martes, 12 de junio de 2018

Liñán en el Metropolitan

Ayer fuimos con la Sil a ver a este groso de la danza flamenca. Muy deslumbrante, muy genial. Lo que hace en el escenario con el guitarrista y el cante es de una potencia increíble. Subido a una silla de pino pintada de blanco (bah, tres sillas que el músico le va cambiando de lugar) o con bata de cola también blanca y abanico o mantón te quedás boquiabierta y los ojos y las orejas no te alcanzan para captar toda esa pasión desbordada.
A la salida hablábamos de su perfeccionismo y Sil me explicaba cosas de la música y la técnica que yo no llego a cazar como que el palo que se llama "Alegría" dura veinte minutos de zapateos interrumpidos por tres cambios de vestuario sin cortar la danza. Más que perfeccionismo creo que se trata de esa obsesión por los detalles y por cuidar cada efecto que nace de la enorme fe en sí mismo, en su pasión, en su cuerpo que habla y se deja hablar por la música, en un talento alimentado por la confianza y la apuesta a lo mejor de une misme que me produce mucha mucha admiración.

Ah, y me había olvidado del aqua-flamenco. Decime si lo que hace chapoteando en al agua o sacudiendo una varillita de humo no tiene toda la simple genial de lo infantil. Las fotos no hacen justicia al espectáculo total pero son muy bellas en sí mismas (afanadas de la web porque ayer no permitía sacar)


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