sábado, 29 de octubre de 2016

Lo reconocimos por una marca

Alejandro Mendez Casariego

Tristán




Tristán nació de Loba
lo recuerdo
la doberman mayor del Coronel;
era una bola movediza
de pelo negro.
Nunca habíamos visto
nada tan tierno como sus movimientos
reptando hacia las tetas
sus ojos cerrados en un placer
que nada puede sustituir

caía luego en la modorra de los hartos

A los seis meses le cortamos la cola
y las orejas
porque así se estilaba.
Lo amamos, esos días, como a nada o a nadie.
Nos levantábamos temprano
tan sólo para verlo
estirarse en la cucha
frotarse el hocico en nuestras manos
y volver a su posición de ovillo

Antes de que cumpliera el año
se lo llevaron con mentiras
no nos dijeron dónde
y fue para nosotros
algo muy parecido al fin de todo

Tiempo después
fuimos a la casa de amigos
del otro barrio, el que estaba en el bajo
pegado al regimiento.
Esas casas eran todas iguales:
las mismas celosías de madera
pintadas de un verde que llamaban “militar”
vaya a saber por qué:
galería de tejas, columnas de madera
canteros con prolija margaritas
como para mostrar que éramos gente
parecida a toda la demás

De pronto oímos un sonido
metálico y agudo
como un desplazamiento
de acero sobre acero
y un pesado golpear de patas
trotando sobre el cesped.
Cuando alzamos la vista
un enorme animal oscuro
con los ojos como llamas
el hocico retraído liberando los dientes
emitía el farfeo contenido
de las bestias a punto de saltar
Su expresión era de un odio tan perfecto
que nos dejó sin aire.

Lo reconocimos por una marca
que le había quedado en una oreja
en un error del corte
y una marquita mas clara sobre uno de los ojos
No hemos podido
-es difícil - olvidar
ese momento en que el amor mas profundo
se convierte en el peor de los miedos.

AMC

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