sábado, 13 de junio de 2015

Infidelidad

Estar casada con Richard Gere y meterle los cuernos es, de por sí, una maldad. Que sea tan dulce el marido, tan linda la familia, tanto el amor y te encuentres por la calle a un pendejo francés que te habla con acento parisiense, compra y vende libros y te coge en el baño de la cafetería mientras dejás esperando a las conchudas de tus amigas, ya es el colmo de la mala suerte.
Muy trágico el final me pareció. Había otras opciones ¿no? ¿Por qué ese desenlace castigador y represivo? Casi vi el dedito levantado con el "eso no se hace".

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