el punto de vista del modelo del nazi. Entonces lo que se cuenta es el otro lado, qué tipo de figura es esta figura, qué tipo de incógnita puede generar la figura de aquellos que son responsables de lo que pasó, de los represores. Hay ahí cierto estereotipo de lo que podríamos entender como “el mal”. Pareciera que el modelo del mal son los nazis, entonces muchas veces los nazis en las últimas novelas que se han escrito sobre estas cuestiones aparecen como el ejemplo más claro de esa conciencia que establece con el mal una relación casi de pacto. Me parece que la atracción por los nazis se debe a que los nazis son un poco más cultos que los malos o aquellos que tienen aquí un pacto con el diablo que suelen ser personajes muy primarios, digamos. En este sentido, en la novela de Semán hay un personaje –de apellido Capitán, que está asociado a la desaparición– que trae una mirada muy interesante sobre estos temas.

No quisiera reducir la novela a este núcleo, que es un núcleo siempre muy potente y muy conflictivo en la literatura, y en la cultura, en la discusión política en la Argentina porque, vuelvo a insistir sobre la importancia que tiene la figura de la madre en esta narración y el modo en que la madre ha comprendido desde el principio la situación, y ha sido solidaria con esas decisiones políticas pero al mismo tiempo ha mantenido siempre una actitud de distancia y de disputa incluso. Hay momentos muy emocionantes en el texto que tienen que ver con decisiones de lo que podríamos llamar “la versión familiar de la política”, algo que muchas veces da a la realidad política una intensidad que las historias aisladas de la militancia política y la actividad política no tienen.

Es muy interesante la tensión entre la figura del chico, contada ya por alguien que recuerda su propia vida desde la adultez, que tiene esos recuerdos un poco confusos, que todos tenemos de la infancia. Creo que a todos nos pasa: tenemos recuerdos nítidos, pero no sabemos el contexto dentro del cual funcionaban esos recuerdos, y el contexto dentro del cual funcionan esos recuerdos pueden convertirlos en cosas maravillosas o en cosas atroces, pero lo que hay es la emoción que se tuvo en el momento en que esas situaciones sucedieron y muchas veces es, por ejemplo, el juguete al cual hace alusión el título. Ese título que tiene una carga importantísima, porque sostiene toda esa situación de un padre que trae un regalo; pero ese regalo al mismo tiempo se asocia con lo que era en esa época una militancia política que aparecía como muy difícil de descifrar.

Hay un tercer punto muy interesante donde yo también encuentro ciertas tradiciones de la narrativa política argentina que yo llamaría, restringiendo un poco el sentido mucho más amplio que tiene esa parte de la novela, “el momento alegórico” del texto. La alegoría ha sido un modo de resolver muchas veces la cuestión de cómo narrar esos acontecimientos. Para poner el ejemplo de Saer, matan caballos, mueren caballos en Nadie, nada, nunca. Mueren caballos y mueren caballos y mueren caballos. O en Cuarteles de invierno de Osvaldo Soriano, una novela que me gusta mucho porque hace de una pelea de box, una alegoría de una situación desde luego mucho más compleja. En la novela de Semán, la alegoría es irónica y divertida porque es una isla. Los personajes van a una isla en un ómnibus, y esa isla es una especie de infierno benévolo porque es un infierno en el cual muertos y vivos van a reconciliarse, o intentan estar en ese lugar para buscar una reconciliación. En ese espacio de la isla imaginaria se encuentran momentos distintos de la experiencia política y detrás está lo que yo llamaría la experiencia del niño: el niño hubiera querido que todos se hubieran reconciliado y que ese mundo tan incomprensible, de diferencias tan tajantes, se hubiera podido resolver de una manera que no fuera la manera en que se resolvió.

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El juguete perdido



Por Damian Huergo

Soy un bravo piloto de la nueva China
Ernesto Semán
Mondadori
284 páginas


La producción literaria argentina sobre la dictadura es amplia y variada. Abarca libros que burlaron la censura, testimonios directos, investigaciones periodísticas y ficciones biográficas. A su modo, estos textos contribuyeron a fomentar una condena social y cultural que actuó en el espacio vacante que dejaron –durante décadas– la Justicia y las leyes de impunidad. Tanto la literatura escrita en los años de plomo como las historias que surgieron a partir de la democracia, encontraron en la búsqueda de la verdad el modo de procesar el duelo, personal y colectivo. En la actualidad, la apertura de causas y juicios a militares en casi todas las provincias del país, parece haber desplazado el discurso que busca la verdad –exclusivamente– hacia los ámbitos del derecho. Entonces, con el cambio de paradigma, cabe preguntarse: ¿cómo es escribir sobre la dictadura con la Justicia en acción? ¿La escritura empieza a pasar a ser una salida íntima e individual del duelo? Al no tener que sobrellevar el develamiento de la verdad de los hechos ¿se puede ahondar en una reflexión sobre otras esferas de aquellos años?

El escritor y periodista Ernesto Semán se enfrenta en su última novela con estos dilemas. No como una búsqueda consciente para disipar las sombras del pasado sino como si fuesen obstáculos que aparecieron –a pesar suyo– en su camino y que, para seguir avanzando, debía revisarlos con el pulso de un cirujano que no tiene resuelto si está ante un tumor benigno o maligno.

Soy un bravo piloto de la nueva China cuenta en primera persona la historia de Rubén, un geólogo que vive en el exterior y retorna a la Argentina para acompañar a Rosa, su madre, en sus últimos días de vida. El encuentro con su primera ciudad, con los resabios de maternidad de Rosa –que brilla aunque el cáncer insista en devorarla–, con su hermano mayor, con la única fotografía familiar que conservan y con objetos totémicos de su niñez (como el Chinastro, el juguete que le trajo su papá de China, que lleva inscripta la consigna que da título a la novela), inevitablemente lo transportan a los recuerdos emotivos de su infancia. Sin embargo, este punto de inflexión común a cualquier hombre devenido adulto, en la historia de Rubén tiene otra vuelta de tuerca: en 1978, fuerzas del Ejército chuparon y –posteriormente– hicieron desaparecer a su padre, Luis Abdela, referente de la Vanguardia Comunista, nexo argentino con la China de Mao y, según Rosa, capaz de discutir “con cualquiera, de Fidel para abajo”. Rubén, para reconstruir su memoria familiar debe enfrentarse a su padre; mejor dicho al fantasma del Camarada Abdela, que pesa sobre él y su familia como una “nube terrible que los oprime”.

La novela está estructurada en tres partes, que son como brazos que se desprenden de un mismo río: la familia Abdela. Además de la agonía de Rosa en el presente, Semán narra el pasado haciendo foco en el secuestro del Camarada y sus días en un campo de concentración. Como en El fin de la historia de Liliana Heker o Villa de Luis Gusman, Semán no caracteriza a los victimarios como el “mal absoluto”, como el hecho anómalo de nuestra sociedad sino que busca comprender –dándoles voz propia– sus pulsiones por ser una parte constitutiva de su historia particular y de la de su país.

La tercera fase de la novela sucede en una isla a la que se llega por medio de un colectivo-submarino. Con inteligencia, Semán inserta un apartado onírico a la trama. La isla funciona como una especie de purgatorio, decorado con la estética de un shopping mall y la ética de un paseo turístico. Allí, Rubén está encerrado en un tiempo y espacio ajeno, como si fuese una alegoría de su duelo, observando mediante un escáner los diálogos de su padre con Capitán, su torturador. Rubén, como si fuese un espectador crítico, deja de lado los hechos que observa y, como muchos de su generación, se propone entender los motivos, de su padre y de Capitán. Como Albertina Carri en Los rubios y Félix Bruzzone en 76 y Los topos, utiliza la ficción para armar el relato de los hijos de desaparecidos, para aportar su mirada sobre las decisiones políticas de su padre. En Soy un bravo piloto de la nueva China, el personaje Luis Abdela convive con la tragedia de optar entre la familia y la militancia, entre “la salida individual burguesa” y “la salvación para todos los hombres”. Analizadas en retrospectiva –por sus hijos– esta clase de dilemas se asemeja más al absurdo que a una racional opción militante. En la escena en que Rubén lee junto a su hermano una carta de amor que su padre le envió a Rosa desde Cuba, Semán muestra con humor sutil el diálogo intergeneracional: al finalizar la carta, su hermano dice, “es un psicópata”. Y agrega: “Decime quién mierda escribe una carta de amor que menciona a todos y cada uno de los genocidios de la humanidad”.

Una de las características del genocidio como práctica social –apuntan desde la sociología– es que no finaliza con las muertes que produce sino que se inicia. La literatura argentina parece no estar exenta de tal continuidad. Soy un bravo... muestra que cada generación seguirá dando buenos libros que ayuden a comprender sus prolongados efectos. Con valentía Semán tomó el desafío de reconstruir –desde la ficción– su memoria personal, en constante tensión con la memoria histórica. Y dejó en claro que para seguir caminando hay que asumir y correr los obstáculos aunque cueste.


Tomado de http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4205-2011-03-21.html

Cumple de mi mamá

Anoche soñé de nuevo que venía a abrazarme. Esta vez no volaba por la ventana. Llegaba en un auto largo y ancho que yo circunvalaba para saludarla, sabiendo que estaba muerta y que aún así venía a verme.
Qué pena: no le dije feliz cumple, recièn ahora me acordé.

Hoy 21 de marzo

Hoy se considera el Día mundial de la Poesía porque en el hemisferio norte comienza la primavera. Bué. Aceptado (con tal de no acordarme de que aquí empieza el otoño y que mi mamá no cumple ya años)

Polémica en feis

POLÉMICA SOBRE POESÍA CORDOBESA, por Luciano Lamberti
"LA POESÍA CORDOBESA NO TIENE ABUELA. ¿O SÍ?"

de Lamás Médula, el jueves, 17 de marzo de 2011 a las 22:18

1. La poesía cordobesa no tiene padres. No hay tradición, no hay referentes. Hay un poeta clásico como Tejeda, el primer poeta argentino, un cura loco que estuvo dando vueltas por acá. La mayoría de la gente, incluso la mayoría de los poetas, no sabe siquiera que existió. Y está bien. Hay otro que se llama Juan Filloy. Un viejito degenerado que aparte era juez. Escribió como cincuenta novelas y unos poemas que la esposa no le dejaba publicar: sonetos pornográficos, un poco a la manera de lo que haría luego Ramón Paz. Son buenísimos, pero nadie los lee y a nadie se le pasa por la cabeza intentar copiarlos, dejarse influir. Córdoba es como América antes del descubrimiento. La selva espesa de lo real.

2. Miento: sí hay padres. Internos y externos. Los internos provienen de los talleres que Lilia Lardone y Teresa Andruetto dictaron durante más de una década (durante más de dos décadas) y en los que enseñaban, básicamente, a mirar. Lo más importante. Ellas miraban con el filtro de la literatura norteamericana y la italiana de posguerra. Una muy buena forma de mirar. El libro Kodac, de Andruetto: cómo mirar. Los padres externos llegaron provenientes de Buenos Aires. A Alejo Carbonell se le ocurrió hacer talleres de poesía en el PC. ¿Talleres de poesía en el PC? Sí, señor. Ahí conocí a Cucurto, a Damián Ríos. Nos tiraron encima de la mesa unas publicaciones raras, libros que parecían un chiste. Ediciones del Diego, Eloísa Cartonera, Belleza y Felicidad. Ahí estaba todo lo que necesitábamos, no para escribir como ellos (aunque en gran medida les robamos duro y parejo), sino para llegar a una idea gloriosa: el poeta, como dice Mattoni, no tiene por qué ser un pelotudo. Se puede escribir desde otra forma. A Carbonell y a Baldovín se les ocurrió la idea de hacer una editorial. Me invitaron a publicar y a codirigirla. Se llamó La Creciente.

3. Publicamos más de treinta títulos en cuatro años. Éramos jóvenes y llenos de fuerza. Hacíamos lindos libros, libros de los que aún estoy orgulloso. Después se incorporaron dos poetas más: la dupla Privitera / Oliva. Al final nos cansamos de ser independientes, lo que es una condena kafkiana en un gran sentido, y cerramos la editorial. Pero algo pasó en el medio. De pronto había una (disculpen el término casi pornográfico) literatura joven en Córdoba. Gente que no era pelotuda, escribiendo poemas para nada pelotudos. Cada uno empezó a tomar un camino y hoy hay poetas que, como dice Carbonell, rajan la tierra. Nombro a un par, seguro de estar seguro de estar olvidándome de muchos: Pablo Natale, que escribió la loca historia de su familia en verso. Lucas Tejerina, poeta cuartetero, lo más parecido a un Cucurto local. Carlos Godoy, el escolástico peronista, que ahora vive en Buenos Aires pero nunca dejará de ser cordobés, así como un scout nunca deja de serlo. Cuqui: lo más parecido a un genio que conocí en mi vida. Y yo, por supuesto. Empecé escribiendo poemas realistas, narrativos, y ahora escribo poemas sobre iluminados que ven a Dios. Hay muchos otros y poco espacio. Así que me callo.

Luciano Lamberti"

En la compilación de opiniones que realizó Lucas Amuchástegui, aparecen panoramas de ELENA ANNÍBALI, SOLEDAD SONIA GONZÁLEZ, SILVIO MATTONI, LUCIANO LAMBERTI, GABRIELA CARRIÓN MARTÍN ARAUJO, SILVINA MERCADAL Y PABLO ANADÓN.


Alejandro Heredia Lamberti: no estoy de acuerdo en un montón de cosas, que no vale la pena discutir ni argumentar, porque es tu opinión, y cuenta sólo como eso, de ahí a que sea la verdad de la poesía cordobesa hay una distancia, a mi modesto entender, bastante larga. Lo que más me irrita es tu falta de humildad!!!! Un poeta soberbio, SI ES UN PELOTUDO!



Mariasilvia Paschetta
Me parece que te olvidás de "algunita" gente, Lamberti. Como el César "León" Vargas, Hernán Jaeggi, Eugenia Cabral, Leonor Mauvecín, Julio Castellanos, Mario Trecek, José Caribaux, Norma Sosa, Marta Guzmán, Maresa Maldonado... y la parva de ... los que no me acuerdo ahora los nombres, de puro mala memoria pa los nombres que tengo! Y sin mencionar al propio Ale Heredia, acá arriba, o al Nico Cosa que se nos fue a España, o a Gonzalo Vacas Narvaja, Manzur, Eduardo Chávez, Liliana Chávez, Graciela Di Bussolo, Martín Piotti, tantos más... No sé si te falta información, o buena intención. ¿Te enteraste que alguna vez existió un espacio llamado "El Caldero de los Cuenteros", por ejemplo, que se mantuvo 15 años? ¿o "El Andén de los Juglares", que debe llevar otros tantos? ¿O El Café de los Poetas?Ver más


Lamás Médula
DICE LEANDRO CALLE “Estimados señores/as de Lamás Médula,
he leído con agrado la revista Lamás Médula. Soy de origen bonaerense (Zárate) pero vivo en Córdoba hace tiempo. El dossier que publicaron sobre Córdoba es muy interesante pero quería ... preguntarles: ¿Se podrá contestar? Muchos de los que ahí figuran son conocidos o amigos. Pablo Anadón por cierto tiene la gentileza de nombrarme. Lo que me llama la atención es el artículito de Luciano Lamberti tan panfletario y poco profundo. Obviamente que esto lo he hablado aquí en Córdoba en donde se debe, pero pregunto ¿Se podrá abrir una polémica en Lamás Médula? Digo porque la autoreferencia y el autobombo de este muchacho es feroz. El tan mentado fervor de la editorial que él creo La creciente, no llega ni a los talones a lo que hicieron Alción, El copista, Argos en poesía durante muchos años. Desconocerlo y no decirlo es un error grave a mi juicio. No desconozco el mundo del que él habla, por cierto, el reportaje a Lilia Lardone en la revista de Jorgito Boccanera se lo hice yo, orgullo aparte, las propuestas con Buenos Aires las hay, en este caso fue la Revista Nómada, lo que pasa es que desde Córdoba siempre se mira la capital porteña con un desdén tonto.
El mencionado Lamberti cita a Andruetto, que también la invitamos en los 90 a la casa de Córdoba en Bs. As. a través de Susana Degoy, cuando la Andruetto era allá una desconocida. En fin, lo que pasa es que esta gente como Lamberti solo sabe hablar de su pequeño mundo.
Por otro lado decir que Córdoba no tiene referentes ni padres ni tradición es una estupidez tamaño oficio. Tradición le sobra y demasiado. ¡Pero si aquí es todo una insoportable tradición...! Córdoba tiene una parte conservadora insoportable. Pero lejos de esto, creo que el señor Lamberti debería saber que existe un Lugones. Ya sé que fue fascista (como Pound y Ungaretti. El libro Il porto sepolto tenía un prefacio de Benito Mussolini) Además junto con José Ingenieros fundó el primer periódico anarquista o socialista, no recuerdo ahora. Lo que quiero decir, es que no podemos obviar la figura de un Lugones y menos cuando Georgy Borges le devuelve en El Hacedor un cumplido merecido y además tendría que leerse el prólogo de Lunario Sentimental para saber qué despelote armó en la poesía este muchacho Lugones.
Habría que citar a Glauce Baldovín, Alejandro Nicotra y Rodolfo Godino y también a Romilio Ribero y Alejandro Schmidt entre otros. Es decir hay referentes. Y está bien que se los combata y que se los discuta pero no está bien que se los ignore. Para afirmar ciertas cosas convendría saber un poco más de poesía, sobre todo estos autores que hablan de poesía pero no se deciden por ella y escriben ora esto ora esto otro. (Lamberti pareciera ser más narrador que poeta).
A la tan mentada Cuqui, junto con el clan de la Creciente, hay que leerla. Yo la he leído y por Dios, es malísima. Será una genia como dice Lamberti pero en física cuántica.
Más allá del autobombo de Lamberti sobre su tan genial editorial, creo que alguna vez hay que decirlo: Alción, Argos y Fénix del Copista son las que realmente han dejado un legado en Córdoba. Basta ver el catálogo de cada una de las editoriales que nombro para darse cuenta de la obra inmensurable y sin un mango que ha hecho esta gente. Desconocer eso es ser bruto.
Yo no desconozco lo que hace Lamberti y en algunos casos hay cosas que me gustan (he comprado varios libros de la creciente) pero no me parece que sean tan genios como ellos creen y que definan la cultura de Córdoba de una manera tan simple y llana. Nombrar simplemente a Kodak al referirse a la poesía cordobesa es ser muy ignorante y además es ignorar que quien propició ese libro fue el director de la editorial Argos que se afanó por publicar a autores que en su momento no eran conocidos.
No me molesta la ignorancia pero la ignorancia mezclada con el orgullo y el autobombo y la autoreferencia es verdaderamente un error grave.
Hablar de literatura joven cuando se tiene más de 30 creo que es también grave sobre todo cuando se equipara vejez a pelotudez (según su artículo). Respecto de esta palabra, citando a Mattoni, dice Lamberti: "el poeta no tiene por que ser un pelotudo", así lo cita. Pues yo diría lo siguiente: tal vez los pelotudos no son los más apropiados para hablar de la poesía.
Estas son las reflexiones que me merecieron al apartado de Lamberti en vuestra revista que me gusta mucho. Simplemente compartir con ustedes esta inquietud o si quieren, abrir una polémica.
Leandro Calle”


Leonor Mauvecin; Es increíble lo fácil que habla la gente que no sabe y no se da cuenta que queda como un "pelotudo" Ignorar la tradición poética de Córdoba no es un pecado, pero si desconocerla cuando se intenta opinar de poesía con tan poco respeto y con tanta soberbia.Da pena. Y pienso en la humildad de Nicotra y de tantos otros , Glauce Baldovin , Romilio Rivero y muchos más.



Lamás Médula
Clara Ferrando Juani escribió "desconocia lo anterior pero tu comentario defendiendo la poesia y a los poetas que lucharon por su difusion a pulmon bien merece un reconocimiento asi que aunque estoy ajena al debate te felicito por defenderl ...a con el corazon, que de nosotros sin la poesia ......
un abrazo y que todo cordoba reconozca como tu a sus nobles poetas de ayer hoy y siempre un abrazo"


Marcelo Dughetti Hay un extraño ocaso segun Wagner que lo espera.Alli usted Lamberti y otros que tambien escribieron y decidieron hablar sobre los demas se quemaran en la sinrazón de sus propios odios.



Lucas Amuchastegui
Me parece oportuno aclarar, como editor de la nota, que Luciano Lamberti escribió en base a un cuestionario en donde se le preguntaba acerca de su experiencia como co-editor en "La creciente" y otras preguntas personales. Se le bridó un esp ...acio fijo en caracteres, lo que su vez limita un poco el tema de nombrar gente, algo que en el caso de Anadón, Cabral, Anníbali y otros, también fué un problema, ya que a veces no nombrar a algunos es considerado por otros como una "herejía", palabra que uso en su sentido menos inocente y casual. El texto final de Lamberti fué editado, quedando afuera otras consideraciones que de haberse publicado enriquecerían el debate sin llevarlo a una discusión que en algunos casos parece plantearse en términos tribuneros. Gracias.


Mariasilvia Paschetta Cristina Ramb, Laura García del Castaño, Fanny Jareton... Lo que ponés de no poner nombres, Lucas, no amengua que Lamberti dice que NO EXISTE tradición poética en Córdoba. No hace falta nombrar gente. Es necesario conocerla!


Marcelo Dughetti De todas maneras esta bueno que si alguien habla de poetas pelotudos uno se pregunte donde esta direccionado el fusil y sin considerarse juez de nada y atendiendo a que es hermosos jugar el juego de abalorios podamos opinar en terminos tamien tribuneros. DEspues de todo en la tribuna esta la pasion y de la pasion siempre es bueno enamorarse. En fin que tambien me gusta que la revista despierte polemicas por lo menos sepuede decir que estamos vivos.


Marcelo Dughetti: Ah el odio y el amor tambien son parte del juego Todos tenemos una lista entre crotos no nos vamos a andar pateando el tarro no???


Maximiliano Spreaf: Pablo Natale?


Leticia Ressia: Es una opinión. Creo que hay demasiada preocupación por quien es nombrado o no...y no es lo importante.


Maximiliano Spreaf: Lo que pasa que tacitamente esta excluyendo a proposito.


Leticia Ressia si, claro. No hay ingenuidad en eso.

Leticia Ressia el canon es tétrico

Leandro Manuel: Calle Leticia, no es un problema del canon, a mi juicio. El canon es desarmable, es objetable siempre. Personalmente lo que me molesta es la autoreferencia permanente, el autobombo que ignora todo.



Carlos Garro Aguilar
Comparto las opiniones vertidas por mi amigo Leandro Calle:Creo que hay que aprender a convivir y a respetar las propuestas estèticas diferentes y a veces contrarias a las nuestras.Lo importante es que se escriba como y desde donde se escri ...ba, la tarea sea seria y autèntica, o sea tener convicciones fuertes pero tambièn informaciòn exhaustiva de lo que se escibiò y se escribe en Còrdoba en primer lugar, y luego en el paìs.Lo importante es trabajar, leer mucho y dejar que el el tiempo a travès de la crìtica y las opiniones de las pàginas culturales, vayan decantando, haciendo la criba de lo que quedarà, que nunca es demasiado.Nadie tiene" la verdad", la verdad si existiera tal cosa, (Nietzsche y Lacan se reirìan) se construye con retazos de mùltiples propuestas, propuestas que se van modificando a lo largo de las dècadas.De todos modos sì es cierto que la poesìa, como todo arte debe evolucionar, intentar en lo posible "rasgar las vestiduras del futuro", como decìa Saint John Perse, en su discurso cuando recibiò el premio Nobel de literatura.Pero las vanguardias renovadoras son llevadas a cabo por un puñado de talentos que hoy parecieran a punto de extinguirse.Trabajar auntènticamente y respetar el trabajo serio y autèntico de los otros es la actitud mas deseable.Lo que todos buscamos desde la palabra es una comunidad de hombres mas sensibles y solidarios, que contribuyan a hacer mas habitable este planeta atribulado por tanta agresiòn, vulgaridad ,egoìsmo y muerte. Piro Garro Aguilar.Ver más


Silvia Loustau: No soy de Cordoba, pero hay un poeta indiscutible Schmidt( no se si lo estoy escribiendo bien) Dughetti( que aoarece aquí en la discusion) Mauveci, que la he trabajado en mis talleres...y tantos otros que he leido cuando encuentro algo, pues culturalmente este continua siendo un pais unitario. Creo que el señor Lamberti tiene un ego inflado como un globo...a esos personajes nunca se si envidiarlos o decirles que realmente son unos pobres tipos.


Luciano: Tanto lamberti dice, poéticamente aludiendo a sí mismo: "y yo, por supuesto", avalando su aventura de escribiente por dedicarse a los iluminados que ven, que ven... ¿a quién era qué veían?


Lamás Médula
POLÉMICA SOBRE POESÍA CORDOBESA: Dice Luciano Lamberti en NOTA ENVIADA AYER A LUCAS AMUCHÁSTEGUI PARA SER PUBLICADA POR LAMÁS MÉDULA “Muchachos, muchachos, no nos pongamos nerviosos. Me pidieron un artículo para una revista con un número mu ...y acotado de caracteres, hice lo que pude con eso, traté de hablar de lo que más o menos conozco y del campo donde me muevo. Es lo que haría cualquiera en mi situación. Ustedes mismos, cuando me remarcan como abuelitas los "grandes olvidos" de mi nota nombran según sus criterios estéticos e incluso filiales. Creo que lo más interesante de la poesía cordobesa pasa por esos autores, que quizás son los que más miran a Buenos Aires y la poesía de los 90 como referente. Para ser justo, suponiendo que exista tal cosa, tendría que haber hecho un listado ridículo de nombres, uno detrás de otro, y aún así no terminaría de abarcar a todas las personas que escriben poesía en Córdoba, incluso a los que escriben poesía en el barrio General Paz, que son muchos. Decidí que un listado era una pavada y acoté el campo a una tradición de la que me siento parte. Mi ignorancia es descomunal, prefiero gastar mi tiempo leyendo a gente que me gusta que tragarme libros de poemas que dan ganas de reventarse las bolas con un martillo. Porqué sí: creo que hay una manera vieja, pelotuda y poco interesante de concebir la poesía. Y no, no voy a incluir esa manera en lo que a mí me gusta. Y sí, un montón de gente que no tiene esa manera quedó afuera. Lo siento por ellos. Vayan a patalear a otra parte. Funden una revista, funden una editorial. Pero no se la pasen lloriqueando por los grandes olvidos de los humildes labradores de la poesía. Porque tampoco la poesía es taaaaan importante.
Gracias Lucas. Abrazo.
Luciano”.


Maximiliano Spreaf
Al final de esto, el nervioso es el mismo Lamberti. Yo no hubiera salido a dar explicaciones, si no hubiera nada que explicar como dice el. Y la poesia si es importante, y mas importante aun es la coherencia. No necesitamos tu listado Lambe ...rti. Porque vos tampoco pudiste ir mas alla de lo filial. Hay grandes poetas en Cordoba que les interesa muy poco que vos los incluyas en una nota. Hay grandes poetas que no hablan de quienes hacen poesia, sino de la poesia misma. Los nombres propios son de lo primero que se alimentan los que escriben como vos. Habria que dejar de querer hacerse el cool al divino boton y como dije antes, ser mas coherente a la hora de hacer tiros por elevacion a todo el que no te cabe. Menos cuando la nota es pedida.


Luciano Lamberti
No, Maximiliano, no estoy nada nervioso. Sí, había algo que explicar porque parece que elegir no es bueno, tiene que gustarte cualquier clase de poesía, por más inculeable que esta sea. ¿Hay grandes poetas en Córdoba? ¿En qué sentido, porqu ...e son viejos? ¿Quien es el "gran poeta cordobés"? Explicámelo porque no lo entiendo. ¿Quién? ¿Alguien lee a uno de esos "grandes poetas cordobeses" y dice: este el camino, voy a dialogar con estos tipos, voy a escribir en esa tradición? ¿Vos hacés eso? Si es así, me reservo el derecho de leerte, todavía tengo ganas de vivir.