lunes, 19 de octubre de 2015

A mamá la recuperé cuando murió

Dice en feis Márgara Averbach
18 horas
A mamá la recuperé cuando murió, después de trece años en que no fue mi mamá, en que fue otra persona, otro ser desconocido y para mí inalcanzable (yo no amo la inteligencia pero no puedo, no podré nunca acercarme a los que no piensan, a los que tienen Altzheimer, entre tantas otras cosas). Ahora la recuerdo más que antes de su muerte y ella es de nuevo la que era antes de esos trece años... Recuerdo la forma en que me enseñó a ponerme en el lugar de otros y a pensar en cómo regalarle algo a alguien: no tiene que gustarte a vos, tiene que gustarle a él o a ella, me explicó y yo no lo olvidé nunca. Mamá regalaba mucho, le gustaba la sorpresa y la alegría en los ojos de otros, era generosa tal vez porque necesitaba cariño... Le agradezco eso, yo en cierto sentido, soy parecida. No era expresiva, eso no, pero para mí, expresaba el cariño cuando a pesar de la depresión, aceptaba venir conmigo a exposiciones o charlábamos sobre cine y política y libros. Discutíamos: a ella le parecía que lo mejor en una persona era su inteligencia y yo decía que a mí no me parecía lo mejor..., que para mí lo mejor era ese darse, alguien que pensara en otros. Creo..., creo que es cruel de parte de la vida que ella perdiera al final lo que más quería en los demás y no veía en sí misma, su inteligencia. Pero bueno, para quienes no creemos en Dios y ni ella ni yo creímos nunca, no es justa la vida y los destinos son así... No fue feliz, eso es lo que más le critico, supongo, pero tampoco eso fue culpa suya, pasó simplemente. La recuerdo en los viajes cuando sí reía y charlaba y disfrutaba y era todo lo valiente que yo no era: le gustaban el mar (horroroso para mí), las olas (mi peor pesadilla) y el frío y cierto peligro. No entendía del todo mi fiaca ni mi deseo de no moverme ni mis terrores ni mi amor por la contemplación sin hacer nada físico ni mi torpeza ni me desorden. Pero cuando supe decírselo, cuando yo empecé a vivir con otros, ella los aceptó a todos. Parecía fuerte y no lo era. La extraño como era entonces..., antes de la enfermedad, antes de todo ese final larguísimo. Mis hijos la recuerdan con enorme cariño... sobre todo los dos mayores que la disfrutaron más. Me acuerdo de que leyó un libro del premio Nóbel islandés cuyo nombre sé que escribo mal así que mejor no escribirlo, sobre un poeta que no hace otra cosa y cuando terminó dijo: "Creo que ahora te entiendo mejor"... Lamentaba que no me gustara la ciencia pero aceptó mi opción... Es el día de asomarse al pasado y decirse Qué bueno que la tuve.

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