Veníamos en el auto con Silvana (ya saben: compañera, matera, diosa total, minón increíble). Bajamos de la autopista en Morón y el tipo que te limpia los vidrios nos tira un beso a través del parabrisas. Se acerca a mi vidrio bajo y dice que somos dos hermosas, que si le decimos ya se sube con nosotras (¿no me digas? Qué linda información y qué sorprendente para nosotras ¿no?).
Sonreímos, agradecemos y, para rematarla, agrega: "Qué le voy a hacer: siempre me gustaron las chicas grandes."
Hijo de su santa madre: No pudimos saber si era un cincuentón con la autoestima hipercargada y con poca percepción de sí mismo o un pendejo de 25 con las neuronas y el cuerpo estragado por la merca.
sábado, 31 de agosto de 2013
Mi noche con Wenceslao
Es mi lavarropas, ya saben. Y aquí va la historia para las que me preguntan cómo hago todo lo que hago:
Ayer viernes llegué de mi reunión de UBACYT a las 10.30 de la noche. Mi hijo menor y mi hija estaban en sus respectivas camas y ninguno había cenado. El mayor me había dejado seis camisas sobre el lavarropas más un mensaje que decía con qué programa de lavado quería que fueran procesadas. No me enojé con ninguno porque tenía uno de esos días en los que me cae bien hacer de madre todopoderosa (contrarrestados muy a menudos con los de madre-que-da-lástima y los de madre-que-te-hace-valerte-por-ti-mismo y aplica muchos gritos para lograrlo). Así que armé la cena con dos empanadas que quedaban del jueves, más dos milanesas de pollo del mediodía y un arroz que no se sabía de cuándo. Mientras me fui a bañar y puse las camisas en manos de Wenceslao.
El señor lavarropas estaba lento así que terminé de encremarme y todo el piripipí antes que él. Le dije a Rafa que no me cerrara la reja del fondo porque me faltaba colgar ropa y me tiré en la cama. Occcccvio: me dormí. 2.40 de la madrugada: Wenceslao había acabado pero Rafa me había cerrado la reja de la cocina (hay una sola llave y se la lleva él a su pieza del fondo). Lo llamé un par de veces, no me contestó, me volví a la cama. Al ratito siento que abre la puerta de chapa. Le digo que me deje abierto, me levanto, cuelgo las camisas que debía chorrear agua para evitar que el nene grande tenga que planchar muchas arrugas (mamita es buena pero no plancha). No contenta con este heroísmo, me dije a mí misma: ¿Por qué no poner otra carga de ropa? Si Wenceslao quiere segundo round, allí vamos. 4.10 de la mañana, el muchacho eléctrico se truló y me despertó el ruidito de que se había quedado sin agua. Le pongo el motor (no sea cosa que se haya en seco) y reprogramo para que acabe solo. Me vuelvo a la cama. 6.00 de la mañana: alarma para levantarme: tengo que salir a las 7.00 para la facu: En mañanero incluyó fiaca hasta las 6.40, abrirlo y colgar en la soga, salir a los tumbos para no perder el bondi.
Ayer viernes llegué de mi reunión de UBACYT a las 10.30 de la noche. Mi hijo menor y mi hija estaban en sus respectivas camas y ninguno había cenado. El mayor me había dejado seis camisas sobre el lavarropas más un mensaje que decía con qué programa de lavado quería que fueran procesadas. No me enojé con ninguno porque tenía uno de esos días en los que me cae bien hacer de madre todopoderosa (contrarrestados muy a menudos con los de madre-que-da-lástima y los de madre-que-te-hace-valerte-por-ti-mismo y aplica muchos gritos para lograrlo). Así que armé la cena con dos empanadas que quedaban del jueves, más dos milanesas de pollo del mediodía y un arroz que no se sabía de cuándo. Mientras me fui a bañar y puse las camisas en manos de Wenceslao.
El señor lavarropas estaba lento así que terminé de encremarme y todo el piripipí antes que él. Le dije a Rafa que no me cerrara la reja del fondo porque me faltaba colgar ropa y me tiré en la cama. Occcccvio: me dormí. 2.40 de la madrugada: Wenceslao había acabado pero Rafa me había cerrado la reja de la cocina (hay una sola llave y se la lleva él a su pieza del fondo). Lo llamé un par de veces, no me contestó, me volví a la cama. Al ratito siento que abre la puerta de chapa. Le digo que me deje abierto, me levanto, cuelgo las camisas que debía chorrear agua para evitar que el nene grande tenga que planchar muchas arrugas (mamita es buena pero no plancha). No contenta con este heroísmo, me dije a mí misma: ¿Por qué no poner otra carga de ropa? Si Wenceslao quiere segundo round, allí vamos. 4.10 de la mañana, el muchacho eléctrico se truló y me despertó el ruidito de que se había quedado sin agua. Le pongo el motor (no sea cosa que se haya en seco) y reprogramo para que acabe solo. Me vuelvo a la cama. 6.00 de la mañana: alarma para levantarme: tengo que salir a las 7.00 para la facu: En mañanero incluyó fiaca hasta las 6.40, abrirlo y colgar en la soga, salir a los tumbos para no perder el bondi.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Me falta catarsis maternal
Sólo mi mamá sabía hacerme sentir que toda la mierda del día era la justa justificación de mi mal humor.
domingo, 25 de agosto de 2013
Yo no estaría contento
Lo que está claro, es que si hubiera nacido hombre yo no estaría contento. Sorprende ver la cantidad de hombres que dan la impresión de vivir aferrados de ese modo a su argolla de masculinidad. Se trata en todo caso de una amputación emocional brutal,constante y de lo más exigente. Creo que asistimos en directo al hundimiento de la “norma heterosexual”, y que sería urgente acompañarlo de discursos innovadores sobre la masculinidad.
Virginie Despentes
Virginie Despentes
Nunca me la he encontrado
Porque el ideal de mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre realizada pero no desbordada por los pañales y por las tareas del colegio, buen ama de casa pero no sirvienta, cultivada pero menos que un hombre, esta mujer blanca feliz que nos ponen delante de los ojos, esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos, a parte del hecho de que parece romperse la crisma por poca cosa, nunca me la he encontrado en ninguna parte. Es posible incluso que no exista.
Virginie Despentes
Virginie Despentes
Para los hombres
"...también escribo para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos, los que tienen miedo, los que son tímidos, vulnerables,los que prefieren ocuparse de la casa que ir a trabajar, los que son delicados, calvos, demasiado pobres como para gustar, los que tienen ganas de que les den por el culo, los que no quieren que nadie cuente con ellos, los que tienen miedo por la noche cuando están solos."
Virginie Despentes
Virginie Despentes
No me interesa
No me interesa ponérsela dura a hombres que no me hacen soñar. Nunca me ha parecido evidente que las chicas seductoras se lo pasen tan bien.
Virginie Despentes
Virginie Despentes
La figura de la pringada de la feminidad
Yo hablo como proletaria de la feminidad: desde aquí hablé hasta ahora y desde aquí vuelvo a empezar hoy. Cuando estaba en el paro no sentía vergüenza alguna de ser una paria, sólo rabia. Siento lo mismo como mujer: no siento ninguna vergüenza de no ser una tía buena. Sin embargo, como chica por la que los hombres se interesan poco estoy rabiosa, mientras todos me explican que ni siquiera debería estar ahí. Pero siempre hemos existido. Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres, que sólo imaginan mujeres con las que querrían acostarse. Siempre hemos existido, pero nunca hemos hablado. Incluso hoy que las mujeres publican muchas novelas, raramente encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres o de ser amadas. Por el contrario, a las heroínas de la literatura contemporánea les gustan los hombres, los encuentran fácilmente, se acuestan con ellos en dos capítulos, se corren en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo. La figura de la pringada de la feminidad me resulta más que simpática: es esencial. Del mismo modo que la figura del perdedor social, económico o político. Prefiero los que no consiguen lo que quieren, por la buena y simple razón de que yo misma tampoco lo logro. Y porque, en general, el humor y la invención están de nuestro lado. Cuando no se tiene lo que hay que tener para chulearse, se es a menudo más creativo. Yo, como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss.
Virginie Despentes
Virginie Despentes
Que haya también
Me parece formidable que haya también mujeres a las que les guste seducir, que sepan seducir, y otras que sepan casarse, que haya mujeres que huelan a sexo y otras a la merienda de los niños que salen del colegio. Formidable que las haya muy dulces, otras contentas en su feminidad, que las haya jóvenes, muy guapas, otras coquetas y radiantes. Francamente, me alegro por todas a las que les convienen las cosas tal y como son. Lo digo sin la menor ironía. Simplemente, yo no formo parte de ellas. Seguramente yo no escribiría lo que escribo si fuera guapa, tan guapa como para cambiar la actitud de todos los hombres con los que me cruzo.
Virginie Despentes. Teoría King-Kong
Virginie Despentes. Teoría King-Kong
Demasiado viril
Yo soy ese tipo de mujer con la que no se casan, con la que no tienen hijos, hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda, demasiado brutal, demasiado hirsuta, demasiado viril, me dicen. Son sin embargo mis cualidades viriles las que hacen de mi algo distinto de un caso social entre otros. Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad…
Virginie Despentes
Virginie Despentes
Un asunto más interesante
Escribo desde la fealdad, y para las feas
las viejas
las camioneras
las frígidas
las mal folladas
las infollables
las histéricas
las taradas
todas las excluidas del gran mercado de la buena chica
y empiezo por aquí para que las cosas queden claras:
no me disculpo, ni vengo a quejarme
no cambiaría mi lugar por ningún otro
porque ser Virginie Despentes
me parece un asunto más interesante que ningún otro
primeras líneas de TEORÍA KING KONG
Virginie Despentes
las viejas
las camioneras
las frígidas
las mal folladas
las infollables
las histéricas
las taradas
todas las excluidas del gran mercado de la buena chica
y empiezo por aquí para que las cosas queden claras:
no me disculpo, ni vengo a quejarme
no cambiaría mi lugar por ningún otro
porque ser Virginie Despentes
me parece un asunto más interesante que ningún otro
primeras líneas de TEORÍA KING KONG
Virginie Despentes
Para mí también es feminismo
ENTREVISTA:VIRGINIE DESPENTES | DESPUÉS DEL FEMINISMO
"No creo en la femineidad"
PATRICIA DE SOUZA 13 ENE 2007
La aparición de la novela Fóllame, luego llevada al cine, lanzó a la fama a la escritora francesa. Su último libro, King Kong Teoría, mezcla el ensayo y la autobiografía para hablar de la violación, la prostitución y la pornografía desde un punto de vista tan crudo como polémico.
Transgresora y deslenguada, Virginie Despentes (Nancy, 1969) pasó de ser una escritora marginal a convertirse en una de las voces más destacadas de su generación. Una dama de la literatura trash. La popularidad le llegó en 1993 con su novela Fóllame (Mondadori), después llevada al cine, que cuenta la violenta historia de dos prostitutas convertidas en asesinas en serie. Despentes extrae de su biografía -en la que figuran la violación, la prostitución y los trabajos basura- buena parte de su material de ficción y también de reflexión. Pero es su último libro, el ensayo King Kong Teoría (de próxima aparición en Melusina) el que la ha vuelto a poner en la mira de los conservadores. Un texto polémico que unos consideran el manifiesto de un nuevo feminismo y otros, un ajuste de cuentas personal, una guerra civil entre hombres y mujeres. "Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las insatisfechas, las que nadie desea, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena mujer", escribe.
PREGUNTA. Su escritura es directa como un puñetazo. ¿Es necesaria la cólera, cierta violencia para hacerse escuchar?
RESPUESTA. No, la cólera puede dar cierta energía. Pero lo que es necesario para hacerse oír son personas dispuestas a hacerlo. Hay algunas que funcionan bien con la cólera, otras, a quienes eso les causa apenas un rasguño.
P. ¿Escribir: "Puesto que quería ser un hombre, he tenido una vida de hombre", no es una dimisión de su propia particularidad?
R. ¿Una dimisión con respecto a qué? ¿A mi "devenir mujer"? Nunca me he sentido dueña de una misión particular por ser mujer. Desde el exterior es desde donde se me hizo comprender que mis apetitos eran masculinos. Hubiera dimitido de mí misma aunque me hubiese comportado de otra manera. Si hubiese escuchado lo que me decían: a las chicas no les gusta tocar la guitarra eléctrica, pero sí los chicos que lo hacen; a las chicas no les gusta pelearse, pero sí los hombres que se pelean; a las chicas no les gusta ganar dinero, pero sí casarse con aquellos que lo tienen... No creo por un instante en la femineidad, que sería un despliegue biológico o químico de cualidades particulares en todas las mujeres. Tampoco creo más en la virilidad que reuniría a todos los hombres. No me parece que Bruce Willis y Woody Allen se parezcan en nada. Ni tampoco Britney Spears y Angela Davis. Dividir a la humanidad en dos partes para tener la sensación de haber hecho un buen trabajo me parece bastante grotesco.
P. Cuando escribe que "explota su femineidad si se prostituye", me cuesta pensar que no deje una huella traumática...
R. Sinceramente, ¿cree que la prostitución deja más traumas que la exposición mediática? Lo que hago hoy en día para ganarme la vida como autora mediatizada es humillante y doloroso. Y nadie me compadece. La prostituta deja libre el fantasma del miedo a que las jóvenes se hagan prostitutas, por eso insistimos en el lado doloroso de ese oficio.
P. Tal vez la posesión física sea también la posesión moral de la persona...
¿Todo acto físico no deja una huella emocional?
R. Si he practicado ese oficio durante un tiempo era porque me resultaba fácil. Más transparente que otros trabajos que he podido tener. Todo intercambio físico deja una huella emocional, sí, pero no siempre negativa. No digo que todas las mujeres puedan hacerlo. Digo que, para algunas, es un trabajo como cualquier otro, incluso más interesante que otro. No vivimos en un mundo donde todo el mundo esté feliz con pagar su hipoteca.
P. Para usted la femineidad es una forma de servilismo, un puterío. Una mujer sumisa es una mujer sin rostro, ¿por dónde empieza la revolución?
R. Convertirse en lesbiana sería un buen comienzo.
P. No se termina, según dice, disfrazándose de hombres para avanzar. ¿Cómo inventar la femineidad bajo presión sin caer en el conservadurismo o tirando de ideas preconcebidas?
R. No nos disfrazamos de hombres más que ellos. Lo que se define como lo que les pertenece, no les pertenece y no les conviene, ni más ni menos que a las que nacemos mujeres. Imaginar que la fuerza de carácter, la energía, la agresividad, el deseo, o los trapos más prácticos que seductores nos pertenecen en tanto que hembras es una herejía. A cada una le toca definir, según su trayectoria precisa y en la medida de sus posibilidades adónde quiere ir. Que opongan a mi femineidad el ejemplo de una novela donde dos mujeres matan a todo el mundo es una estupidez. No escribo para honrar ni deshonrar mi femineidad, sino en un contexto preciso y sobre emociones que no poseen género.
Tomado de http://elpais.com/diario/2007/01/13/babelia/1168648752_850215.html
"No creo en la femineidad"
PATRICIA DE SOUZA 13 ENE 2007
La aparición de la novela Fóllame, luego llevada al cine, lanzó a la fama a la escritora francesa. Su último libro, King Kong Teoría, mezcla el ensayo y la autobiografía para hablar de la violación, la prostitución y la pornografía desde un punto de vista tan crudo como polémico.
Transgresora y deslenguada, Virginie Despentes (Nancy, 1969) pasó de ser una escritora marginal a convertirse en una de las voces más destacadas de su generación. Una dama de la literatura trash. La popularidad le llegó en 1993 con su novela Fóllame (Mondadori), después llevada al cine, que cuenta la violenta historia de dos prostitutas convertidas en asesinas en serie. Despentes extrae de su biografía -en la que figuran la violación, la prostitución y los trabajos basura- buena parte de su material de ficción y también de reflexión. Pero es su último libro, el ensayo King Kong Teoría (de próxima aparición en Melusina) el que la ha vuelto a poner en la mira de los conservadores. Un texto polémico que unos consideran el manifiesto de un nuevo feminismo y otros, un ajuste de cuentas personal, una guerra civil entre hombres y mujeres. "Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las insatisfechas, las que nadie desea, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena mujer", escribe.
PREGUNTA. Su escritura es directa como un puñetazo. ¿Es necesaria la cólera, cierta violencia para hacerse escuchar?
RESPUESTA. No, la cólera puede dar cierta energía. Pero lo que es necesario para hacerse oír son personas dispuestas a hacerlo. Hay algunas que funcionan bien con la cólera, otras, a quienes eso les causa apenas un rasguño.
P. ¿Escribir: "Puesto que quería ser un hombre, he tenido una vida de hombre", no es una dimisión de su propia particularidad?
R. ¿Una dimisión con respecto a qué? ¿A mi "devenir mujer"? Nunca me he sentido dueña de una misión particular por ser mujer. Desde el exterior es desde donde se me hizo comprender que mis apetitos eran masculinos. Hubiera dimitido de mí misma aunque me hubiese comportado de otra manera. Si hubiese escuchado lo que me decían: a las chicas no les gusta tocar la guitarra eléctrica, pero sí los chicos que lo hacen; a las chicas no les gusta pelearse, pero sí los hombres que se pelean; a las chicas no les gusta ganar dinero, pero sí casarse con aquellos que lo tienen... No creo por un instante en la femineidad, que sería un despliegue biológico o químico de cualidades particulares en todas las mujeres. Tampoco creo más en la virilidad que reuniría a todos los hombres. No me parece que Bruce Willis y Woody Allen se parezcan en nada. Ni tampoco Britney Spears y Angela Davis. Dividir a la humanidad en dos partes para tener la sensación de haber hecho un buen trabajo me parece bastante grotesco.
P. Cuando escribe que "explota su femineidad si se prostituye", me cuesta pensar que no deje una huella traumática...
R. Sinceramente, ¿cree que la prostitución deja más traumas que la exposición mediática? Lo que hago hoy en día para ganarme la vida como autora mediatizada es humillante y doloroso. Y nadie me compadece. La prostituta deja libre el fantasma del miedo a que las jóvenes se hagan prostitutas, por eso insistimos en el lado doloroso de ese oficio.
P. Tal vez la posesión física sea también la posesión moral de la persona...
¿Todo acto físico no deja una huella emocional?
R. Si he practicado ese oficio durante un tiempo era porque me resultaba fácil. Más transparente que otros trabajos que he podido tener. Todo intercambio físico deja una huella emocional, sí, pero no siempre negativa. No digo que todas las mujeres puedan hacerlo. Digo que, para algunas, es un trabajo como cualquier otro, incluso más interesante que otro. No vivimos en un mundo donde todo el mundo esté feliz con pagar su hipoteca.
P. Para usted la femineidad es una forma de servilismo, un puterío. Una mujer sumisa es una mujer sin rostro, ¿por dónde empieza la revolución?
R. Convertirse en lesbiana sería un buen comienzo.
P. No se termina, según dice, disfrazándose de hombres para avanzar. ¿Cómo inventar la femineidad bajo presión sin caer en el conservadurismo o tirando de ideas preconcebidas?
R. No nos disfrazamos de hombres más que ellos. Lo que se define como lo que les pertenece, no les pertenece y no les conviene, ni más ni menos que a las que nacemos mujeres. Imaginar que la fuerza de carácter, la energía, la agresividad, el deseo, o los trapos más prácticos que seductores nos pertenecen en tanto que hembras es una herejía. A cada una le toca definir, según su trayectoria precisa y en la medida de sus posibilidades adónde quiere ir. Que opongan a mi femineidad el ejemplo de una novela donde dos mujeres matan a todo el mundo es una estupidez. No escribo para honrar ni deshonrar mi femineidad, sino en un contexto preciso y sobre emociones que no poseen género.
Tomado de http://elpais.com/diario/2007/01/13/babelia/1168648752_850215.html
Todas las excluidas
"Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las insatisfechas, las que nadie desea, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena mujer"
Virginie Despentes
Virginie Despentes
En dos partes
No creo por un instante en la femineidad, que sería un despliegue biológico o químico de cualidades particulares en todas las mujeres. Tampoco creo más en la virilidad que reuniría a todos los hombres. No me parece que Bruce Willis y Woody Allen se parezcan en nada. Ni tampoco Britney Spears y Angela Davis. Dividir a la humanidad en dos partes para tener la sensación de haber hecho un buen trabajo me parece bastante grotesco.
Virginie Despentes
Virginie Despentes
jueves, 22 de agosto de 2013
La aparente facilidad de lo íntimo
LITERATURA IBEROAMERICANA
La pesadora de perlas. Obra poética
Circe Maia
Alicia Genovese
Pesar perlas es una tarea difícil; las perlas son orgánicas, irregulares, alteran fácilmente la suma final. Quien al escribir pesa las palabras como perlas es consciente del más mínimo desequilibrio, del acierto causado por la inclusión de un vocablo o por el descarte de otro; es quien pone un cuidado extremo al combinar sonidos y voces en medio del derrame que supone la escritura. El título de esta obra reunida de la poeta uruguaya Circe Maia es un hallazgo. La pesadora de perlas alude a un cuadro de Vermeer que se toma como referencia en un poema, pero vuelve extensiva su significación a una idea del trabajo poético. Dice Maia en uno de los textos que resume su poética: “Trabajo en lo visible y lo cercano / –y no lo creas fácil– / No quisiera ir más lejos. Todo esto / que palpo y veo / junto a mí, hora a hora / es rebelde y resiste. / Para su vivo peso / demasiado livianas se me hacen las palabras”. Podría escribirse sin parar, después de leer estos pocos versos, un tratado, por ejemplo, sobre el peso que lo vivencial introyecta en las palabras, o sobre la aparente facilidad de lo íntimo.
Circe Maia tiene un modo distintivo de observar y de pensar la realidad atendiendo a sus zonas más escurridizas, pero también de acercarse a ellas nombrando un universo concreto y referencial: una silla, una piedra gastada, insectos entrando por una ventana. Su discurrir sereno y al mismo tiempo conmovido no deja que los enunciados se cierren; los va abriendo hasta soltarlos y deja que sigan habitando en lo indecible, en lo que apenas puede apresar el poema. Aunque se ha dedicado a la enseñanza de la filosofía casi toda su vida, Maia desconfía del logos, de su justa medida, pero hay en sus textos una huella discursiva enraizada en socráticos y presocráticos. A veces desata extraños interrogantes: “¿Cómo aprende la luz a oscurecerse? / ¿Debe hacer ejercicios de opacamiento?”. Otras veces, el lector puede ser convocado a resolver un planteo filosófico: “Afrontemos ahora / la posibilidad de estar ya muertos”. Desde un yo que se coloca en un segundo plano, el mundo aparece en su poesía rasgado con un doble fondo, y quien lo percibe se detiene en los cambios más sutiles. Cambios, permanencias, Superficies, De lo visible son algunos de los títulos de sus libros.
Circe Maia es una de las voces más relevantes de la poesía uruguaya y junto a ella de inmediato surgen los nombres de Idea Vilariño y Marosa Di Giorgio, tan diferentes las tres en sus poéticas. Esta es la primera vez que se publica un libro de Maia en la Argentina y lo hace la editorial cordobesa Viento de Fondo. A manera de prólogo, incluye una extensa conversación con la escritora María Teresa Andruetto: un diálogo fluido producto de la lectura a lo largo del tiempo, con una genuina admiración, que es mutua, y que se convierte en una reflexión sobre la obra de Maia y sobre la poesía misma. Lo que se ve es una autora que al componer sopesa las palabras como perlas, sintetiza sin aglomerarlas y las deja decir lo mucho que encarnan.
Circe Maia, La pesadora de perlas. Obra poética, Viento de Fondo, 2013, 213 págs.
Tomado de Revista Otra parte
La pesadora de perlas. Obra poética
Circe Maia
Alicia Genovese
Pesar perlas es una tarea difícil; las perlas son orgánicas, irregulares, alteran fácilmente la suma final. Quien al escribir pesa las palabras como perlas es consciente del más mínimo desequilibrio, del acierto causado por la inclusión de un vocablo o por el descarte de otro; es quien pone un cuidado extremo al combinar sonidos y voces en medio del derrame que supone la escritura. El título de esta obra reunida de la poeta uruguaya Circe Maia es un hallazgo. La pesadora de perlas alude a un cuadro de Vermeer que se toma como referencia en un poema, pero vuelve extensiva su significación a una idea del trabajo poético. Dice Maia en uno de los textos que resume su poética: “Trabajo en lo visible y lo cercano / –y no lo creas fácil– / No quisiera ir más lejos. Todo esto / que palpo y veo / junto a mí, hora a hora / es rebelde y resiste. / Para su vivo peso / demasiado livianas se me hacen las palabras”. Podría escribirse sin parar, después de leer estos pocos versos, un tratado, por ejemplo, sobre el peso que lo vivencial introyecta en las palabras, o sobre la aparente facilidad de lo íntimo.
Circe Maia tiene un modo distintivo de observar y de pensar la realidad atendiendo a sus zonas más escurridizas, pero también de acercarse a ellas nombrando un universo concreto y referencial: una silla, una piedra gastada, insectos entrando por una ventana. Su discurrir sereno y al mismo tiempo conmovido no deja que los enunciados se cierren; los va abriendo hasta soltarlos y deja que sigan habitando en lo indecible, en lo que apenas puede apresar el poema. Aunque se ha dedicado a la enseñanza de la filosofía casi toda su vida, Maia desconfía del logos, de su justa medida, pero hay en sus textos una huella discursiva enraizada en socráticos y presocráticos. A veces desata extraños interrogantes: “¿Cómo aprende la luz a oscurecerse? / ¿Debe hacer ejercicios de opacamiento?”. Otras veces, el lector puede ser convocado a resolver un planteo filosófico: “Afrontemos ahora / la posibilidad de estar ya muertos”. Desde un yo que se coloca en un segundo plano, el mundo aparece en su poesía rasgado con un doble fondo, y quien lo percibe se detiene en los cambios más sutiles. Cambios, permanencias, Superficies, De lo visible son algunos de los títulos de sus libros.
Circe Maia es una de las voces más relevantes de la poesía uruguaya y junto a ella de inmediato surgen los nombres de Idea Vilariño y Marosa Di Giorgio, tan diferentes las tres en sus poéticas. Esta es la primera vez que se publica un libro de Maia en la Argentina y lo hace la editorial cordobesa Viento de Fondo. A manera de prólogo, incluye una extensa conversación con la escritora María Teresa Andruetto: un diálogo fluido producto de la lectura a lo largo del tiempo, con una genuina admiración, que es mutua, y que se convierte en una reflexión sobre la obra de Maia y sobre la poesía misma. Lo que se ve es una autora que al componer sopesa las palabras como perlas, sintetiza sin aglomerarlas y las deja decir lo mucho que encarnan.
Circe Maia, La pesadora de perlas. Obra poética, Viento de Fondo, 2013, 213 págs.
Tomado de Revista Otra parte
miércoles, 21 de agosto de 2013
Falocentrismo y mujer castrada
"La paradoja del falocentrismo en todas sus manifestaciones consiste en su dependencia de la imagen de la mujer castrada para dar orden y sentido a su mundo."
Laura Mulvey
Laura Mulvey
Reparadora
No hay como una buena tarde en Puán para curar todas mis heridas docentes. Vuelvo al ruedo (porque me la banco y porque, graciadió, existen las tardes sin escuelas)
Mi adorado enano, inteligente y cruel, aficionado al amor y al sufrimiento, feo y despiadado, noble y pendenciero
ALEX DE LA IGLESIA PRESENTA FESTÍN DE CUERVOS. CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO IV
Los personajes no parecen tener una filiación moral definida. Los que son hipotéticamente legales tienden a un comportamiento caótico. Los claramente malignos sorprenden por su neutralidad. Todos parecen ser cualquier cosa menos buenos, y eso hace maravillosamente verosímil la historia y deliciosamente divertida la lectura. Ya
llevamos tres. Tienes en tus manos el cuarto y parece que nos esperan tres más. Da la
sensación de que Tyrion nos acompañará hasta la muerte, hasta la suya o hasta la nuestra. Mi adorado enano, inteligente y cruel, aficionado al amor y al sufrimiento, feo y despiadado, noble y pendenciero. Él es mi preferido, no puedo negarlo. Sí, hay
docenas de personajes inolvidables: los grandiosos Stark, empezando por Jon Nieve, y
su padre, que en paz descanse. Esas mujeres maravillosas: Cersei, Brienne... No quiero
contaros nada de esta última entrega. Echo tanto de menos a Tyrion... Seguro que lo
sabéis todo de haberlo leído en Internet. Si no es así, mucho mejor. Coged el libro y
encerraos en un lugar cómodo y silencioso. O llevaos el libro a cualquier parte y leed
hasta en el metro. Disfrutadlo como si se tratase de un amor de verano. Dulce,
apasionado, efímero, como todo lo bueno. Sabéis que se va a acabar, y eso os angustia, incluso os aterroriza, pero también sabéis que dentro de un tiempo volveréis, por muy largo que sea el invierno. Promete ser muy, muy largo. Y después, cuando este libro se acabe, que no cunda el pánico: pronto danzaremos con los dragones a la luz de la luna...
ÁLEX DE LA IGLESIA.
Los personajes no parecen tener una filiación moral definida. Los que son hipotéticamente legales tienden a un comportamiento caótico. Los claramente malignos sorprenden por su neutralidad. Todos parecen ser cualquier cosa menos buenos, y eso hace maravillosamente verosímil la historia y deliciosamente divertida la lectura. Ya
llevamos tres. Tienes en tus manos el cuarto y parece que nos esperan tres más. Da la
sensación de que Tyrion nos acompañará hasta la muerte, hasta la suya o hasta la nuestra. Mi adorado enano, inteligente y cruel, aficionado al amor y al sufrimiento, feo y despiadado, noble y pendenciero. Él es mi preferido, no puedo negarlo. Sí, hay
docenas de personajes inolvidables: los grandiosos Stark, empezando por Jon Nieve, y
su padre, que en paz descanse. Esas mujeres maravillosas: Cersei, Brienne... No quiero
contaros nada de esta última entrega. Echo tanto de menos a Tyrion... Seguro que lo
sabéis todo de haberlo leído en Internet. Si no es así, mucho mejor. Coged el libro y
encerraos en un lugar cómodo y silencioso. O llevaos el libro a cualquier parte y leed
hasta en el metro. Disfrutadlo como si se tratase de un amor de verano. Dulce,
apasionado, efímero, como todo lo bueno. Sabéis que se va a acabar, y eso os angustia, incluso os aterroriza, pero también sabéis que dentro de un tiempo volveréis, por muy largo que sea el invierno. Promete ser muy, muy largo. Y después, cuando este libro se acabe, que no cunda el pánico: pronto danzaremos con los dragones a la luz de la luna...
ÁLEX DE LA IGLESIA.
lunes, 19 de agosto de 2013
"En el Juego de la Comida, o ganas o limpias los platos"
La cocina de 'Juego de tronos'
Por: Mikel López Iturriaga | 07 de marzo de 2012
Me apostaría cien dragones de oro a que George R. R. Martin es un fanático de la comida. No lo digo porque el autor de Juego de tronos esté bastante gordezuelo, sino por las lujuriosas descripciones de los banquetes en su serie de novelas. Martin no pierde ocasión de darnos hambre en cada capítulo. En cuanto los personajes se juntan para zampar, cosa bastante frecuente, desfilan por nuestras mentes uros asados con puerros, empanadas de venado con zanahoria, panceta y setas, chuletas de cordero en salsa de clavo y miel, cisnes de crema y unicornios de azúcar.
Por eso parece algo natural que la obra, cuya fantástica versión televisiva regresa en abril, acabe teniendo su propio libro de cocina con el que los fanses podamos montarnos versiones caseras de los festines de Invernalia o Desembarco del Rey. El recetario, que se publicará en Estados Unidos el 29 de mayo, está firmado por Chelsea Monroe-Cassel y Sariann Lehrer, dos bostonianas que hace menos de un año tuvieron la genial idea de crear un blog culinario basado en las novelas.
The Inn At The Crossroads (La posada en la encrucijada) nació después de que estas dos cocineras aficionadas -Chelsea trabajaba en un museo, y Sariann, en un banco- organizaran en su casa una cena temática de Juego de Tronos. El subtítulo de la bitácora parafrasea uno de los lemas de la serie: "En el Juego de la Comida, o ganas o limpias los platos". Aunque las autoras hacen gala de un sano sentido del humor, poca broma hay en sus recetas, cuya solidez aleja el blog de la mera gracieta friqui.
Las técnicas culinarias de las entradas provienen en muchas ocasiones de la Edad Media, la época real más fácilmente trasladable al universo fantástico de la serie. Acompañados por la cita concreta del libro en la que aparecen, platos como la sopa de castañas de Cersei con pato ahumado y lentejas, el cordero de Dorne con hojas de parra rellenas, olivas y vino dulce o la tarta de fresa están muy bien formulados y ejecutados, resultando tan atractivos como los personajes que los toman en la ficción.
"Es una gran ocasión de exporar los tipos de comida que existieron en nuestra propia historia, y usar esa información para imaginar cómo podrían ser las comidas en Poniente", explica Chelsea por e-mail desde Boston. "Es fascinante ver cómo la cocina ha evolucionado en el tiempo. Ademas, poder comer lo que los personajes comen hace su mundo más accesible: tomar pasteles de limón [dulce favorito de Sansa] te ayuda a entender mejor su personalidad: ligera, dulce, pero con una profundidad y una riqueza que toma un tiempo apreciar. Comer los contundentes estofados de la Guardia de la Noche intensifica la relación del lector con Jon Nieve, Sam Tarly y los demás".
Para Sariann, la comida es un instrumento literario en las novelas: ambienta las escenas y ayuda al desarrollo de los personajes y la trama. "Usando una parte tan simple y básica en la vida ordinaria de la gente, crea una realidad alternativa pero accesible a los lectores. Los platos más frecuentes son históricos y tradicionales, y a la vez nos suenan remotos, lo que ayuda a recrear el escenario pseudo-medieval".
Yo añadiría que las escenas de comida contribuyen a mantener la alta temperatura sensorial de la historia, de una manera similar a las de sexo. No en vano han sido consideradas como puro food porn. Son un vehículo más para que respiremos ese mundo brutal, lascivo y muchas veces despiadado, en el que aparte del honor, sólo importan el placer, el poder y la supervivencia.
El objetivo de las autoras es hacer todos y cada uno de los manjares que aparecen en Juego de Tronos. Según ellas, en los cuatro primeros tomos hay unos 160, bebidas incluidas. Pero más que la cantidad, su principal problema son algunos ingredientes que no se venden precisamente en el supermercado de debajo de casa, como la ardilla o las serpientes. Por no hablar de especies extinguidas, como el uro. "Esperamos poder hacer algunos platos raros si encontramos los ingredientes. Para otros, inventaremos un modo de falsearlos", explica Chelsea.
"Antes de este proyecto, no nos dábamos cuenta de lo difícil que es conseguir algunos alimentos aquí que son bastante populares en otras partes del mundo", añade Sariann. "Yo me embarqué en una búsqueda titánica de anguila y lamprea desde el principio. ¡He prometido que haré el pastel de lamprea!". Hay platos que, por repugnancia o porque serían ilegales en Estados Unidos, se quedarán en el mundo de la fantasía: salchichas de perro, aceitunas rellenas de gusanos, garza con higos...
El propio George R. R. Martin ya les advirtió desde su blog que evitaran algunas delicias: "Les he dicho que se salten la gaviota cuando lleguen a ella. De la rata-en-un-palo también merece la pena pasar", escribió. Aun así, le pareció fantástica la idea y pidió a sus fans que animaran a las blogueras. "Tienen un montón de comida por hacer. Sólo en el banquete de boda de Joffrey salen 77 platos".
Chelsea y Sariann conocieron en persona al escritor en una firma de libros. "Le llevamos una cesta de comida y fue muy amable con nosotras. También ha escrito el prólogo para el libro de cocina", cuenta Chelsea. ¿Y es tan gourmet como se imagina uno leyendo sus libros? "Se considera más un comedor que un cocinero", responde Sariann. "El mismo admite que no sirve de mucho en la cocina".
Tomado de http://blogs.elpais.com/el-comidista/2012/03/libro-cocina-juego-de-tronos.html
Por: Mikel López Iturriaga | 07 de marzo de 2012
Me apostaría cien dragones de oro a que George R. R. Martin es un fanático de la comida. No lo digo porque el autor de Juego de tronos esté bastante gordezuelo, sino por las lujuriosas descripciones de los banquetes en su serie de novelas. Martin no pierde ocasión de darnos hambre en cada capítulo. En cuanto los personajes se juntan para zampar, cosa bastante frecuente, desfilan por nuestras mentes uros asados con puerros, empanadas de venado con zanahoria, panceta y setas, chuletas de cordero en salsa de clavo y miel, cisnes de crema y unicornios de azúcar.
Por eso parece algo natural que la obra, cuya fantástica versión televisiva regresa en abril, acabe teniendo su propio libro de cocina con el que los fanses podamos montarnos versiones caseras de los festines de Invernalia o Desembarco del Rey. El recetario, que se publicará en Estados Unidos el 29 de mayo, está firmado por Chelsea Monroe-Cassel y Sariann Lehrer, dos bostonianas que hace menos de un año tuvieron la genial idea de crear un blog culinario basado en las novelas.
The Inn At The Crossroads (La posada en la encrucijada) nació después de que estas dos cocineras aficionadas -Chelsea trabajaba en un museo, y Sariann, en un banco- organizaran en su casa una cena temática de Juego de Tronos. El subtítulo de la bitácora parafrasea uno de los lemas de la serie: "En el Juego de la Comida, o ganas o limpias los platos". Aunque las autoras hacen gala de un sano sentido del humor, poca broma hay en sus recetas, cuya solidez aleja el blog de la mera gracieta friqui.
Las técnicas culinarias de las entradas provienen en muchas ocasiones de la Edad Media, la época real más fácilmente trasladable al universo fantástico de la serie. Acompañados por la cita concreta del libro en la que aparecen, platos como la sopa de castañas de Cersei con pato ahumado y lentejas, el cordero de Dorne con hojas de parra rellenas, olivas y vino dulce o la tarta de fresa están muy bien formulados y ejecutados, resultando tan atractivos como los personajes que los toman en la ficción.
"Es una gran ocasión de exporar los tipos de comida que existieron en nuestra propia historia, y usar esa información para imaginar cómo podrían ser las comidas en Poniente", explica Chelsea por e-mail desde Boston. "Es fascinante ver cómo la cocina ha evolucionado en el tiempo. Ademas, poder comer lo que los personajes comen hace su mundo más accesible: tomar pasteles de limón [dulce favorito de Sansa] te ayuda a entender mejor su personalidad: ligera, dulce, pero con una profundidad y una riqueza que toma un tiempo apreciar. Comer los contundentes estofados de la Guardia de la Noche intensifica la relación del lector con Jon Nieve, Sam Tarly y los demás".
Para Sariann, la comida es un instrumento literario en las novelas: ambienta las escenas y ayuda al desarrollo de los personajes y la trama. "Usando una parte tan simple y básica en la vida ordinaria de la gente, crea una realidad alternativa pero accesible a los lectores. Los platos más frecuentes son históricos y tradicionales, y a la vez nos suenan remotos, lo que ayuda a recrear el escenario pseudo-medieval".
Yo añadiría que las escenas de comida contribuyen a mantener la alta temperatura sensorial de la historia, de una manera similar a las de sexo. No en vano han sido consideradas como puro food porn. Son un vehículo más para que respiremos ese mundo brutal, lascivo y muchas veces despiadado, en el que aparte del honor, sólo importan el placer, el poder y la supervivencia.
El objetivo de las autoras es hacer todos y cada uno de los manjares que aparecen en Juego de Tronos. Según ellas, en los cuatro primeros tomos hay unos 160, bebidas incluidas. Pero más que la cantidad, su principal problema son algunos ingredientes que no se venden precisamente en el supermercado de debajo de casa, como la ardilla o las serpientes. Por no hablar de especies extinguidas, como el uro. "Esperamos poder hacer algunos platos raros si encontramos los ingredientes. Para otros, inventaremos un modo de falsearlos", explica Chelsea.
"Antes de este proyecto, no nos dábamos cuenta de lo difícil que es conseguir algunos alimentos aquí que son bastante populares en otras partes del mundo", añade Sariann. "Yo me embarqué en una búsqueda titánica de anguila y lamprea desde el principio. ¡He prometido que haré el pastel de lamprea!". Hay platos que, por repugnancia o porque serían ilegales en Estados Unidos, se quedarán en el mundo de la fantasía: salchichas de perro, aceitunas rellenas de gusanos, garza con higos...
El propio George R. R. Martin ya les advirtió desde su blog que evitaran algunas delicias: "Les he dicho que se salten la gaviota cuando lleguen a ella. De la rata-en-un-palo también merece la pena pasar", escribió. Aun así, le pareció fantástica la idea y pidió a sus fans que animaran a las blogueras. "Tienen un montón de comida por hacer. Sólo en el banquete de boda de Joffrey salen 77 platos".
Chelsea y Sariann conocieron en persona al escritor en una firma de libros. "Le llevamos una cesta de comida y fue muy amable con nosotras. También ha escrito el prólogo para el libro de cocina", cuenta Chelsea. ¿Y es tan gourmet como se imagina uno leyendo sus libros? "Se considera más un comedor que un cocinero", responde Sariann. "El mismo admite que no sirve de mucho en la cocina".
Tomado de http://blogs.elpais.com/el-comidista/2012/03/libro-cocina-juego-de-tronos.html
3era temporada, 3era maratón
Lo mejor fue el "Uro asado sobre colchón de puerros y zanahorias". Un manjar medieval que Ariel preparó según receta del libro de cocina de Canción de hielo y fuego prologado por el mismo George Martin. Y el vino especiado: el caliente, con canela y pasadeuvas y arándanos; el frío endulzado con miel.
Los capítulos que vimos: Los 10 de la última temporada que corresponden a la primera parte de Tormenta de espadas. Son muy cueles. Yo ya había visto hasta el 7 y no quería ver los últimos 3 ni podía compartir mis dolores y angustias (Encima entre gentes que no me dejan conversar ni comentar por esa manía del spoiler y para qué caranchos nos juntamos a verlos si me tengo que quedar callada, je).
Igual me parecieron muy bien logradas las escenas entre Jaime y Brienne y las de la boda roja y las de Cleganne y Arya. Me faltó protagonismo de Sam (y un personaje importante que nos deben) y de Igritte y su influencia decisiva sobre Jon (estuvo bien pero yo quería más). Algunos agregados me gustaron mucho: La historia de la viruela de Jon que cuenta Catelyn y, que yo recuerde, no está en las novelas, la aparición del hechicero que castró a Varys. Algunas medio al cohete: La propuesta de Varys a Shae de abandonar a Tyrion, la presencia y sus consecuencias de la esposa de Robb en la boda de Edmure.
La discusión del día, de mi parte, se desencadenó por mi afirmación de que Tyron es un personaje "para darle" y que el actor, con su enanismo y todo es un tipo guapo. Y bueno, allí vino todo lo que lo físico y la personalidad que, en mi caso, es inseparable. Una pena que Sansa no piense como yo.
Los capítulos que vimos: Los 10 de la última temporada que corresponden a la primera parte de Tormenta de espadas. Son muy cueles. Yo ya había visto hasta el 7 y no quería ver los últimos 3 ni podía compartir mis dolores y angustias (Encima entre gentes que no me dejan conversar ni comentar por esa manía del spoiler y para qué caranchos nos juntamos a verlos si me tengo que quedar callada, je).
Igual me parecieron muy bien logradas las escenas entre Jaime y Brienne y las de la boda roja y las de Cleganne y Arya. Me faltó protagonismo de Sam (y un personaje importante que nos deben) y de Igritte y su influencia decisiva sobre Jon (estuvo bien pero yo quería más). Algunos agregados me gustaron mucho: La historia de la viruela de Jon que cuenta Catelyn y, que yo recuerde, no está en las novelas, la aparición del hechicero que castró a Varys. Algunas medio al cohete: La propuesta de Varys a Shae de abandonar a Tyrion, la presencia y sus consecuencias de la esposa de Robb en la boda de Edmure.
La discusión del día, de mi parte, se desencadenó por mi afirmación de que Tyron es un personaje "para darle" y que el actor, con su enanismo y todo es un tipo guapo. Y bueno, allí vino todo lo que lo físico y la personalidad que, en mi caso, es inseparable. Una pena que Sansa no piense como yo.
martes, 13 de agosto de 2013
La Eneida no sustituye a La Odisea
EL ARCO Y LA LIRA (EXTRACTO)
OCTAVIO PAZ
…Ahora bien, los poemas son obras de una manera muy extraña: no hay entre uno y otro esa relación de filialidad que de modo tan palpable se da en los utensilios. Técnica y creación, útil y poema son realidades distintas. La técnica es procedimiento y vale en la medida de su eficacia, es decir, en la medida en que es un procedimiento susceptible de aplicación repetida: su valor dura hasta que surge un nuevo procedimiento. La técnica es repetición que se perfecciona o se degrada; es herencia y cambio: el fusil reemplaza al arco. La Eneida no sustituye a la Odisea. Cada poema es un objeto único, creado por una «técnica» que muere en el momento mismo de la creación. La llamada «técnica poética» no es transmisible, porque no está hecha de recetas sino de invenciones que sólo sirven a su creador…
OCTAVIO PAZ
…Ahora bien, los poemas son obras de una manera muy extraña: no hay entre uno y otro esa relación de filialidad que de modo tan palpable se da en los utensilios. Técnica y creación, útil y poema son realidades distintas. La técnica es procedimiento y vale en la medida de su eficacia, es decir, en la medida en que es un procedimiento susceptible de aplicación repetida: su valor dura hasta que surge un nuevo procedimiento. La técnica es repetición que se perfecciona o se degrada; es herencia y cambio: el fusil reemplaza al arco. La Eneida no sustituye a la Odisea. Cada poema es un objeto único, creado por una «técnica» que muere en el momento mismo de la creación. La llamada «técnica poética» no es transmisible, porque no está hecha de recetas sino de invenciones que sólo sirven a su creador…
lunes, 12 de agosto de 2013
Visitame que me gusta
Veo que algunas de mis entradas en este blog tienen sus propias visitas: sorprendentes 110 para la reciente "Poesía Latinoamericana". Y me enorgullezco de seleccionar y reproducir material interesante.
Veo también que tienen muchas visitas las últimas entradas de cada día, las que dejo al cerrar el blog: Eso me dice que hay gente que entra directamente al blog y lee desde las más nuevas hacia abajo.
Finalmente, hay visitas incomprensibles: putedas mías, maldades que a nadie importan que, también, han sido vistas por varios alguienes. :)
Veo también que tienen muchas visitas las últimas entradas de cada día, las que dejo al cerrar el blog: Eso me dice que hay gente que entra directamente al blog y lee desde las más nuevas hacia abajo.
Finalmente, hay visitas incomprensibles: putedas mías, maldades que a nadie importan que, también, han sido vistas por varios alguienes. :)
Se aprende el agua por la sed
Por Emily Dickinson
135
Se aprende el agua por la sed.
La tierra - por los mares navegados.
Por el dolor, el rapto -
La paz - por sus batallas referidas -
El amor, por el marco del recuerdo -
Por la nieve, los pájaros.
c. 1859
288
¡Soy nadie! ¿Tú quién eres?
¿Eres - nadie - también?
¿Ya somos dos, entonces?
¡No lo digas! podrían descubrirnos - ya sabes.
¡Qué fastidio - ser - alguien!
¡Qué impudicia - lo mismo que una rana -
Decir tu nombre - todo el santo junio -
A un pantano pasmado!
c. 1861
516
La belleza - no es causada - sólo es -
Dale caza, se eclipsa -
No la caces, se queda -
Atrapan las arrugas
En los prados - el viento
Le desliza sus dedos -
La deidad velará
Para que nunca lo hagas -
c. 1862
644
Me dejaste - Dios mío - dos legados -
Un legado de amor -
Un padre celestial habría bastado
De habérselo ofrecido -
Me dejaste fronteras de dolor -
Extensas como el mar -
Entre el tiempo y lo eterno -
Tu inteligencia - y yo -
c. 1862
686
Dicen que "el tiempo aplaca" -
Nunca el tiempo ha aplacado -
Un sufrimiento de hoy se fortalece
Igual que los tendones, con la edad -
El tiempo es una prueba del dolor -
Y no un remedio -
Si esto se prueba, también prueba
Que no existía enfermedad -
c. 1863
1233
De no haber visto el sol
Podría yo sobrellevar la sombra -
Pero la luz un más joven desierto
Mi desierto ha creado -
c. 1872
1251
Silencio es todo nuestro miedo.
Hay un rescate de una voz -
Silencio, empero, es infinito.
Él mismo no posee rostro.
c. 1873
1379
Su mansión en la charca
Abandona la rana -
Se sube sobre un leño
Y da sus conferencias -
Su auditorio, dos mundos
(Descontándome a mí) -
El orador de abril
Está ronco actualmente -
Lleva en los pies mitones
Y carece de manos -
Su elocuencia, burbuja
Como ha de ser la fama -
Aplaudidlo y veréis
Para disgusto vuestro
Que se esfuma Demóstenes
En aguas verdinosas -
c. 1876
— Versiones de Andrés Sánchez Robayna
135
Se aprende el agua por la sed.
La tierra - por los mares navegados.
Por el dolor, el rapto -
La paz - por sus batallas referidas -
El amor, por el marco del recuerdo -
Por la nieve, los pájaros.
c. 1859
288
¡Soy nadie! ¿Tú quién eres?
¿Eres - nadie - también?
¿Ya somos dos, entonces?
¡No lo digas! podrían descubrirnos - ya sabes.
¡Qué fastidio - ser - alguien!
¡Qué impudicia - lo mismo que una rana -
Decir tu nombre - todo el santo junio -
A un pantano pasmado!
c. 1861
516
La belleza - no es causada - sólo es -
Dale caza, se eclipsa -
No la caces, se queda -
Atrapan las arrugas
En los prados - el viento
Le desliza sus dedos -
La deidad velará
Para que nunca lo hagas -
c. 1862
644
Me dejaste - Dios mío - dos legados -
Un legado de amor -
Un padre celestial habría bastado
De habérselo ofrecido -
Me dejaste fronteras de dolor -
Extensas como el mar -
Entre el tiempo y lo eterno -
Tu inteligencia - y yo -
c. 1862
686
Dicen que "el tiempo aplaca" -
Nunca el tiempo ha aplacado -
Un sufrimiento de hoy se fortalece
Igual que los tendones, con la edad -
El tiempo es una prueba del dolor -
Y no un remedio -
Si esto se prueba, también prueba
Que no existía enfermedad -
c. 1863
1233
De no haber visto el sol
Podría yo sobrellevar la sombra -
Pero la luz un más joven desierto
Mi desierto ha creado -
c. 1872
1251
Silencio es todo nuestro miedo.
Hay un rescate de una voz -
Silencio, empero, es infinito.
Él mismo no posee rostro.
c. 1873
1379
Su mansión en la charca
Abandona la rana -
Se sube sobre un leño
Y da sus conferencias -
Su auditorio, dos mundos
(Descontándome a mí) -
El orador de abril
Está ronco actualmente -
Lleva en los pies mitones
Y carece de manos -
Su elocuencia, burbuja
Como ha de ser la fama -
Aplaudidlo y veréis
Para disgusto vuestro
Que se esfuma Demóstenes
En aguas verdinosas -
c. 1876
— Versiones de Andrés Sánchez Robayna
domingo, 11 de agosto de 2013
Siempre
Cuando estoy un poco triste me doy a mí misma libros de regalo. Cuando estoy muy contenta también.
De preferidos y expulsados
Mi hija removió la tierra para iniciar su huerta. Puso en tierra una plantita de menta, idéntica a las que hace diez años exterminé por plaga que invadía mi recién estrenado jardín. Los expulsados, por su parte, fueron un grupo de lacitos de amor de los que crecen, igual de plagas que las mentas, con mi permiso, en todos los rincones. Acabo de replantarlos en el fondo, premio a su fidelidad y perseverancia.
Las mentas y los lacitos, cada quien tiene su hada madrina.
Las mentas y los lacitos, cada quien tiene su hada madrina.
Perdón silencioso y literario
Estoy sola en casa: Orgullo y prejuicio, mi edición ilustrada y de tapa dura, asoma dentro del bolso tejido al crochet de mi hija; mi hijo ha dejado Bestiario, mi edición viejita heredada de mi madre, sobre su cama tendida. A veces saben cómo hacer que los perdone.
sábado, 10 de agosto de 2013
Daraja, una ingrata mora
A los suspiros que Aldalla
A los suspiros que Aldalla
arrimado a un fresno arroja,
las fieras bajan humildes
de las encumbradas rocas,
ayudarle a sus lamentos,
con gritos y voces roncas,
porque hasta los animales
de su pena se congojan.
Es la ocasión de su llanto
Daraja, una ingrata mora,
Hija de Zulema, alcaide
de Guadix, Velez Y Ronda
que sin mirar los servicios
De dos años, quiso agora,
Por una injusta sospecha
Borrarlo de su memoria;
Y fue que en cierto sarao
Sobre una blanca marlota
sacó escrita aquesta letra:
"Aborrezco a quien me adora"
Entendió que se decía
Por ella, y por sí lo toma,
Y sin aguardar más causa
Privó al moro de su gloria.
Desterróle a media noche
Con esta palabra sola:
- Si a quien te adora aborreces,
que te olvide tanto monta.-
Cerró con esto el balcón,
Y Aldalla con más congoja
se sale desesperado
al mismo instante de Ronda.
Romance morisco anónimo.
A los suspiros que Aldalla
arrimado a un fresno arroja,
las fieras bajan humildes
de las encumbradas rocas,
ayudarle a sus lamentos,
con gritos y voces roncas,
porque hasta los animales
de su pena se congojan.
Es la ocasión de su llanto
Daraja, una ingrata mora,
Hija de Zulema, alcaide
de Guadix, Velez Y Ronda
que sin mirar los servicios
De dos años, quiso agora,
Por una injusta sospecha
Borrarlo de su memoria;
Y fue que en cierto sarao
Sobre una blanca marlota
sacó escrita aquesta letra:
"Aborrezco a quien me adora"
Entendió que se decía
Por ella, y por sí lo toma,
Y sin aguardar más causa
Privó al moro de su gloria.
Desterróle a media noche
Con esta palabra sola:
- Si a quien te adora aborreces,
que te olvide tanto monta.-
Cerró con esto el balcón,
Y Aldalla con más congoja
se sale desesperado
al mismo instante de Ronda.
Romance morisco anónimo.
Octosílabos
Pedro habla en endecasílabos. Yo prefiero los octosílabos: leo la historia de Ozmín y Daraxa en el Guzmán, retomo romances moriscos y copio versos de cautivas.
Arte de Diego Simancas
Arte de Diego Simancas
Labraré si gustas dello
La hermosa Zara Cegrí
La hermosa Zara Cegrí,
en todo bella agraciada,
discreta, porque sirvió
a la reina en el Alhambra,
hija del alcaide Hamete
que tuvo en tenencia a Baza,
en el porfiado cerco
del rey Fernando de España,
ya después de muchos días
por falta de vituallas,
se entregó el mísero alcalde,
siendo su casa asolada.
La bella Zara le cupo
a la condesa de Palma,
que acompañando a la reina
se vino al cerco de Baza.
La condesa le pregunta
a Zara en qué se ocupaba
y qué ejercicio tenía
en el Alhambra en Granada.
Llorando, la mora dice:
-Señora, asentaba plata,
labraba la seda y el oro,
tañía, también cantaba;
pero agora sólo sé
llorar mi mucha desgracia,
porque aunque mercedes me haces,
a la fin, fin soy tu esclava,
y para pasar el tiempo
de cautiverio en tu casa,
labraré, si gustas dello,
una nao bien aprestada,
navegando viento en popa,
luego la mar alterada
con las olas por el cielo
y que las velas amaina,
y en la alta gavia esta letra,
que diga en lengua cristiana:
"No hay bonanza que no vuelva
en gran tormenta y borrasca";
y por orla en la babor,
que diga en letra de Arabia:
"Podrá ser que Alá permita
que tenga fin mi desgracia".
-Muy bien me parece, mora,
esa labor que tú trazas,
que es conforme a mi deseo
y al tiempo en que te hallas.
Anónimo
La hermosa Zara Cegrí,
en todo bella agraciada,
discreta, porque sirvió
a la reina en el Alhambra,
hija del alcaide Hamete
que tuvo en tenencia a Baza,
en el porfiado cerco
del rey Fernando de España,
ya después de muchos días
por falta de vituallas,
se entregó el mísero alcalde,
siendo su casa asolada.
La bella Zara le cupo
a la condesa de Palma,
que acompañando a la reina
se vino al cerco de Baza.
La condesa le pregunta
a Zara en qué se ocupaba
y qué ejercicio tenía
en el Alhambra en Granada.
Llorando, la mora dice:
-Señora, asentaba plata,
labraba la seda y el oro,
tañía, también cantaba;
pero agora sólo sé
llorar mi mucha desgracia,
porque aunque mercedes me haces,
a la fin, fin soy tu esclava,
y para pasar el tiempo
de cautiverio en tu casa,
labraré, si gustas dello,
una nao bien aprestada,
navegando viento en popa,
luego la mar alterada
con las olas por el cielo
y que las velas amaina,
y en la alta gavia esta letra,
que diga en lengua cristiana:
"No hay bonanza que no vuelva
en gran tormenta y borrasca";
y por orla en la babor,
que diga en letra de Arabia:
"Podrá ser que Alá permita
que tenga fin mi desgracia".
-Muy bien me parece, mora,
esa labor que tú trazas,
que es conforme a mi deseo
y al tiempo en que te hallas.
Anónimo
Que puedo hablar en endecasílabos
ENTREVISTA A PEDRO MAIRAL
DE ANFIBIOS QUE RESISTEN
Por Flora Vronsky
Belgrano es un barrio raro. Hay mucha gente, bastante verde y una civilización de cemento que todavía deja pasar el sol. Quedar con Pedro Mairal en un bar mítico y poder observar cómo sus vecinos lo saludan, cómo se genera ese intercambio extrañamente familiar, no hace más que probarme el hecho de que este escritor le huye a la leyenda. (Aunque quizás termine convirtiéndose en eso a su pesar, al estilo de un James Dean que nunca murió joven, que sigue hablando cada vez mejor, porque, en realidad, es inagotable). En efecto, Pedro ha pasado por casi todos los géneros con gran éxito y eso lo ha consagrado como ficha clave del tablero literario actual. Pero El gran surubí -su anteúltimo libro escrito en sonetos rimados, ilustrado por Jorge González y editado por Orsai- genera un interés particular por su carácter híbrido. Queremos que nos hable de esa experiencia, que use como excusa unas cuantas cosas, para explicarnos veladamente cómo huye de su leyenda y por qué su boca son sus manos y su Belgrano su Entre Ríos. O al revés.
Paul Ricoeur habla del proceso creador como de una triple mímesis. Dice que la tercera, la refiguración, ubica al texto en unas determinadas coordenadas tanto internas como externas que luego permitirán una serie de hermenéuticas posibles. En el caso de El gran surubí esas aproximaciones no han salido en su mayoría de la crítica o la reseña tradicional. ¿Creés que el texto presenta dificultades a la hora de la interpretación, o que ha habido un recepción superficial de la obra?
En realidad no se ha publicado tanto acerca del libro, de hecho yo estoy esperando todavía ciertas lecturas o acercamientos. Es cierto que se ha destacado lo formal como novedad, si se quiere, o la historia en sí, pero poco más. Creo que la obra es precisamente como un surubí: escurridiza, resbalosa. Y una cuestión importante es que no se hace mucha crítica de poesía últimamente, entonces es aún más difícil. ¿Desde dónde te acercás, cómo agarrás eso que se escapa como un pez? ¿Es una novela o es un poema de largo aliento? Yo le llamo novela, sí, porque tiene un fondo narrativo importante, algo de épica, una atmósfera a veces onírica, pero está escrita con los mecanismos de la poesía. Sería como una novela que la dejaste secar al sol y quedó eso. Tampoco me desvela definir la obra genéricamente. Creo que la mayoría de los lectores no sabe siquiera qué es un soneto como forma lírica, pero eso no impide en absoluto su lectura, porque esa información no es necesaria como tal. El soneto funciona acá como estrofa, como encadenamiento narrativo, incluso, son sonetos pinchados, es decir, no son autónomos, se complementan y continúan. En eso, el mismo devenir narrativo me llevó a romper un poco con la forma clásica del soneto que se cierra con contundencia y se autonomiza.
Hiciste referencia a la atmósfera. Al leer la obra pude observar la existencia de varios imaginarios que conviven simultáneamente: un marco general, que sería una suerte de distopía de corte opresivo, y otros más particulares que tienen que ver con el amor/desamor, con la camaradería, con lo onírico, incluso con el litoral y con la oralidad.
El tema de la camaradería me parece fundamental. Generalmente, el yo ‘lírico’ se manifiesta de forma individual, es el que lleva adelante lo que ocurre. Pero en este caso, ese yo se colectiviza en un nosotros que se enmarca en la práctica del fútbol. Jugué al fútbol cinco años con escritores amigos y desde esa experiencia construyo esa camaradería que el plural ubica como contrapuesta a un Estado que arremete contra las personas. Como cuando en el Martín Fierro se enumeran los abusos del poder sobre un colectivo, sobre un plural que evidencia el ‘nosotros’. El mismo que aparecerá después con Malvinas, por ejemplo. Un yo que se licúa en ese ‘nosotros’ y que establece, por eso mismo, la existencia de un ‘ellos’. Hugo Sánchez, autor de Brilla, tú borracho loco, cuenta que de las dos chapas de metal que cada soldado llevaba, una no tenía nombre, sólo el grupo sanguíneo. No hay mayor metáfora de la desaparición que esa. En realidad, no sé bien de dónde me viene el interés por estos temas, porque no pasé por estas experiencias quizás extremas, pero siempre me pregunté por ese ‘nosotros’, por esa camaradería que mencionaste. Y creo que aunque hoy vivamos en tiempos de paz (por decirlo con esos términos), la necesidad de la experiencia común que cohesione, que una, no desaparece para nada. Es la existencia del vínculo que siempre está, pero que vuelve a individualizarse, y así. De hecho en el momento de la escritura yo pasaba por una experiencia traumática -muy parecida a la del protagonista-, en la que había una violencia interna tremenda, y por eso mismo, esa irrupción del ejército al principio le parece hasta un alivio, es como el pasaporte a un mundo sin mujeres (la simbología de lo femenino se le había convertido en un infierno) y hasta sin dolor, si se quiere. Es como en el libro de Robert Graves, Adiós a todo eso, en el que el tipo se va a la guerra aliviado, casi contento. Porque la violencia no se manifiesta sólo en un conflicto determinado. Hay experiencias de la vida burguesa que son extremadamente duras, aunque sean íntimas y las escondamos. Vivís una guerra en tus entrañas, pero en general, eso no se ve. Claro que después de unos días en combate o secuestrado por el poder, la paradoja se hace enorme.
Con un material narrativo tan sólido me interesa saber cómo llegaste a la decisión de contarlo a través de la forma soneto. ¿Fue consciente esa elección, te la exigió el propio texto, o en Orsai son unos atrevidos?
(Risas con café y medialunas). Cuando le propuse a Casciari hacer el texto en seis entregas, era evidente que la obra sería en prosa. Le había dicho que era una cruza entre Moby Dick, el Martín Fierro y algo de Juan L. Ortiz, y como me tienen confianza me dieron luz verde. Faltando pocos días para la primera entrega, no me salía el texto, no podía escribirlo. Sentía que no tenía un marco definido. Con la narrativa pasa, te preguntás ¿qué explico y qué no? ¿qué cuento, cómo construyo el background de un personaje, cómo le invento la vida? A veces, es como jugar al tenis sin red. Entonces fue apareciendo la forma de a poco. El soneto es algo internalizado para mí, porque escribí durante cinco años los Pornosonetos, con lo cual tenía ejercitada la forma. Llegué a escribir trescientos -de los cuales valen la pena la mitad-, pero esa gimnasia volvió a mí en forma de ritmo, de sonido, que es precisamente lo que quiere decir la palabra soneto: sonidito, música. A ver, que puedo hablar en endecasílabos. Entonces se me hizo claro. Y el hecho de escribir con rima, diría que es como escribir con un amigo: vos proponés una palabra y tenés que encontrar su correlato. En el primer soneto aparece la palabra ‘timbre’ y había que rimarla. Encontré ‘mimbre’, uso que seguramente no hubiese incluido en prosa, pero que en esta forma, cobra todo el sentido. La rima te sopla al oído las palabras. Y eso me liberó mucho, al contrario de lo que puede parecer. No me restringió en absoluto, no fue una dificultad. Fue la manera que encontré para que el texto fluya. La economía de recursos narrativos se me hacía enorme porque aparece el horror vacui y sentís que hay que llenar las páginas. Con esta forma me liberé de todo eso. Lo condensado en este caso disparó el texto, como una pequeña bomba.
En ese sentido, las ilustraciones tienen mucho de disparador. Si hacés el ejercicio de pasar a través de ellas más allá del texto, en realidad te cuentan como una versión diferente de la historia, como un cover del texto mismo. Hablan por sí mismas, pero a su vez, acompañan los sonetos. Generan una simultaneidad casi imposible. Algo parecido a lo que provoca el juego lexical entre lo vulgar, lo cotidiano y la forma clásica.
Sí, al principio reaccioné con la soberbia del escritor: ¿qué necesidad hay de ilustrar el texto, o cómo se va a lograr ese acompañamiento visualmente? Pero me callé porque me superó por completo. De hecho no fui consciente de la violencia interna de la historia hasta que vi las ilustraciones. Me abrieron dimensiones completamente diferentes de lo que había escrito. El canibalismo, el dolor, el hambre, la homosexualidad, por ejemplo. Creo que la misma forma poética despliega unas alas que permiten volar hacia lugares rarísimos. El tema del canibalismo se condensa en tres líneas nada más, pero genera todo un mundo visual que la narrativa no generaría en este caso. ‘El hombre sin cabeza es buen lechón’. Punto. No hay más que decir, pero hay mucho más al mismo tiempo. Esta libertad de lo sintético no es irreal, y eso se ve en las ilustraciones. Lo concreto, las acciones que transcurren en dos o tres versos liberan incluso la representación visual, le dan más juego y permiten generar otra historia que se plasma en un lenguaje diferente, pero igual de contundente. El tema homosexual estuvo presente desde que pensé la historia en el año 2007, pero no como una temática gay, si querés, sino como una pulsión, como algo más llano, más primitivo. E igualmente se condensa en tres brochazos, en una visión rápida e intensa, incluso graciosa. Me reí mucho haciendo esos versos. No es un texto ATP (apto para todo público), claramente. En cuanto al léxico, también es una cuestión muy martinfierrista. Creo que no hay una contradicción entre la forma clásica del soneto y el vocabulario que utilizo. Lo alto y lo bajo no se enfrentan en el texto. Hay una imbricación de lenguajes que funciona incluso dentro de una forma lírica que puede parecer restrictiva. Ya lo había experimentado con los Pornosonetos, también me había divertido mucho con ese juego. Se detonan ambas fuerzas en esa cajita de equilibrio que es la forma, y el resultado es liberador y verosímil.
A medida que avanzaba en la lectura del Surubí se me venía a la cabeza un capítulo de Impreso en Argentina que hiciste sobre Leopoldo Marechal, en el que se habla de su relación con el espacio no urbano, con lo rural, allá en los campos de Maipú. El interior -Entre Ríos particularmente- está presente en tu obra, pero me interesa saber si sentís esa dicotomía campo/ciudad, si identificás una visión no-urbana o anti-urbana. ¿El interior aparece como contexto incluso nostálgico en el que ubicar una materia literaria, o como un punto desde el cual mirar la ciudad?
Yo veo el interior como la representación del espacio abierto. Es la primera imagen que me hago. No he pensado mucho acerca de cómo funciona el espacio no urbano en mi narrativa. Creo que si tengo que detenerme en un punto lo haría en las transiciones, es decir, en lo que hay en el medio, en lo que vemos cuando vamos de la ciudad al ámbito rural. Cómo se va deshaciendo la ciudad. Borges lo decía muy lindo: “La ciudad se desgarraba…” En un cuento de hace algunos años puse algo así: “La ciudad se deshacía en fábricas y hoteles alojamiento”, que es la misma idea, claro. A mí me fascina ver el lenguaje que se construye a medida que salís del centro de Buenos Aires y vas entrando en el interior, cuando comienzan a aparecer las casas que venden esas piletas de plástico enormes que se exhiben en vertical, amarillentas por el sol, las gomerías, los viveros, las parrillas. Me gusta insertar personajes en esa transformación, porque los va transformando a ellos. Sí es cierto, que el modo en que uso la imagen de la ciudad puede parecer un poco opresivo, vaciada de vínculos, un poco gris. Pero el interior también tiene una carga de violencia, no lo idealizo, aunque es verdad que encuentro más belleza en el ambiente rural que en el urbano.
Justamente en la sección de la obra en la que aparece esa atmósfera casi redentora, personificada en la imagen de la niña -que bien podría ser una figura de la Virgen vista desde el personaje-, el léxico y la morfología de las palabras que usás, y la manera en la que construís los versos, denotan un gran amor a mi entender, un cariño y un respeto especial que no aparece en el resto del texto. Quizás, es esa belleza que no ves en la ciudad.
Sí, sin dudas. Empieza en realidad en el capítulo anterior, cuando Ramón Paz va río arriba y lo encuentra el gendarme, lo descubre. Él se entrega a esa sensación de libertad, de ponerse un kiosko y olvidarse de todo -aunque sea una idealización, claro-. Como en el libro de Damián Ríos en el que la idea es poner un aviso en el diario del pueblo buscando trabajo de albañil, por ejemplo. En este momento el personaje se construye y deconstruye. Lo urbano acá es el peligro, es el lugar en donde te agarra el gendarme y te corta las piernas y las ilusiones. Y la figura de esa niña que le da agua, que de alguna manera lo guía, está hecha precisamente con ese amor que mencionás. Me gusta que uses esa palabra sin miedo, porque sí es cierto que, aunque sutilmente, en esa parte estoy construyendo la historia desde otro lugar, desde un lugar más afectuoso. Quizás lo único que nos salva en la ciudad es esa camaradería de la que hablábamos al principio, porque sino, hasta parece como un gran pozo que nos chupa, en el que hay poca luz en contraposición a la luminosidad de ese interior, en el que la belleza puede aparecer, puede hacerse presente a pesar de la violencia. Sí, hay un amor distinto ahí, en realidad distintivo. Esta parte podría ser una gran metáfora del Surubí entero.
Ya apurando el café, y casi sin querer, terminamos hablando de la oralidad, de lo anti-lírico, de la poesía civil y del miedo que tenemos a la eufonía. De la ingenuidad de algunos talleres literarios, y de cómo las palabras dichas en voz alta se sacan chispas peligrosas, raras. De la poesía que está allí donde nadie la espera, escurridiza, resbalosa. Tanto, o más quizás, que el Surubí que todavía no se deja pescar. Que sabe esperar agazapado, que (se) resiste.
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DE ANFIBIOS QUE RESISTEN
Por Flora Vronsky
Belgrano es un barrio raro. Hay mucha gente, bastante verde y una civilización de cemento que todavía deja pasar el sol. Quedar con Pedro Mairal en un bar mítico y poder observar cómo sus vecinos lo saludan, cómo se genera ese intercambio extrañamente familiar, no hace más que probarme el hecho de que este escritor le huye a la leyenda. (Aunque quizás termine convirtiéndose en eso a su pesar, al estilo de un James Dean que nunca murió joven, que sigue hablando cada vez mejor, porque, en realidad, es inagotable). En efecto, Pedro ha pasado por casi todos los géneros con gran éxito y eso lo ha consagrado como ficha clave del tablero literario actual. Pero El gran surubí -su anteúltimo libro escrito en sonetos rimados, ilustrado por Jorge González y editado por Orsai- genera un interés particular por su carácter híbrido. Queremos que nos hable de esa experiencia, que use como excusa unas cuantas cosas, para explicarnos veladamente cómo huye de su leyenda y por qué su boca son sus manos y su Belgrano su Entre Ríos. O al revés.
Paul Ricoeur habla del proceso creador como de una triple mímesis. Dice que la tercera, la refiguración, ubica al texto en unas determinadas coordenadas tanto internas como externas que luego permitirán una serie de hermenéuticas posibles. En el caso de El gran surubí esas aproximaciones no han salido en su mayoría de la crítica o la reseña tradicional. ¿Creés que el texto presenta dificultades a la hora de la interpretación, o que ha habido un recepción superficial de la obra?
En realidad no se ha publicado tanto acerca del libro, de hecho yo estoy esperando todavía ciertas lecturas o acercamientos. Es cierto que se ha destacado lo formal como novedad, si se quiere, o la historia en sí, pero poco más. Creo que la obra es precisamente como un surubí: escurridiza, resbalosa. Y una cuestión importante es que no se hace mucha crítica de poesía últimamente, entonces es aún más difícil. ¿Desde dónde te acercás, cómo agarrás eso que se escapa como un pez? ¿Es una novela o es un poema de largo aliento? Yo le llamo novela, sí, porque tiene un fondo narrativo importante, algo de épica, una atmósfera a veces onírica, pero está escrita con los mecanismos de la poesía. Sería como una novela que la dejaste secar al sol y quedó eso. Tampoco me desvela definir la obra genéricamente. Creo que la mayoría de los lectores no sabe siquiera qué es un soneto como forma lírica, pero eso no impide en absoluto su lectura, porque esa información no es necesaria como tal. El soneto funciona acá como estrofa, como encadenamiento narrativo, incluso, son sonetos pinchados, es decir, no son autónomos, se complementan y continúan. En eso, el mismo devenir narrativo me llevó a romper un poco con la forma clásica del soneto que se cierra con contundencia y se autonomiza.
Hiciste referencia a la atmósfera. Al leer la obra pude observar la existencia de varios imaginarios que conviven simultáneamente: un marco general, que sería una suerte de distopía de corte opresivo, y otros más particulares que tienen que ver con el amor/desamor, con la camaradería, con lo onírico, incluso con el litoral y con la oralidad.
El tema de la camaradería me parece fundamental. Generalmente, el yo ‘lírico’ se manifiesta de forma individual, es el que lleva adelante lo que ocurre. Pero en este caso, ese yo se colectiviza en un nosotros que se enmarca en la práctica del fútbol. Jugué al fútbol cinco años con escritores amigos y desde esa experiencia construyo esa camaradería que el plural ubica como contrapuesta a un Estado que arremete contra las personas. Como cuando en el Martín Fierro se enumeran los abusos del poder sobre un colectivo, sobre un plural que evidencia el ‘nosotros’. El mismo que aparecerá después con Malvinas, por ejemplo. Un yo que se licúa en ese ‘nosotros’ y que establece, por eso mismo, la existencia de un ‘ellos’. Hugo Sánchez, autor de Brilla, tú borracho loco, cuenta que de las dos chapas de metal que cada soldado llevaba, una no tenía nombre, sólo el grupo sanguíneo. No hay mayor metáfora de la desaparición que esa. En realidad, no sé bien de dónde me viene el interés por estos temas, porque no pasé por estas experiencias quizás extremas, pero siempre me pregunté por ese ‘nosotros’, por esa camaradería que mencionaste. Y creo que aunque hoy vivamos en tiempos de paz (por decirlo con esos términos), la necesidad de la experiencia común que cohesione, que una, no desaparece para nada. Es la existencia del vínculo que siempre está, pero que vuelve a individualizarse, y así. De hecho en el momento de la escritura yo pasaba por una experiencia traumática -muy parecida a la del protagonista-, en la que había una violencia interna tremenda, y por eso mismo, esa irrupción del ejército al principio le parece hasta un alivio, es como el pasaporte a un mundo sin mujeres (la simbología de lo femenino se le había convertido en un infierno) y hasta sin dolor, si se quiere. Es como en el libro de Robert Graves, Adiós a todo eso, en el que el tipo se va a la guerra aliviado, casi contento. Porque la violencia no se manifiesta sólo en un conflicto determinado. Hay experiencias de la vida burguesa que son extremadamente duras, aunque sean íntimas y las escondamos. Vivís una guerra en tus entrañas, pero en general, eso no se ve. Claro que después de unos días en combate o secuestrado por el poder, la paradoja se hace enorme.
Con un material narrativo tan sólido me interesa saber cómo llegaste a la decisión de contarlo a través de la forma soneto. ¿Fue consciente esa elección, te la exigió el propio texto, o en Orsai son unos atrevidos?
(Risas con café y medialunas). Cuando le propuse a Casciari hacer el texto en seis entregas, era evidente que la obra sería en prosa. Le había dicho que era una cruza entre Moby Dick, el Martín Fierro y algo de Juan L. Ortiz, y como me tienen confianza me dieron luz verde. Faltando pocos días para la primera entrega, no me salía el texto, no podía escribirlo. Sentía que no tenía un marco definido. Con la narrativa pasa, te preguntás ¿qué explico y qué no? ¿qué cuento, cómo construyo el background de un personaje, cómo le invento la vida? A veces, es como jugar al tenis sin red. Entonces fue apareciendo la forma de a poco. El soneto es algo internalizado para mí, porque escribí durante cinco años los Pornosonetos, con lo cual tenía ejercitada la forma. Llegué a escribir trescientos -de los cuales valen la pena la mitad-, pero esa gimnasia volvió a mí en forma de ritmo, de sonido, que es precisamente lo que quiere decir la palabra soneto: sonidito, música. A ver, que puedo hablar en endecasílabos. Entonces se me hizo claro. Y el hecho de escribir con rima, diría que es como escribir con un amigo: vos proponés una palabra y tenés que encontrar su correlato. En el primer soneto aparece la palabra ‘timbre’ y había que rimarla. Encontré ‘mimbre’, uso que seguramente no hubiese incluido en prosa, pero que en esta forma, cobra todo el sentido. La rima te sopla al oído las palabras. Y eso me liberó mucho, al contrario de lo que puede parecer. No me restringió en absoluto, no fue una dificultad. Fue la manera que encontré para que el texto fluya. La economía de recursos narrativos se me hacía enorme porque aparece el horror vacui y sentís que hay que llenar las páginas. Con esta forma me liberé de todo eso. Lo condensado en este caso disparó el texto, como una pequeña bomba.
En ese sentido, las ilustraciones tienen mucho de disparador. Si hacés el ejercicio de pasar a través de ellas más allá del texto, en realidad te cuentan como una versión diferente de la historia, como un cover del texto mismo. Hablan por sí mismas, pero a su vez, acompañan los sonetos. Generan una simultaneidad casi imposible. Algo parecido a lo que provoca el juego lexical entre lo vulgar, lo cotidiano y la forma clásica.
Sí, al principio reaccioné con la soberbia del escritor: ¿qué necesidad hay de ilustrar el texto, o cómo se va a lograr ese acompañamiento visualmente? Pero me callé porque me superó por completo. De hecho no fui consciente de la violencia interna de la historia hasta que vi las ilustraciones. Me abrieron dimensiones completamente diferentes de lo que había escrito. El canibalismo, el dolor, el hambre, la homosexualidad, por ejemplo. Creo que la misma forma poética despliega unas alas que permiten volar hacia lugares rarísimos. El tema del canibalismo se condensa en tres líneas nada más, pero genera todo un mundo visual que la narrativa no generaría en este caso. ‘El hombre sin cabeza es buen lechón’. Punto. No hay más que decir, pero hay mucho más al mismo tiempo. Esta libertad de lo sintético no es irreal, y eso se ve en las ilustraciones. Lo concreto, las acciones que transcurren en dos o tres versos liberan incluso la representación visual, le dan más juego y permiten generar otra historia que se plasma en un lenguaje diferente, pero igual de contundente. El tema homosexual estuvo presente desde que pensé la historia en el año 2007, pero no como una temática gay, si querés, sino como una pulsión, como algo más llano, más primitivo. E igualmente se condensa en tres brochazos, en una visión rápida e intensa, incluso graciosa. Me reí mucho haciendo esos versos. No es un texto ATP (apto para todo público), claramente. En cuanto al léxico, también es una cuestión muy martinfierrista. Creo que no hay una contradicción entre la forma clásica del soneto y el vocabulario que utilizo. Lo alto y lo bajo no se enfrentan en el texto. Hay una imbricación de lenguajes que funciona incluso dentro de una forma lírica que puede parecer restrictiva. Ya lo había experimentado con los Pornosonetos, también me había divertido mucho con ese juego. Se detonan ambas fuerzas en esa cajita de equilibrio que es la forma, y el resultado es liberador y verosímil.
A medida que avanzaba en la lectura del Surubí se me venía a la cabeza un capítulo de Impreso en Argentina que hiciste sobre Leopoldo Marechal, en el que se habla de su relación con el espacio no urbano, con lo rural, allá en los campos de Maipú. El interior -Entre Ríos particularmente- está presente en tu obra, pero me interesa saber si sentís esa dicotomía campo/ciudad, si identificás una visión no-urbana o anti-urbana. ¿El interior aparece como contexto incluso nostálgico en el que ubicar una materia literaria, o como un punto desde el cual mirar la ciudad?
Yo veo el interior como la representación del espacio abierto. Es la primera imagen que me hago. No he pensado mucho acerca de cómo funciona el espacio no urbano en mi narrativa. Creo que si tengo que detenerme en un punto lo haría en las transiciones, es decir, en lo que hay en el medio, en lo que vemos cuando vamos de la ciudad al ámbito rural. Cómo se va deshaciendo la ciudad. Borges lo decía muy lindo: “La ciudad se desgarraba…” En un cuento de hace algunos años puse algo así: “La ciudad se deshacía en fábricas y hoteles alojamiento”, que es la misma idea, claro. A mí me fascina ver el lenguaje que se construye a medida que salís del centro de Buenos Aires y vas entrando en el interior, cuando comienzan a aparecer las casas que venden esas piletas de plástico enormes que se exhiben en vertical, amarillentas por el sol, las gomerías, los viveros, las parrillas. Me gusta insertar personajes en esa transformación, porque los va transformando a ellos. Sí es cierto, que el modo en que uso la imagen de la ciudad puede parecer un poco opresivo, vaciada de vínculos, un poco gris. Pero el interior también tiene una carga de violencia, no lo idealizo, aunque es verdad que encuentro más belleza en el ambiente rural que en el urbano.
Justamente en la sección de la obra en la que aparece esa atmósfera casi redentora, personificada en la imagen de la niña -que bien podría ser una figura de la Virgen vista desde el personaje-, el léxico y la morfología de las palabras que usás, y la manera en la que construís los versos, denotan un gran amor a mi entender, un cariño y un respeto especial que no aparece en el resto del texto. Quizás, es esa belleza que no ves en la ciudad.
Sí, sin dudas. Empieza en realidad en el capítulo anterior, cuando Ramón Paz va río arriba y lo encuentra el gendarme, lo descubre. Él se entrega a esa sensación de libertad, de ponerse un kiosko y olvidarse de todo -aunque sea una idealización, claro-. Como en el libro de Damián Ríos en el que la idea es poner un aviso en el diario del pueblo buscando trabajo de albañil, por ejemplo. En este momento el personaje se construye y deconstruye. Lo urbano acá es el peligro, es el lugar en donde te agarra el gendarme y te corta las piernas y las ilusiones. Y la figura de esa niña que le da agua, que de alguna manera lo guía, está hecha precisamente con ese amor que mencionás. Me gusta que uses esa palabra sin miedo, porque sí es cierto que, aunque sutilmente, en esa parte estoy construyendo la historia desde otro lugar, desde un lugar más afectuoso. Quizás lo único que nos salva en la ciudad es esa camaradería de la que hablábamos al principio, porque sino, hasta parece como un gran pozo que nos chupa, en el que hay poca luz en contraposición a la luminosidad de ese interior, en el que la belleza puede aparecer, puede hacerse presente a pesar de la violencia. Sí, hay un amor distinto ahí, en realidad distintivo. Esta parte podría ser una gran metáfora del Surubí entero.
Ya apurando el café, y casi sin querer, terminamos hablando de la oralidad, de lo anti-lírico, de la poesía civil y del miedo que tenemos a la eufonía. De la ingenuidad de algunos talleres literarios, y de cómo las palabras dichas en voz alta se sacan chispas peligrosas, raras. De la poesía que está allí donde nadie la espera, escurridiza, resbalosa. Tanto, o más quizás, que el Surubí que todavía no se deja pescar. Que sabe esperar agazapado, que (se) resiste.
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miércoles, 7 de agosto de 2013
La pandemia ha comenzado
"Filosofía zombi" de Fernández Gonzalo, Jorge. Editorial Anagrama. 224 Págs. 18 $ Apróx.
Los zombis llegan a la filosofía. A través de la producción fílmica d...e George Romero y de otras obras sobre el género de los muertos vivientes (películas, cómics, series de televisión y videojuegos), Filosofía zombi urde un original análisis sobre las sociedades de control y las tecnologías de mediación que nos separan del acontecimiento de lo real. El zombi representa una no-construcción en el otro, esa falta de otredad a que se encamina el sujeto de las sociedades tardocapitalistas.
De este modo, las plagas de cadáveres andantes de la ficción nos sirven como metáfora para entender la complejidad de nuestra sociedad posmoderna. Si Maurice Blanchot definía la muerte como aquello que no se localiza en el acontecimiento, estos horripilantes no-muertos viven esa prolongación, proponen, a través de la espectacularidad de su código visual, un encuentro con el miedo y con el acontecimiento del ser. La ontología zombi redescubre entonces los espacios de la intimidad que habían permanecido sepultados bajo los paradigmas tecnoafectivos actuales, por la publicidad masiva y el hiperconsumismo descontrolado, y la ficticia amenaza de un apocalipsis y el colapso total de la civilización que suele acompañar a las producciones del género constituyen una crítica oblicua de las sociedades actuales del espectáculo y la tecnificación, como ya denunciaran autores como Baudrillard, Debord o Deleuze, entre otros.
Filosofía zombi plantea a lo largo de sus siete capítulos el problema de la escritura y la focalización: ¿desde dónde escribir y empezar a comprender el mundo que nos rodea? ¿Qué pieza clave desplegaría toda la arquitectura de los discursos una vez que la pandemia ha comenzado? En cierto modo, el zombi como idea, el concepto-zombi, tal y como nos propone el libro, consistiría en una vuelta de tuerca más por los laberintos de la filosofía contemporánea, en un intento por abandonar el perímetro de lo cotidiano, tal y como sugería Robert Kirkman, el autor de la exitosa serie The Walking Dead, y adentrarnos así en el peligro de pensar la sociedad tecnificada en que vivimos.
Prosexo
UNA PROCLAMA DE LESBIANAS FEMINISTAS PROSEXO A FAVOR DE LAS TRABAJADORAS SEXUALES
Las lesbianas aprendimos en el proceso de politización de nuestra sexualidad y de nuestras vidas que el primer paso para el empoderamiento es el nombre. Muchas hicimos ese aprendizaje a través de las herramientas políticas y teóricas que nos aportaron los feminismos, en especial, aquellos que sostienen la autodeterminación sexual como fundamento de las luchas sexo-políticas. Sin embargo, también aprendimos que persiste al interior del movimiento feminista, no con exclusividad pero sí como un espacio más por el que transitamos, la lesbofobia y el imperio de las jerarquías por clase, identidad sexual, raza, ubicación geopolítica, edad, reconocimiento institucional, etc. Esto provoca que ciertas voces se amplifiquen, ciertos cuerpos se visibilicen, ciertas posiciones se erijan como representativas del movimiento y ciertas figuras monopolicen el discurso público, a costa de sumir en el silencio, la ignorancia y la invisibilidad, a otros cuerpos, otras voces, otros nombres.
En la Argentina del matrimonio igualitario y de la ley de identidad de género, hoy se está librando una batalla silenciosa pública y moral altamente efectiva contra las trabajadoras sexuales, que tiene como palanca bélica a las políticas implementadas en la lucha contra la trata y la explotación sexual. Una palanca que se acciona desde una serie de presupuestos del feminismo abolicionista que termina contraponiendo los derechos de las trabajadoras sexuales a los derechos de las víctimas de trata. La trata requiere que se la persiga, el trabajo sexual requiere que se lo reconozca, dos políticas diferentes aunque articuladas, porque sacar de la clandestinidad el trabajo sexual es una forma de luchar contra la esclavitud sexual y la trata de personas.
Este feminismo que sólo ve violencia en el sexo pago, víctimas o alienadas en quienes afirman ser trabajadoras sexuales, y sólo mujeres en el campo del trabajo sexual, cuando hay también varones, travestis y trans, termina siendo un feminismo antisexo, antiputa, victimista y mujerista. La equiparación e indiferenciación entre las personas que deciden ejercer el trabajo sexual con las que son esclavas sexuales porque son víctimas de las redes de trata, provoca el silenciamiento y el borramiento del espacio público de las trabajadoras sexuales así como la inercia policial y política para una búsqueda real de las víctimas de trata. Redimir y reinsertar a las prostitutas cual ejército de salvación, promoviendo la erradicación total de la prostitución, parece ser el objetivo central del feminismo abolicionista que, muy a su pesar, termina aliado con políticas criminalizadoras y persecutorias de las mujeres. ¿No sería más deseable que pusieran el mismo énfasis y vehemencia en la erradicación del matrimonio como institución hetero y homo-patriarcal que regula la sexualidad?
El cuerpo de las trabajadoras sexuales está atravesado por una paradójica metáfora espacial y, por lo tanto, visual. Por un lado, las medidas implementadas desde el estado nacional, como el decreto que prohíbe la oferta de avisos sexuales, las borra de los medios de comunicación, de la visión pública, lo que implica una política de invisibilidad. Y por otro lado, las leyes contra la trata aprobadas en algunas provincias, que justifican allanamientos a prostíbulos y departamentos autogestionados por trabajadoras sexuales autónomas, las arrojan a la calle, a una extrema visibilidad que las expone a la policía cotidianamente, a la vigilancia moral de l*s vecin*s y al abuso de los fiolos. En ambas situaciones, la sistemática impugnación de sus voces mediante la resistencia a ser escuchadas o subestimadas y despreciadas en sus opiniones, las silencia como sujetos políticos.
Como lesbianas esta batalla nos involucra y nos convoca, como mínimo, por dos motivos: porque bien sabemos lo que significa la negación de la identidad autopercibida y el acallamiento de nuestras voces, y porque con estas políticas que se llevan adelante contra el trabajo sexual so pretexto de combatir la trata, imponen normas que regulan lo que podemos y no podemos hacer con nuestros cuerpos, lo admisible y lo inaceptable, lo legítimo y lo ilegítimo. Por lo tanto, es una batalla que nos involucra a tod*s, por más que pensemos que no nos afecta. El boicot al sexo reproductivo que implican el aborto y tener sexo por dinero son prácticas que continúan penalizadas para las mujeres, convertidas en delito (aunque la prostitución no lo sea en nuestro país, y sí lo es el proxenetismo) a través del código penal, los códigos contravencionales o la moral hegemónica.
Como lesbianas, sabemos que la identidad política sirve para identificarse en la lucha por el reconocimiento, la celebración de la existencia, la denuncia de agresiones, abusos y discriminaciones y la demanda de derechos. Por la historia del activismo lésbico y por nuestras historias personales, sabemos muy bien la violencia que conlleva la negación de una identidad política y, por lo tanto, del empoderamiento que ella supone. ¿Qué posibilidad tienen las trabajadoras sexuales para empoderarse si desde el principio son tratadas como víctimas? ¿o como mujeres en situación de explotación?
Como activistas prosexo que cuestionamos el modo en que nuestra sociedad heteropatriarcal y racista asigna privilegios sobre la base de la adhesión a su código moral, regido por la norma monogámica heteronormativa, esta batalla nos implica porque estas medidas punitivas y de persecución representan una política sexual anti-sexo. Prosexo es una identificación política que emerge en las llamadas “guerras del sexo” en Estados Unidos en los años ´80, representando las disputas entre feministas antipornografía, antiprostitución y antisadomasoquismo y las feministas prosexo y anticensura, y aunque en nuestro contexto es un término que casi no circula habitualmente en el discurso feminista, nosotras nos reconocemos como tales porque significa sostener una política libertaria sobre los derechos sexuales, el trabajo sexual, la censura y la libertad de expresión, la industria del sexo, el material sexual para adult*s, la elección y la libertad sexual. Significa reconocer las actitudes y políticas anti-sexo, la hipocresía y los pánicos sexuales que tiñen el modo en que la sexualidad es analizada en los medios, en las instituciones, en el estado, e incluso dentro de las comunidades lgtttbi y feminista.
Las celebradas narrativas de la democratización a través del reconocimiento de la “diversidad sexual”, señalan las formas públicamente legítimas de vivir la sexualidad, los límites y jerarquías entre formas y prácticas sexuales ideales, admisibles, o inaceptables. Así, las nuevas fórmulas de regulación sexual que levantan la bandera de la “diversidad” están teñidas de una moral anti sexo.
Las trabajadoras sexuales están siendo criminalizadas y estigmatizadas, favoreciendo aun más la clandestinidad de su actividad, lo que acrecienta las condiciones para la trata. Estamos ante un momento histórico en el que es preciso defender los derechos de todas las personas vinculadas al mercado del sexo, que contribuya a ampliar sus márgenes de decisión, libertad y autonomía. Para las que deciden ejercer el trabajo sexual: reconocimiento de su actividad como trabajo, reconocimiento de derechos en tanto que trabajadoras, estímulo de la sindicalización; y para las que lo viven mal: posibilidades de formación para desarrollar otro trabajo. Para las que son víctimas de trata, que son obligadas y coaccionadas: protección y persecución del delito, y desmantelamiento de las redes de complicidad institucional, policial y política.
Como activistas lesbianas feministas prosexo no queremos el tutelaje del estado ni de las instituciones ni del feminismo abolicionista para decidir sobre nuestros cuerpos. L*s trabajador*s sexuales -mujeres, trans, travestis, gays- son nuestr*s aliad*s y no nuestr*s enemig*s en la lucha por la autodeterminación sexual. Por eso apoyamos su demanda de reconocimiento del trabajo sexual como trabajo y exigimos que su voz sea escuchada.
En esta batalla el silencio no es una opción, es una toma de postura a favor de quien detenta la hegemonía, de quien va ganando la lucha, que son las políticas de persecución moral, policial, estatal y feminista hacia las trabajadoras sexuales.
Agosto del 2013.-
Noe Gall –integrante del Asentamiento Fernseh, Red por el reconocimiento del trabajo sexual y la Coordinadora por la aparición con vida de Yamila Cuello - Córdoba
valeria flores – escritora, activista y maestra – Neuquén
Gabriela Adelstein – Buenos Aires
Macky Corbalán – poeta y lesbiana feminista cuir - Neuquén
Virginia Cano -docente, filósofa, activista- Buenos Aires
Norma Salica – Tucumán
Andrea Lacombe - Antropóloga, integrante de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual
Gabriela Robledo Achaval – activista lesbiana feminista, abogada, investigadora (UNC)
Mariela Serra - Licenciada en teatro y profesora universitaria
Sara Monsalve
Jorgelina Bocca
Celeste Bianciotti
Publicado por valeria flores
Tomado de http://escritoshereticos.blogspot.com.ar/
Las lesbianas aprendimos en el proceso de politización de nuestra sexualidad y de nuestras vidas que el primer paso para el empoderamiento es el nombre. Muchas hicimos ese aprendizaje a través de las herramientas políticas y teóricas que nos aportaron los feminismos, en especial, aquellos que sostienen la autodeterminación sexual como fundamento de las luchas sexo-políticas. Sin embargo, también aprendimos que persiste al interior del movimiento feminista, no con exclusividad pero sí como un espacio más por el que transitamos, la lesbofobia y el imperio de las jerarquías por clase, identidad sexual, raza, ubicación geopolítica, edad, reconocimiento institucional, etc. Esto provoca que ciertas voces se amplifiquen, ciertos cuerpos se visibilicen, ciertas posiciones se erijan como representativas del movimiento y ciertas figuras monopolicen el discurso público, a costa de sumir en el silencio, la ignorancia y la invisibilidad, a otros cuerpos, otras voces, otros nombres.
En la Argentina del matrimonio igualitario y de la ley de identidad de género, hoy se está librando una batalla silenciosa pública y moral altamente efectiva contra las trabajadoras sexuales, que tiene como palanca bélica a las políticas implementadas en la lucha contra la trata y la explotación sexual. Una palanca que se acciona desde una serie de presupuestos del feminismo abolicionista que termina contraponiendo los derechos de las trabajadoras sexuales a los derechos de las víctimas de trata. La trata requiere que se la persiga, el trabajo sexual requiere que se lo reconozca, dos políticas diferentes aunque articuladas, porque sacar de la clandestinidad el trabajo sexual es una forma de luchar contra la esclavitud sexual y la trata de personas.
Este feminismo que sólo ve violencia en el sexo pago, víctimas o alienadas en quienes afirman ser trabajadoras sexuales, y sólo mujeres en el campo del trabajo sexual, cuando hay también varones, travestis y trans, termina siendo un feminismo antisexo, antiputa, victimista y mujerista. La equiparación e indiferenciación entre las personas que deciden ejercer el trabajo sexual con las que son esclavas sexuales porque son víctimas de las redes de trata, provoca el silenciamiento y el borramiento del espacio público de las trabajadoras sexuales así como la inercia policial y política para una búsqueda real de las víctimas de trata. Redimir y reinsertar a las prostitutas cual ejército de salvación, promoviendo la erradicación total de la prostitución, parece ser el objetivo central del feminismo abolicionista que, muy a su pesar, termina aliado con políticas criminalizadoras y persecutorias de las mujeres. ¿No sería más deseable que pusieran el mismo énfasis y vehemencia en la erradicación del matrimonio como institución hetero y homo-patriarcal que regula la sexualidad?
El cuerpo de las trabajadoras sexuales está atravesado por una paradójica metáfora espacial y, por lo tanto, visual. Por un lado, las medidas implementadas desde el estado nacional, como el decreto que prohíbe la oferta de avisos sexuales, las borra de los medios de comunicación, de la visión pública, lo que implica una política de invisibilidad. Y por otro lado, las leyes contra la trata aprobadas en algunas provincias, que justifican allanamientos a prostíbulos y departamentos autogestionados por trabajadoras sexuales autónomas, las arrojan a la calle, a una extrema visibilidad que las expone a la policía cotidianamente, a la vigilancia moral de l*s vecin*s y al abuso de los fiolos. En ambas situaciones, la sistemática impugnación de sus voces mediante la resistencia a ser escuchadas o subestimadas y despreciadas en sus opiniones, las silencia como sujetos políticos.
Como lesbianas esta batalla nos involucra y nos convoca, como mínimo, por dos motivos: porque bien sabemos lo que significa la negación de la identidad autopercibida y el acallamiento de nuestras voces, y porque con estas políticas que se llevan adelante contra el trabajo sexual so pretexto de combatir la trata, imponen normas que regulan lo que podemos y no podemos hacer con nuestros cuerpos, lo admisible y lo inaceptable, lo legítimo y lo ilegítimo. Por lo tanto, es una batalla que nos involucra a tod*s, por más que pensemos que no nos afecta. El boicot al sexo reproductivo que implican el aborto y tener sexo por dinero son prácticas que continúan penalizadas para las mujeres, convertidas en delito (aunque la prostitución no lo sea en nuestro país, y sí lo es el proxenetismo) a través del código penal, los códigos contravencionales o la moral hegemónica.
Como lesbianas, sabemos que la identidad política sirve para identificarse en la lucha por el reconocimiento, la celebración de la existencia, la denuncia de agresiones, abusos y discriminaciones y la demanda de derechos. Por la historia del activismo lésbico y por nuestras historias personales, sabemos muy bien la violencia que conlleva la negación de una identidad política y, por lo tanto, del empoderamiento que ella supone. ¿Qué posibilidad tienen las trabajadoras sexuales para empoderarse si desde el principio son tratadas como víctimas? ¿o como mujeres en situación de explotación?
Como activistas prosexo que cuestionamos el modo en que nuestra sociedad heteropatriarcal y racista asigna privilegios sobre la base de la adhesión a su código moral, regido por la norma monogámica heteronormativa, esta batalla nos implica porque estas medidas punitivas y de persecución representan una política sexual anti-sexo. Prosexo es una identificación política que emerge en las llamadas “guerras del sexo” en Estados Unidos en los años ´80, representando las disputas entre feministas antipornografía, antiprostitución y antisadomasoquismo y las feministas prosexo y anticensura, y aunque en nuestro contexto es un término que casi no circula habitualmente en el discurso feminista, nosotras nos reconocemos como tales porque significa sostener una política libertaria sobre los derechos sexuales, el trabajo sexual, la censura y la libertad de expresión, la industria del sexo, el material sexual para adult*s, la elección y la libertad sexual. Significa reconocer las actitudes y políticas anti-sexo, la hipocresía y los pánicos sexuales que tiñen el modo en que la sexualidad es analizada en los medios, en las instituciones, en el estado, e incluso dentro de las comunidades lgtttbi y feminista.
Las celebradas narrativas de la democratización a través del reconocimiento de la “diversidad sexual”, señalan las formas públicamente legítimas de vivir la sexualidad, los límites y jerarquías entre formas y prácticas sexuales ideales, admisibles, o inaceptables. Así, las nuevas fórmulas de regulación sexual que levantan la bandera de la “diversidad” están teñidas de una moral anti sexo.
Las trabajadoras sexuales están siendo criminalizadas y estigmatizadas, favoreciendo aun más la clandestinidad de su actividad, lo que acrecienta las condiciones para la trata. Estamos ante un momento histórico en el que es preciso defender los derechos de todas las personas vinculadas al mercado del sexo, que contribuya a ampliar sus márgenes de decisión, libertad y autonomía. Para las que deciden ejercer el trabajo sexual: reconocimiento de su actividad como trabajo, reconocimiento de derechos en tanto que trabajadoras, estímulo de la sindicalización; y para las que lo viven mal: posibilidades de formación para desarrollar otro trabajo. Para las que son víctimas de trata, que son obligadas y coaccionadas: protección y persecución del delito, y desmantelamiento de las redes de complicidad institucional, policial y política.
Como activistas lesbianas feministas prosexo no queremos el tutelaje del estado ni de las instituciones ni del feminismo abolicionista para decidir sobre nuestros cuerpos. L*s trabajador*s sexuales -mujeres, trans, travestis, gays- son nuestr*s aliad*s y no nuestr*s enemig*s en la lucha por la autodeterminación sexual. Por eso apoyamos su demanda de reconocimiento del trabajo sexual como trabajo y exigimos que su voz sea escuchada.
En esta batalla el silencio no es una opción, es una toma de postura a favor de quien detenta la hegemonía, de quien va ganando la lucha, que son las políticas de persecución moral, policial, estatal y feminista hacia las trabajadoras sexuales.
Agosto del 2013.-
Noe Gall –integrante del Asentamiento Fernseh, Red por el reconocimiento del trabajo sexual y la Coordinadora por la aparición con vida de Yamila Cuello - Córdoba
valeria flores – escritora, activista y maestra – Neuquén
Gabriela Adelstein – Buenos Aires
Macky Corbalán – poeta y lesbiana feminista cuir - Neuquén
Virginia Cano -docente, filósofa, activista- Buenos Aires
Norma Salica – Tucumán
Andrea Lacombe - Antropóloga, integrante de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual
Gabriela Robledo Achaval – activista lesbiana feminista, abogada, investigadora (UNC)
Mariela Serra - Licenciada en teatro y profesora universitaria
Sara Monsalve
Jorgelina Bocca
Celeste Bianciotti
Publicado por valeria flores
Tomado de http://escritoshereticos.blogspot.com.ar/
Deseo de fuga
La ausencia reiterada de lxs maestrxs, que en general solicitan licencias, es cada vez más frecuente. En una proporción creciente, si lxs docentes pudieran elegir, no estarían en la escuela, manifestando a menudo un hondo deseo de abandonarlas. La escuela desvitaliza, y el exceso de malestar impulsa el deseo de fuga. No obstante, el problema del ausentismo docente es estrechamente pensado como un obstáculo en el funcionamiento institucional, como un déficit a corregir, por lo cual recibe soluciones de tipo administrativo, arbitrándose formas de regulación que afectan el salario, como por ejemplo el presentismo.
Escuelas en escena. Una experiencia de pensamiento colectivo. Silvia Duschatzky, Gabriela Farrán y Elina Aguirre. Paidos. 2010.
Escuelas en escena. Una experiencia de pensamiento colectivo. Silvia Duschatzky, Gabriela Farrán y Elina Aguirre. Paidos. 2010.
Pieza de exhibición de la diferencia
La ausencia en los currículos escolares de los cuerpos, historias, y prácticas de mujeres, lesbianas, gays, travestis, trans, bisexuales, no puede suplirse con un reconocimiento “victimizante” de su presencia, porque de esta manera no llegan a perturbar el curso “normal” de los programas ni a desestabilizar el canon oficial. Por el contrario, acaban por mantener el lugar especial y problemático de las identidades “marcadas”. Ya lo decía Monique Wittig, constituir una diferencia y controlarla es un acto de poder ya que es un acto esencialmente normativo, pero hay que ser socialmente dominante para lograr presentar al otro como diferente. En la escuela actual, las identidades suelen circular como información, como sujetos preexistentes, despojadas de la carga experiencial de sufrimiento, violencia, goce y deseo, del sujeto que la encarna contingentemente. “Nos toca convivir con la diferencia”, “hay que respetar las diferencias”, “todos somos diferentes y hay que aceptarlo” (aunque algunos son más diferentes que todos), son varias de las fórmulas escolares que hoy pululan, y vienen a encapsular procesos de inteligibilidad social en el que están en juego nuestras vidas, empleando un lenguaje estandarizado que le quita historicidad y politicidad a la conformación de las identidades. El sujeto “víctimizado”, pieza de exhibición de la “diferencia” y de denuncia de la “intolerancia”, es ubicado como carente, deficitario, y constituido como ser necesitado antes que deseante.
Un hondo deseo de abandonarlas
Éxodos escolares
Hablar de éxodo en momentos de pleno auge de la inclusión como palabra mágica y operatoria estatal en el campo de la educación y de las políticas públicas es un contra-propósito. Y es eso un poco lo que pretendo. Un propósito contra, que más que remitir a un adversario, despliega un modo de pensar pedagógico en los escombros de la escuela moderna. Una tarea de desprendimiento del optimismo exultante que administra la institución educativa. Un ensayo de política de conocimiento antinormativa, que toma partido por los sujetos y objetos menospreciados, que establece relaciones impertinentes, que considera el juego ambivalente en la constitución de la experiencia, entre otros asuntos. La sustracción tiene mala prensa en educación y en política, siempre hay que sumar… aunque la adición ha sido motivo de múltiples violencias, subsunciones, impugnaciones y negaciones de diferencias.
Hablar de éxodos es hablar de la salida cuando se festeja la entrada. Porque en esa salida hay algo que nos exige pensar sobre la entrada. ¿Qué éxodos (des)pueblan hoy la escuela? Preguntarse por los éxodos escolares es atreverse al gesto transversal de una interrogación que se ubica en las fisuras de los discursos liberales de los derechos, gobernados por conceptualizaciones jurídicas como discriminación, igualdad, inclusión, dignidad, respeto, que inundan el campo de la enunciación de las políticas oficiales lgtttb, que excluyen y retiran del campo de discusión los marcos sociales a partir de los cuales comprender cómo y dónde tienen lugar las representaciones. Supone detenernos a pensar los términos y condiciones escolares en que se proclama la inclusión, sin menoscabo de seguir denunciando las lógicas heteronormativas que dinamizan lo escolar y continuar demandando espacios de decibilidad y visibilidad para cuerpos, deseos e identidades abyectas. Porque no podemos perder de vista que los procesos de escolarización son procesos de disciplinamiento y gobierno de los cuerpos. Entonces, al mismo tiempo que se reconocen socialmente e ingresan a la escuela –aunque muchxs ya estábamos allí bajo la custodia del régimen de silencio- las identidades no heteronormativas como corolario de las luchas lgtttb por el acceso a la ciudadanía, acontecen ciertas huidas… de identidades colapsadas, de cuerpos que no toleran el malestar, de subjetividades que huyen de las categorías, de sentidos desfondados.
Todas las sociedades modernas han depositado en la educación la promesa de la realización igualitaria. Sin embargo, este presente nos encuentra con profundas transformaciones en los regímenes de poder que afectan directamente al conjunto de las instituciones disciplinarias. La escuela, en particular, ya no tiene el poder de subjetivación de antaño, desplazada por los medios de comunicación, sus dispositivos tecnológicos y el mercado. En el espacio escolar, nuevos diagnósticos como el ADD (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad) se imponen casi sin resistencia, para disciplinar las infancias emergentes que cuestionan las estructuras escolares decimonónicas. El malestar de la infancia en la escuela se patologiza y medicaliza. ¿Qué nos dicen esxs niñxs que hacen estallar los modos normativos de lo escolar y lo pagan con sus cuerpos? ¿Cómo se articulan esos diagnósticos con las normas sexuales y de género?
Otro fenómeno que se acrecienta en las escuelas como síntoma del desasosiego son las ausencias, no sólo de niñxs y jóvenes –por más que la Asignación Universal por Hijo opera como política de retención-, sino de lxs propixs docentes. La ausencia reiterada de lxs maestrxs, que en general solicitan licencias, es cada vez más frecuente. En una proporción creciente, si lxs docentes pudieran elegir, no estarían en la escuela, manifestando a menudo un hondo deseo de abandonarlas. La escuela desvitaliza, y el exceso de malestar impulsa el deseo de fuga. No obstante, el problema del ausentismo docente es estrechamente pensado como un obstáculo en el funcionamiento institucional, como un déficit a corregir, por lo cual recibe soluciones de tipo administrativo, arbitrándose formas de regulación que afectan el salario, como por ejemplo el presentismo.
Algunxs investigadorxs[1] arriesgan la pregunta ¿qué hay en la huida? Y registran una intención: las ganas de no ir. Un gesto que habla de una afección y una forma de tramitación del aplastamiento escolar, la insoportabilidad de una situación y la fatiga creciente. El abandono del aula, en un sistema armado a partir de la retención de la presencia, de una presencia obligatoria, expresa el agotamiento de un modo tradicional de hacer y habitar la escuela. Una ausencia producida por otra ausencia, la de otras posibilidades que habiliten la permanencia en la institución. La huida es signo de la fatiga pero también de un movimiento de preservación, y supone un resto de vitalidad, que no encuentra aún los modos de reinventarse pero que pretende conservar la organización de un cuerpo sustrayéndolo del desgaste agobiante. El pasaje de la huida al éxodo no es un rehuir de lo político, sino que expresa una politización de la existencia, estableciendo una relación afirmativa con el propio malestar, introduciendo un giro subjetivo que fusiona lo personal con lo colectivo. Por eso, el éxodo como figura de la deserción es una forma de desobediencia frente al sistema, y sugiere la búsqueda de una opción posible. Su acción política consiste en una sustracción emprendedora, afirma Paolo Virno, porque rechaza una situación con la esperanza de gestar otra en otro lugar.
Pensemos entonces en una combinación: liguemos este malestar propio de una escuela agotada –y que agota- con el malestar que provoca la hostilidad por el silenciamiento ante la identificación como tortilleras, maricas, trans. Probemos imaginar cómo proponer la educación sexual con docentes que no quieren estar en la escuela. ¿Cómo trabajar en esa interferencia entre el derecho a la presencia de temáticas sobre cuerpos y sexualidades, y un deseo de ausencia del propio cuerpo en ese espacio?
Una política educativa que reformule los sentidos pedagógicos de la escolaridad y, por lo tanto, el estatuto de “verdad” ciudadana producido a partir de los prejuicios, las naturalizaciones y las estigmatizaciones culturales, se enciende con una lógica de la pregunta y de la sospecha antepuesta y contrapuesta a las lógicas de yuxtaposición y sustitución de contenidos. En este sentido, la “perspectiva de género” y la “diversidad sexual” terminan siendo –porque tal vez para eso se crearon- meros protocolos de lo políticamente correcto en la inclusión de cupos en los programas oficiales. Porque frente al autoritarismo institucional heteronormativo siempre disponible, tendrían que operar como una problematización política de la trama ideológica de construcción de los géneros, cuerpos y deseos, históricamente naturalizada.
La ausencia en los currículos escolares de los cuerpos, historias, y prácticas de mujeres, lesbianas, gays, travestis, trans, bisexuales, no puede suplirse con un reconocimiento “victimizante” de su presencia, porque de esta manera no llegan a perturbar el curso “normal” de los programas ni a desestabilizar el canon oficial. Por el contrario, acaban por mantener el lugar especial y problemático de las identidades “marcadas”. Ya lo decía Monique Wittig, constituir una diferencia y controlarla es un acto de poder ya que es un acto esencialmente normativo, pero hay que ser socialmente dominante para lograr presentar al otro como diferente. En la escuela actual, las identidades suelen circular como información, como sujetos preexistentes, despojadas de la carga experiencial de sufrimiento, violencia, goce y deseo, del sujeto que la encarna contingentemente. “Nos toca convivir con la diferencia”, “hay que respetar las diferencias”, “todos somos diferentes y hay que aceptarlo” (aunque algunos son más diferentes que todos), son varias de las fórmulas escolares que hoy pululan, y vienen a encapsular procesos de inteligibilidad social en el que están en juego nuestras vidas, empleando un lenguaje estandarizado que le quita historicidad y politicidad a la conformación de las identidades. El sujeto “víctimizado”, pieza de exhibición de la “diferencia” y de denuncia de la “intolerancia”, es ubicado como carente, deficitario, y constituido como ser necesitado antes que deseante. Porque el otro al que hay que proteger siempre es bueno mientras siga siendo una víctima.
Estas reflexiones no pretenden componer un tratado de la desesperanza, sino una oda a la problematización que ausculta la filigrana de prácticas que atraviesan los cuerpos, nuestros, de la educación. El éxodo de la institución escolar no supone la evasión de un pensar lo educativo. Es re-integrarle la conflictividad inmanente al campo de interrogación crítica sobre la relación entre cuerpo del saber y el saber del cuerpo, en las coordenadas de la enseñanza institucionalizada. Cuando eso que molesta se hace pregunta, cuando ya no es sólo malestar sino una condición que exige ser pensada, entonces estamos frente a una oportunidad. Los aplausos ante las declamaciones de la inclusión no pueden acallar la tenacidad murmurante de una sospecha que se vuelve interpelación del presente escolar y ocasión para la reinvención de la experiencia educativa contemporánea.
Abril 2013
[1] Escuelas en escena. Una experiencia de pensamiento colectivo. Silvia Duschatzky, Gabriela Farrán y Elina Aguirre. Paidos. 2010.
Tomado de http://escritoshereticos.blogspot.com.ar/
Hablar de éxodo en momentos de pleno auge de la inclusión como palabra mágica y operatoria estatal en el campo de la educación y de las políticas públicas es un contra-propósito. Y es eso un poco lo que pretendo. Un propósito contra, que más que remitir a un adversario, despliega un modo de pensar pedagógico en los escombros de la escuela moderna. Una tarea de desprendimiento del optimismo exultante que administra la institución educativa. Un ensayo de política de conocimiento antinormativa, que toma partido por los sujetos y objetos menospreciados, que establece relaciones impertinentes, que considera el juego ambivalente en la constitución de la experiencia, entre otros asuntos. La sustracción tiene mala prensa en educación y en política, siempre hay que sumar… aunque la adición ha sido motivo de múltiples violencias, subsunciones, impugnaciones y negaciones de diferencias.
Hablar de éxodos es hablar de la salida cuando se festeja la entrada. Porque en esa salida hay algo que nos exige pensar sobre la entrada. ¿Qué éxodos (des)pueblan hoy la escuela? Preguntarse por los éxodos escolares es atreverse al gesto transversal de una interrogación que se ubica en las fisuras de los discursos liberales de los derechos, gobernados por conceptualizaciones jurídicas como discriminación, igualdad, inclusión, dignidad, respeto, que inundan el campo de la enunciación de las políticas oficiales lgtttb, que excluyen y retiran del campo de discusión los marcos sociales a partir de los cuales comprender cómo y dónde tienen lugar las representaciones. Supone detenernos a pensar los términos y condiciones escolares en que se proclama la inclusión, sin menoscabo de seguir denunciando las lógicas heteronormativas que dinamizan lo escolar y continuar demandando espacios de decibilidad y visibilidad para cuerpos, deseos e identidades abyectas. Porque no podemos perder de vista que los procesos de escolarización son procesos de disciplinamiento y gobierno de los cuerpos. Entonces, al mismo tiempo que se reconocen socialmente e ingresan a la escuela –aunque muchxs ya estábamos allí bajo la custodia del régimen de silencio- las identidades no heteronormativas como corolario de las luchas lgtttb por el acceso a la ciudadanía, acontecen ciertas huidas… de identidades colapsadas, de cuerpos que no toleran el malestar, de subjetividades que huyen de las categorías, de sentidos desfondados.
Todas las sociedades modernas han depositado en la educación la promesa de la realización igualitaria. Sin embargo, este presente nos encuentra con profundas transformaciones en los regímenes de poder que afectan directamente al conjunto de las instituciones disciplinarias. La escuela, en particular, ya no tiene el poder de subjetivación de antaño, desplazada por los medios de comunicación, sus dispositivos tecnológicos y el mercado. En el espacio escolar, nuevos diagnósticos como el ADD (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad) se imponen casi sin resistencia, para disciplinar las infancias emergentes que cuestionan las estructuras escolares decimonónicas. El malestar de la infancia en la escuela se patologiza y medicaliza. ¿Qué nos dicen esxs niñxs que hacen estallar los modos normativos de lo escolar y lo pagan con sus cuerpos? ¿Cómo se articulan esos diagnósticos con las normas sexuales y de género?
Otro fenómeno que se acrecienta en las escuelas como síntoma del desasosiego son las ausencias, no sólo de niñxs y jóvenes –por más que la Asignación Universal por Hijo opera como política de retención-, sino de lxs propixs docentes. La ausencia reiterada de lxs maestrxs, que en general solicitan licencias, es cada vez más frecuente. En una proporción creciente, si lxs docentes pudieran elegir, no estarían en la escuela, manifestando a menudo un hondo deseo de abandonarlas. La escuela desvitaliza, y el exceso de malestar impulsa el deseo de fuga. No obstante, el problema del ausentismo docente es estrechamente pensado como un obstáculo en el funcionamiento institucional, como un déficit a corregir, por lo cual recibe soluciones de tipo administrativo, arbitrándose formas de regulación que afectan el salario, como por ejemplo el presentismo.
Algunxs investigadorxs[1] arriesgan la pregunta ¿qué hay en la huida? Y registran una intención: las ganas de no ir. Un gesto que habla de una afección y una forma de tramitación del aplastamiento escolar, la insoportabilidad de una situación y la fatiga creciente. El abandono del aula, en un sistema armado a partir de la retención de la presencia, de una presencia obligatoria, expresa el agotamiento de un modo tradicional de hacer y habitar la escuela. Una ausencia producida por otra ausencia, la de otras posibilidades que habiliten la permanencia en la institución. La huida es signo de la fatiga pero también de un movimiento de preservación, y supone un resto de vitalidad, que no encuentra aún los modos de reinventarse pero que pretende conservar la organización de un cuerpo sustrayéndolo del desgaste agobiante. El pasaje de la huida al éxodo no es un rehuir de lo político, sino que expresa una politización de la existencia, estableciendo una relación afirmativa con el propio malestar, introduciendo un giro subjetivo que fusiona lo personal con lo colectivo. Por eso, el éxodo como figura de la deserción es una forma de desobediencia frente al sistema, y sugiere la búsqueda de una opción posible. Su acción política consiste en una sustracción emprendedora, afirma Paolo Virno, porque rechaza una situación con la esperanza de gestar otra en otro lugar.
Pensemos entonces en una combinación: liguemos este malestar propio de una escuela agotada –y que agota- con el malestar que provoca la hostilidad por el silenciamiento ante la identificación como tortilleras, maricas, trans. Probemos imaginar cómo proponer la educación sexual con docentes que no quieren estar en la escuela. ¿Cómo trabajar en esa interferencia entre el derecho a la presencia de temáticas sobre cuerpos y sexualidades, y un deseo de ausencia del propio cuerpo en ese espacio?
Una política educativa que reformule los sentidos pedagógicos de la escolaridad y, por lo tanto, el estatuto de “verdad” ciudadana producido a partir de los prejuicios, las naturalizaciones y las estigmatizaciones culturales, se enciende con una lógica de la pregunta y de la sospecha antepuesta y contrapuesta a las lógicas de yuxtaposición y sustitución de contenidos. En este sentido, la “perspectiva de género” y la “diversidad sexual” terminan siendo –porque tal vez para eso se crearon- meros protocolos de lo políticamente correcto en la inclusión de cupos en los programas oficiales. Porque frente al autoritarismo institucional heteronormativo siempre disponible, tendrían que operar como una problematización política de la trama ideológica de construcción de los géneros, cuerpos y deseos, históricamente naturalizada.
La ausencia en los currículos escolares de los cuerpos, historias, y prácticas de mujeres, lesbianas, gays, travestis, trans, bisexuales, no puede suplirse con un reconocimiento “victimizante” de su presencia, porque de esta manera no llegan a perturbar el curso “normal” de los programas ni a desestabilizar el canon oficial. Por el contrario, acaban por mantener el lugar especial y problemático de las identidades “marcadas”. Ya lo decía Monique Wittig, constituir una diferencia y controlarla es un acto de poder ya que es un acto esencialmente normativo, pero hay que ser socialmente dominante para lograr presentar al otro como diferente. En la escuela actual, las identidades suelen circular como información, como sujetos preexistentes, despojadas de la carga experiencial de sufrimiento, violencia, goce y deseo, del sujeto que la encarna contingentemente. “Nos toca convivir con la diferencia”, “hay que respetar las diferencias”, “todos somos diferentes y hay que aceptarlo” (aunque algunos son más diferentes que todos), son varias de las fórmulas escolares que hoy pululan, y vienen a encapsular procesos de inteligibilidad social en el que están en juego nuestras vidas, empleando un lenguaje estandarizado que le quita historicidad y politicidad a la conformación de las identidades. El sujeto “víctimizado”, pieza de exhibición de la “diferencia” y de denuncia de la “intolerancia”, es ubicado como carente, deficitario, y constituido como ser necesitado antes que deseante. Porque el otro al que hay que proteger siempre es bueno mientras siga siendo una víctima.
Estas reflexiones no pretenden componer un tratado de la desesperanza, sino una oda a la problematización que ausculta la filigrana de prácticas que atraviesan los cuerpos, nuestros, de la educación. El éxodo de la institución escolar no supone la evasión de un pensar lo educativo. Es re-integrarle la conflictividad inmanente al campo de interrogación crítica sobre la relación entre cuerpo del saber y el saber del cuerpo, en las coordenadas de la enseñanza institucionalizada. Cuando eso que molesta se hace pregunta, cuando ya no es sólo malestar sino una condición que exige ser pensada, entonces estamos frente a una oportunidad. Los aplausos ante las declamaciones de la inclusión no pueden acallar la tenacidad murmurante de una sospecha que se vuelve interpelación del presente escolar y ocasión para la reinvención de la experiencia educativa contemporánea.
Abril 2013
[1] Escuelas en escena. Una experiencia de pensamiento colectivo. Silvia Duschatzky, Gabriela Farrán y Elina Aguirre. Paidos. 2010.
Tomado de http://escritoshereticos.blogspot.com.ar/
Cortenlá con la adolescencia
Repodrida me tienen!!!! Harta!!!!! Y lo peor es que me pega la tristeza y la desilusión ante toda la energía que una le pone en ser comprensiva y tratar de entender y paciente y tratar de perdonar...
Así que basta!!!! No me los banco más!!!! Tengo 44 años bien cumplidos, no me hice las tetas ni me puse botox en nigún lado, no me gustan los chistes de Tinelli ni las jodas para Video Mach, no tengo sentido del humor y soy tan vieja de mierda como Violencia Rivas: ¿Se entiende?
Adolescentes propios y ajenos: Dejensé de joder con las pataletitas, los portazos, los desplantes, las cancioncitas y murmuraciones por lo bajo, los planteos teóricos cuando lo único que hay que hacer es callarse la boca y pedir disculpas, la argumentación falaz para buscarle a una el lado flaco, la cobardía, el ninguneo, el ombligocentrismo, el falso compañerismo, el amiguismo y toda la pedorrada de la que son capaces sus pedorras cabezas llenas de pedos.
He dicho, carajo, me pudrí.
Así que basta!!!! No me los banco más!!!! Tengo 44 años bien cumplidos, no me hice las tetas ni me puse botox en nigún lado, no me gustan los chistes de Tinelli ni las jodas para Video Mach, no tengo sentido del humor y soy tan vieja de mierda como Violencia Rivas: ¿Se entiende?
Adolescentes propios y ajenos: Dejensé de joder con las pataletitas, los portazos, los desplantes, las cancioncitas y murmuraciones por lo bajo, los planteos teóricos cuando lo único que hay que hacer es callarse la boca y pedir disculpas, la argumentación falaz para buscarle a una el lado flaco, la cobardía, el ninguneo, el ombligocentrismo, el falso compañerismo, el amiguismo y toda la pedorrada de la que son capaces sus pedorras cabezas llenas de pedos.
He dicho, carajo, me pudrí.
domingo, 4 de agosto de 2013
Mi teoría acuática de la felicidad
RAQUEL GARZÓN (CÓRDOBA,1970)
Flashback y versión de la infancia
Anoche nomás,
hace casi 30 años,
tenía un libro de Verne entre las manos,
cierta ansiedad al llegar a la tabla del 9
y una fascinación por la química
que no me ha acompañado hasta aquí.
Mi color era el rojo,
mi día, el viernes
y el verano, ese bosque,
mi teoría acuática de la felicidad.
En esta foto mi madre me lleva de la mano
y su roce es un túnel de regreso
a las mil tortugas de mi infancia
que gastaron un nombre siempre igual:
Cleopatra.
Tengo 10 años
soy la mayor de cuatro hermanos,
duermo en un cuarto de muebles blancos
y en mi casa no se puede envejecer
(papá es cirujano plástico).
Temo no estar a la altura de lo inalterable.
Creo que,si Dios existe,
se esmera en ello los domingos
cuando mi abuela nos lleva a La Merced
y rezamos al Señor de los Milagros,
mareados en incienso,
oraciones importadas del Perú
que repito aún dormida.
Nado bien, tiro al blanco
y cuando crezca
quiero dar la vuelta al mundo en bicicleta
aunque no llegamos ni Cosquín en la última excursión...
La velocidad traga el resto del paisaje :
Sigo siendo esa urgencia.
De Monstruos privados (2006)
Flashback y versión de la infancia
Anoche nomás,
hace casi 30 años,
tenía un libro de Verne entre las manos,
cierta ansiedad al llegar a la tabla del 9
y una fascinación por la química
que no me ha acompañado hasta aquí.
Mi color era el rojo,
mi día, el viernes
y el verano, ese bosque,
mi teoría acuática de la felicidad.
En esta foto mi madre me lleva de la mano
y su roce es un túnel de regreso
a las mil tortugas de mi infancia
que gastaron un nombre siempre igual:
Cleopatra.
Tengo 10 años
soy la mayor de cuatro hermanos,
duermo en un cuarto de muebles blancos
y en mi casa no se puede envejecer
(papá es cirujano plástico).
Temo no estar a la altura de lo inalterable.
Creo que,si Dios existe,
se esmera en ello los domingos
cuando mi abuela nos lleva a La Merced
y rezamos al Señor de los Milagros,
mareados en incienso,
oraciones importadas del Perú
que repito aún dormida.
Nado bien, tiro al blanco
y cuando crezca
quiero dar la vuelta al mundo en bicicleta
aunque no llegamos ni Cosquín en la última excursión...
La velocidad traga el resto del paisaje :
Sigo siendo esa urgencia.
De Monstruos privados (2006)
jueves, 1 de agosto de 2013
Las mesas de saldos son mi bendición
Ayer leí en el diario que se reeditó El oído absoluto de Marcelo Cohen. Me acordé que hace mucho quería leer La casa de Otto (que regalé y no tengo) y hoy a mediodía me fui a mi librería a buscar mis cohenes. El primero lo conseguí, el segundo no, para consolarme me traje nueve de las mesa de ofertas: un Gorodischer, un Bulrrich, un Alberti, un Tuñón, un Bizzio, un Cabal, un Aira, un Cela y "Héroes sin atributos" que figura en mi programa de Argentina II.