miércoles, 7 de agosto de 2013

Pieza de exhibición de la diferencia

La ausencia en los currículos escolares de los cuerpos, historias, y prácticas de mujeres, lesbianas, gays, travestis, trans, bisexuales, no puede suplirse con un reconocimiento “victimizante” de su presencia, porque de esta manera no llegan a perturbar el curso “normal” de los programas ni a desestabilizar el canon oficial. Por el contrario, acaban por mantener el lugar especial y problemático de las identidades “marcadas”. Ya lo decía Monique Wittig, constituir una diferencia y controlarla es un acto de poder ya que es un acto esencialmente normativo, pero hay que ser socialmente dominante para lograr presentar al otro como diferente. En la escuela actual, las identidades suelen circular como información, como sujetos preexistentes, despojadas de la carga experiencial de sufrimiento, violencia, goce y deseo, del sujeto que la encarna contingentemente. “Nos toca convivir con la diferencia”, “hay que respetar las diferencias”, “todos somos diferentes y hay que aceptarlo” (aunque algunos son más diferentes que todos), son varias de las fórmulas escolares que hoy pululan, y vienen a encapsular procesos de inteligibilidad social en el que están en juego nuestras vidas, empleando un lenguaje estandarizado que le quita historicidad y politicidad a la conformación de las identidades. El sujeto “víctimizado”, pieza de exhibición de la “diferencia” y de denuncia de la “intolerancia”, es ubicado como carente, deficitario, y constituido como ser necesitado antes que deseante.

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